Geralt y Ciri se encontraban cabalgando en el frondoso bosque de Qualinesti. Habían abandonado la academia para ir a buscar setas, en un rato de ocio. Aunque el objetivo, esta vez, no era comerlas una vez recogidas, sino evitar que cayeran en manos de un mago maligno que las usaba para elaborar una pócima que convertía lagartijas en dragones, y ratas en un animal espantoso sobre el que se podía montar y sus mordiscos causaban terribles heridas.
—Pararemos aquí, Ciri.
—¿Crees que aquí habrá setas, Geralt?
—Puede haber. Aquí llega poca luz, y por estas zonas es habitual verlas tanto en el suelo como en los troncos de los árboles.
Tras apearse de sus monturas y dejarlas atadas a una encina, Geralt tomó una navaja, y comenzó a cortar un hongo adherido a un roble. Mientras Ciri lo miraba atentamente, apareció una silueta escondida bajo una túnica negra con una capucha que hacía que su cara no fuera visible, salvo los ojos, que brillaban en la oscuridad de la capucha como estrellas en el cielo nocturno. Ante la atónita niña, extendió los brazos, dejando ver unas manos pálidas y huesudas.
—¡Geralt! ¡Cuidado! —gritó asustada al ver el aspecto siniestro de aquel ser.
—Tranquila, muchacha —susurró en encapuchado con un timbre de voz inquietante—. Solo he venido a buscar setas, como vosotros.
Ciri comenzó a tener aún más miedo, pues comprendió que se trataba del mago maligno.
—¡Geralt, debe ser él!
—Sí —respondió este desenvainando la espada—. Hazte a un lado, brujita. Si sigues entrenando podrás derrotar a seres como este, pero ahora, debo ser yo quien luche.
—Parece que tenemos que batirnos en duelo —dijo el brujo de la capucha en tono susurrante—
—No si te retiras.
—No sueñes, señor Geralt.
Volviendo a extender sus manos, el misterioso personaje hizo aparecer unas bolas brillantes, de un tono azulado, que se dirigían hacia Geralt, quien pudo desviarlas con sus toques de espada. Sin embargo, esto le costaba lo suficiente como para no poder acercarse. Haciendo un enorme esfuerzo desviando cinco bolas en pocos segundos, observó como una mujer rubia y atlética, ataviada con una cota de malla y un casco, se acercaba con una daga en mano, dispuesta a matar al mago. No obstante, este la percibió de algún modo, y una de las bolas golpeó la cara de la mujer, derribándola al suelo.
—Sashka, no es tan fácil pillarme desprevenido.
—¡Iramesoj, miserable! ¡Esta vez no te escaparás!
Tanto Sashka como Geralt se dieron cuenta de que estaban ante un enemigo común sin necesidad de hablarlo, por lo que le atacaron entre los dos. El poder de Iramesoj era demasiado abrumador, y con las esferas luminosas que producía con la mano izquierda golpeaba a la guerrera, y con las de la mano derecha, al brujo.
—Ju, ju, ju... sois débiles como hormigas, al lado de un mago legendario como yo. Ju, ju, ju
Mientras seguía emitiendo aquella risa molesta, Sashka se acercó a Geralt y le propuso un plan.
—Yo me adelantaré y tú ve detrás de mí. Seré tu escudo humano y podrás acercarte sin que te toque.
Geralt asintió y Sashka corrió hacia el enemigo recibiendo un gran número de golpes, pero al apartarse, Iramesoj se encontró con el brujo albino, quien lo ensartó con su espada.
—¡Miserable! —gritó con la angustia de quien se sabe moribundo—. ¡Te aseguro que...!
No pudo continuar porque Sashka le rebanó la garganta, matándolo al instante.
—Mejor así, que era muy irritante.
Al ver que el peligro había cesado, Ciri se acercó a ambos.
—Gracias por tu ayuda, desconocida guerrera —dijo la niña sonriendo.
—De nada, pequeña —respondió devolviendo otra sonrisa—. Soy Sashka, mercenaria de profesión, pero solo mato a los que se lo merecen.
—¿Ese mago era tu objetivo? —preguntó Geralt—. Parecíais conoceros bien.
—Nos conocemos bien. Me ha costado mucho matarlo porque tiene una guarida custodiada por horribles criaturas, pero finalmente ha caído.
—Interesante...tanto la historia como tú.
—¿Y tú eres...?
—Geralt, Geralt de Rivia.
—Intuyo que tanto tu historia como la mía son interesantes y llenas de peligros.
—¡Sashka, cuentanos tus aventuras! —intervino Ciri.
—Ahora no. Si quieres ser una bruja tienes que entrenar. Has estado en peligro y hemos podido salvarte, pero debes volver con Coën, Vesemir, Eskel y Lambert.
—Es verdad, pero me gustaría...
—Ciri. Ya.
—¿Estás enfadado? —preguntó mordiendose el labio.
—Estoy enfadado conmigo, porque te he puesto en peligro. Te llevaré con Lambert y los demás, y...
—No te preocupes —intervino Sashka—, que le contaré muchas cosas a Geralt para que te las cuente. Además, ¿Quien sabe si volvemos a vernos? Algo me dice que será así —dijo guiñándole el ojo.
—Está bien.
***
Tras dejar a Ciri y volver, Sashka y Geralt se encontraron en el mismo punto donde sus caminos se cruzaron.
—Sentémonos allí, Geralt, a la sombra de ese árbol, y hablemos.
Tras hacerlo, la mujer comenzó a hablar sobre sí misma.
—Me ha costado llegar a ser lo que soy. He tenido que entrenar duro, pero al final ha merecido la pena.
—¿Cual ha sido el objetivo más dificil de eliminar?
—Puede que no te lo creas, pero yo maté al rey de las cabras y a muchos de sus soldados.
Geralt quedó muy sorprendido. El rey de las cabras, también conocido como Cabromagno, tenía un ejército cuyos soldados vestían con ropa de lana y cascos con cuernos de cabra, por lo que había recibido ese nombre. Era un caudillo militar de las estepas de Mendiverry. Tras gobernar sus dominios con guante de acero, él y su ejército desaparecieron misteriosamente. No se sabía a ciencia cierta quien exterminó aquel ejército...y ahora Geralt tenía a la responsable.
—¿Tú...tú sola?
—Sí —respondió, entre tajante y arrogante—. Me surgen pocos desafíos, pues suelo acabar pronto con mis objetivos. Iramesoj me ha costado un poco más por culpa de sus mascotas abominables, pero entre tú y yo lo logramos —le dijo con un guiño—. Te encuentro muy atractivo, Geralt. Me gustan los hombres aguerridos y fornidos, y tu pelo blanco te da un aire de madurez.
—¿En serio? —preguntó sorprendido.
—En serio, y no solo eso...has demostrado mucho instinto paternal, y eso también me gusta de los hombres. Soy guerrera, pero también madre, y me gustan los hombres que se preocupan de los niños.
Geralt también encontraba atractiva a aquella mujer, tan aguerrida y sensible al mismo tiempo. Además, parecía una caja de misterios sin fondo, ¿Qué la habría llevado a ser así? Tras una mirada, un gesto de asentimiento, y tras un gesto de asentimiento, se fundieron en un beso.
—¡Geralt! ¡Ven! —gritó Ciri.
Geralt se despertó. Todo había sido un sueño. Se sintió enormemente frustrado. Se enfadó con la niña por haberle sacado de aquella bella historia que comenzaba, y a continuación, se sintió culpable por enfadarse con ella, que no tenía culpa de nada.