08/09/2016 03:41 PM
(This post was last modified: 29/09/2016 03:27 PM by SoniadeArnau.)
Ficha de la historia:
Título Original: Esbozando lo Prohibido
Género(s): Ciencia-ficción, Aventura y Acción
Autor: Sonia de Arnau
Inicio de publicación: 23 de septiembre 2013 a 14 de Mayo 2015
Capítulos: 34 + epílogo
Versión: Dos*
*EloP es una historia que escribí hace vario tiempo, la que estaré publicando aquí será la versión dos (mejorada). Añadiré cosas y quitaré otras.
Estoy abierta a críticas constructivas y a ideas para mejorar.
Transcurría el año 2172. Los problemas económicos no eran tan comunes. Los vehículos electrónicos voladores ya existían para cualquier persona que tuviera licencia de manejo. Los «Electri-Combu» eran los lugares que sustituyeron las gasolineras para ahora llenar las baterías de los carros. Esta es la ciudad Del Comienzo en donde los edificios eran altos, grandes y donde las vías al nivel del suelo eran exclusivas para peatones y bicicletas flotantes; nombradas «Calles Peatonales». Entre los edificios se encontraban las calles llamadas «calles del cielo» en donde se pueden visualizar detalladamente los trenes electrónicos, los que nunca dejaron de funcionar, recorriendo la ciudad de un extremo a otro mediante una delgada vía y los autos voladores.
Los automóviles iban y venían deteniéndose en los semáforos que estaban suspendidos en el aire, y algunos de ellos tenían la forma de una pelota u otros eran triangulares. La gente caminaba entre las calles de abajo despreocupadas u otras paseaban en sus bicicletas flotantes con forma aerodinámica, siendo levantadas e impulsadas por un pequeño motor; éstas a diferencia de las anteriores, no necesitaban llantas ya que solo tenían una rueda en forma ovalada que se extendía de un extremo al otro, era tan delgada que a simple vista no se puede distinguir, pero tan resistente como para cargar a una persona de peso completo.
En esa ciudad, como en muchas otras, cada persona poseía una IV (Identificación de vida) que es una tarjeta delgada de diez cm por cinco cm que contiene toda información del usuario, la que al colocarse en una máquina e introducir un código que solo el dueño se sabía; toda la información de esa persona podía encontrarse con facilidad. En la IV se encontraba la edad, el sexo, los estudios, la licencia de conducir, el currículum de trabajo, y también podía usarse como cuenta de banco, al igual que funcionaba como llave tanto del automóvil como de la casa, así pues, para todo se usaba esta tarjeta. Por consiguiente, toda persona debía obtenerla desde el momento de nacer.
Por las calles de la ciudad iba caminando una joven de diecinueve años de edad con destino a sus estudios. Ella tenía el cabello largo y en ese momento lo llevaba suelto, luciendo sedoso en su caída sobre la espalda, resaltando su color castaño. Sus ojos eran de un tono azul gris. Llevaba puesta una diadema roja que sostenía su flequillo. Su vestimenta consistía en una falda negra y unas mallas que combinaban con esta, una camisa de mangas largas color blanco y un gafete que portaba el nombre: Evarista Mohs. Se encontraba transitando por la segunda calle más famosa y recorrida Del Comienzo y la gente se podía ver usando sus teléfonos inalámbricos, hologramas o paseando a sus mascotas reales o virtuales.
Evarista se detuvo al quedar frente a un edificio en donde la enorme entrada en la parte superior tenía unas enormes letras que rezaban el nombre de Universidad ESER, la universidad más prestigiosa y famosa Del Comienzo. Eva se quedó viendo por unos momentos la entrada, pues comenzó a pensar en lo que haría cuando terminara sus estudios y esto era conseguir un trabajo decente. Por el momento ella vivía sola, desde hacía cuatro meses que dejo la casa de sus padres.
La ley en la ciudad era que una vez que se cumple los dieciséis años de edad, se puede crear una cuenta de banco mediante la IV y recibir M 1,000 (3,000 dólares) cada quincena y continuar recibiéndolo hasta que se consiga un trabajo, lo que era mejor ya que se puede ganar lo triple. Los pensamientos de Evarista fueron interrumpidos al escuchar la voz de alguien familiar.
—Hola, Eva, ¿lista para empezar? —un joven de su edad se acercó a ella llevando puesto un gorro de invierno de color crema que le cubría hasta las orejas, era extraño que alguien llevara uno de esos en tiempo de calor, además llevaba unas grandes gafas oscuras. Su gafete declaraba el nombre: Ruber Corindo.
—Oh, solo eres tú, Ruber —mencionó ella en tono de poco interés.
—Qué mala eres, ¿no te da gusto verme? —preguntó divertido, adivinando su respuesta pues no era la primera vez que se lo decía.
—Como todos los días te veo, la verdad no.
—Eres cruel —comunicó el joven con tono triste.
—Vamos, Ruber, no hagas pucheros, ya eres mayorcito como para eso.
—Sabes, odio este edificio —informó Ruber con un tono serio—, no necesitas trabajar cuando el gobierno te paga por no hacer nada.
—¿De qué hablas? —ella se molestó al escucharlo—. Aunque el gobierno te pague, no es lo suficiente para hacer nada. Por ejemplo, no puedes viajar.
Así era, cada vez que hablaba de ese tema, los ojos de ella brillaban de la emoción. El poder viajar y conocer otros paisajes, lugares, personas y cultura siempre fue el sueño de su vida. Era tanto su deseo de desplazarse que conocía la ciudad Del Comienzo mejor que la palma de su mano. No había rincón que no conociera de la enorme ciudad.
—Pero ese es tu sueño y meta de la vida, no el mio —le comunicó el joven despertándola de sus fantasías.
—¿Y tú no tienes uno? —indagó ella, ahora que lo meditaba, a pesar de conocer a Corindo por poco más de un año, no sabía mucho de él.
Por el otro lado, el joven pareció meditar a la pregunta de su compañera para al final responder con un corto y desinteresado «No». Ante la insatisfecha respuesta, el rostro de la castaña se tornó en uno sorprendido y al ver esto, Ruber no tardó en agregar, levantando los hombros.
—No soy codicioso.
—¿Me estas llamando codiciosa? —ella lo empujó en son de juego—. Debes tener uno, por mínimo que sea.
—Mmm... Tal vez. Quizá, no lo sé.
—¿Se puede saber cuál es? Se que tienes uno —para ese punto, a Eva ya le había entrado la curiosidad.
—Si te lo digo te reirás.
—Por supuesto que no —respondió inmediatamente, un tanto ofendida al tener el descaro de decirle que se burlaría. ¿Aun no le tenía confianza? ¿Es qué acaso mordía? Tal vez hubo ocasiones en la que se molestó y llegó a reprenderlo pero eso era normal por lo que no tardó en chantajearlo al decirle—. Pensé que me considerabas tu amiga. ¿Es que no lo soy?
—¿De qué hablas? ¡Claro que eres mi amiga! Bueno... te lo diré. Mi sueño es... —dudó por un instante, mas Eva lo miró atenta esperando ansiosa su respuesta, así que no tuvo remedio que continuar—. Mi sueño es tener una familia.
Eva no pudo evitar sonreír, divertida.
—¿Ves? Te lo dije, te burlarias y lo hiciste —Ruber apuntó su rostro. Ella negó con las manos para explicarle porqué de su reacción.
—No es por lo que piensas. Es que no puedo creer que creyeras que me iba a burlar de ti por eso. Cualquiera ha soñado con eso. Es natural, está en nuestro ADN.
—¿Tú también lo has pensado?
—Por supuesto, pero una vez que haya realizado mi sueño.
La sonrisa de Eva siempre calmaba a Ruber y llegaba a perderse en ella, a él le gustaba verla sonreír, verla feliz y hubiera seguido admirandola si no fuera porque ella le preguntó algo un tanto incomodo.
—¿Has pensado en alguien? Me refiero, ¿te gusta alguien en específico?
Ruber desvió rápidamente el rostro y negando le hizo saber:
—No... aún no. ¿Y tú?
A pesar de esperar esa pregunta, Eva movió sus labios como quien queriendo pensar en algo antes de responder y cuando estaba por hacerlo, recibió una llamada a su Pantalla, la campana la había salvado. Las Pantallas servían como teléfonos celulares y computadoras holográficas, sin embargo, éstas eran mucho más eficientes porque eran tan pequeños como una microSD, la activó para ver a una joven de cabellera corta y negra como la misma noche vía holográfica.
—Hola Blanca...
—Holissss, Eva, ¿ya estás en el colegio?
—Así es. Estoy aquí afuera. ¿Por qué?
—¿Puedes venir? Quiero pedirte un favor. Estoy en el salón. ¿Te molesto? —preguntó lo último al ver al reconocer a Corindo.
—Claro que no —contestó ella—, estaba a punto de ir para allá.
—Okay, te espero.
Las dos colgaron y entonces Eva miró por última vez a Ruber quien se llevaba la mano al gorro y se lo quitaba; la buena presentación era uno de los requisitos para poder entrar a las instalaciones de la universidad ESER. Evarista pudo ver el cabello tan característico de Ruber, su cabello era de dos colores diferente; un lado de castaño oscuro y el otro castaño claro casi en tonalidad rubio. Algo similar sucedió cuando se retiró las gafas y dejo ver sus ojos; uno de ellos era color azul y el otro verde. La fisonomía de Ruber era así de nacimiento, y aunque él constantemente decía lo mal que se veía porque ese era mayoritariamente uno de los motivo por la que recibía burlas constantes de algunos de sus compañeros. Y a pesar de que existan métodos para cambiárselo de un solo color, él decidió no cambiarse porque a Mosh le gustaba ese aspecto. Ella le decía que lo hacía verse único y diferente. Posteriormente, ambos se retiraron y cada quien se fue a su respectivo piso en donde se encontraba sus clases.
En las calles Del Comienzo andaban muchos robots fabricados por la empresa Fucus, algunos tenían la función de policía, otros estaban encargados de rondar por las calles del cielo para vigilar que los automóviles respetaran la velocidad asignada y si eran violadas —que rara vez sucedía eso —multaban a los conductores. Unos más estaban confiados para la protección de las calles y a pesar de que la ciudad era muy pacifica, nunca faltaba algún loco que se saliera de las normas o que molestara a los civiles y los robots les advertían sobre su conducta y si los transgresores no obedecían, los robots llamaban al cuartel de la policía para que fueran a arrestarlos. Siempre había gente que le gustaba fastidiar e irrumpir la paz.
En la calle Apagador se encontraba ubicada la sede de las empresas Fucus, la que se encargaba de la distribución de la tecnología ya fueran robots, máquinas, carros o demás. A su cargo estaba Belirio Fucus, un adulto joven de treinta y cinco años, sus cabellos eran rubios y sus ojos azules tal como una gema. Siendo hijo del señor Fucus, era sucesor y dueño de todas las fábricas y empresas que portaran ese apellido. Dos semanas después de que murió su padre, decidió tomar su cargo y relevarlo en el negocio.
La fábrica principal de la empresa Fucus se encontraba en las afueras Del Comienzo debido al enorme espacio que necesitaba, por ello era imposible que estuviera en la ciudad, además de que se pensó en la seguridad de los citadinos, pues se solía experimentar o crear cosas que tendían a salirse de control como el mal manejo de algún gas letal, o el mal funcionamiento de alguna máquina.
Belirio se encontraba frente la enorme ventana que se alzaba casi por toda la oficina, observando la belleza de la ciudad. Sonreía mientras visualizaba los carros y demás cosas fabricadas por la empresa. El anterior señor Fucus sí que había hecho un gran trabajo al proporcionarles a las personas tecnología y eso no solo en Del Comienzo, sino en varias ciudades alrededor del mundo, adquiriéndola considerablemente y por ello reinaban en tranquilidad, seguridad y habían desarrollado el mejor sistema para evitar contaminación innecesaria en el ambiente, así que no solo los seres humanos eran beneficiados, sino también evitaban la contaminación atmosférica.
El hombre dio media vuelta y se dirigió a su escritorio al escuchar el ruido del teléfono de la oficina de que su secretaria llamaba. Apretó un botón.
—Señor Fucus —se escuchó la voz de la joven secretaria por toda la habitación—. El señor Coleman lo está esperando junto con los demás administrativos. En un veinte minutos la junta dará apertura.
Juntas, se la vivía en juntas todos los días desde que comenzó a trabajar allí porque debían tener recuento de cada trabajo, sin contar que la empresa suministraba a las otras ciudades o países de la nueva tecnología. Era un trabajo agotador y se requería muchas horas de discusiones y reuniones.
—Ahora voy —el dueño soltó casi en modo de suspiro—. Solo dame un par de minutos más.
—Se lo comunicaré al señor Coleman.
Belirio se tuvo que acostumbrar a toda esa vida de empresario. Para que todo pudiera funcionar debía hacer su trabajo correctamente a pesar de lo tedioso que resultara ser. Se alejó del escritorio y caminó a un estante que quedaba no muy lejos de allí. En una máquina colocó un código y con eso las puertas se abrieron, dejando ver colgados algunos sacos, corbatas y abajo alineados, como diez pares de zapatos de diferente marca y colores para cualquier ocasión que se pudiera presentar.
Observó los sacos uno por uno hasta que descolgó el que le llenó la pupila, hizo lo mismo con las corbatas y mientras la estaba anudando, escuchó otra vez el teléfono, no obstante, esta vez no se trataba de una llamada de su secretaria o de algún jefe de sección, la llamada era directa de la fábrica; lo supo al reconocer el tono especial que le había puesto a ese contacto. Rápidamente se acercó al escritorio, desconectó las bocinas, tomó asiento en su sillón y se colocó los audífonos para tener más privacidad y respondió con voz seria, sin esperar a que el sujeto del otro lado hablara:
—Debe tratarse de algo muy importante porque sabes que está enteramente prohibido llamar aquí, ¿qué situación hay?
—Tenemos código Troya —respondió inmediatamente el del otro lado de la línea.
—Es imposible... —las palabras de Bel quedaron suspendidas—. Las redes de la fábrica tienen un ciento veinte por ciento de inmunidad. ¡Nadie puede ingresar a ellas! Dame un resumen de lo sucedido.
—La sabandija escurridiza de Neón nos ha traicionado —contestó el lacayo por nombre Norez—, es evidente que husmeó los archivos secretos de la computadora principal y se enteró del proyecto. Está intentando robarlos...
A pesar de que escuchar aquello le era un problema, Bel no perdió la paciencia, se mantuvo serio, sin embargo, no evitó llevarse los dedos de la mano a los ojos para masajearlos. La verdad es que no le importaba lo que ese muchacho hiciera con su vida, si deseaba largarse de la fábrica podía hacerlo, pero lo que sí le importaba y le preocupaba, era lo que podía llevarse; la evidencia de los planes que delataban sus verdaderas intenciones. Si la policial se hacia con estas, se vería en un aprieto muy grande.
—¿Y qué planeas hacer? —cuestionó Fucus a su interlocutor.
A la persona del otro lado de la línea le resultó desconcertante tal pregunta por lo que trató de responder, pues sabía que si no lo hacía Belirio se enojaría, así que respondió:
—Por ahora he enviado... —la llamada se cortó secamente, dejando en su lugar un infernal ruido obligando a Bel apartarse el comunicador de sus oídos. Eso solo le indico que el desertor desconecto las señal de comunicación.
Debia de admitir que el muchacho era muy astuto, Bel se recargó en el respaldo de la silla. No se preocuparía, esperaba que Norez estuviera preparado para lo que venía. Aunque estaba consciente que Neón no se iba a dejar vencer tan fácilmente pues conocía su determinación. Sonrió por ese hecho. No obstante, le resultó una verdadera lástima que Neón acortara su vida pues daba por sentado que éste no lograría pisar fuera de la fábrica. Por ahora no debía sentirse turbado, había solución y debía mantener la serenidad, una serenidad que desapareció al recordar que tenía una reunión con los del grupo de Consejo y eso sí que lo sacaba de quicio. Belirio se levantó, alistó su traje y caminó hacia la sala de junta.
Título Original: Esbozando lo Prohibido
Género(s): Ciencia-ficción, Aventura y Acción
Autor: Sonia de Arnau
Inicio de publicación: 23 de septiembre 2013 a 14 de Mayo 2015
Capítulos: 34 + epílogo
Versión: Dos*
*EloP es una historia que escribí hace vario tiempo, la que estaré publicando aquí será la versión dos (mejorada). Añadiré cosas y quitaré otras.
Estoy abierta a críticas constructivas y a ideas para mejorar.
Parte 1
Ciudad Del Comienzo
Ciudad Del Comienzo
Capítulo 1
La iniciación
La iniciación
Transcurría el año 2172. Los problemas económicos no eran tan comunes. Los vehículos electrónicos voladores ya existían para cualquier persona que tuviera licencia de manejo. Los «Electri-Combu» eran los lugares que sustituyeron las gasolineras para ahora llenar las baterías de los carros. Esta es la ciudad Del Comienzo en donde los edificios eran altos, grandes y donde las vías al nivel del suelo eran exclusivas para peatones y bicicletas flotantes; nombradas «Calles Peatonales». Entre los edificios se encontraban las calles llamadas «calles del cielo» en donde se pueden visualizar detalladamente los trenes electrónicos, los que nunca dejaron de funcionar, recorriendo la ciudad de un extremo a otro mediante una delgada vía y los autos voladores.
Los automóviles iban y venían deteniéndose en los semáforos que estaban suspendidos en el aire, y algunos de ellos tenían la forma de una pelota u otros eran triangulares. La gente caminaba entre las calles de abajo despreocupadas u otras paseaban en sus bicicletas flotantes con forma aerodinámica, siendo levantadas e impulsadas por un pequeño motor; éstas a diferencia de las anteriores, no necesitaban llantas ya que solo tenían una rueda en forma ovalada que se extendía de un extremo al otro, era tan delgada que a simple vista no se puede distinguir, pero tan resistente como para cargar a una persona de peso completo.
En esa ciudad, como en muchas otras, cada persona poseía una IV (Identificación de vida) que es una tarjeta delgada de diez cm por cinco cm que contiene toda información del usuario, la que al colocarse en una máquina e introducir un código que solo el dueño se sabía; toda la información de esa persona podía encontrarse con facilidad. En la IV se encontraba la edad, el sexo, los estudios, la licencia de conducir, el currículum de trabajo, y también podía usarse como cuenta de banco, al igual que funcionaba como llave tanto del automóvil como de la casa, así pues, para todo se usaba esta tarjeta. Por consiguiente, toda persona debía obtenerla desde el momento de nacer.
Por las calles de la ciudad iba caminando una joven de diecinueve años de edad con destino a sus estudios. Ella tenía el cabello largo y en ese momento lo llevaba suelto, luciendo sedoso en su caída sobre la espalda, resaltando su color castaño. Sus ojos eran de un tono azul gris. Llevaba puesta una diadema roja que sostenía su flequillo. Su vestimenta consistía en una falda negra y unas mallas que combinaban con esta, una camisa de mangas largas color blanco y un gafete que portaba el nombre: Evarista Mohs. Se encontraba transitando por la segunda calle más famosa y recorrida Del Comienzo y la gente se podía ver usando sus teléfonos inalámbricos, hologramas o paseando a sus mascotas reales o virtuales.
Evarista se detuvo al quedar frente a un edificio en donde la enorme entrada en la parte superior tenía unas enormes letras que rezaban el nombre de Universidad ESER, la universidad más prestigiosa y famosa Del Comienzo. Eva se quedó viendo por unos momentos la entrada, pues comenzó a pensar en lo que haría cuando terminara sus estudios y esto era conseguir un trabajo decente. Por el momento ella vivía sola, desde hacía cuatro meses que dejo la casa de sus padres.
La ley en la ciudad era que una vez que se cumple los dieciséis años de edad, se puede crear una cuenta de banco mediante la IV y recibir M 1,000 (3,000 dólares) cada quincena y continuar recibiéndolo hasta que se consiga un trabajo, lo que era mejor ya que se puede ganar lo triple. Los pensamientos de Evarista fueron interrumpidos al escuchar la voz de alguien familiar.
—Hola, Eva, ¿lista para empezar? —un joven de su edad se acercó a ella llevando puesto un gorro de invierno de color crema que le cubría hasta las orejas, era extraño que alguien llevara uno de esos en tiempo de calor, además llevaba unas grandes gafas oscuras. Su gafete declaraba el nombre: Ruber Corindo.
—Oh, solo eres tú, Ruber —mencionó ella en tono de poco interés.
—Qué mala eres, ¿no te da gusto verme? —preguntó divertido, adivinando su respuesta pues no era la primera vez que se lo decía.
—Como todos los días te veo, la verdad no.
—Eres cruel —comunicó el joven con tono triste.
—Vamos, Ruber, no hagas pucheros, ya eres mayorcito como para eso.
—Sabes, odio este edificio —informó Ruber con un tono serio—, no necesitas trabajar cuando el gobierno te paga por no hacer nada.
—¿De qué hablas? —ella se molestó al escucharlo—. Aunque el gobierno te pague, no es lo suficiente para hacer nada. Por ejemplo, no puedes viajar.
Así era, cada vez que hablaba de ese tema, los ojos de ella brillaban de la emoción. El poder viajar y conocer otros paisajes, lugares, personas y cultura siempre fue el sueño de su vida. Era tanto su deseo de desplazarse que conocía la ciudad Del Comienzo mejor que la palma de su mano. No había rincón que no conociera de la enorme ciudad.
—Pero ese es tu sueño y meta de la vida, no el mio —le comunicó el joven despertándola de sus fantasías.
—¿Y tú no tienes uno? —indagó ella, ahora que lo meditaba, a pesar de conocer a Corindo por poco más de un año, no sabía mucho de él.
Por el otro lado, el joven pareció meditar a la pregunta de su compañera para al final responder con un corto y desinteresado «No». Ante la insatisfecha respuesta, el rostro de la castaña se tornó en uno sorprendido y al ver esto, Ruber no tardó en agregar, levantando los hombros.
—No soy codicioso.
—¿Me estas llamando codiciosa? —ella lo empujó en son de juego—. Debes tener uno, por mínimo que sea.
—Mmm... Tal vez. Quizá, no lo sé.
—¿Se puede saber cuál es? Se que tienes uno —para ese punto, a Eva ya le había entrado la curiosidad.
—Si te lo digo te reirás.
—Por supuesto que no —respondió inmediatamente, un tanto ofendida al tener el descaro de decirle que se burlaría. ¿Aun no le tenía confianza? ¿Es qué acaso mordía? Tal vez hubo ocasiones en la que se molestó y llegó a reprenderlo pero eso era normal por lo que no tardó en chantajearlo al decirle—. Pensé que me considerabas tu amiga. ¿Es que no lo soy?
—¿De qué hablas? ¡Claro que eres mi amiga! Bueno... te lo diré. Mi sueño es... —dudó por un instante, mas Eva lo miró atenta esperando ansiosa su respuesta, así que no tuvo remedio que continuar—. Mi sueño es tener una familia.
Eva no pudo evitar sonreír, divertida.
—¿Ves? Te lo dije, te burlarias y lo hiciste —Ruber apuntó su rostro. Ella negó con las manos para explicarle porqué de su reacción.
—No es por lo que piensas. Es que no puedo creer que creyeras que me iba a burlar de ti por eso. Cualquiera ha soñado con eso. Es natural, está en nuestro ADN.
—¿Tú también lo has pensado?
—Por supuesto, pero una vez que haya realizado mi sueño.
La sonrisa de Eva siempre calmaba a Ruber y llegaba a perderse en ella, a él le gustaba verla sonreír, verla feliz y hubiera seguido admirandola si no fuera porque ella le preguntó algo un tanto incomodo.
—¿Has pensado en alguien? Me refiero, ¿te gusta alguien en específico?
Ruber desvió rápidamente el rostro y negando le hizo saber:
—No... aún no. ¿Y tú?
A pesar de esperar esa pregunta, Eva movió sus labios como quien queriendo pensar en algo antes de responder y cuando estaba por hacerlo, recibió una llamada a su Pantalla, la campana la había salvado. Las Pantallas servían como teléfonos celulares y computadoras holográficas, sin embargo, éstas eran mucho más eficientes porque eran tan pequeños como una microSD, la activó para ver a una joven de cabellera corta y negra como la misma noche vía holográfica.
—Hola Blanca...
—Holissss, Eva, ¿ya estás en el colegio?
—Así es. Estoy aquí afuera. ¿Por qué?
—¿Puedes venir? Quiero pedirte un favor. Estoy en el salón. ¿Te molesto? —preguntó lo último al ver al reconocer a Corindo.
—Claro que no —contestó ella—, estaba a punto de ir para allá.
—Okay, te espero.
Las dos colgaron y entonces Eva miró por última vez a Ruber quien se llevaba la mano al gorro y se lo quitaba; la buena presentación era uno de los requisitos para poder entrar a las instalaciones de la universidad ESER. Evarista pudo ver el cabello tan característico de Ruber, su cabello era de dos colores diferente; un lado de castaño oscuro y el otro castaño claro casi en tonalidad rubio. Algo similar sucedió cuando se retiró las gafas y dejo ver sus ojos; uno de ellos era color azul y el otro verde. La fisonomía de Ruber era así de nacimiento, y aunque él constantemente decía lo mal que se veía porque ese era mayoritariamente uno de los motivo por la que recibía burlas constantes de algunos de sus compañeros. Y a pesar de que existan métodos para cambiárselo de un solo color, él decidió no cambiarse porque a Mosh le gustaba ese aspecto. Ella le decía que lo hacía verse único y diferente. Posteriormente, ambos se retiraron y cada quien se fue a su respectivo piso en donde se encontraba sus clases.
(***)
En las calles Del Comienzo andaban muchos robots fabricados por la empresa Fucus, algunos tenían la función de policía, otros estaban encargados de rondar por las calles del cielo para vigilar que los automóviles respetaran la velocidad asignada y si eran violadas —que rara vez sucedía eso —multaban a los conductores. Unos más estaban confiados para la protección de las calles y a pesar de que la ciudad era muy pacifica, nunca faltaba algún loco que se saliera de las normas o que molestara a los civiles y los robots les advertían sobre su conducta y si los transgresores no obedecían, los robots llamaban al cuartel de la policía para que fueran a arrestarlos. Siempre había gente que le gustaba fastidiar e irrumpir la paz.
En la calle Apagador se encontraba ubicada la sede de las empresas Fucus, la que se encargaba de la distribución de la tecnología ya fueran robots, máquinas, carros o demás. A su cargo estaba Belirio Fucus, un adulto joven de treinta y cinco años, sus cabellos eran rubios y sus ojos azules tal como una gema. Siendo hijo del señor Fucus, era sucesor y dueño de todas las fábricas y empresas que portaran ese apellido. Dos semanas después de que murió su padre, decidió tomar su cargo y relevarlo en el negocio.
La fábrica principal de la empresa Fucus se encontraba en las afueras Del Comienzo debido al enorme espacio que necesitaba, por ello era imposible que estuviera en la ciudad, además de que se pensó en la seguridad de los citadinos, pues se solía experimentar o crear cosas que tendían a salirse de control como el mal manejo de algún gas letal, o el mal funcionamiento de alguna máquina.
Belirio se encontraba frente la enorme ventana que se alzaba casi por toda la oficina, observando la belleza de la ciudad. Sonreía mientras visualizaba los carros y demás cosas fabricadas por la empresa. El anterior señor Fucus sí que había hecho un gran trabajo al proporcionarles a las personas tecnología y eso no solo en Del Comienzo, sino en varias ciudades alrededor del mundo, adquiriéndola considerablemente y por ello reinaban en tranquilidad, seguridad y habían desarrollado el mejor sistema para evitar contaminación innecesaria en el ambiente, así que no solo los seres humanos eran beneficiados, sino también evitaban la contaminación atmosférica.
El hombre dio media vuelta y se dirigió a su escritorio al escuchar el ruido del teléfono de la oficina de que su secretaria llamaba. Apretó un botón.
—Señor Fucus —se escuchó la voz de la joven secretaria por toda la habitación—. El señor Coleman lo está esperando junto con los demás administrativos. En un veinte minutos la junta dará apertura.
Juntas, se la vivía en juntas todos los días desde que comenzó a trabajar allí porque debían tener recuento de cada trabajo, sin contar que la empresa suministraba a las otras ciudades o países de la nueva tecnología. Era un trabajo agotador y se requería muchas horas de discusiones y reuniones.
—Ahora voy —el dueño soltó casi en modo de suspiro—. Solo dame un par de minutos más.
—Se lo comunicaré al señor Coleman.
Belirio se tuvo que acostumbrar a toda esa vida de empresario. Para que todo pudiera funcionar debía hacer su trabajo correctamente a pesar de lo tedioso que resultara ser. Se alejó del escritorio y caminó a un estante que quedaba no muy lejos de allí. En una máquina colocó un código y con eso las puertas se abrieron, dejando ver colgados algunos sacos, corbatas y abajo alineados, como diez pares de zapatos de diferente marca y colores para cualquier ocasión que se pudiera presentar.
Observó los sacos uno por uno hasta que descolgó el que le llenó la pupila, hizo lo mismo con las corbatas y mientras la estaba anudando, escuchó otra vez el teléfono, no obstante, esta vez no se trataba de una llamada de su secretaria o de algún jefe de sección, la llamada era directa de la fábrica; lo supo al reconocer el tono especial que le había puesto a ese contacto. Rápidamente se acercó al escritorio, desconectó las bocinas, tomó asiento en su sillón y se colocó los audífonos para tener más privacidad y respondió con voz seria, sin esperar a que el sujeto del otro lado hablara:
—Debe tratarse de algo muy importante porque sabes que está enteramente prohibido llamar aquí, ¿qué situación hay?
—Tenemos código Troya —respondió inmediatamente el del otro lado de la línea.
—Es imposible... —las palabras de Bel quedaron suspendidas—. Las redes de la fábrica tienen un ciento veinte por ciento de inmunidad. ¡Nadie puede ingresar a ellas! Dame un resumen de lo sucedido.
—La sabandija escurridiza de Neón nos ha traicionado —contestó el lacayo por nombre Norez—, es evidente que husmeó los archivos secretos de la computadora principal y se enteró del proyecto. Está intentando robarlos...
A pesar de que escuchar aquello le era un problema, Bel no perdió la paciencia, se mantuvo serio, sin embargo, no evitó llevarse los dedos de la mano a los ojos para masajearlos. La verdad es que no le importaba lo que ese muchacho hiciera con su vida, si deseaba largarse de la fábrica podía hacerlo, pero lo que sí le importaba y le preocupaba, era lo que podía llevarse; la evidencia de los planes que delataban sus verdaderas intenciones. Si la policial se hacia con estas, se vería en un aprieto muy grande.
—¿Y qué planeas hacer? —cuestionó Fucus a su interlocutor.
A la persona del otro lado de la línea le resultó desconcertante tal pregunta por lo que trató de responder, pues sabía que si no lo hacía Belirio se enojaría, así que respondió:
—Por ahora he enviado... —la llamada se cortó secamente, dejando en su lugar un infernal ruido obligando a Bel apartarse el comunicador de sus oídos. Eso solo le indico que el desertor desconecto las señal de comunicación.
Debia de admitir que el muchacho era muy astuto, Bel se recargó en el respaldo de la silla. No se preocuparía, esperaba que Norez estuviera preparado para lo que venía. Aunque estaba consciente que Neón no se iba a dejar vencer tan fácilmente pues conocía su determinación. Sonrió por ese hecho. No obstante, le resultó una verdadera lástima que Neón acortara su vida pues daba por sentado que éste no lograría pisar fuera de la fábrica. Por ahora no debía sentirse turbado, había solución y debía mantener la serenidad, una serenidad que desapareció al recordar que tenía una reunión con los del grupo de Consejo y eso sí que lo sacaba de quicio. Belirio se levantó, alistó su traje y caminó hacia la sala de junta.
«Todos los cuentos de Hadas tienen algo en común; de todos ellos se espera un final feliz.»
Anodina
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