03/04/2018 05:12 PM
Tema surgido a raíz de lo que se ha hablado aquí: http://clasico.fantasitura.com/thread-1465.html
La verdad, es bastante complicado poder afirmar rotundamente que Robert E. Howard sea o no un autor de calidad. Tengamos en cuenta que publicó en la Weird Tales, una revista pulp considerada literatura menor. Pero más allá de los prejuicios que puede suponernos el que una obra aparezca en una revista así, ¿los relatos de Howard son realmente literatura menor?
Hay mucha gente que se ha dedicado a reivindicar la calidad literaria de la literatura pulp. Que algo aparezca en primera instancia como literatura "popular", "menor" o "de frikis" puede dar una muy mala impresión de la obra: es una cuestión basada, más que nada, en el concepto aristotélico de ethos. La existencia de personas que han sabido mirar más allá de eso es evidente en lo ocurrido con un autor como Lovecraft, que empezó en unas condiciones prácticamente iguales a las de Howard, pero que actualmente sus recopilaciones de relatos tienen incluso ediciones críticas y académicas. Un claro ejemplo de esto es la antología de Los mitos de Cthulhu en Alianza Editorial, edición crítica a cargo del filólogo Rafael Llopis. Por mucho que Lovecraft fuese considerado en origen un autor menor, nadie puede negar que, después de haber sido reivindicado por filólogos, es erróneo y prejuicioso encasillarlo en la literatura "menor", "popular" o "de frikis".
Con Robert E. Howard pasa, según considero, exactamente lo mismo, aunque quizá no haya sido tan reivindicado como Lovecraft; aunque, sin ir más lejos, en la antología del universo lovecraftiano que he mencionado antes aparece un relato de Robert E. Howard: La piedra negra. Considero que, de igual forma, hay varios relatos dentro del ciclo de Conan cuya calidad es igual o superior a la de La piedra negra. La edición que tengo de Conan es la publicada por Timún Más en varios tomos, de los que solo tengo los dos primeros; Timún Mas tal vez no tenga el mismo prestigio filológico que Alianza, pero en la edición que tengo hay un prólogo de Mark Schultz y Patricia Louinet en el que se defiende el considerar los relatos del bárbaro como algo de calidad literaria, si bien se matiza que no todos los relatos tienen la misma calidad. Es totalmente lógico: tengamos en cuenta que Howard escribía mucho, y que revistas como Weird Tales probablemente valorasen más la cantidad que la calidad. Pero el que haya escrito relatos bastante peores no le resta calidad a los que sí que son buenos. Tengamos en cuenta que esto mismo le ha pasado siempre a los más reconocidos escritores de la literatura universal de todos los tiempos. Lope de Vega, sin ir más lejos, escribía demasiadas obras de teatro, y ni de lejos tenían todas ellas la misma calidad literaria, pero la existencia de sus obras malas no desmerece la calidad de las que no lo son.
De todos los relatos de Conan contenidos en los dos primeros tomos de Timún Mas, que son los que he leído, salvaría los siguientes: El fénix en la espada, La hija del gigante helado, La torre del elefante, La reina de la Costa Negra y Xuthal del Crepúsculo. El resto tampoco es que sean especialmente malos, pero no me parecen tan logrados.
Como sea, creo que se puede afirmar que una obra es o no de calidad cuando esa obra tiene la cualidad de descubrirle algo a sus lectores. En ese sentido Robert E. Howard lo logra, y creo que con bastante acierto. El personaje de Conan es un golpe muy duro a la mentalidad sociedad del siglo XX, y quien sepa leer con atención sus relatos podrá ver resquicios de la filosofía de Rousseau y de Nietzche: una persona fuerte, que logra valerse por sí misma, que desprecia la civilización y que se ríe de los miedos de los hombres civilizados. Howard se vale de él para poner en evidencia los miedos y la ansiedad de la sociedad civilizada que le ha tocado vivir. Por ello, y por la elegancia y brutalidad con la que desarrolla la trama de alguno de sus relatos, creo que tales narraciones merecen estar bastante en consideración por cualquier lector exigente desde que aparecieron a principios del siglo XX hasta la actualidad. Que tampoco hemos cambiado tanto, vaya.
La verdad, es bastante complicado poder afirmar rotundamente que Robert E. Howard sea o no un autor de calidad. Tengamos en cuenta que publicó en la Weird Tales, una revista pulp considerada literatura menor. Pero más allá de los prejuicios que puede suponernos el que una obra aparezca en una revista así, ¿los relatos de Howard son realmente literatura menor?
Hay mucha gente que se ha dedicado a reivindicar la calidad literaria de la literatura pulp. Que algo aparezca en primera instancia como literatura "popular", "menor" o "de frikis" puede dar una muy mala impresión de la obra: es una cuestión basada, más que nada, en el concepto aristotélico de ethos. La existencia de personas que han sabido mirar más allá de eso es evidente en lo ocurrido con un autor como Lovecraft, que empezó en unas condiciones prácticamente iguales a las de Howard, pero que actualmente sus recopilaciones de relatos tienen incluso ediciones críticas y académicas. Un claro ejemplo de esto es la antología de Los mitos de Cthulhu en Alianza Editorial, edición crítica a cargo del filólogo Rafael Llopis. Por mucho que Lovecraft fuese considerado en origen un autor menor, nadie puede negar que, después de haber sido reivindicado por filólogos, es erróneo y prejuicioso encasillarlo en la literatura "menor", "popular" o "de frikis".
Con Robert E. Howard pasa, según considero, exactamente lo mismo, aunque quizá no haya sido tan reivindicado como Lovecraft; aunque, sin ir más lejos, en la antología del universo lovecraftiano que he mencionado antes aparece un relato de Robert E. Howard: La piedra negra. Considero que, de igual forma, hay varios relatos dentro del ciclo de Conan cuya calidad es igual o superior a la de La piedra negra. La edición que tengo de Conan es la publicada por Timún Más en varios tomos, de los que solo tengo los dos primeros; Timún Mas tal vez no tenga el mismo prestigio filológico que Alianza, pero en la edición que tengo hay un prólogo de Mark Schultz y Patricia Louinet en el que se defiende el considerar los relatos del bárbaro como algo de calidad literaria, si bien se matiza que no todos los relatos tienen la misma calidad. Es totalmente lógico: tengamos en cuenta que Howard escribía mucho, y que revistas como Weird Tales probablemente valorasen más la cantidad que la calidad. Pero el que haya escrito relatos bastante peores no le resta calidad a los que sí que son buenos. Tengamos en cuenta que esto mismo le ha pasado siempre a los más reconocidos escritores de la literatura universal de todos los tiempos. Lope de Vega, sin ir más lejos, escribía demasiadas obras de teatro, y ni de lejos tenían todas ellas la misma calidad literaria, pero la existencia de sus obras malas no desmerece la calidad de las que no lo son.
De todos los relatos de Conan contenidos en los dos primeros tomos de Timún Mas, que son los que he leído, salvaría los siguientes: El fénix en la espada, La hija del gigante helado, La torre del elefante, La reina de la Costa Negra y Xuthal del Crepúsculo. El resto tampoco es que sean especialmente malos, pero no me parecen tan logrados.
Como sea, creo que se puede afirmar que una obra es o no de calidad cuando esa obra tiene la cualidad de descubrirle algo a sus lectores. En ese sentido Robert E. Howard lo logra, y creo que con bastante acierto. El personaje de Conan es un golpe muy duro a la mentalidad sociedad del siglo XX, y quien sepa leer con atención sus relatos podrá ver resquicios de la filosofía de Rousseau y de Nietzche: una persona fuerte, que logra valerse por sí misma, que desprecia la civilización y que se ríe de los miedos de los hombres civilizados. Howard se vale de él para poner en evidencia los miedos y la ansiedad de la sociedad civilizada que le ha tocado vivir. Por ello, y por la elegancia y brutalidad con la que desarrolla la trama de alguno de sus relatos, creo que tales narraciones merecen estar bastante en consideración por cualquier lector exigente desde que aparecieron a principios del siglo XX hasta la actualidad. Que tampoco hemos cambiado tanto, vaya.
"¡Que la vida se tome la pena de matarme
ya que yo no me tomo la pena de vivir!"