05/04/2020 05:36 PM
Muchos en este foro han decidido coger los lápices y los teclados para empezar a escribir algo interesante para los demás o para sí mismos. Eso, en sí mismo, es encomiable.
Sin embargo, cuando alguien lleva bastantes años creando sus propias historias y echando mano a otros relatos tanto para su disfrute como para aprendizaje, uno acaba estableciendo una serie de conceptos muy internalizados.
Un objetivo: ¿Qué es lo que quieres mostrar al mundo? ¿Qué quieres gritarte a ti mismo? ¿Qué deseas ilustrar de forma única y personal?
Una ley: Uno puede seguir un arquetipo estilístico (la literatura noir tiene una forma de expresión muy particular, por ejemplo), o una serie de prohibiciones personales (si a alguien no le gusta el romance, puede prohibirse el escribir tales ficciones) o, sencillamente, elegir una forma específica de expresarse ("a partir de ahora, mis relatos serán puro diálogo, sin acotaciones narrativas, como que me llamo Ruflesio III, El bigotes"). La cuestión es que el autor pasa a ser fiel a unas formas que considera propias.
Una excepción: Por supuesto, nadie es tan inflexible como para mantener un objetivo toda la vida o seguir unas leyes tan tajantemente que limite su creatividad a unas pocas formas. Aquí es donde entran las excepciones.
Así pues, escritores que os consideréis veteranos, ¿cuál es vuestro objetivo? ¿Vuestra ley? ¿Y la excepción?
Mi objetivo: Quiero seguir un patrón literario similar al de la fantasía clásica. La "fantasía" es la "rotura inesperada de la realidad". No tiene que ser algo tan brusco como aparecer en un mundo diferente. Si algo que ha enseñado leer la obra de María Gripe, es que la fantasía puede ser deliciosamente sutil e integrada en nuestra vida diaria en pequeñísimos detalles que hacen de todo más delicioso de vivir. O más terrorífico si nos acercamos a la fantasía del siglo XIX. ¿Quieres hacerlo con extrañas criaturas? Siempre y cuando tenga nuestra realidad al alcance, ya sea en la narración, ya en su simbología, así sea. Tiene que haber un antes y un después de esa fantasía. Y en esa rotura, algo ha de cambiar dramáticamente, sea para bien o para mal.
Bastian regresó cambiado de Fantasía.
Y todos aquellos que vieron a Cthulhu en persona comprendieron su insignificante papel en el universo.
Mi ley: Ya no recurro tanto a la violencia. Sí, considero que el conflicto es necesario, pero reniego de la violencia para su solución. Incluso si se acaba usando ésta para resolver el problema, dejo bien claro por el camino que nunca debería haber terminado así, que hubo decenas de oportunidades de terminar la historia si alguien sencillamente se hubiera sentado, hablado y escuchado. Reniego de historias en las que la guerra es el centro de todo, como problema y como solución.
Y, al mismo nivel, no recurro al amor como fuerza que mueve las relaciones interpersonales. Me cansa que la gente pase de indiferencia a amor absoluto en el transcurso de cuatro páginas. Oh, me encanta el sexo bien narrado. No me importa que haya demostraciones de afecto. Tampoco me importa que alguien tenga a alguien favorito: eso es perfectamente natural. Sin embargo, ¿por qué hay veces que me parece que los soldados van a la guerra para ligar? No.
Existe la amistad, existe la lealtad, existe el respeto, existe la fidelidad... muchas alternativas para el tradicional romance. Pero eso sería complicado de escribir, ¿verdad?
Mi excepción: No puedo ignorar los hechos culturales, así como los hechos sociales. La guerra acabará empezando, diga lo que diga y unas personas acabarán embobadas por otras, hoy y mañana. Y cuando eso ocurre, en fin, qué le voy a hacer: voy a escribir la palabra "guerra" y la palabra "enamorados". No soy un pacifista que piensa que siempre hay alternativas al conflicto violento ni un amargado que reniega del amor.
Pero, no lo olvidemos, esto es mi excepción.
¿Cuáles son vuestros objetivos? ¿Cuáles son vuestras leyes? ¿Y vuestras excepciones?
Sin embargo, cuando alguien lleva bastantes años creando sus propias historias y echando mano a otros relatos tanto para su disfrute como para aprendizaje, uno acaba estableciendo una serie de conceptos muy internalizados.
Un objetivo: ¿Qué es lo que quieres mostrar al mundo? ¿Qué quieres gritarte a ti mismo? ¿Qué deseas ilustrar de forma única y personal?
Una ley: Uno puede seguir un arquetipo estilístico (la literatura noir tiene una forma de expresión muy particular, por ejemplo), o una serie de prohibiciones personales (si a alguien no le gusta el romance, puede prohibirse el escribir tales ficciones) o, sencillamente, elegir una forma específica de expresarse ("a partir de ahora, mis relatos serán puro diálogo, sin acotaciones narrativas, como que me llamo Ruflesio III, El bigotes"). La cuestión es que el autor pasa a ser fiel a unas formas que considera propias.
Una excepción: Por supuesto, nadie es tan inflexible como para mantener un objetivo toda la vida o seguir unas leyes tan tajantemente que limite su creatividad a unas pocas formas. Aquí es donde entran las excepciones.
Así pues, escritores que os consideréis veteranos, ¿cuál es vuestro objetivo? ¿Vuestra ley? ¿Y la excepción?
Mi objetivo: Quiero seguir un patrón literario similar al de la fantasía clásica. La "fantasía" es la "rotura inesperada de la realidad". No tiene que ser algo tan brusco como aparecer en un mundo diferente. Si algo que ha enseñado leer la obra de María Gripe, es que la fantasía puede ser deliciosamente sutil e integrada en nuestra vida diaria en pequeñísimos detalles que hacen de todo más delicioso de vivir. O más terrorífico si nos acercamos a la fantasía del siglo XIX. ¿Quieres hacerlo con extrañas criaturas? Siempre y cuando tenga nuestra realidad al alcance, ya sea en la narración, ya en su simbología, así sea. Tiene que haber un antes y un después de esa fantasía. Y en esa rotura, algo ha de cambiar dramáticamente, sea para bien o para mal.
Bastian regresó cambiado de Fantasía.
Y todos aquellos que vieron a Cthulhu en persona comprendieron su insignificante papel en el universo.
Mi ley: Ya no recurro tanto a la violencia. Sí, considero que el conflicto es necesario, pero reniego de la violencia para su solución. Incluso si se acaba usando ésta para resolver el problema, dejo bien claro por el camino que nunca debería haber terminado así, que hubo decenas de oportunidades de terminar la historia si alguien sencillamente se hubiera sentado, hablado y escuchado. Reniego de historias en las que la guerra es el centro de todo, como problema y como solución.
Y, al mismo nivel, no recurro al amor como fuerza que mueve las relaciones interpersonales. Me cansa que la gente pase de indiferencia a amor absoluto en el transcurso de cuatro páginas. Oh, me encanta el sexo bien narrado. No me importa que haya demostraciones de afecto. Tampoco me importa que alguien tenga a alguien favorito: eso es perfectamente natural. Sin embargo, ¿por qué hay veces que me parece que los soldados van a la guerra para ligar? No.
Existe la amistad, existe la lealtad, existe el respeto, existe la fidelidad... muchas alternativas para el tradicional romance. Pero eso sería complicado de escribir, ¿verdad?
Mi excepción: No puedo ignorar los hechos culturales, así como los hechos sociales. La guerra acabará empezando, diga lo que diga y unas personas acabarán embobadas por otras, hoy y mañana. Y cuando eso ocurre, en fin, qué le voy a hacer: voy a escribir la palabra "guerra" y la palabra "enamorados". No soy un pacifista que piensa que siempre hay alternativas al conflicto violento ni un amargado que reniega del amor.
Pero, no lo olvidemos, esto es mi excepción.
¿Cuáles son vuestros objetivos? ¿Cuáles son vuestras leyes? ¿Y vuestras excepciones?
Quien no tiene cara, tiene voz.