28/11/2020 09:14 AM
(This post was last modified: 28/12/2021 10:31 PM by Muad Atreides.)
- Nirak es una historia que trata sobre un viejo emisar que está intentando no enloquecer debido a la cantidad de patrones que ha aprendido a lo largo de su vida.
Lugar: norte del desierto de Asdarh.
(pendiente de aprobación)
NIRAK
1
Nirak observó el fuego fijamente, intentando no pensar en el recuerdo que esas llamas evocaban en su mente. Suspiró y negó con la cabeza, totalmente decepcionado de sí mismo. Lo había vuelto a hacer: su puño había alcanzado esa molesta temperatura que lo hacía impredecible y sumamente peligroso. Pero al menos no había provocado ningún incendio.
Lentamente dejó caer al suelo el pequeño hueso que sostenía en la mano. No necesitaba mirarlo para saber que su tamaño y forma apenas habían cambiado. Después de tantos años de utilizarlos podía notar cuándo un hueso se desgastaba. En esta ocasión el gasto había sido mínimo.
Miró a su alrededor, contemplando el paisaje desolado que lo rodeaba. El desierto era el lugar perfecto para sus experimentos, ya que allí no podía lastimar a nadie. Excepto a Salia. Su nieta, obstinada como su madre, y como él mismo, había insistido en acompañarlo a los confines del mundo para ayudarlo a controlar su poder.
—Veo que esta vez no has quemado la arena.
La muchacha de cabellos carmesí y ojos verdes bajó sonriendo desde lo alto de un promontorio de rocas, manteniendo un precario equilibrio en su precipitado descenso.
—Cuidado, Sal —le advirtió Nirak—, recuerda que si te lastimas no podré ayudarte.
La joven se detuvo un segundo, lo miró y bufó, luego se dejó caer desde lo alto de la última roca, logrando que su cuerpo girase en el aire y aterrizando en la arena con la gracia propia de una acróbata profesional.
Nirak sintió cómo su corazón dejaba de latir por un instante.
«Maldita niña —se dijo—, va a lograr matarme del susto antes de que yo mismo pueda hacerlo».
Salia se acercó a él tarareando una canción asdarh. Caminaba despreocupadamente, como si el estar en medio de la nada, con su abuelo como única compañía, un viejo emisar acabado y medio loco, fuese suficiente protección ante los peligros del desierto.
El día llegaba a su fin, y en el norte de Asdarh las noches solían ser frías. La joven dedicó una mirada calculadora a la pequeña fogata que crepitaba en medio del silencioso crepúsculo, como si evaluara los pros y contras de acercarse al fuego. Tras unos segundos decidió que no había peligro en hacerlo y se dejó caer junto a los leños.
Observó a su abuelo, atenta a cualquier indicio de inestabilidad. Pero Nirak parecía absorto en sus pensamientos.
—¿Has hecho algún progreso?
La voz de Salia lo devolvió a la realidad; otra vez aquellos malditos olores volvían a su mente. Lo terrible del asunto era que no lograba precisar un punto en su vida en el cuál hubiese percibido dichos olores, por lo que comenzó a sospechar que la locura finalmente se había apoderado de él.
—Solo un poco de control —explicó, desalentado.
—Eso es bueno, ¿no? —Ella lo observó con suspicacia—. Al menos no te prendiste fuego tu mismo.
Nirak sonrió. A pesar de la arrogancia propia de la juventud, Salia lograba arrancarle una sonrisa en los momentos más inesperados. Admiraba eso de su nieta, y teniendo en cuenta que la magia había sido la responsable de la muerte de sus padres, aquella jovencita demostraba una entereza y comprensión de dicho poder como pocas personas lo harían. No en vano había logrado dominar su primer patrón mental a los doce años: el viento.
Ahora, tan solo cuatro años después, había conseguido grandes progresos con un nuevo patrón. Sin embargo, Salia se volvía cada vez más osada, presionando hasta el límite aquellos patrones, consiguiendo a menudo hacer cosas sorprendentes y peligrosas, algo que preocupaba al viejo emisar sobremanera.
Salia arrojó la piedra con todas sus fuerzas, observando cómo desaparecía en un cielo plagado de estrellas. Con la certeza de que el objeto había alcanzado su máxima altitud, envió ráfagas de viento hacia las alturas, percibiendo a través de estas hasta la más leve variación en el aire. Así fue que, luego de unos segundos, detectó la pequeña piedra cayendo a gran velocidad.
Se dejó llevar por el momento, totalmente fascinada, imaginando las posibilidades de aquel nuevo descubrimiento y confirmando lo que ya suponía: que a través de su viento podía sentir y ver las cosas como si de sus manos y ojos se tratase. Se preguntó, no sin cierta excitación, qué alcance tendría dicho poder.
No le fue difícil mantener la piedra en el aire, haciéndola danzar de un lado a otro como si estuviera manipulando una pluma. Luego redobló esfuerzos y la envió muy alto, dejando que una poderosa ráfaga la llevara más allá de la noche, hacia las estrellas.
—¿Qué haces?
La voz de su abuelo terminó con aquel momento especial. Con un gruñido de insatisfacción Salia volvió a la realidad, abriendo los ojos y mirando de mala manera a Nirak, preguntándose si la fascinación tan abrumadora que había sentido era lo que llevara finalmente a su abuelo a la locura. Luego se avergonzó por pensar así de él.
—Solo intento averiguar hasta dónde puede llegar mi viento.
Nirak guardó silencio. Parecía reflexionar sobre el asunto, aunque era probable que desvariara otra vez. Luego, sin decir una sola palabra, se marchó. En la penumbra pudo notar cómo se detenía un momento y se volteaba hacia ella.
—Solo ten cuidado de no terminar como yo.
La joven lo vio alejarse: un anciano encorvado con una simple túnica descolorida y desgastada, un paso renqueante y una actitud de completa derrota. No supo cuanto tiempo estuvo mirando en la misma dirección en la que su abuelo había desaparecido. De pronto tuvo una sensación de pérdida tan abrumadora que sintió ganas de llorar, sin saber muy bien el porqué. Segundos después un sonido sibilante le advirtió que la piedra volvía a caer, esta vez peligrosamente. La escuchó golpear la arena a solo unos metros de ella. Se acercó y observó el objeto de su experimento incrustado unos centímetros en el suelo. Cuando tomó la piedra con su mano advirtió, no sin cierta sorpresa, que estaba fría.
Jamás dejes de crear, es muy aburrido.