23/02/2017 04:20 PM
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Dejare el capitulo 4 por aquí, esta enfocado desde un angulo distinto al de los bandidos.
Capitulo 4: Justicia.
El joven caballero se paseaba por los corredores de aquel hermoso castillo blanco, vestía una armadura plateada, brillante por los rayos del sol que atravesaban las grandes ventanas en forma de arcos que se elevaban hacia el altísimo techo de aquel pasillo. De sus hombros colgaba una capa amarilla que le llegaba a los talones, con el dibujo de un grifo negro de pico y garras rojas en su centro. Miraba de un lado a otro, moviéndose a paso acelerado, su cabello dorado le llegaba hasta la orejas y le cubría parte de la frente, era de finos rasgos pero sus azules ojos eran extraños, como si siempre los tuviera abiertos solo hasta la mitad mirando por un estrecho canal. Descendió por unas escaleras hasta llegar a un hermoso jardín interno en el cual había tres grandes estatuas al fondo y una joven arrodillada ante ellas.
− ¡Mi señora!−Exclamo el joven caballero−. Al fin la encuentro mi señora.
−Vedric.−Dijo ella volteando−. ¿Te envía mi madre? No quiero ir a presenciar la ejecución, es algo grotesco. −Le hizo saber la chica, era una joven de cabellos castaños casi rojizos ondulados y largos que le llegaban más abajo de la cintura, sus ojos eran como la miel y llevaba un vestido rojo con adornos de hilo dorado.
−Su Alteza Auriell, es una orden del Rey, toda la familia real debe estar presente, estarán todas las cabezas de las familias nobles importantes de la ciudad, incluso vinieron nobles de otras comarcas. −Dijo el muchcacho tratando de hacerla entrar en razón−. Ya se han instalado las gradas desde donde se presenciara la ejecución, frente al templo de Jorem el justo, en la parte baja, es un suceso tan importante que la familia real bajara hasta allá e inclusive la población general asistirá para ver la ejecución. No puede faltar.
−¡No!−Exclamo ella−. No quiero presenciarlo, me quedare aquí, quiero rezar a los Dioses y que ellos se apiaden del alma de Lancel.− Se puso de rodillas frente a aquellas grandes estatuas; En el centro estaba la estatua de un hombre alto y fuerte con una capa cubriéndole los hombros y sus manos apoyadas en el pomo de una gran espada clavada al suelo, era al que llamaban Joren el justo. A su derecha estaba una mujer que se acariciaba su hinchada barriga con mirada misericordiosa, era a la que llamaban Yunia la madre. Y a la izquierda estaba la estatua de un niño sosteniendo en su mano derecha un bastón tan largo como el, era al que llamaban Janos el hijo o Janos el pastor. Eran los dioses adorados en Middard y en gran parte del continente de Aura.
−Aún falta una hora para la ejecución Alteza.− Le recordó−. De no cambiar de opinión hará que la ira del rey recaiga sobre mí, recuerde que soy su protector y es mi responsabilidad hacer que usted cumpla con sus deberes. −Este se arrodillo en el suelo con su cabeza tocando la grama del jardín−. Se lo imploro Su Alteza, asista, no es necesario que vea el momento de la ejecución, si usted lo desea puedo cubrir sus ojos con mis manos.
−Vedric... −Dijo Auriell dejando escapar un suspiro. Arrodillado frente a ella, con la cabeza en el suelo estaba Vedric la Espada Maldita, uno de los caballeros de la Guardia del Grifo, las espadas más letales de las comarcas de Midard. Era joven aun y muy ingenuo, pero se decía que era uno de los más poderosos de los caballeros al cuidado de la familia Grifftark−. Ponte de pie, por favor. Está bien, iré solo por ti, pero no mirare ni aplaudiré aquello. Lancel fue mi antiguo protector y el... el...−Las palabras se le atoraban en la garganta−. Él era una buena persona.− Dijo con una mirada triste.
−Muchas gracias Alteza. −Dijo Vedric mientras se ponía de pie, suspirando del alivio−. Me ha salvado el pellejo.
−No tienes que agradecerme.− Le respondió ella−. Es tu deber y mi obligación cumplir con este tipo de cosas, deberías estarme regañando, pero siempre has sido muy blando Vedric.−Le dijo mientras él sonreía con sus ojos medio abiertos.
−Tiene razón, pero no me atrevería a levantarle la voz ni aunque la Reina me lo ordene. −Le respondió con una amplia sonrisa, Vedric solía sonreír aun en situaciones que no lo ameritaban, siempre mostraba una sonrisa de lado a lado, siempre estaba relajado y tranquilo. Eso a Auriell le gustaba, verlo sonreír siempre era contagioso. Hacía dos años ya que era su protector, justo después de la traición de Lancel el pelirrojo que había sido su anterior protector desde que ella tenía uso de memoria, hasta que ocurrió la tragedia del Rey Agros y Lancel se convirtió en el hombre más buscado de los cinco reinos de Aura.
De las escaleras que daban al jardín bajo una mujer seguida de dos criadas. Era alta, de hermosos cabellos rojizos ondulados, ojos color ocre, su cara tenía una expresión dura pero hermosa, lucía un vestido azul con adornos dorados y en su frente portaba una pequeña corona con zafiros que hacían juego con su vestimenta.
−Auri.−Le dijo a la niña−. ¿Qué haces en el jardín de los dioses a estas horas? Sir Vedric te estuvo buscando por todos lados como un loco.
−¡Su Majestad!− Exclamo Vedric he hizo una amplia reverencia.
−Madre. −Dijo con voz calma dirigiéndose a la reina que era como una versión adulta de ella−.Lo se, pero ya estoy lista, solo quería hablar con los Dioses unos minutos. −Camino hacia donde estaba la reina y ambas salieron del jardín seguidas por las criadas y Vedric detrás de ellas.
−Se dice que la ciudad aún celebra la fiesta de tu decimoquinto año.−Le dijo la reina sonriente−.Y eso que fue ayer. El pueblo te tiene mucha estima.
−Eso escuche.− Respondió ella −.También escuche que cientos de personas se reúnen frente al templo de Jorem en la parte baja sedientos de la sangre de Lancel ¿Ese es el pueblo que me estima?
−Aun lloran a su antiguo Rey, a pesar de que fue hace dos años, quieren justicia.− Le explico−. Y tu hermano, nuestro Rey, les dará lo que quieren.
−Les dará un grotesco espectáculo, un baño de sangre. −Dijo Auriell con un tono exasperado y frunciendo el ceño.
−¿Por qué te opones a ello?¿Olvidas que es el hombre que le corto la cabeza a tu padre?−Dijo la reina mientras la miraba arqueando una ceja.
−Mi padre...−Murmuro con un tono áspero.
−Sé que Lancel fue tu protector desde que tenías uso de razón, pero cometió un crimen abominable y debe ser ejecutado. Antes de ti, él fue mi protector por muchos años.−Le recordó−. Es inquietante que un hombre capaz de cometer semejante crimen estuviera tan cerca de la familia real por tantos años. −El tono de la reina era clamado y cálido, un tono maternal.
−Solo quiero salir de esto rápido, madre. −Se limitó a decir mientras caminaba a través del largo pasillo de altos ventanales, al final, los esperaba un hombre de cabellos castaños largos, con una armadura dorada aún más hermosa y brillante que la de Vedric, con una capa amarilla colgada de sus hombros y un grifo negro dibujado en el centro. Su rostro era fino y delicado, de rasgos que se asemejaban más a los de una hermosa mujer. Al ver a la reina acercarse hizo una reverencia.
−Su Majestad Margareth.− Le dijo educadamente con una voz suave−. El trasporte real está listo, el Rey Auros la espera para ir al anillo más bajo de la ciudad.
−Estoy al tanto, Sir Laurian.−Le respondió. Laurian el hermoso, era su protector desde hacía muchos años ya, era un hombre de una belleza inigualable y una habilidad con la espada aún mayor.
Laurian y Vedric escoltaron a la Reina madre y a la princesa Auriell por los corredores hasta llegar a la gran entrada del Castillo Blanco, afuera los esperaba un enorme y lujoso carro de madera de color dorado y negro con la insignia de un grifo dibujada en la puerta, los soldados se posicionaban en fila a cada lado del camino que llevaba al carro. En la entrada los esperaba un anciano de cara amarga con una larga y gruesa barba que variaba sus tonos entre gris y blanca, con una cabellera igual de espesa y poco colorida, vestía una bata azul grisácea, en sus largos dedos portaba extraños anillos con múltiples grabados y de su cuello colgaba un grueso medallón de oro lleno también de garabatos similares.
−Mi reina.− Le dijo el anciano de voz áspera−. EL Rey Auros la espera dentro.
−Allen.−Le respondió. Allen era el Archimago de la familia real, se dice que nadie en el reino tenía conocimientos de harack tan amplios como los suyos, la biblioteca de su torre tenía miles de extraños libros que había leído más de una vez, un laboratorio donde experimentaba con todo tipo de materiales, plantas, animales y algunos dicen que con personas también. Su habilidad como vitalista le había permitido servir a la familia real por más de ciento veinte años hasta el día de hoy. A la joven hija de la reina siempre le asusto un poco aquel mal encarado anciano−. ¿Guiaras el carro el día de hoy?
−Enviaría a mi asistente, pero dada la magnitud del asunto, yo mismo me encargare de mover la maquinaria del vehículo para guiar a la familia real hasta la plaza de Jorem.−Le dijo. La puerta del Carro se abrió y de dentro bajo un joven de cabellos pardos y ojos tan castaños que parecían amarillos. Llevaba sobre los hombros una capa dorada con la insignia del grifo, su traje era totalmente negro y adornando su cabeza tenía puesta una corona dorada de varias puntas en formas de distintas aves y en su centro, un grifo de ojos rubíes.
−Madre.−Dijo con fastidio−. Llevo esperando casi media hora aquí ¿dónde se habían metido?, falta poco para la ejecución.
−Mi rey.− Le respondió Margareth haciéndole una reverencia−. Siento haberlo hecho esperar, ya estamos listas.
−Suban al carro entonces. −Les dijo haciéndoles un ademan de que entraran−. Yo iré adelante en mi carro personal seguido de cerca por su carrosa detrás de mí.
−Mi rey ¿Considera prudente manejar por su cuenta hasta la plaza?−Le dijo la reina madre−. Recuerde que es un rey y los reyes no hacen esas cosas, podría ser peligroso.
−Me aburriría demasiado con ustedes dos allí dentro. −Le respondió y se dirigió hasta donde su hermana colocándole una mano sobre la cabeza−. Así que al final terminaste viniendo, hermana. −Le revolvió el cabello mientras ella lo miraba con desinterés−. Al fin, el verdugo de nuestro padre será castigado.
−No disfruto de estos espectáculos, su majestad.−Le respondió ella mirando hacia otro lado.
−No. −Le corrigió el mientras la miraba desde arriba sonriente−. No disfrutas de este en particular, pareciera que mi hermanita aún tuviera sentimientos hacia su antiguo protector, eso podría considerarse como traición al reino.−Dijo mientras reía−. Pero tranquila, no te cortare la cabeza, es más, te entiendo en parte, nuestro padre era un patán degenerado.−Dio una carcajada−.Pero matar a un rey es matar a un rey y merece castigo.
−Alteza. −Carraspeo la Reina−. No debería referirse al antiguo Rey de esa manera, no es correcto.
−Madre.−La dijo mirándola y señalándose a sí mismo con el pulgar−. El Rey aquí soy yo y puedo decir lo que desee de los antiguos reyes, no me importa si fueron santos o héroes, están muertos y ahora gobierno yo, cuando muera, el futuro rey podrá hablar toda la mierda que desee de mí, no me importara porque estaré muerto. Ahora por favor suban al carro.
La reina y la princesa subieron al enorme carro y Allen subió a una cabina delantera, se posiciono en su asiento y cogió una palanca que sobresalía del piso de madera y se encargaba de la dirección de las ruedas delanteras que eran movidas por una caja llena de gruesos y fuertes engranajes conectados a uno principal y más grade aun, marcado con una runa. En la cabina, frente a Allen había un tablero sobre el cual estaba instalado un grueso disco de metal con otra runa igual a la del engranaje, estaba diseñado para girar con mucha facilidad. Allen transmitió su harack al disco y este se conectó con el engranaje de la caja, ahora cada giro que diera al disco se trasmitiría a la caja y luego a las ruedas haciendo mover el carro sin necesidad de caballos. Era un mecanismo bastante complejo que solo funcionaba con harack y del cual muy pocas personas en el reino además de los nobles podían disfrutar. Vedric y Laurian iban a los lados del carro montando guardia sobre sus caballos, y al frente iba el rey en un carro bastante pequeño y aerodinámico, diseñado para una sola persona, el cual manejaba el mismo. Funcionaba igual que el gran carro de la reina, pero el joven Auros no poseía Harack, por lo cual usaba un guantelete negro especial diseñado por Allen, estaba cargado con una porción de su harack en una runa bordada con hilo de oro y le permitía al joven Auros accionar los mecanismos de su vehículo, a su lado iban también dos caballeros a caballo, uno lucía una increíble armadura roja como la sangre, de mirada fría, ojos grises y cabello negro, el otro era enorme con una gran armadura de bronce y un yelmo que solo dejaba ver sus ojos a través de una ranura. Ambos eran los protectores del rey. En las aceras se acumulaba la gente, tanto en la parte alta, como en la media y la baja, o los "anillos" como las llamaba también. Al llegar al anillo bajo, una multitud aún más grande los esperaba, en ese anillo era donde estaba la mayor parte de la población. El rey Auros saludaba sonriente mientras la gente intentaba acercarse a él pero un increíble cordón de guardias lo impedía, casi todos los guardias de la ciudad estaban allí. Al llegar a la plaza de Jorem el justo, la familia real bajo de sus transportes y subió a una gran tarima de madera en la cual había tres cómodas sillas para cada uno acompañados de su guardia real. En puestos más bajos de la tarima había gradas en las cuales estaban nobles importantes de la ciudad y de otras comarcas. Debajo estaba la plaza del templo en donde se acumulaba una gran cantidad de ciudadanos que balbuceaban miles de cosas y al fondo estaba el enorme templo de Jorem el justo. El rey se levantó y todos hicieron silencio.
−Habitantes de Blanca Castilla y la Comarca del grifo. Honorables familias nobles de Middard.−Dijo en voz alta haciendo un amplio ademan−. Hoy es un día especial, tan especial como el día de ayer, en el que se celebraba el quinceavo año de vida de mi adorada hermana. Hoy será otro día en el que podremos celebrar hasta saciarnos. Como ya saben, hace dos años en un fatídico día, un hombre sacudió nuestros corazones al arrebatarnos la preciada vida de nuestro amado y queridisimo, en especial por los niños, Rey Agron.−Dijo esa parte y no pudo evitar hacer una mueca de risa−. El nombre de ese hombre ya todos lo sabemos, ese infame nombre que nos ha causado pesadillas por dos largos años, Lancel el Pelirrojo. Pero ahora su rey se los ha traído aquí, a la plaza de Jorem, para que reciba un castigo justo antes los ojos del Dios de la justicia.−Todos aplaudieron al rey frenéticamente, pero Auriell, sentada en una de las cómodas sillas al lado de la de Auros, tenía una mirada triste y no demostraba el menor entusiasmo por el discurso de su hermano−. Ahora por favor, mis queridos verdugos, arrastren hasta aquí al criminal más buscado del mundo, frente a los ojos del pueblo y de su rey.
Dos hombres de trajes negros y harapientos arrastraban a un tercero hasta el centro de la plaza. Le pateaban y empujaban al pobre hombre que iba con las manos encadenadas mientras el pueblo le abucheaba como si fuera el villano infame de algún romance, algunos le lazaban piedras y otros le escupían. Era un hombre alto, de largos cabellos y barba de color rojo, bastante descuidados, estaba flaco y sus ropas eran un trapo que alguna vez fue gris, pero ahora estaba lleno de agujeros y manchas de sucio y las moscas revoloteaban dibujando circulos sobre él ya que al parecer tenía días sin bañarse en donde estaba encerrado. Lo tiraron en el medio de la plaza y cayó al suelo aparatosamente mientras todos reían. La princesa Auriell no pudo evitar mirar hacia otro lado mientras una lágrima se asomaba por uno de sus ojos.
−Alteza, no llore, se lo suplico. Esto acabara pronto, se lo prometo.−Le dijo Vedric colocando una mano sobre su hombro.
−Esto... no es justo, Vedric.− Dijo mientras las lágrimas le escapaban de los ojos−. No se lo merece.
−El asesinó al rey Agron, Alteza…
−Él no lo hizo.− Dijo Auriell llorando, mientras Vedric abría sus ojos por completo de la sorpresa, eran azules como los zafiros.
−Lancel el pelirrojo.−Dijo Auros en voz alta−. Escoria de los reinos de Midard, Vestera, Esros, Nordran y Gedo, que componen nuestro amado continente de Aura. Como rey de uno de los grandes reinos, te condeno, en este hermoso día soleado del año 1006 de nuestra era del Albor y 486 de la alianza a morir bajo la mirada justa del gran Jorem, pero, soy un rey misericordioso, que adora a Yunia y a Janos por igual, por lo cual te concederé unas últimas palabras, dilas rápidamente y en voz alta traidor, luego solo muere. −Lancel estaba arrodillado en medio de la plaza con dos grandes hombres detrás, uno de ellos con una enorme hacha en la mano.
−El castigo...−Dijo tosiendo−. El castigo por matar a un rey es la ejecución, eso lo entiendo perfectamente, así como también lo es engañar a un rey, cometiendo adulterio, ¿no es así? Mi reina.−Dijo Lancel que levanto la mirada hacia las gradas mirando fijamente a la reina, ella le devolvió una mirada con los ojos bastante abiertos y los labios apretados−. Fui su protector por casi la mitad de mi vida, así como también fui su acompañante sentimental mientras el bastardo del rey se embriagaba y cogía con niñas.−Confeso y todos en la plaza se quedaron mudos, luego empezaron a balbucear incesantemente−.Quizás, mi joven rey, usted sea producto de alguna semilla que se me escapo y se sembró en la fertilidad de su madre.−Agrego sonriente.
−Basta, eres un maldito mentiroso.− Se levantó la reina que había perdido su tono fraternal, Auriell la miraba sorprendida, muy pocas veces había visto a su madre reaccionar de aquella manera, generalmente era una mujer calmada, que no se inmutaba ante nada−.Ejecútenlo de una vez ¿Cómo te atreves a decir que tu rey es producto de una abominación como esa?
−Basta madre. −Le dijo el rey en tono sereno haciéndole una seña para que se sentara, luego miro a Lancel nuevamente−. Tus palabras son bastante acusadoras, pero no tienes como probarlas, solo tratas de hundir al reino antes de irte a navegar a los oscuros mares del más allá, ya dijiste tus palabras, ya fueron escuchadas, ahora muere y deleita al pueblo manchando el suelo de la plaza con tu sangre.
En el suelo de la plaza se posó una enorme sombra de una de aquellas grandes naves del reino. Todos miraron hacia el cielo y vieron como aquella colosal estructura de madera caía sobre ellos, la gente empezó a gritar y a dispersarse al ver a aquel titán de hierro y madera caer sobre ellos, el globo tenía un gran agujero y empezó a descender en espiral, choco contra la alta punta del templo de Jorem el justo derribando una parte mientras las piedras caían al suelo y la gente intentaba esquivar aquella lluvia de escombros, luego se estrelló contra el suelo y la madera se astillo, pedazos volaron por todas partes hiriendo a un gran número de personas presentes.
− ¿Qué pasa?−Grito el rey, y luego volvió la mirada hacia los ejecutores que veían aquel espectáculo desconcertados−. ¡Córtenle la cabeza de una vez!
Uno de los verdugos lo sometió entre todo aquel caos y el otro levanto el hacha para cortarle el cuello al pelirrojo. Lancel solo escucho un silbido que le paso sobre la cabeza y a alguien corpulento caer al suelo, cuando se fijó, el hombre del hacha tenía un pequeño cuchillo arrojadizo clavado en su ojo izquierdo.
− ¿! De dónde ha venid... ¡? −Otro silbido hizo que el segundo hombre no terminara la frase, cayendo al suelo con otro cuchillo clavado en la sien. Lancel levanto la mirada y frente a él estaba un hombre bastante grande y calvo con una máscara de oso que le cubría el rostro y una pequeña mujer con otra máscara de gato.
−Yuri, Mikken.−Dijo sorprendido.
−Vinimos a buscarte.−Le dijo el más grande.
La princesa Auriell se había levantado de su silla y se asomó para ver lo que pasaba, entonces vio a Lancel con aquellas dos personas, el levanto la vista y sus miradas se cruzaron.
−Alteza... Auri, cuanto has crecido en estos dos años, me siento feliz de haberte visto.−Le dijo en voz alta y luego partió con sus acompañantes entre la desenfrenada multitud.
−¡Mierda! −Exclamo el Rey−. Mierda, Mierda, Mierda. Vedric, Zephyr, Vayan detrás de ellos, lleven guardias ¡Ya! Oros y Laurian se quedan a nuestro cuidado.− Ordeno el Rey mientras el caballero de armadura Rojo sangre y Vedric bajaban de las gradas y ordenaban a varios guardias seguirlos.
Una pequeña sonrisa se escapó de la boca de la princesa Auriell, el corazón en su pecho latía acelerado y con toda su alma deseaba que Lancel pudiera escapar. Su madre la saco de su trance sacudiéndola por los hombros.
− ¿Qué te parece gracioso Auriell? ¿No te das cuenta de que el asesino de tu padre acaba de escaparse?− Levanto su mano para abofetearla, su madre en contadas ocasiones le había levantado la mano a sus hijos pero después de aquellas palabras su semblante había cambiado por completo.
−Detente, madre.−Dijo Auros y la reina detuvo su mano−. ¿Por qué reaccionas de esa forma? Generalmente no actúas así. ¿Acaso son esas últimas palabras que salieron de la boca de Lancel?
−No puedes creer algo tan estúpido como eso.− Dijo con el rostro congestionado y luego recordó a quien le hablaba−. Majestad.
−No lo creo, no que sea hijo de una relación amorosa entre los dos, eso lo sé, ni Auri tampoco, Allen comprobó que por nuestras venas corre sangre de grifo hace mucho tiempo ya, lo haraquistas pueden hacer ese tipo de cosas.−Le dijo llevándose la mano al mentón−. Pero por tu forma de reaccionar, me haces creer que quizás lo de su supuesta relación extramarital esconda cierta verdad.− Le dijo mirándola seriamente, la cara de la reina estaba roja y llena de ira−. Eres mi madre, claro, nunca te ejecutaría, si ello llegara a ser cierto.−Termino y dio la vuelta para irse caminando seguido de el gran Oros de la armadura de bronce, mientras Laurian el hermoso se quedaba acompañándolas.
Por la congestionada plaza se escurrían Vedric y Zephyr seguidos de varios guardias tras ellos. Al frente, entre la multitud se podía ver a aquellos tres adentrándose a un callejón.
−Fueron por un callejón.− Dijo Zephyr entrando con Vedric y los soldados a la estrecha vereda que discurría a lo largo de altos edificios y que conectaba con mas callejones.
−Sera difícil seguirles el rastro.−Dijo Vedric−. No conozco bien los callejones del anillo bajo.
−No sueles venir a este anillo ¿no?− Le respondió Zephyr mientras corrían uno detrás del otro por las angostas calles−. Vamos a dividirnos para cubrir más espacio. Así abarcamos una zona más grande, ellos fueros hacia adelante, solo hay dos caminos, así que tu sigue por la derecha y yo cubriré la izquierda.− Vedric asintió y se perdió en uno de los callejones con unos cuantos guardias tras él. Zephyr siguió adelante por la izquierda, se movía rápidamente como un lobo en busca de su presa, más adelante en el camino se encontró con unas cadenas en el suelo, con las que tenían maniatado a Lancel, iba por buen camino, siguió a toda velocidad y tuvo una idea de a donde se dirigían, el conocía esas calles bien, sabía que más adelante había una plaza bastante amplia, rodeada de cuatro grandes edificios a la cual solo se podía entrar o salir por los callejones o ¿volando quizás?
Del otro lado Vedric estaba bastante perdido ya, se detuvo en cierto punto confundido y algo fastidiado mientras se rascaba la cabeza.
−Me pregunto ¿Dónde estamos? ¿Ustedes no se hacen una idea muchachos?− Le pregunto a los guardias que estaban con él.
−No suelo adentrarme tanto por estos callejones Sir vedric.−Le respondió uno−. Generalmente hacemos nuestras guardias en las calles principales.
−Ah mierda, esto es un poco cansino.− Dijo sonriendo−. Creo que ya sé que debo hacer.− Subió por una empinada escalera de piedra al costado de un edificio hasta llegar a lo más alto de la estructura−.Ustedes busquen por debajo, yo veré que puedo hacer desde aquí arriba−. Les dijo a los guardias que lo miraban, confusos.
Vedric corrió sobre los tejados saltando sobre los callejones, llego hasta una estructura puntiaguda increíblemente alta con una campana en su cima y se le quedo mirando desde el tejado en donde estaba, sorprendido y boquiabierto de cómo se elevaba hasta el cielo azul. Escalo hasta y desde allí gran parte del anillo bajo se le hacía visible, podía ver a lo lejos el anillo medio y más lejos aún el anillo alto en la cima de la enorme colina que era la ciudad de Blanca castilla. Se enfocó de nuevo en su tarea, empezó a observar con sus ojos medio abiertos todos las veredas desde arriba, no muy lejos pudo divisar algo extraño; una de las naves del reino volaba extremadamente bajo, cerca de una zona vacía entre cuatro edificios que solo él podía ver desde ese punto y supo que era ahí a donde tenía que ir. Bajo de la torre y siguió por los tejados hasta estar cerca de uno de los edificios que había visto, descendió por una pared a través de las azoteas y ventanas en ella. Una vez en el suelo sintió los paso de personas detrás de él, Zephyr lo había alcanzado
−Bien hecho Vedric.−Le dijo−. Has llegado primero que yo.
−Fue suerte.− le dijo el sonriente con sus ojos medio abiertos y rascándose la parte posterior de la cabeza.
Entraron a la plaza rápidamente y los vieron. Allí estaba Lancel el pelirrojo con aquella pequeña mujer y el corpulento hombre, además de ellos los acompañaban otros tres tipos , todos con sus caras cubiertas por máscaras, solo se veían sus ojos y cabello. Sobre ellos, una enorme nave del reino intentaba descender lo más cerca posible de la plaza pero le costaba algo de trabajo.
−Así que quieren escapar por cielo.−Dijo Zephyr−. Antes de que esa nave aterrice todos ustedes estarán muertos, en el nombre del Rey Auros, cortare sus cabezas.
−Mierda.−Se escuchó decir a uno de los hombres que estaban en la fuente, uno delgado de cabello negro con mascara de mono−. Ese es Zephyr el rojo y el otro es Vedric la espada maldita. Aterricen esa puta nave rápido o estamos muertos.
−A mí no me interesan sus nombres. −Dijo el otro alto y delgado de cabellos blancos con mascara de lobo sacando una cimitarra de su cintura−. Los voy a rebanar sean quienes sean.−Los dos bandidos se adelantaron, mientras que Lancel, la mujer de mascara de gato, el hombre corpulento y otro sujeto con una espada en su espalda sentado en la fuente se quedaron detrás.
Zephyr ordeno a siete de los doce soldados que venían con ellos que atacaran a los hombres que iban con Lancel. Los guardias no les resultaron dificultad alguna para aquellos dos, se movían como un remolino y repartían tajos afilados y certeros con sus cimitarras que cortaban los cuellos y tendones de sus oponentes, el pelo blanco y mascara de lobo era el más brutal de los dos. En un momento había siete soldados muertos en el suelo y dos bandidos de pie.
−Soldados, quédense atrás por si necesitamos un refuerzo.−Dijo Zephyr quitándose la capa amarilla y desenvainando su hermosa espada plateada con un enorme rubí en la guarda a los otros guardias que habían quedado−. Vamos Sir Vedric, tú me ayudaras.
−Como ordene Sir Zephyr.− Aunque los dos eran del mismo rango, Vedric solo tenía dos años como miembro de la guardia del grifo, por lo cual sentía respeto por todos sus compañeros. Camino al lado de Sir Zephyr soltando su capa y desenvainando su espada, era una hoja delgada y curva, parecida a las espadas originarias de Gedo, para combates rápidos y precisos, su hoja estaba intacta pero su color era extraño, similar al oxido.
−Ustedes dos, ganen tiempo mientras desciende la nave.−Les ordenó a sus compañeros la mujer de la máscara de gato−. Lancel, recuéstate aquí, estas muy débil.
−Ellos dos no pueden contra esos tipos, estamos perdidos.−Le dijo él.
−Tranquilo, si ellos fallan aquí estamos Mikk y yo.−Le dijo en voz baja−. También lo tenemos a él.− Dijo señalando a otro hombre de negro, cruzado de brazos que estaba en la fuente. Su rostro estaba cubierto también por una máscara, una máscara de cuervo.
−No entiendes, esos tipos tienen otro nivel.
El de cabello carbón con mascara de mono se movió rápidamente hasta donde estaba Zephyr, dio un tajo dirigido a su costado pero este lo bloqueo con su espada y lo hizo retroceder, el caballero se movió velozmente hacia adelante y ya estaba sobre el bandido propinándole un tajo vertical increíblemente rápido el cual este pudo bloquear a duras penas, cayó al suelo y rodó por el piso intencionalmente para ganar distancia, pero Zephyr era muy rápido. El bandido solo pudo ver una estela roja acercarse y saboreo la muerte por unos segundos, pero el más corpulento de los hombres, de mascara de oso, se había unido a la pelea bloqueando aquella estocada asesina.
−Dos contra uno.−Exclamo Zephyr el rojo−. Era de esperarse de bandidos como ustedes.
Del otro lado el bandido peliblanco había estado atacando violentamente a Vedric, lanzándole tajos brutales y rápidos, haciendo retroceder al caballero mientras le gritaba que era un cobarde que solo sabía defenderse. Vedric solo observaba y bloqueaba cada ataque, hasta que en uno de sus bloqueos el bandido de mascara de lobo tardo una milésima de segundo más en lanzar el otro tajo y el caballero aprovecho la apertura, haciéndole un corte en el pecho a una velocidad increíble, luego de una patada lo mando a volar varios metros sobre los adoquines.
− ¡Me arde!− Maldecía el bandido mientras se retorcía de dolor en el suelo−. ¿! Que mierda me has hecho!?
Vedric estaba ya sobre él, a punto de rematarlo pero retrocedió al ver un brillo destellar en dirección a su rostro. Dio una voltereta haca atrás esquivando el silencioso tajo que le había lanzado la mujer con mascara de gato. La nave descendía lentamente, pero ya se acercaba bastante a la plaza.
−No me gusta matar mujeres.−Dijo Vedric sonriente.
− ¿Quien dice que vas a matarme?−Respondió ella−. Ni siquiera vas a tocarme.− Se abalanzo sobre el con paso rápido y silencioso, era increíblemente veloz y sus tajos eran elegantes y precisos, pero Vedric los bloqueaba todos. Sin embargo no podía encontrar una apertura en sus movimientos.
Del otro lado el bandido pelinegro de mascara de mono yacía en el suelo, había recibido una herida en la pierna y el calvo con mascara de oso apenas podía frenar los rápidos ataques de Zephyr sin poder responder. En un bloqueo logro empujar al caballero hacia atrás lo suficientemente fuerte como para hacerlo rodar por el suelo pero este se levando en cuestión de segundos.
−Te felicito, no muchos logran resistir tanto en un combate uno a uno conmigo, y menos mandarme al suelo, eres increíblemente fuerte.−Le reconoció el caballero−. Te matare rápidamente, sin mucho dolor.
−Pensaba hacer lo mismo contigo, caballero− Le dijo.
El bandido cogió su espada con ambas manos y se movió a una sorprendente velocidad hacia adelante, aprovechando la distancia que había ganado con el empujón anterior. A Zephyr le costó verlo venir, fue muy rápido a pesar de su enorme tamaño, le lanzo un tajo horizontal increíblemente veloz que le hubiera cortado a la mitad con todo y su armadura roja, si no hubiese rodado un segundo antes, hasta posicionarse en la amplia espalda de aquel hombre. Justo la apertura que necesitaba para clavarle la espada en las costillas. Lanzo una estocada, el bandido se movió a un lado pero no lo suficientemente rápido, la hoja afilada se le enterró entre las costillas hasta salirle por delante. Zephyr desenterró la espada. El corpulento hombre estaba en el suelo y la sangre le fluía de un costado, haciendo una pequeña charca en el suelo que se filtraba a través de los adoquines.
−Si no te hubieras movido te hubiera perforado el corazón, muy hábil de tu parte.−Le dijo Zephyr preparándose para el golpe de gracia, pero se dio la vuelta rápidamente y bloqueó un golpe que iba directo hacia su espalda−. Malditos bandidos sin honor, atacando por la espalda.− Dijo pero luego se quedó atónito al contemplar el extraño material del que estaba hecha la espada de su atacante, un hermoso vidrio negro. El último hombre en la fuente se había puesto de pie, el de mascara de cuervo. Lancel también se había quedado boquiabierto, Vedric apenas pudo notarlo ya que estaba ocupado esquivando los ataques de la mujer bandido.
Zephyr se movió velozmente lanzando rápidos y violentos tajos mientras el último de los bandidos los bloqueaba ágilmente. La nave ya había descendido hasta la plaza. La mujer de la máscara de gato detuvo su pelea y dio varios saltos hábiles hacia atrás, corrió a la fuente hacia donde estaba Lancel y les ordeno a todos que se retiraran.
−Levántense, muévanse a la nave rápido.−Les grito.
−¡Vedric, no la dejes huir!.−Le ordeno Zephyr mientras atacaba a aquel hombre.
Los bandidos heridos se movieron hacia la nave para abordarla, volaba a menos de tres codos del suelo. Vedric se apareció detrás de ellos con sus soldados pero la mujer enmascarada salió a hacerles frente, hizo un movimiento extraño con su mano, el caballero reacciono rápidamente luego de ver que en el suelo había un círculo con una estrella de cinco puntas llena de runas.
− ¡Aléjense de aquí!−Grito Vedric, pero ya era muy tarde, todos los soldados habían entrado en el y de repente perdieron la movilidad cayendo al suelo paralizados, menos Vedric.
−Como lo pensé, llevas un amuleto.−Le dijo la mujer−. Tracé otras runas sobre varios de los tejados calientes de la ciudad.−Le dijo ella subiendo a la nave.− Si te acercas un centímetro más, voy a transmitir el calor de las tejas calientes de medio día dentro de la sangre de estos tipos hasta que hiervan como sopa.− Vedric se detuvo−. Que suerte, eres un buen tipo, valoras la vida de tus soldados−. Le dijo al final.
− ¿Que ocurre Vedric?−Grito Zephyr.
−Tu pelea es aquí.−Le advirtió el de la espada de vidrio dándole un brutal tajo que logro bloquear pero retrocedió varios pasos, la espada hacia extraños sonidos que Zephyr no podía entender cada vez que era blandida por aquel hombre−. Si tu amigo se mueve un paso hacia esa nave esos soldados van a hervir hasta la muerte, a ti te convendría bajar tu espada también, perdieron aquí.
−Lo siento por mis hombres pero la misión es más importante que sus vidas.−Le dijo Zephyr, mirándolo fijamente. Por un momento, su vista se nublo al ver aquellos ojos que se tornaron en un azul oscuro pero eso no detuvo su ataque. Corto el aire con su afilada hoja velozmente hacia el cuello del bandido. Lo único que escucho fue el sonido espectral que producía aquella espada, vio un destello oscuro, que mando a volar su brillante arma, haciéndola resonar contra el suelo a varios metros de distancia. Luego la hoja negra se deslizo sobre el pecho de su armadura que dio gran resistencia ante la hoja de vidrio, pero termino por abrirse. Cayó de rodillas con una herida en diagonal de lado a lado en el pecho, por la cual empezaba a brotar una importante cantidad de sangre.
−La armadura te ha salvado.− Le dijo mirándolo desde arriba a través de su máscara con fastidio y se dio la vuelta para irse−. No se te ocurra levantarte, o la familia real tendrá que buscarse a otro caballero.
−Esa mirada tuya... Usaste... usaste un maldito truco de haraquistas.− Le dijo tosiendo. La sangre brotaba de su pecho creando una pequeña charca en el suelo.
−Me valgo de todas mis habilidades.−Respondió mientras se alejaba.
−¡Sir Zephyr!−Exclamo Vedric dando un paso.
−No te muevas.− Dijo la mujer.
Aquel alto sujeto envaino su espada en la funda de su espalda y camino hacia la nave, paso a un lado de Vedric que se mantenía inmóvil.
−Si valoras la vida de tu compañero, será mejor que lo lleves con alguien que sepa curar.− Le recomendó−. Esa armadura lo salvo de que lo cortara a la mitad.− Subió a la nave que empezó a elevarse sobre la plaza. Vedric corrió a toda velocidad hacia donde estaba el otro caballero de rodillas aún.
−¿Qué haces? estas dejando escapar al Pelirrojo.−Le dijo con voz apagada a Vedric.
−No importa, luego lo capturaremos de nuevo, su vida es más importante.− Le respondió sacándole el peto destrozado a Zephyr y tirándolo a un lado. Se despojó de su guante derecho y marco una runa con la misma sangre de su compañero, la poso sobre su pecho y la herida empezó a cerrarse lentamente, dejando una cicatriz rosada en donde antes estaba la carne tasajeada.
−Así que también eres vitalista, Muchacho.−Le dijo Zephyr en una media sonrisa, sus labios habían perdido el color y su piel estaba pálida.
−Perdió mucha sangre, señor. Necesita una transfusión rápido ¿Cómo salimos de este laberinto?
−Ayúdame a ponerme de pie.−Le dijo levantándose con ayuda de Vedric, estaba mareado y a punto de desmayar. Rodeo con su brazo por los hombros al joven caballero de armadura plateada para así ayudarse a caminar y salieron de aquella plaza.
Zephyr fue señalando por donde debía cruzar para salir rápidamente de allí, en poco tiempo ya estaban en una de las calles principales atestadas de gente y guardias por todos lados. Alerto a uno de los guardias de la ciudad y le hizo llamar lo mas rápido posible al archimago. Allen que se presentó minutos después con una bolsa de sangre que tenía una runa dibujada. La sangre en la bolsa empezó a desaparecer como si de magia se tratase mientras que la piel del caballero empezaba a retomar su color, algunos soldados y personas presentes observaban aquello con asombro y miedo. Zephyr se puso de pie palpándose la enorme cicatriz diagonal que marcaba su pecho.
−Lo siento, no llegue a tiempo, sino, no tuvieras esa fea cicatriz cruzándote el pecho. Yo hubiera hecho un mejor trabajo de curación.− Le dijo Allen−. Pero al menos sirvió para mantenerte vivo mientras iban por mí.
−No tiene importancia.−Dijo el−. Aquí lo grave es que ese maldito pelirrojo se escapó.
−Ya el rey ha ordenado que se les diera caza, Sir Zephyr..− Respondió Vedric.
−Sir Vedric...−Dijo con seriedad −. Debemos hablar en privado, volvamos al castillo blanco.−El joven caballero lo miro apenado, sabía que no le iba a dar un agradecimiento por salvarle la vida en parte.
Los dos caballeros volvieron a al castillo a pie, en la calle había un alboroto y todos comentaban que el pelirrojo posiblemente se había escapado, pero eso no era lo único que iba de boca en boca, también se escuchaban murmullos y susurros sobre un rey posiblemente bastardo y una reina puta. Al entrar al castillo, varios guardias les hicieron una reverencia, algunos no pudieron ocultar su asombro al ver a Sir Zephyr sin su armadura y con una enorme cicatriz rosada atravesándole el pecho.
−Esta pequeña me va a acompañar por siempre.−Dijo el, acariciándose el pecho−. Fui bastante descuidado, sino hubiese bajado la guardia de esa manera ellos no se hubieran llevado al traidor.
−Fue mi culpa señor.−Respondió Vedric bajando la cabeza−. Antepuse la vida de esos soldados por encima de la misión. Debe pensar que soy solo un chico al cual le queda grande el rango de caballero del grifo.
−Es cierto.−Le respondió su compañero. Vedric asintió con pesadez y esta vez no estaba sonriendo−. Eres muy joven, pero eres honesto y eres tan bueno con esa espada como yo con la mía. La princesa necesita a alguien sincero y de buen corazón de su lado, que además pueda protegerla y creo que nadie es más indicado que tú para esa labor. −Le dijo poniéndole una mano en la espalda−. Solo tienes veintidós años, muchacho, a esa edad podemos permitirnos cometer algunos errores, con el tiempo aprenderás a ser más frio. A mi edad en cambio.− Zephyr era un hombre de apariencia madura, pero se veía joven para sus treinta y nueve años−. Ya no podemos cometer tantos errores.
−Yo tengo la culpa de lo ocurrido hoy.−Le respondió el joven caballero−. Así que yo asumiré la responsabilidad ante el rey.
−Déjame esto a mi muchacho.−Le dijo el mientras ingresaban a la sala del trono. Era una sala enorme, el techo se perdía a la distancia, sostenido por colosales pilares blancos, adornado por hermosas pinturas de dioses mayores, menores y bestias míticas, en su centro había gran cúpula con un ventanal en el medio que dejaba entrar un pilar de luz natural. Al fondo había un trono imponente hecho de bloques de piedra blanca maciza que le daban una forma uniforme y limpia, su espaldar se elevaba hasta lo alto, tan alto como los demás pilares. En él estaba sentado el joven Auros, que se veía diminuto ante el enorme trono, a su lado estaba Oros de la armadura de bronce. Los dos caballeros se acercaron e hincaron la rodilla ante su rey.
−Bueno ¿Cuál de los dos me va a explicar cómo es que dos de las espadas más fuertes del reino perdieron ante un montón de sucios bandidos?−Dijo el rey mirándolos desde arriba con sus ojos casi amarillos mientras se removía en el trono, algo incómodo.
−Eran más hábiles de lo que parecían, su majestad.−Le respondio Zephyr−. Dos de ellos mataron a siete de nuestros soldados, pero Sir Vedric y yo los derrotamos fácilmente, luego dos más problemáticos se les unieron, uno de ellos era mujer y sabia usar el harack bastante bien, finalmente otro más se les unió... este era...−Titubeo al mencionar al último−. Este era increíblemente hábil con la espada.
−Supongo que ese último fue el que casi te parte a la mitad ¿no?−Le dijo el rey acomodándose en el trono−. Allen salió disparado cuando escucho que estabas casi muerto.
−Así es su majestad, nadie nunca había roto mi armadura tan fácilmente, Vedric intento ayudarme, pero la mujer haraquista también era bastante hábil.
− ¿Me estás diciendo que Vedric no podía vencer en un combate a una simple mujer? Se supone que es el protector de mi pequeña hermana.−Dijo y luego miro a Vedric−. ¿De verdad puedes proteger a una niña si ni siquiera puedes defenderte tú mismo de otra niña?− El rey soltó una carcajada.
−Su majestad, esa mujer era mucho más hábil que sus otros compañeros y además ya había preparado el campo con un montón de runas.− Le dijo Vedric apenado−. Ellos querían que los siguiéramos y caímos directo en la trampa.− El rey se movía en su puesto hasta que se hartó y se levantó del trono.
− ¡Maldita sea! Odio esta piedra de mierda, es demasiado incomodo estar sentado aquí.− Bajo los escalones que conducían al trono con Oros siguiéndolo detrás y se puso al lado de los caballeros que estaban hincados ante el.−La vez pasada perdimos casi dos años en su búsqueda hasta que le puse precio a su cabeza y en menos de unos meses ese tal Gerloff la torre nos lo trajo con vida. No volveré a cometer el mismo error de perder tiempo y hombres buscando al pelo antorcha ese, he decidido ponerle precio otra vez desde ya mismo y que los mercenarios y bandidos hambrientos de poder y reconocimiento que rondan Middard se hagan cargo, quizás nuestro viejo amigo la Torre Negra traiga al pelirrojo a nuestras puertas de nuevo en poco tiempo, sino, habrá un montón de caza recompensas sedientos de oro por ahí.
− ¿Gerloff? Ese tipo es un animal sin honor.−Dijo Zephyr levantándose−. No puede confiar esa labor a gente tan deshonrosa nuevamente, debería ir una comisión armada del reino conmigo al frente, tomo la responsabilidad.
−Pues lo hizo bien la última vez, al parecer se defiende mejor que mis caballeros.−Le dijo el rey apoyando el mentón de su puño derecho−. Te necesito cerca, pero si en un tiempo no veo resultados, entonces te castigare haciéndote recorrer todo Middard hasta que me lo traigas hasta aquí. Ahora ve a cubrirte esa cicatriz, ordenare a buenos herreros que te forjen un peto nuevo.−Dijo el Rey mientras se iba de la sala del trono con el gran Oros a sus espaldas.
−El rey se toma las cosas muy relajadamente.−Dijo Vedric rascando su cabeza una vez el joven Auros había salido−. Creí que sería más severo con nosotros.
−Tenemos suerte de que nuestro joven rey no sea como su padre. Ha sido un día duro, ¿no quieres ir por algo de vino?−Le ofreció Zephyr.
−Me gustaría mucho, Sir Zephyr, pero quisiera ir a ver como esa su Alteza Auriell.−Dijo he hizo una reverencia. Salió a paso acelerado por los corredores del castillo, hasta llegar al jardín de los dioses, allá en el fondo, ante las estatuas, se encontraba la princesa Auriell, justo como había pensado.
− ¡Alteza!−Exclamo el caballero−. Sabía que estaría aquí.
−Vedric, tú de nuevo.− Le sonrió.
− ¿Esta rezándole a los dioses nuevamente?−Le pregunto poniéndose a su lado.
−Les estoy agradeciendo por haber escuchado mis peticiones.
−¿Y cuáles fueron esas peticiones, Alteza?−Pregunto Vedric..
−Lo viste en la plaza.−Le dijo ella de rodillas ante las estatuas−. Pedí a la Triada que juzgara a Lancel y ellos decidieron que era inocente, el veredicto de los Dioses pasó por encima del Rey y del pueblo.
−Fue un rescate, su Alteza.−Le explico Vedric−.Los antiguos compañeros de Sir Lancel fueron los que causaron todo ese alboroto.
−Todos fueron guiados por la gracia de la Triada, pienso yo.− Le respondió ella−. Quizás sin ellos saberlo, Jorem el justo dio su veredicto esta tarde en la plaza a través de las acciones de esas personas. Así me gustaría creerlo ¿tú que piensas?−Le pregunto volteando su mirada hacia él.
−Yo... pienso que tiene sentido, Alteza.−Le concedió Vedric y miro hacia arriba a las altas estatuas preguntándose si aquello en la plaza de verdad había sido un acto divino, si de verdad tal cosa como los Dioses eran reales y escuchaban las palabras de las personas que les oraban fervientemente, si de verdad para ellos, los Reyes eran meramente simples humanos cuyas ambiciones no significaban nada ante su ley suprema. Se arrodillo ante las estatuas junto a Auriell y cerro sus ojos.
− ¿Qué haces? ¿También vas a rezarles?− Le dijo ella−. Eso es nuevo en ti.
−También les agradezco, Alteza.−Respondió el.
− ¿De que estas agradecido?
− Les agradezco que escucharan sus peticiones y que la hayan hecho feliz. Su felicidad es lo más importante para un simple caballero como yo.−Dijo el con sus ojos completamente cerrados mientras ella lo miraba con una cálida sonrisa.
Capitulo 4: Justicia.
El joven caballero se paseaba por los corredores de aquel hermoso castillo blanco, vestía una armadura plateada, brillante por los rayos del sol que atravesaban las grandes ventanas en forma de arcos que se elevaban hacia el altísimo techo de aquel pasillo. De sus hombros colgaba una capa amarilla que le llegaba a los talones, con el dibujo de un grifo negro de pico y garras rojas en su centro. Miraba de un lado a otro, moviéndose a paso acelerado, su cabello dorado le llegaba hasta la orejas y le cubría parte de la frente, era de finos rasgos pero sus azules ojos eran extraños, como si siempre los tuviera abiertos solo hasta la mitad mirando por un estrecho canal. Descendió por unas escaleras hasta llegar a un hermoso jardín interno en el cual había tres grandes estatuas al fondo y una joven arrodillada ante ellas.
− ¡Mi señora!−Exclamo el joven caballero−. Al fin la encuentro mi señora.
−Vedric.−Dijo ella volteando−. ¿Te envía mi madre? No quiero ir a presenciar la ejecución, es algo grotesco. −Le hizo saber la chica, era una joven de cabellos castaños casi rojizos ondulados y largos que le llegaban más abajo de la cintura, sus ojos eran como la miel y llevaba un vestido rojo con adornos de hilo dorado.
−Su Alteza Auriell, es una orden del Rey, toda la familia real debe estar presente, estarán todas las cabezas de las familias nobles importantes de la ciudad, incluso vinieron nobles de otras comarcas. −Dijo el muchcacho tratando de hacerla entrar en razón−. Ya se han instalado las gradas desde donde se presenciara la ejecución, frente al templo de Jorem el justo, en la parte baja, es un suceso tan importante que la familia real bajara hasta allá e inclusive la población general asistirá para ver la ejecución. No puede faltar.
−¡No!−Exclamo ella−. No quiero presenciarlo, me quedare aquí, quiero rezar a los Dioses y que ellos se apiaden del alma de Lancel.− Se puso de rodillas frente a aquellas grandes estatuas; En el centro estaba la estatua de un hombre alto y fuerte con una capa cubriéndole los hombros y sus manos apoyadas en el pomo de una gran espada clavada al suelo, era al que llamaban Joren el justo. A su derecha estaba una mujer que se acariciaba su hinchada barriga con mirada misericordiosa, era a la que llamaban Yunia la madre. Y a la izquierda estaba la estatua de un niño sosteniendo en su mano derecha un bastón tan largo como el, era al que llamaban Janos el hijo o Janos el pastor. Eran los dioses adorados en Middard y en gran parte del continente de Aura.
−Aún falta una hora para la ejecución Alteza.− Le recordó−. De no cambiar de opinión hará que la ira del rey recaiga sobre mí, recuerde que soy su protector y es mi responsabilidad hacer que usted cumpla con sus deberes. −Este se arrodillo en el suelo con su cabeza tocando la grama del jardín−. Se lo imploro Su Alteza, asista, no es necesario que vea el momento de la ejecución, si usted lo desea puedo cubrir sus ojos con mis manos.
−Vedric... −Dijo Auriell dejando escapar un suspiro. Arrodillado frente a ella, con la cabeza en el suelo estaba Vedric la Espada Maldita, uno de los caballeros de la Guardia del Grifo, las espadas más letales de las comarcas de Midard. Era joven aun y muy ingenuo, pero se decía que era uno de los más poderosos de los caballeros al cuidado de la familia Grifftark−. Ponte de pie, por favor. Está bien, iré solo por ti, pero no mirare ni aplaudiré aquello. Lancel fue mi antiguo protector y el... el...−Las palabras se le atoraban en la garganta−. Él era una buena persona.− Dijo con una mirada triste.
−Muchas gracias Alteza. −Dijo Vedric mientras se ponía de pie, suspirando del alivio−. Me ha salvado el pellejo.
−No tienes que agradecerme.− Le respondió ella−. Es tu deber y mi obligación cumplir con este tipo de cosas, deberías estarme regañando, pero siempre has sido muy blando Vedric.−Le dijo mientras él sonreía con sus ojos medio abiertos.
−Tiene razón, pero no me atrevería a levantarle la voz ni aunque la Reina me lo ordene. −Le respondió con una amplia sonrisa, Vedric solía sonreír aun en situaciones que no lo ameritaban, siempre mostraba una sonrisa de lado a lado, siempre estaba relajado y tranquilo. Eso a Auriell le gustaba, verlo sonreír siempre era contagioso. Hacía dos años ya que era su protector, justo después de la traición de Lancel el pelirrojo que había sido su anterior protector desde que ella tenía uso de memoria, hasta que ocurrió la tragedia del Rey Agros y Lancel se convirtió en el hombre más buscado de los cinco reinos de Aura.
De las escaleras que daban al jardín bajo una mujer seguida de dos criadas. Era alta, de hermosos cabellos rojizos ondulados, ojos color ocre, su cara tenía una expresión dura pero hermosa, lucía un vestido azul con adornos dorados y en su frente portaba una pequeña corona con zafiros que hacían juego con su vestimenta.
−Auri.−Le dijo a la niña−. ¿Qué haces en el jardín de los dioses a estas horas? Sir Vedric te estuvo buscando por todos lados como un loco.
−¡Su Majestad!− Exclamo Vedric he hizo una amplia reverencia.
−Madre. −Dijo con voz calma dirigiéndose a la reina que era como una versión adulta de ella−.Lo se, pero ya estoy lista, solo quería hablar con los Dioses unos minutos. −Camino hacia donde estaba la reina y ambas salieron del jardín seguidas por las criadas y Vedric detrás de ellas.
−Se dice que la ciudad aún celebra la fiesta de tu decimoquinto año.−Le dijo la reina sonriente−.Y eso que fue ayer. El pueblo te tiene mucha estima.
−Eso escuche.− Respondió ella −.También escuche que cientos de personas se reúnen frente al templo de Jorem en la parte baja sedientos de la sangre de Lancel ¿Ese es el pueblo que me estima?
−Aun lloran a su antiguo Rey, a pesar de que fue hace dos años, quieren justicia.− Le explico−. Y tu hermano, nuestro Rey, les dará lo que quieren.
−Les dará un grotesco espectáculo, un baño de sangre. −Dijo Auriell con un tono exasperado y frunciendo el ceño.
−¿Por qué te opones a ello?¿Olvidas que es el hombre que le corto la cabeza a tu padre?−Dijo la reina mientras la miraba arqueando una ceja.
−Mi padre...−Murmuro con un tono áspero.
−Sé que Lancel fue tu protector desde que tenías uso de razón, pero cometió un crimen abominable y debe ser ejecutado. Antes de ti, él fue mi protector por muchos años.−Le recordó−. Es inquietante que un hombre capaz de cometer semejante crimen estuviera tan cerca de la familia real por tantos años. −El tono de la reina era clamado y cálido, un tono maternal.
−Solo quiero salir de esto rápido, madre. −Se limitó a decir mientras caminaba a través del largo pasillo de altos ventanales, al final, los esperaba un hombre de cabellos castaños largos, con una armadura dorada aún más hermosa y brillante que la de Vedric, con una capa amarilla colgada de sus hombros y un grifo negro dibujado en el centro. Su rostro era fino y delicado, de rasgos que se asemejaban más a los de una hermosa mujer. Al ver a la reina acercarse hizo una reverencia.
−Su Majestad Margareth.− Le dijo educadamente con una voz suave−. El trasporte real está listo, el Rey Auros la espera para ir al anillo más bajo de la ciudad.
−Estoy al tanto, Sir Laurian.−Le respondió. Laurian el hermoso, era su protector desde hacía muchos años ya, era un hombre de una belleza inigualable y una habilidad con la espada aún mayor.
Laurian y Vedric escoltaron a la Reina madre y a la princesa Auriell por los corredores hasta llegar a la gran entrada del Castillo Blanco, afuera los esperaba un enorme y lujoso carro de madera de color dorado y negro con la insignia de un grifo dibujada en la puerta, los soldados se posicionaban en fila a cada lado del camino que llevaba al carro. En la entrada los esperaba un anciano de cara amarga con una larga y gruesa barba que variaba sus tonos entre gris y blanca, con una cabellera igual de espesa y poco colorida, vestía una bata azul grisácea, en sus largos dedos portaba extraños anillos con múltiples grabados y de su cuello colgaba un grueso medallón de oro lleno también de garabatos similares.
−Mi reina.− Le dijo el anciano de voz áspera−. EL Rey Auros la espera dentro.
−Allen.−Le respondió. Allen era el Archimago de la familia real, se dice que nadie en el reino tenía conocimientos de harack tan amplios como los suyos, la biblioteca de su torre tenía miles de extraños libros que había leído más de una vez, un laboratorio donde experimentaba con todo tipo de materiales, plantas, animales y algunos dicen que con personas también. Su habilidad como vitalista le había permitido servir a la familia real por más de ciento veinte años hasta el día de hoy. A la joven hija de la reina siempre le asusto un poco aquel mal encarado anciano−. ¿Guiaras el carro el día de hoy?
−Enviaría a mi asistente, pero dada la magnitud del asunto, yo mismo me encargare de mover la maquinaria del vehículo para guiar a la familia real hasta la plaza de Jorem.−Le dijo. La puerta del Carro se abrió y de dentro bajo un joven de cabellos pardos y ojos tan castaños que parecían amarillos. Llevaba sobre los hombros una capa dorada con la insignia del grifo, su traje era totalmente negro y adornando su cabeza tenía puesta una corona dorada de varias puntas en formas de distintas aves y en su centro, un grifo de ojos rubíes.
−Madre.−Dijo con fastidio−. Llevo esperando casi media hora aquí ¿dónde se habían metido?, falta poco para la ejecución.
−Mi rey.− Le respondió Margareth haciéndole una reverencia−. Siento haberlo hecho esperar, ya estamos listas.
−Suban al carro entonces. −Les dijo haciéndoles un ademan de que entraran−. Yo iré adelante en mi carro personal seguido de cerca por su carrosa detrás de mí.
−Mi rey ¿Considera prudente manejar por su cuenta hasta la plaza?−Le dijo la reina madre−. Recuerde que es un rey y los reyes no hacen esas cosas, podría ser peligroso.
−Me aburriría demasiado con ustedes dos allí dentro. −Le respondió y se dirigió hasta donde su hermana colocándole una mano sobre la cabeza−. Así que al final terminaste viniendo, hermana. −Le revolvió el cabello mientras ella lo miraba con desinterés−. Al fin, el verdugo de nuestro padre será castigado.
−No disfruto de estos espectáculos, su majestad.−Le respondió ella mirando hacia otro lado.
−No. −Le corrigió el mientras la miraba desde arriba sonriente−. No disfrutas de este en particular, pareciera que mi hermanita aún tuviera sentimientos hacia su antiguo protector, eso podría considerarse como traición al reino.−Dijo mientras reía−. Pero tranquila, no te cortare la cabeza, es más, te entiendo en parte, nuestro padre era un patán degenerado.−Dio una carcajada−.Pero matar a un rey es matar a un rey y merece castigo.
−Alteza. −Carraspeo la Reina−. No debería referirse al antiguo Rey de esa manera, no es correcto.
−Madre.−La dijo mirándola y señalándose a sí mismo con el pulgar−. El Rey aquí soy yo y puedo decir lo que desee de los antiguos reyes, no me importa si fueron santos o héroes, están muertos y ahora gobierno yo, cuando muera, el futuro rey podrá hablar toda la mierda que desee de mí, no me importara porque estaré muerto. Ahora por favor suban al carro.
La reina y la princesa subieron al enorme carro y Allen subió a una cabina delantera, se posiciono en su asiento y cogió una palanca que sobresalía del piso de madera y se encargaba de la dirección de las ruedas delanteras que eran movidas por una caja llena de gruesos y fuertes engranajes conectados a uno principal y más grade aun, marcado con una runa. En la cabina, frente a Allen había un tablero sobre el cual estaba instalado un grueso disco de metal con otra runa igual a la del engranaje, estaba diseñado para girar con mucha facilidad. Allen transmitió su harack al disco y este se conectó con el engranaje de la caja, ahora cada giro que diera al disco se trasmitiría a la caja y luego a las ruedas haciendo mover el carro sin necesidad de caballos. Era un mecanismo bastante complejo que solo funcionaba con harack y del cual muy pocas personas en el reino además de los nobles podían disfrutar. Vedric y Laurian iban a los lados del carro montando guardia sobre sus caballos, y al frente iba el rey en un carro bastante pequeño y aerodinámico, diseñado para una sola persona, el cual manejaba el mismo. Funcionaba igual que el gran carro de la reina, pero el joven Auros no poseía Harack, por lo cual usaba un guantelete negro especial diseñado por Allen, estaba cargado con una porción de su harack en una runa bordada con hilo de oro y le permitía al joven Auros accionar los mecanismos de su vehículo, a su lado iban también dos caballeros a caballo, uno lucía una increíble armadura roja como la sangre, de mirada fría, ojos grises y cabello negro, el otro era enorme con una gran armadura de bronce y un yelmo que solo dejaba ver sus ojos a través de una ranura. Ambos eran los protectores del rey. En las aceras se acumulaba la gente, tanto en la parte alta, como en la media y la baja, o los "anillos" como las llamaba también. Al llegar al anillo bajo, una multitud aún más grande los esperaba, en ese anillo era donde estaba la mayor parte de la población. El rey Auros saludaba sonriente mientras la gente intentaba acercarse a él pero un increíble cordón de guardias lo impedía, casi todos los guardias de la ciudad estaban allí. Al llegar a la plaza de Jorem el justo, la familia real bajo de sus transportes y subió a una gran tarima de madera en la cual había tres cómodas sillas para cada uno acompañados de su guardia real. En puestos más bajos de la tarima había gradas en las cuales estaban nobles importantes de la ciudad y de otras comarcas. Debajo estaba la plaza del templo en donde se acumulaba una gran cantidad de ciudadanos que balbuceaban miles de cosas y al fondo estaba el enorme templo de Jorem el justo. El rey se levantó y todos hicieron silencio.
−Habitantes de Blanca Castilla y la Comarca del grifo. Honorables familias nobles de Middard.−Dijo en voz alta haciendo un amplio ademan−. Hoy es un día especial, tan especial como el día de ayer, en el que se celebraba el quinceavo año de vida de mi adorada hermana. Hoy será otro día en el que podremos celebrar hasta saciarnos. Como ya saben, hace dos años en un fatídico día, un hombre sacudió nuestros corazones al arrebatarnos la preciada vida de nuestro amado y queridisimo, en especial por los niños, Rey Agron.−Dijo esa parte y no pudo evitar hacer una mueca de risa−. El nombre de ese hombre ya todos lo sabemos, ese infame nombre que nos ha causado pesadillas por dos largos años, Lancel el Pelirrojo. Pero ahora su rey se los ha traído aquí, a la plaza de Jorem, para que reciba un castigo justo antes los ojos del Dios de la justicia.−Todos aplaudieron al rey frenéticamente, pero Auriell, sentada en una de las cómodas sillas al lado de la de Auros, tenía una mirada triste y no demostraba el menor entusiasmo por el discurso de su hermano−. Ahora por favor, mis queridos verdugos, arrastren hasta aquí al criminal más buscado del mundo, frente a los ojos del pueblo y de su rey.
Dos hombres de trajes negros y harapientos arrastraban a un tercero hasta el centro de la plaza. Le pateaban y empujaban al pobre hombre que iba con las manos encadenadas mientras el pueblo le abucheaba como si fuera el villano infame de algún romance, algunos le lazaban piedras y otros le escupían. Era un hombre alto, de largos cabellos y barba de color rojo, bastante descuidados, estaba flaco y sus ropas eran un trapo que alguna vez fue gris, pero ahora estaba lleno de agujeros y manchas de sucio y las moscas revoloteaban dibujando circulos sobre él ya que al parecer tenía días sin bañarse en donde estaba encerrado. Lo tiraron en el medio de la plaza y cayó al suelo aparatosamente mientras todos reían. La princesa Auriell no pudo evitar mirar hacia otro lado mientras una lágrima se asomaba por uno de sus ojos.
−Alteza, no llore, se lo suplico. Esto acabara pronto, se lo prometo.−Le dijo Vedric colocando una mano sobre su hombro.
−Esto... no es justo, Vedric.− Dijo mientras las lágrimas le escapaban de los ojos−. No se lo merece.
−El asesinó al rey Agron, Alteza…
−Él no lo hizo.− Dijo Auriell llorando, mientras Vedric abría sus ojos por completo de la sorpresa, eran azules como los zafiros.
−Lancel el pelirrojo.−Dijo Auros en voz alta−. Escoria de los reinos de Midard, Vestera, Esros, Nordran y Gedo, que componen nuestro amado continente de Aura. Como rey de uno de los grandes reinos, te condeno, en este hermoso día soleado del año 1006 de nuestra era del Albor y 486 de la alianza a morir bajo la mirada justa del gran Jorem, pero, soy un rey misericordioso, que adora a Yunia y a Janos por igual, por lo cual te concederé unas últimas palabras, dilas rápidamente y en voz alta traidor, luego solo muere. −Lancel estaba arrodillado en medio de la plaza con dos grandes hombres detrás, uno de ellos con una enorme hacha en la mano.
−El castigo...−Dijo tosiendo−. El castigo por matar a un rey es la ejecución, eso lo entiendo perfectamente, así como también lo es engañar a un rey, cometiendo adulterio, ¿no es así? Mi reina.−Dijo Lancel que levanto la mirada hacia las gradas mirando fijamente a la reina, ella le devolvió una mirada con los ojos bastante abiertos y los labios apretados−. Fui su protector por casi la mitad de mi vida, así como también fui su acompañante sentimental mientras el bastardo del rey se embriagaba y cogía con niñas.−Confeso y todos en la plaza se quedaron mudos, luego empezaron a balbucear incesantemente−.Quizás, mi joven rey, usted sea producto de alguna semilla que se me escapo y se sembró en la fertilidad de su madre.−Agrego sonriente.
−Basta, eres un maldito mentiroso.− Se levantó la reina que había perdido su tono fraternal, Auriell la miraba sorprendida, muy pocas veces había visto a su madre reaccionar de aquella manera, generalmente era una mujer calmada, que no se inmutaba ante nada−.Ejecútenlo de una vez ¿Cómo te atreves a decir que tu rey es producto de una abominación como esa?
−Basta madre. −Le dijo el rey en tono sereno haciéndole una seña para que se sentara, luego miro a Lancel nuevamente−. Tus palabras son bastante acusadoras, pero no tienes como probarlas, solo tratas de hundir al reino antes de irte a navegar a los oscuros mares del más allá, ya dijiste tus palabras, ya fueron escuchadas, ahora muere y deleita al pueblo manchando el suelo de la plaza con tu sangre.
En el suelo de la plaza se posó una enorme sombra de una de aquellas grandes naves del reino. Todos miraron hacia el cielo y vieron como aquella colosal estructura de madera caía sobre ellos, la gente empezó a gritar y a dispersarse al ver a aquel titán de hierro y madera caer sobre ellos, el globo tenía un gran agujero y empezó a descender en espiral, choco contra la alta punta del templo de Jorem el justo derribando una parte mientras las piedras caían al suelo y la gente intentaba esquivar aquella lluvia de escombros, luego se estrelló contra el suelo y la madera se astillo, pedazos volaron por todas partes hiriendo a un gran número de personas presentes.
− ¿Qué pasa?−Grito el rey, y luego volvió la mirada hacia los ejecutores que veían aquel espectáculo desconcertados−. ¡Córtenle la cabeza de una vez!
Uno de los verdugos lo sometió entre todo aquel caos y el otro levanto el hacha para cortarle el cuello al pelirrojo. Lancel solo escucho un silbido que le paso sobre la cabeza y a alguien corpulento caer al suelo, cuando se fijó, el hombre del hacha tenía un pequeño cuchillo arrojadizo clavado en su ojo izquierdo.
− ¿! De dónde ha venid... ¡? −Otro silbido hizo que el segundo hombre no terminara la frase, cayendo al suelo con otro cuchillo clavado en la sien. Lancel levanto la mirada y frente a él estaba un hombre bastante grande y calvo con una máscara de oso que le cubría el rostro y una pequeña mujer con otra máscara de gato.
−Yuri, Mikken.−Dijo sorprendido.
−Vinimos a buscarte.−Le dijo el más grande.
La princesa Auriell se había levantado de su silla y se asomó para ver lo que pasaba, entonces vio a Lancel con aquellas dos personas, el levanto la vista y sus miradas se cruzaron.
−Alteza... Auri, cuanto has crecido en estos dos años, me siento feliz de haberte visto.−Le dijo en voz alta y luego partió con sus acompañantes entre la desenfrenada multitud.
−¡Mierda! −Exclamo el Rey−. Mierda, Mierda, Mierda. Vedric, Zephyr, Vayan detrás de ellos, lleven guardias ¡Ya! Oros y Laurian se quedan a nuestro cuidado.− Ordeno el Rey mientras el caballero de armadura Rojo sangre y Vedric bajaban de las gradas y ordenaban a varios guardias seguirlos.
Una pequeña sonrisa se escapó de la boca de la princesa Auriell, el corazón en su pecho latía acelerado y con toda su alma deseaba que Lancel pudiera escapar. Su madre la saco de su trance sacudiéndola por los hombros.
− ¿Qué te parece gracioso Auriell? ¿No te das cuenta de que el asesino de tu padre acaba de escaparse?− Levanto su mano para abofetearla, su madre en contadas ocasiones le había levantado la mano a sus hijos pero después de aquellas palabras su semblante había cambiado por completo.
−Detente, madre.−Dijo Auros y la reina detuvo su mano−. ¿Por qué reaccionas de esa forma? Generalmente no actúas así. ¿Acaso son esas últimas palabras que salieron de la boca de Lancel?
−No puedes creer algo tan estúpido como eso.− Dijo con el rostro congestionado y luego recordó a quien le hablaba−. Majestad.
−No lo creo, no que sea hijo de una relación amorosa entre los dos, eso lo sé, ni Auri tampoco, Allen comprobó que por nuestras venas corre sangre de grifo hace mucho tiempo ya, lo haraquistas pueden hacer ese tipo de cosas.−Le dijo llevándose la mano al mentón−. Pero por tu forma de reaccionar, me haces creer que quizás lo de su supuesta relación extramarital esconda cierta verdad.− Le dijo mirándola seriamente, la cara de la reina estaba roja y llena de ira−. Eres mi madre, claro, nunca te ejecutaría, si ello llegara a ser cierto.−Termino y dio la vuelta para irse caminando seguido de el gran Oros de la armadura de bronce, mientras Laurian el hermoso se quedaba acompañándolas.
Por la congestionada plaza se escurrían Vedric y Zephyr seguidos de varios guardias tras ellos. Al frente, entre la multitud se podía ver a aquellos tres adentrándose a un callejón.
−Fueron por un callejón.− Dijo Zephyr entrando con Vedric y los soldados a la estrecha vereda que discurría a lo largo de altos edificios y que conectaba con mas callejones.
−Sera difícil seguirles el rastro.−Dijo Vedric−. No conozco bien los callejones del anillo bajo.
−No sueles venir a este anillo ¿no?− Le respondió Zephyr mientras corrían uno detrás del otro por las angostas calles−. Vamos a dividirnos para cubrir más espacio. Así abarcamos una zona más grande, ellos fueros hacia adelante, solo hay dos caminos, así que tu sigue por la derecha y yo cubriré la izquierda.− Vedric asintió y se perdió en uno de los callejones con unos cuantos guardias tras él. Zephyr siguió adelante por la izquierda, se movía rápidamente como un lobo en busca de su presa, más adelante en el camino se encontró con unas cadenas en el suelo, con las que tenían maniatado a Lancel, iba por buen camino, siguió a toda velocidad y tuvo una idea de a donde se dirigían, el conocía esas calles bien, sabía que más adelante había una plaza bastante amplia, rodeada de cuatro grandes edificios a la cual solo se podía entrar o salir por los callejones o ¿volando quizás?
Del otro lado Vedric estaba bastante perdido ya, se detuvo en cierto punto confundido y algo fastidiado mientras se rascaba la cabeza.
−Me pregunto ¿Dónde estamos? ¿Ustedes no se hacen una idea muchachos?− Le pregunto a los guardias que estaban con él.
−No suelo adentrarme tanto por estos callejones Sir vedric.−Le respondió uno−. Generalmente hacemos nuestras guardias en las calles principales.
−Ah mierda, esto es un poco cansino.− Dijo sonriendo−. Creo que ya sé que debo hacer.− Subió por una empinada escalera de piedra al costado de un edificio hasta llegar a lo más alto de la estructura−.Ustedes busquen por debajo, yo veré que puedo hacer desde aquí arriba−. Les dijo a los guardias que lo miraban, confusos.
Vedric corrió sobre los tejados saltando sobre los callejones, llego hasta una estructura puntiaguda increíblemente alta con una campana en su cima y se le quedo mirando desde el tejado en donde estaba, sorprendido y boquiabierto de cómo se elevaba hasta el cielo azul. Escalo hasta y desde allí gran parte del anillo bajo se le hacía visible, podía ver a lo lejos el anillo medio y más lejos aún el anillo alto en la cima de la enorme colina que era la ciudad de Blanca castilla. Se enfocó de nuevo en su tarea, empezó a observar con sus ojos medio abiertos todos las veredas desde arriba, no muy lejos pudo divisar algo extraño; una de las naves del reino volaba extremadamente bajo, cerca de una zona vacía entre cuatro edificios que solo él podía ver desde ese punto y supo que era ahí a donde tenía que ir. Bajo de la torre y siguió por los tejados hasta estar cerca de uno de los edificios que había visto, descendió por una pared a través de las azoteas y ventanas en ella. Una vez en el suelo sintió los paso de personas detrás de él, Zephyr lo había alcanzado
−Bien hecho Vedric.−Le dijo−. Has llegado primero que yo.
−Fue suerte.− le dijo el sonriente con sus ojos medio abiertos y rascándose la parte posterior de la cabeza.
Entraron a la plaza rápidamente y los vieron. Allí estaba Lancel el pelirrojo con aquella pequeña mujer y el corpulento hombre, además de ellos los acompañaban otros tres tipos , todos con sus caras cubiertas por máscaras, solo se veían sus ojos y cabello. Sobre ellos, una enorme nave del reino intentaba descender lo más cerca posible de la plaza pero le costaba algo de trabajo.
−Así que quieren escapar por cielo.−Dijo Zephyr−. Antes de que esa nave aterrice todos ustedes estarán muertos, en el nombre del Rey Auros, cortare sus cabezas.
−Mierda.−Se escuchó decir a uno de los hombres que estaban en la fuente, uno delgado de cabello negro con mascara de mono−. Ese es Zephyr el rojo y el otro es Vedric la espada maldita. Aterricen esa puta nave rápido o estamos muertos.
−A mí no me interesan sus nombres. −Dijo el otro alto y delgado de cabellos blancos con mascara de lobo sacando una cimitarra de su cintura−. Los voy a rebanar sean quienes sean.−Los dos bandidos se adelantaron, mientras que Lancel, la mujer de mascara de gato, el hombre corpulento y otro sujeto con una espada en su espalda sentado en la fuente se quedaron detrás.
Zephyr ordeno a siete de los doce soldados que venían con ellos que atacaran a los hombres que iban con Lancel. Los guardias no les resultaron dificultad alguna para aquellos dos, se movían como un remolino y repartían tajos afilados y certeros con sus cimitarras que cortaban los cuellos y tendones de sus oponentes, el pelo blanco y mascara de lobo era el más brutal de los dos. En un momento había siete soldados muertos en el suelo y dos bandidos de pie.
−Soldados, quédense atrás por si necesitamos un refuerzo.−Dijo Zephyr quitándose la capa amarilla y desenvainando su hermosa espada plateada con un enorme rubí en la guarda a los otros guardias que habían quedado−. Vamos Sir Vedric, tú me ayudaras.
−Como ordene Sir Zephyr.− Aunque los dos eran del mismo rango, Vedric solo tenía dos años como miembro de la guardia del grifo, por lo cual sentía respeto por todos sus compañeros. Camino al lado de Sir Zephyr soltando su capa y desenvainando su espada, era una hoja delgada y curva, parecida a las espadas originarias de Gedo, para combates rápidos y precisos, su hoja estaba intacta pero su color era extraño, similar al oxido.
−Ustedes dos, ganen tiempo mientras desciende la nave.−Les ordenó a sus compañeros la mujer de la máscara de gato−. Lancel, recuéstate aquí, estas muy débil.
−Ellos dos no pueden contra esos tipos, estamos perdidos.−Le dijo él.
−Tranquilo, si ellos fallan aquí estamos Mikk y yo.−Le dijo en voz baja−. También lo tenemos a él.− Dijo señalando a otro hombre de negro, cruzado de brazos que estaba en la fuente. Su rostro estaba cubierto también por una máscara, una máscara de cuervo.
−No entiendes, esos tipos tienen otro nivel.
El de cabello carbón con mascara de mono se movió rápidamente hasta donde estaba Zephyr, dio un tajo dirigido a su costado pero este lo bloqueo con su espada y lo hizo retroceder, el caballero se movió velozmente hacia adelante y ya estaba sobre el bandido propinándole un tajo vertical increíblemente rápido el cual este pudo bloquear a duras penas, cayó al suelo y rodó por el piso intencionalmente para ganar distancia, pero Zephyr era muy rápido. El bandido solo pudo ver una estela roja acercarse y saboreo la muerte por unos segundos, pero el más corpulento de los hombres, de mascara de oso, se había unido a la pelea bloqueando aquella estocada asesina.
−Dos contra uno.−Exclamo Zephyr el rojo−. Era de esperarse de bandidos como ustedes.
Del otro lado el bandido peliblanco había estado atacando violentamente a Vedric, lanzándole tajos brutales y rápidos, haciendo retroceder al caballero mientras le gritaba que era un cobarde que solo sabía defenderse. Vedric solo observaba y bloqueaba cada ataque, hasta que en uno de sus bloqueos el bandido de mascara de lobo tardo una milésima de segundo más en lanzar el otro tajo y el caballero aprovecho la apertura, haciéndole un corte en el pecho a una velocidad increíble, luego de una patada lo mando a volar varios metros sobre los adoquines.
− ¡Me arde!− Maldecía el bandido mientras se retorcía de dolor en el suelo−. ¿! Que mierda me has hecho!?
Vedric estaba ya sobre él, a punto de rematarlo pero retrocedió al ver un brillo destellar en dirección a su rostro. Dio una voltereta haca atrás esquivando el silencioso tajo que le había lanzado la mujer con mascara de gato. La nave descendía lentamente, pero ya se acercaba bastante a la plaza.
−No me gusta matar mujeres.−Dijo Vedric sonriente.
− ¿Quien dice que vas a matarme?−Respondió ella−. Ni siquiera vas a tocarme.− Se abalanzo sobre el con paso rápido y silencioso, era increíblemente veloz y sus tajos eran elegantes y precisos, pero Vedric los bloqueaba todos. Sin embargo no podía encontrar una apertura en sus movimientos.
Del otro lado el bandido pelinegro de mascara de mono yacía en el suelo, había recibido una herida en la pierna y el calvo con mascara de oso apenas podía frenar los rápidos ataques de Zephyr sin poder responder. En un bloqueo logro empujar al caballero hacia atrás lo suficientemente fuerte como para hacerlo rodar por el suelo pero este se levando en cuestión de segundos.
−Te felicito, no muchos logran resistir tanto en un combate uno a uno conmigo, y menos mandarme al suelo, eres increíblemente fuerte.−Le reconoció el caballero−. Te matare rápidamente, sin mucho dolor.
−Pensaba hacer lo mismo contigo, caballero− Le dijo.
El bandido cogió su espada con ambas manos y se movió a una sorprendente velocidad hacia adelante, aprovechando la distancia que había ganado con el empujón anterior. A Zephyr le costó verlo venir, fue muy rápido a pesar de su enorme tamaño, le lanzo un tajo horizontal increíblemente veloz que le hubiera cortado a la mitad con todo y su armadura roja, si no hubiese rodado un segundo antes, hasta posicionarse en la amplia espalda de aquel hombre. Justo la apertura que necesitaba para clavarle la espada en las costillas. Lanzo una estocada, el bandido se movió a un lado pero no lo suficientemente rápido, la hoja afilada se le enterró entre las costillas hasta salirle por delante. Zephyr desenterró la espada. El corpulento hombre estaba en el suelo y la sangre le fluía de un costado, haciendo una pequeña charca en el suelo que se filtraba a través de los adoquines.
−Si no te hubieras movido te hubiera perforado el corazón, muy hábil de tu parte.−Le dijo Zephyr preparándose para el golpe de gracia, pero se dio la vuelta rápidamente y bloqueó un golpe que iba directo hacia su espalda−. Malditos bandidos sin honor, atacando por la espalda.− Dijo pero luego se quedó atónito al contemplar el extraño material del que estaba hecha la espada de su atacante, un hermoso vidrio negro. El último hombre en la fuente se había puesto de pie, el de mascara de cuervo. Lancel también se había quedado boquiabierto, Vedric apenas pudo notarlo ya que estaba ocupado esquivando los ataques de la mujer bandido.
Zephyr se movió velozmente lanzando rápidos y violentos tajos mientras el último de los bandidos los bloqueaba ágilmente. La nave ya había descendido hasta la plaza. La mujer de la máscara de gato detuvo su pelea y dio varios saltos hábiles hacia atrás, corrió a la fuente hacia donde estaba Lancel y les ordeno a todos que se retiraran.
−Levántense, muévanse a la nave rápido.−Les grito.
−¡Vedric, no la dejes huir!.−Le ordeno Zephyr mientras atacaba a aquel hombre.
Los bandidos heridos se movieron hacia la nave para abordarla, volaba a menos de tres codos del suelo. Vedric se apareció detrás de ellos con sus soldados pero la mujer enmascarada salió a hacerles frente, hizo un movimiento extraño con su mano, el caballero reacciono rápidamente luego de ver que en el suelo había un círculo con una estrella de cinco puntas llena de runas.
− ¡Aléjense de aquí!−Grito Vedric, pero ya era muy tarde, todos los soldados habían entrado en el y de repente perdieron la movilidad cayendo al suelo paralizados, menos Vedric.
−Como lo pensé, llevas un amuleto.−Le dijo la mujer−. Tracé otras runas sobre varios de los tejados calientes de la ciudad.−Le dijo ella subiendo a la nave.− Si te acercas un centímetro más, voy a transmitir el calor de las tejas calientes de medio día dentro de la sangre de estos tipos hasta que hiervan como sopa.− Vedric se detuvo−. Que suerte, eres un buen tipo, valoras la vida de tus soldados−. Le dijo al final.
− ¿Que ocurre Vedric?−Grito Zephyr.
−Tu pelea es aquí.−Le advirtió el de la espada de vidrio dándole un brutal tajo que logro bloquear pero retrocedió varios pasos, la espada hacia extraños sonidos que Zephyr no podía entender cada vez que era blandida por aquel hombre−. Si tu amigo se mueve un paso hacia esa nave esos soldados van a hervir hasta la muerte, a ti te convendría bajar tu espada también, perdieron aquí.
−Lo siento por mis hombres pero la misión es más importante que sus vidas.−Le dijo Zephyr, mirándolo fijamente. Por un momento, su vista se nublo al ver aquellos ojos que se tornaron en un azul oscuro pero eso no detuvo su ataque. Corto el aire con su afilada hoja velozmente hacia el cuello del bandido. Lo único que escucho fue el sonido espectral que producía aquella espada, vio un destello oscuro, que mando a volar su brillante arma, haciéndola resonar contra el suelo a varios metros de distancia. Luego la hoja negra se deslizo sobre el pecho de su armadura que dio gran resistencia ante la hoja de vidrio, pero termino por abrirse. Cayó de rodillas con una herida en diagonal de lado a lado en el pecho, por la cual empezaba a brotar una importante cantidad de sangre.
−La armadura te ha salvado.− Le dijo mirándolo desde arriba a través de su máscara con fastidio y se dio la vuelta para irse−. No se te ocurra levantarte, o la familia real tendrá que buscarse a otro caballero.
−Esa mirada tuya... Usaste... usaste un maldito truco de haraquistas.− Le dijo tosiendo. La sangre brotaba de su pecho creando una pequeña charca en el suelo.
−Me valgo de todas mis habilidades.−Respondió mientras se alejaba.
−¡Sir Zephyr!−Exclamo Vedric dando un paso.
−No te muevas.− Dijo la mujer.
Aquel alto sujeto envaino su espada en la funda de su espalda y camino hacia la nave, paso a un lado de Vedric que se mantenía inmóvil.
−Si valoras la vida de tu compañero, será mejor que lo lleves con alguien que sepa curar.− Le recomendó−. Esa armadura lo salvo de que lo cortara a la mitad.− Subió a la nave que empezó a elevarse sobre la plaza. Vedric corrió a toda velocidad hacia donde estaba el otro caballero de rodillas aún.
−¿Qué haces? estas dejando escapar al Pelirrojo.−Le dijo con voz apagada a Vedric.
−No importa, luego lo capturaremos de nuevo, su vida es más importante.− Le respondió sacándole el peto destrozado a Zephyr y tirándolo a un lado. Se despojó de su guante derecho y marco una runa con la misma sangre de su compañero, la poso sobre su pecho y la herida empezó a cerrarse lentamente, dejando una cicatriz rosada en donde antes estaba la carne tasajeada.
−Así que también eres vitalista, Muchacho.−Le dijo Zephyr en una media sonrisa, sus labios habían perdido el color y su piel estaba pálida.
−Perdió mucha sangre, señor. Necesita una transfusión rápido ¿Cómo salimos de este laberinto?
−Ayúdame a ponerme de pie.−Le dijo levantándose con ayuda de Vedric, estaba mareado y a punto de desmayar. Rodeo con su brazo por los hombros al joven caballero de armadura plateada para así ayudarse a caminar y salieron de aquella plaza.
Zephyr fue señalando por donde debía cruzar para salir rápidamente de allí, en poco tiempo ya estaban en una de las calles principales atestadas de gente y guardias por todos lados. Alerto a uno de los guardias de la ciudad y le hizo llamar lo mas rápido posible al archimago. Allen que se presentó minutos después con una bolsa de sangre que tenía una runa dibujada. La sangre en la bolsa empezó a desaparecer como si de magia se tratase mientras que la piel del caballero empezaba a retomar su color, algunos soldados y personas presentes observaban aquello con asombro y miedo. Zephyr se puso de pie palpándose la enorme cicatriz diagonal que marcaba su pecho.
−Lo siento, no llegue a tiempo, sino, no tuvieras esa fea cicatriz cruzándote el pecho. Yo hubiera hecho un mejor trabajo de curación.− Le dijo Allen−. Pero al menos sirvió para mantenerte vivo mientras iban por mí.
−No tiene importancia.−Dijo el−. Aquí lo grave es que ese maldito pelirrojo se escapó.
−Ya el rey ha ordenado que se les diera caza, Sir Zephyr..− Respondió Vedric.
−Sir Vedric...−Dijo con seriedad −. Debemos hablar en privado, volvamos al castillo blanco.−El joven caballero lo miro apenado, sabía que no le iba a dar un agradecimiento por salvarle la vida en parte.
Los dos caballeros volvieron a al castillo a pie, en la calle había un alboroto y todos comentaban que el pelirrojo posiblemente se había escapado, pero eso no era lo único que iba de boca en boca, también se escuchaban murmullos y susurros sobre un rey posiblemente bastardo y una reina puta. Al entrar al castillo, varios guardias les hicieron una reverencia, algunos no pudieron ocultar su asombro al ver a Sir Zephyr sin su armadura y con una enorme cicatriz rosada atravesándole el pecho.
−Esta pequeña me va a acompañar por siempre.−Dijo el, acariciándose el pecho−. Fui bastante descuidado, sino hubiese bajado la guardia de esa manera ellos no se hubieran llevado al traidor.
−Fue mi culpa señor.−Respondió Vedric bajando la cabeza−. Antepuse la vida de esos soldados por encima de la misión. Debe pensar que soy solo un chico al cual le queda grande el rango de caballero del grifo.
−Es cierto.−Le respondió su compañero. Vedric asintió con pesadez y esta vez no estaba sonriendo−. Eres muy joven, pero eres honesto y eres tan bueno con esa espada como yo con la mía. La princesa necesita a alguien sincero y de buen corazón de su lado, que además pueda protegerla y creo que nadie es más indicado que tú para esa labor. −Le dijo poniéndole una mano en la espalda−. Solo tienes veintidós años, muchacho, a esa edad podemos permitirnos cometer algunos errores, con el tiempo aprenderás a ser más frio. A mi edad en cambio.− Zephyr era un hombre de apariencia madura, pero se veía joven para sus treinta y nueve años−. Ya no podemos cometer tantos errores.
−Yo tengo la culpa de lo ocurrido hoy.−Le respondió el joven caballero−. Así que yo asumiré la responsabilidad ante el rey.
−Déjame esto a mi muchacho.−Le dijo el mientras ingresaban a la sala del trono. Era una sala enorme, el techo se perdía a la distancia, sostenido por colosales pilares blancos, adornado por hermosas pinturas de dioses mayores, menores y bestias míticas, en su centro había gran cúpula con un ventanal en el medio que dejaba entrar un pilar de luz natural. Al fondo había un trono imponente hecho de bloques de piedra blanca maciza que le daban una forma uniforme y limpia, su espaldar se elevaba hasta lo alto, tan alto como los demás pilares. En él estaba sentado el joven Auros, que se veía diminuto ante el enorme trono, a su lado estaba Oros de la armadura de bronce. Los dos caballeros se acercaron e hincaron la rodilla ante su rey.
−Bueno ¿Cuál de los dos me va a explicar cómo es que dos de las espadas más fuertes del reino perdieron ante un montón de sucios bandidos?−Dijo el rey mirándolos desde arriba con sus ojos casi amarillos mientras se removía en el trono, algo incómodo.
−Eran más hábiles de lo que parecían, su majestad.−Le respondio Zephyr−. Dos de ellos mataron a siete de nuestros soldados, pero Sir Vedric y yo los derrotamos fácilmente, luego dos más problemáticos se les unieron, uno de ellos era mujer y sabia usar el harack bastante bien, finalmente otro más se les unió... este era...−Titubeo al mencionar al último−. Este era increíblemente hábil con la espada.
−Supongo que ese último fue el que casi te parte a la mitad ¿no?−Le dijo el rey acomodándose en el trono−. Allen salió disparado cuando escucho que estabas casi muerto.
−Así es su majestad, nadie nunca había roto mi armadura tan fácilmente, Vedric intento ayudarme, pero la mujer haraquista también era bastante hábil.
− ¿Me estás diciendo que Vedric no podía vencer en un combate a una simple mujer? Se supone que es el protector de mi pequeña hermana.−Dijo y luego miro a Vedric−. ¿De verdad puedes proteger a una niña si ni siquiera puedes defenderte tú mismo de otra niña?− El rey soltó una carcajada.
−Su majestad, esa mujer era mucho más hábil que sus otros compañeros y además ya había preparado el campo con un montón de runas.− Le dijo Vedric apenado−. Ellos querían que los siguiéramos y caímos directo en la trampa.− El rey se movía en su puesto hasta que se hartó y se levantó del trono.
− ¡Maldita sea! Odio esta piedra de mierda, es demasiado incomodo estar sentado aquí.− Bajo los escalones que conducían al trono con Oros siguiéndolo detrás y se puso al lado de los caballeros que estaban hincados ante el.−La vez pasada perdimos casi dos años en su búsqueda hasta que le puse precio a su cabeza y en menos de unos meses ese tal Gerloff la torre nos lo trajo con vida. No volveré a cometer el mismo error de perder tiempo y hombres buscando al pelo antorcha ese, he decidido ponerle precio otra vez desde ya mismo y que los mercenarios y bandidos hambrientos de poder y reconocimiento que rondan Middard se hagan cargo, quizás nuestro viejo amigo la Torre Negra traiga al pelirrojo a nuestras puertas de nuevo en poco tiempo, sino, habrá un montón de caza recompensas sedientos de oro por ahí.
− ¿Gerloff? Ese tipo es un animal sin honor.−Dijo Zephyr levantándose−. No puede confiar esa labor a gente tan deshonrosa nuevamente, debería ir una comisión armada del reino conmigo al frente, tomo la responsabilidad.
−Pues lo hizo bien la última vez, al parecer se defiende mejor que mis caballeros.−Le dijo el rey apoyando el mentón de su puño derecho−. Te necesito cerca, pero si en un tiempo no veo resultados, entonces te castigare haciéndote recorrer todo Middard hasta que me lo traigas hasta aquí. Ahora ve a cubrirte esa cicatriz, ordenare a buenos herreros que te forjen un peto nuevo.−Dijo el Rey mientras se iba de la sala del trono con el gran Oros a sus espaldas.
−El rey se toma las cosas muy relajadamente.−Dijo Vedric rascando su cabeza una vez el joven Auros había salido−. Creí que sería más severo con nosotros.
−Tenemos suerte de que nuestro joven rey no sea como su padre. Ha sido un día duro, ¿no quieres ir por algo de vino?−Le ofreció Zephyr.
−Me gustaría mucho, Sir Zephyr, pero quisiera ir a ver como esa su Alteza Auriell.−Dijo he hizo una reverencia. Salió a paso acelerado por los corredores del castillo, hasta llegar al jardín de los dioses, allá en el fondo, ante las estatuas, se encontraba la princesa Auriell, justo como había pensado.
− ¡Alteza!−Exclamo el caballero−. Sabía que estaría aquí.
−Vedric, tú de nuevo.− Le sonrió.
− ¿Esta rezándole a los dioses nuevamente?−Le pregunto poniéndose a su lado.
−Les estoy agradeciendo por haber escuchado mis peticiones.
−¿Y cuáles fueron esas peticiones, Alteza?−Pregunto Vedric..
−Lo viste en la plaza.−Le dijo ella de rodillas ante las estatuas−. Pedí a la Triada que juzgara a Lancel y ellos decidieron que era inocente, el veredicto de los Dioses pasó por encima del Rey y del pueblo.
−Fue un rescate, su Alteza.−Le explico Vedric−.Los antiguos compañeros de Sir Lancel fueron los que causaron todo ese alboroto.
−Todos fueron guiados por la gracia de la Triada, pienso yo.− Le respondió ella−. Quizás sin ellos saberlo, Jorem el justo dio su veredicto esta tarde en la plaza a través de las acciones de esas personas. Así me gustaría creerlo ¿tú que piensas?−Le pregunto volteando su mirada hacia él.
−Yo... pienso que tiene sentido, Alteza.−Le concedió Vedric y miro hacia arriba a las altas estatuas preguntándose si aquello en la plaza de verdad había sido un acto divino, si de verdad tal cosa como los Dioses eran reales y escuchaban las palabras de las personas que les oraban fervientemente, si de verdad para ellos, los Reyes eran meramente simples humanos cuyas ambiciones no significaban nada ante su ley suprema. Se arrodillo ante las estatuas junto a Auriell y cerro sus ojos.
− ¿Qué haces? ¿También vas a rezarles?− Le dijo ella−. Eso es nuevo en ti.
−También les agradezco, Alteza.−Respondió el.
− ¿De que estas agradecido?
− Les agradezco que escucharan sus peticiones y que la hayan hecho feliz. Su felicidad es lo más importante para un simple caballero como yo.−Dijo el con sus ojos completamente cerrados mientras ella lo miraba con una cálida sonrisa.