27/02/2022 04:14 AM
#2.2
Una vez en el pasillo, Isabella se detuvo un momento, pensativa.
-Creo que aún estamos a tiempo para volver al banquete -dijo, pero esa idea no le agradó nada a Alice y seguramente se le notó en la cara, porque enseguida Isabella continuó -. Pero la señorita Havoc me dijo que te llevara a los dormitorios, así que es por aquí.
Comenzaron a caminar por un largo pasillo desierto.
-Te prometo que no es lejos, pero me avisas si quieres parar a descansar. ¿De acuerdo?
-De acuerdo.
La verdad sí se hizo un poco largo, especialmente porque no sabía cuánto faltaba y todo era nuevo y extraño. El pasillo tenía grandes pinturas a la derecha y enormes ventanales a la izquierda, por los que entraba la luz de la luna. Apenas había una tenue lámpara al final del pasillo. Doblaron a la izquierda y caminaron otro trecho. De pronto Isabella se detuvo.
-Bueno, hemos llegado.
Esto tomó por sorpresa a Alice, porque no había ninguna puerta cerca.
Miró alrededor.
-Una de las primeras cosas que se aprenden en Ilusión – dijo Isabella-, es a contar los pasos.
La muchacha la tomó de la mano y atravesó la pared con ella. Acto seguido, se hallaban ante un pasillo más pequeño y tras ellas, Isabella cerró una gruesa puerta de madera.
-No te preocupes. Mañana les darán el mapa de La Academia, con todas las indicaciones para encontrar las puertas ocultas y esas cosas.
El pasillo las llevó hasta una escalera descendente y entonces ante una puerta. Allí, Isabella se detuvo.
-Alice, ¿te gustan las sorpresas?
-Supongo que no te refieres a golosinas inesperadas, así que voy a decir, ¿que no?
Isabella sonrió.
-Detrás de esta puerta, solo hay una ilusión. Se va a sentir muy real, pero debes recordar que es solo una ilusión. ¿Me lo prometes? ¿Sí? Es de los tiempos antes de La Academia, así que va a ser intenso, pero es parte de pertenecer a Ilusión.
Alice se tomó un momento para tratar de que su respuesta fuera lo más contundente posible. No quería decepcionar a Isabella.
-Lo prometo -le dijo.
-Buena chica. Quédate cerca de mí.
Isabella hizo girar la cerradura y abrió la puerta.
Lo que vio, hizo que se agarrara de la manga de Isabella, con fuerza.
-Tranquila, recuerda que es solo una ilusión. Simplemente hay que caminar sin mirar abajo.
Pero el viento y el ruido de las olas contra las rocas de abajo no se sentían nada ilusorios. Hasta el olor del agua salada se le metía en la nariz. Ante ellas se abría un precipicio de más de diez metros de largo y quien sabe cuánto de caía hasta las rocas de la costa. Tras el precipicio solo aguardaba un muro de piedra.
-Aquí solía haber un puente levadizo. La ilusión se colocó para que los intrusos no supieran cuándo el puente estaba bajo. Como fue reemplazado por un puente permanente, la ilusión solo muestra el precipicio.
-¿Entonces el precipicio es real? -preguntó alarmada.
-Sí, por eso la ilusión es tan fuerte. Pero el puente es completamente cerrado y muy robusto.
-¿De veras?
-Por supuesto. Dame la mano. Después del primer paso, se hace mucho más fácil. Vamos juntas. Lo mejor es no pensarlo mucho.
Alice, sin embargo, era de las personas a las que les gustaba pensar las cosas y se le ocurrió que tal vez hubiera un enfoque menos… aterrador.
Estiró el pie y quiso tocar el suelo que no veía, pero su pie no tocó nada.
-No trates de hacer trampa -la rezongó Isabella al darse cuenta de lo que hacía-, o la ilusión te atrapará. Da el paso conmigo. Un paso de verdad. Vamos. A la cuenta de tres. Uno, dos, tres.
Alice no se movió. Quiso hacerlo. Le pidió a su cuerpo que lo hiciera, pero nada sucedió.
-Vamos, mujer -la alentó Isabella-. Te eligieron para esto, tú puedes. Si no lo hacemos juntas, va a ser peor. Tienes que confiar en mí. ¿De acuerdo?
Muy a su pesar, Alice respondió.
-De acuerdo.
¿Qué otra cosa podía hacer? Lo que menos quería es que Isabella pensara mal de ella.
-¡Eso es lo que quería oír! Ahora sí. Esta es la buena. No me defraudes. Respira hondo. Y ¡vamos!
Isabella la agarró fuerte y saltó hacia adelante. Alice saltó también.
-¡Bravo! Eso es, mi niña. Ya pasó la peor parte. ¿Ves? Estamos bien.
Alice e Isabella estaban paradas sobre el aire. Y de pronto, Alice se sintió caer. Caer, caer hacia las rocas negras y afiladas.
Isabella le dio un jalón del brazo y Alice vio que seguía junto a ella.
-No, no, mi tesoro. No mires abajo. Vamos, ya pasó lo peor. Mira hacia adelante. Vamos juntas otra vez.
Isabella dio otro paso y Alice hizo lo mismo. Paso a paso, ambas avanzaron sobre el precipicio.
Alice comenzó a pensar que ya lo tenía dominado. Entonces una fuerte ráfaga de viento le hizo perder el equilibrio. Se aferró a Isabella con un grito.
-Tranquila. Es la ilusión. Significa que ya falta poco.
Isabella dio otro paso, obligando a Alice a avanzar. El viento se hizo más fuerte. Alice volvió a gritar. Las piernas se le doblaban buscando el suelo. Cerró los ojos, asustada. Nunca había experimentado una ilusión tan poderosa.
Isabella susurró en su oído.
-Falta muy poco, Alice, tú puedes.
Solo quería quedarse acurrucada hasta que pasara todo, pero Isabella jaló de ella hacia arriba.
-Solo dos pasos más -le dijo.
Esto le dio fuerzas y pudo mantenerse en pie, pero no abrió los ojos.
Isabella avanzó y Alice con ella. Uno. Dos pasos. Luego tres y cuatro. ¿Por qué no habían llegado todavía?
-¡Solo un paso más, Alice, ya casi llegamos!
El viento se había vuelto tan fuerte, que Isabella tuvo que gritar para hacerse oír.
-¡Dijiste que solo faltaban dos! -protestó asustada mientras otra ráfaga de viento la hacía gritar de nuevo.
-¡Mentí! ¡Ahora salta!
Con un gran grito, que no supo si era de miedo o de valor, Alice se lanzó hacia adelante. De pronto el viento cesó y escuchó una puerta cerrarse a sus espaldas.
Isabella la abrazó con grandes palabras de felicitaciones.
-¡Bravo! Mi niña bella. Muy bien hecho.
Se sintió muy bien, luego cayó al suelo de rodillas, aliviada y exhausta.
Isabella se apartó un par de pasos de ella y abriendo los brazos dijo:
-¡Bienvenida a tu nuevo hogar!
Una vez en el pasillo, Isabella se detuvo un momento, pensativa.
-Creo que aún estamos a tiempo para volver al banquete -dijo, pero esa idea no le agradó nada a Alice y seguramente se le notó en la cara, porque enseguida Isabella continuó -. Pero la señorita Havoc me dijo que te llevara a los dormitorios, así que es por aquí.
Comenzaron a caminar por un largo pasillo desierto.
-Te prometo que no es lejos, pero me avisas si quieres parar a descansar. ¿De acuerdo?
-De acuerdo.
La verdad sí se hizo un poco largo, especialmente porque no sabía cuánto faltaba y todo era nuevo y extraño. El pasillo tenía grandes pinturas a la derecha y enormes ventanales a la izquierda, por los que entraba la luz de la luna. Apenas había una tenue lámpara al final del pasillo. Doblaron a la izquierda y caminaron otro trecho. De pronto Isabella se detuvo.
-Bueno, hemos llegado.
Esto tomó por sorpresa a Alice, porque no había ninguna puerta cerca.
Miró alrededor.
-Una de las primeras cosas que se aprenden en Ilusión – dijo Isabella-, es a contar los pasos.
La muchacha la tomó de la mano y atravesó la pared con ella. Acto seguido, se hallaban ante un pasillo más pequeño y tras ellas, Isabella cerró una gruesa puerta de madera.
-No te preocupes. Mañana les darán el mapa de La Academia, con todas las indicaciones para encontrar las puertas ocultas y esas cosas.
El pasillo las llevó hasta una escalera descendente y entonces ante una puerta. Allí, Isabella se detuvo.
-Alice, ¿te gustan las sorpresas?
-Supongo que no te refieres a golosinas inesperadas, así que voy a decir, ¿que no?
Isabella sonrió.
-Detrás de esta puerta, solo hay una ilusión. Se va a sentir muy real, pero debes recordar que es solo una ilusión. ¿Me lo prometes? ¿Sí? Es de los tiempos antes de La Academia, así que va a ser intenso, pero es parte de pertenecer a Ilusión.
Alice se tomó un momento para tratar de que su respuesta fuera lo más contundente posible. No quería decepcionar a Isabella.
-Lo prometo -le dijo.
-Buena chica. Quédate cerca de mí.
Isabella hizo girar la cerradura y abrió la puerta.
Lo que vio, hizo que se agarrara de la manga de Isabella, con fuerza.
-Tranquila, recuerda que es solo una ilusión. Simplemente hay que caminar sin mirar abajo.
Pero el viento y el ruido de las olas contra las rocas de abajo no se sentían nada ilusorios. Hasta el olor del agua salada se le metía en la nariz. Ante ellas se abría un precipicio de más de diez metros de largo y quien sabe cuánto de caía hasta las rocas de la costa. Tras el precipicio solo aguardaba un muro de piedra.
-Aquí solía haber un puente levadizo. La ilusión se colocó para que los intrusos no supieran cuándo el puente estaba bajo. Como fue reemplazado por un puente permanente, la ilusión solo muestra el precipicio.
-¿Entonces el precipicio es real? -preguntó alarmada.
-Sí, por eso la ilusión es tan fuerte. Pero el puente es completamente cerrado y muy robusto.
-¿De veras?
-Por supuesto. Dame la mano. Después del primer paso, se hace mucho más fácil. Vamos juntas. Lo mejor es no pensarlo mucho.
Alice, sin embargo, era de las personas a las que les gustaba pensar las cosas y se le ocurrió que tal vez hubiera un enfoque menos… aterrador.
Estiró el pie y quiso tocar el suelo que no veía, pero su pie no tocó nada.
-No trates de hacer trampa -la rezongó Isabella al darse cuenta de lo que hacía-, o la ilusión te atrapará. Da el paso conmigo. Un paso de verdad. Vamos. A la cuenta de tres. Uno, dos, tres.
Alice no se movió. Quiso hacerlo. Le pidió a su cuerpo que lo hiciera, pero nada sucedió.
-Vamos, mujer -la alentó Isabella-. Te eligieron para esto, tú puedes. Si no lo hacemos juntas, va a ser peor. Tienes que confiar en mí. ¿De acuerdo?
Muy a su pesar, Alice respondió.
-De acuerdo.
¿Qué otra cosa podía hacer? Lo que menos quería es que Isabella pensara mal de ella.
-¡Eso es lo que quería oír! Ahora sí. Esta es la buena. No me defraudes. Respira hondo. Y ¡vamos!
Isabella la agarró fuerte y saltó hacia adelante. Alice saltó también.
-¡Bravo! Eso es, mi niña. Ya pasó la peor parte. ¿Ves? Estamos bien.
Alice e Isabella estaban paradas sobre el aire. Y de pronto, Alice se sintió caer. Caer, caer hacia las rocas negras y afiladas.
Isabella le dio un jalón del brazo y Alice vio que seguía junto a ella.
-No, no, mi tesoro. No mires abajo. Vamos, ya pasó lo peor. Mira hacia adelante. Vamos juntas otra vez.
Isabella dio otro paso y Alice hizo lo mismo. Paso a paso, ambas avanzaron sobre el precipicio.
Alice comenzó a pensar que ya lo tenía dominado. Entonces una fuerte ráfaga de viento le hizo perder el equilibrio. Se aferró a Isabella con un grito.
-Tranquila. Es la ilusión. Significa que ya falta poco.
Isabella dio otro paso, obligando a Alice a avanzar. El viento se hizo más fuerte. Alice volvió a gritar. Las piernas se le doblaban buscando el suelo. Cerró los ojos, asustada. Nunca había experimentado una ilusión tan poderosa.
Isabella susurró en su oído.
-Falta muy poco, Alice, tú puedes.
Solo quería quedarse acurrucada hasta que pasara todo, pero Isabella jaló de ella hacia arriba.
-Solo dos pasos más -le dijo.
Esto le dio fuerzas y pudo mantenerse en pie, pero no abrió los ojos.
Isabella avanzó y Alice con ella. Uno. Dos pasos. Luego tres y cuatro. ¿Por qué no habían llegado todavía?
-¡Solo un paso más, Alice, ya casi llegamos!
El viento se había vuelto tan fuerte, que Isabella tuvo que gritar para hacerse oír.
-¡Dijiste que solo faltaban dos! -protestó asustada mientras otra ráfaga de viento la hacía gritar de nuevo.
-¡Mentí! ¡Ahora salta!
Con un gran grito, que no supo si era de miedo o de valor, Alice se lanzó hacia adelante. De pronto el viento cesó y escuchó una puerta cerrarse a sus espaldas.
Isabella la abrazó con grandes palabras de felicitaciones.
-¡Bravo! Mi niña bella. Muy bien hecho.
Se sintió muy bien, luego cayó al suelo de rodillas, aliviada y exhausta.
Isabella se apartó un par de pasos de ella y abriendo los brazos dijo:
-¡Bienvenida a tu nuevo hogar!