25/02/2018 04:49 PM
Hola compañeros,este pequeño texto lo he escrito para ir calentado con el tema de los retos. Tengo unas dudas. He usado una repetición en el segundo párrafo y usó la misma repetición en el último, no se si esta bien utilizado o lo quito o que. También creo que he repetido muchas palabras como lenguas, fuegos ,mirada etc. He intentado usar sinónimos pero no se sí están correctos o no son suficientes. Seguramente tenga problemas de puntuación o de orden no tengo problema que eso también lo corrijáis más faltara, pero entiendo que esto no es el dragón y tendréis otras lecturas... Bueno muchas gracias al que lea este pequeño relato.
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Me pongo cómodo en mi laberinto de libros, estoy sentado en mi gran sillón rojo delante de la chimenea. Puedo sentir como la luna y las estrellas acarician la tierra como mi ventana deja entrar ciertas partículas iluminadas por la luz de la noche. Dejo que el efecto del opio recorra mi cuerpo mientras las llamas aparecen y desaparecen. Tras una larga observación contemplo como mi estancia va cambiando, como las llamas de mi chimenea van adoptando la forma del incendio que contemplé años atrás.
El infierno toma forma, me encuentro delante del edificio que sufre este vil destino; estoy muy quieto mientras miro con gran interés como la estructura es consumida por las llamas. Mis ojos claros se dirigen hacia arriba del teatro mientras mi oído capta el sonido de una multitud acercando se al teatro. Mi mirada contempla de manera atenta como una figura divina corona el techo. El dios Apolo esta erguido, en su espalda tiene un arco y flechas y en una de sus mano posee una lira. En el instante que nuestras miradas se cruzan yo puedo ver su inmortal alma mientras que él puede ver mi alma mortal, un justo intercambio. Mientras que una leve sonrisa se forma en la cara del dios el oído no es el único sentido que es capaz de notar a la multitud, el tacto aparece por arte de magia. Este acto mágico es capaz de romper la mística conexión que había entre Apolo y yo. Miro como una agrupación me rodea, mejor dicho, rodea al edificio. Mis ojos vuelven a fijarse en el dios, su figura comienza a ser decorada por las llamas. El edificio cae, Apolo cae, el suelo cae y yo me hundo en el abismo.
Vuelvo a estar en mi biblioteca. Cierro los ojos lentamente y me vuelvo a acomodar en mi sillón. Noto como el sudor recorre mi cuerpo. Vuelvo a abrir mis ojos para contemplar la chimenea. Sólo unas leves lenguas de fuego saborean la madera. La oscuridad comienza a surgir y velozmente rodea toda la habitación. En un instante me encuentro en una gruta rodeado de estanterías llenas de muñecas. Doy vueltas y vueltas para ver como las muñecas me miran de manera inquisidora. Me quedo quieto. Aguanto la respiración. Las cabezas de muñecas se mueven de un lado a otro, como si estuvieran negando algo. Yo las imito. Pronto escucho a la lejanía el sonido de un metal que ha caído, oigo como el sonido metálico retumba por toda la gruta; las muñecas vuelven a mirar al frente. Se tiran hacia delante, todas las muñecas caen de las estanterías al mismo tiempo. Caen cientos, pronto son miles y en un cerrar de ojos me encuentro que estoy siendo arrastrado por una marea de muñecas, es en este mar de juguetes donde noto como me ahogo, me muero.
Todo vuelve a la normalidad excepto que hay un incendio delante de mi. Me levanto cuando mi mente puede volver a pensar con claridad. Corro hacia la puerta, lo hago por mi vida. El incendio extiende sus tentáculos por toda la habitación, los libros sólo hacen que alimentar al fuego. Lo que antaño fue el combustible de mi mente, de mi construcción como persona, es ahora el combustible de mi destrucción. El incendio no tarda en recorrer toda la hacienda, los criados no tardan en salir al exterior, yo me quedo en la puerta. Escucho un sonido metálico que ocurre en el piso de arriba, dirijo mi miraba hacia las escaleras, no pienso, no reflexiono, subo al otro piso. El infierno acaba de cerrar mi única vía de escapatoria, no me importa, sólo deseó saber que es ese sonido metálico. Me quedo parado sin respiración, en parte por el humo y en parte por la sorpresa. Delante de mi persona hay una estatua de Apolo, nos volvemos a encontrar. Nuestras miradas se cruzan. El edifico cae, Apolo cae, el suelo cae y yo me hundo en el abismo.
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Me pongo cómodo en mi laberinto de libros, estoy sentado en mi gran sillón rojo delante de la chimenea. Puedo sentir como la luna y las estrellas acarician la tierra como mi ventana deja entrar ciertas partículas iluminadas por la luz de la noche. Dejo que el efecto del opio recorra mi cuerpo mientras las llamas aparecen y desaparecen. Tras una larga observación contemplo como mi estancia va cambiando, como las llamas de mi chimenea van adoptando la forma del incendio que contemplé años atrás.
El infierno toma forma, me encuentro delante del edificio que sufre este vil destino; estoy muy quieto mientras miro con gran interés como la estructura es consumida por las llamas. Mis ojos claros se dirigen hacia arriba del teatro mientras mi oído capta el sonido de una multitud acercando se al teatro. Mi mirada contempla de manera atenta como una figura divina corona el techo. El dios Apolo esta erguido, en su espalda tiene un arco y flechas y en una de sus mano posee una lira. En el instante que nuestras miradas se cruzan yo puedo ver su inmortal alma mientras que él puede ver mi alma mortal, un justo intercambio. Mientras que una leve sonrisa se forma en la cara del dios el oído no es el único sentido que es capaz de notar a la multitud, el tacto aparece por arte de magia. Este acto mágico es capaz de romper la mística conexión que había entre Apolo y yo. Miro como una agrupación me rodea, mejor dicho, rodea al edificio. Mis ojos vuelven a fijarse en el dios, su figura comienza a ser decorada por las llamas. El edificio cae, Apolo cae, el suelo cae y yo me hundo en el abismo.
Vuelvo a estar en mi biblioteca. Cierro los ojos lentamente y me vuelvo a acomodar en mi sillón. Noto como el sudor recorre mi cuerpo. Vuelvo a abrir mis ojos para contemplar la chimenea. Sólo unas leves lenguas de fuego saborean la madera. La oscuridad comienza a surgir y velozmente rodea toda la habitación. En un instante me encuentro en una gruta rodeado de estanterías llenas de muñecas. Doy vueltas y vueltas para ver como las muñecas me miran de manera inquisidora. Me quedo quieto. Aguanto la respiración. Las cabezas de muñecas se mueven de un lado a otro, como si estuvieran negando algo. Yo las imito. Pronto escucho a la lejanía el sonido de un metal que ha caído, oigo como el sonido metálico retumba por toda la gruta; las muñecas vuelven a mirar al frente. Se tiran hacia delante, todas las muñecas caen de las estanterías al mismo tiempo. Caen cientos, pronto son miles y en un cerrar de ojos me encuentro que estoy siendo arrastrado por una marea de muñecas, es en este mar de juguetes donde noto como me ahogo, me muero.
Todo vuelve a la normalidad excepto que hay un incendio delante de mi. Me levanto cuando mi mente puede volver a pensar con claridad. Corro hacia la puerta, lo hago por mi vida. El incendio extiende sus tentáculos por toda la habitación, los libros sólo hacen que alimentar al fuego. Lo que antaño fue el combustible de mi mente, de mi construcción como persona, es ahora el combustible de mi destrucción. El incendio no tarda en recorrer toda la hacienda, los criados no tardan en salir al exterior, yo me quedo en la puerta. Escucho un sonido metálico que ocurre en el piso de arriba, dirijo mi miraba hacia las escaleras, no pienso, no reflexiono, subo al otro piso. El infierno acaba de cerrar mi única vía de escapatoria, no me importa, sólo deseó saber que es ese sonido metálico. Me quedo parado sin respiración, en parte por el humo y en parte por la sorpresa. Delante de mi persona hay una estatua de Apolo, nos volvemos a encontrar. Nuestras miradas se cruzan. El edifico cae, Apolo cae, el suelo cae y yo me hundo en el abismo.