20/02/2022 10:20 PM
Bueno, aquí están algunos cambios que hice a los primeros diálogos.
¿Qué opinas, Muad? ¿Voy en la dirección correcta?
Alice se aproximó al inmenso barco. Eran muy distinto a todos los otros que flotaban en el puerto. Incluso los veleros más grandes parecían juguetes junto a la oscura masa metálica. Parecía una bestia del inframundo que había llegado para tragarla y llevarla a las profundidades.
¿Cómo es que todo había cambiado tan de repente? Hasta la noche anterior, creía que su vida no podía volverse más perfecta. Ahora se sentía hueca y tremendamente cansada.
De pronto escuchó que alguien gritaba su nombre y una de las chicas que charlaban cerca de ella, vino corriendo hacia ella. La muchacha la rodeó con los brazos y la levantó en el aire.
-¡Carla!
-Ali, que bueno que llegaste -dijo, bajándola a tierra y pasándole el brazo sobre los hombros, como solía hacer -, me estaba aburriendo como hongo.
Siempre le hacían gracia esos comentarios de su amiga. Si ella pudiera ponerse a charlar con desconocidos a los dos minutos de llegar a cualquier lado, nunca se aburriría.
-¿Por qué me miras así? -dijo Carla.
-Porque te quiero mucho. ¿Estás más alta?
Carla rio.
-Por supuesto que estoy más alta. Vos también. Estamos en la edad del crecimiento. Como sea, tengo que contarte. No sabes. Fuimos a la Costa Dorada otra vez, y no vas a creer con quién me encontré.
Carla tenía todo un verano de romances para compartir. Alice hizo su mejor esfuerzo por prestarle atención, pero esta vez, otras cosas ocupaban su mente. Cuando su madre le había dicho que nadie en La Academia debía saber que ella era su hija, Alice inmediatamente pensó que eso no incluía a sus dos queridas amigas Carla y Vivian. Después de todo, más que amigas, eran como hermanas.
Si tan solo no hubiera abierto la boca, pero estaba tan entusiasmada por el comienzo de clases, que durante la cena pasada, dejó entrever esos pensamientos, con los cuales no hace falta decir, su madre no había estado de acuerdo.
-¿Cómo puedes ser tan estúpida? -le había dicho-. ¿Quieres arruinar tu futuro por una tontería? ¿Eso quieres?
-No, mamá. Yo solo…
-¡Cállate! No hables. Evidentemente tengo mucho que enseñarte todavía.
De pronto, la idea de tener a su madre de profesora no se le hacía tan simpática como hasta entonces. Quiso decirle que, si tenía mucho que enseñarle, sería porque había elegido ser profesora y no madre, lo cual era muy irónico. Por supuesto eso no era algo que pudiera decir.
Al final su madre le había hecho prometer que no les diría nada a sus amigas, luego de lo cual salió corriendo a llorar en la cama. Sin embargo, tal vez hubiera una forma de contarles, sin romper su promesa. Podría decirles que tenía que guardar un secreto, pero no decirles cuál era el secreto.
-¿Alice? ¿Me estás escuchando?
Carla la miraba inquisitivamente. Diablos, se había distraído demasiado.
Antes que pudiera responder, Carla cambió de tema súbitamente, otra cosa que solía hacer a menudo.
-¿Dónde está Vi? Más vale que se aparezca pronto. Quiero entrar de una vez. – Y como si de un conjuro se tratara, llegó ante ellas un carruaje muy elegante que llamó la atención de todos.
Carla la codeó.
-Qué te apuesto a que es Vi.
La puerta se abrió y todos quedaron con la mirada fija en la joven de largo cabello lacio y uniforme gris, mientras bajaba del carruaje, exhumando elegancia y buen porte. La joven sonrió al verlas y se adelantó a su encuentro, como si nadie la estuviese observando.
-Que estilo, como siempre Vi -dijo Carla.
-Oh, cállate, es de la embajada. Les gusta presumir.
Pero Alice no tenía tiempo para las riñas y bromas de sus amigas. Se tiró sobre Vi y la abrazó como si no hubiera mañana.
-Ali -dijo un poco sorprendida Vivian -. Tranquila, está recién planchado.
La broma le sacó una sonrisa, no porque le pareciera gracioso sino porque esa era el tipo de broma que solo Viv hacía. Los uniformes de la Academia no necesitan plancharse.
-Las extrañé mucho -les dijo y algo de su angustia debió verse en sus ojos, porque Carla se acercó también y las tres se abrazaron.
¿Qué opinas, Muad? ¿Voy en la dirección correcta?
Alice se aproximó al inmenso barco. Eran muy distinto a todos los otros que flotaban en el puerto. Incluso los veleros más grandes parecían juguetes junto a la oscura masa metálica. Parecía una bestia del inframundo que había llegado para tragarla y llevarla a las profundidades.
¿Cómo es que todo había cambiado tan de repente? Hasta la noche anterior, creía que su vida no podía volverse más perfecta. Ahora se sentía hueca y tremendamente cansada.
De pronto escuchó que alguien gritaba su nombre y una de las chicas que charlaban cerca de ella, vino corriendo hacia ella. La muchacha la rodeó con los brazos y la levantó en el aire.
-¡Carla!
-Ali, que bueno que llegaste -dijo, bajándola a tierra y pasándole el brazo sobre los hombros, como solía hacer -, me estaba aburriendo como hongo.
Siempre le hacían gracia esos comentarios de su amiga. Si ella pudiera ponerse a charlar con desconocidos a los dos minutos de llegar a cualquier lado, nunca se aburriría.
-¿Por qué me miras así? -dijo Carla.
-Porque te quiero mucho. ¿Estás más alta?
Carla rio.
-Por supuesto que estoy más alta. Vos también. Estamos en la edad del crecimiento. Como sea, tengo que contarte. No sabes. Fuimos a la Costa Dorada otra vez, y no vas a creer con quién me encontré.
Carla tenía todo un verano de romances para compartir. Alice hizo su mejor esfuerzo por prestarle atención, pero esta vez, otras cosas ocupaban su mente. Cuando su madre le había dicho que nadie en La Academia debía saber que ella era su hija, Alice inmediatamente pensó que eso no incluía a sus dos queridas amigas Carla y Vivian. Después de todo, más que amigas, eran como hermanas.
Si tan solo no hubiera abierto la boca, pero estaba tan entusiasmada por el comienzo de clases, que durante la cena pasada, dejó entrever esos pensamientos, con los cuales no hace falta decir, su madre no había estado de acuerdo.
-¿Cómo puedes ser tan estúpida? -le había dicho-. ¿Quieres arruinar tu futuro por una tontería? ¿Eso quieres?
-No, mamá. Yo solo…
-¡Cállate! No hables. Evidentemente tengo mucho que enseñarte todavía.
De pronto, la idea de tener a su madre de profesora no se le hacía tan simpática como hasta entonces. Quiso decirle que, si tenía mucho que enseñarle, sería porque había elegido ser profesora y no madre, lo cual era muy irónico. Por supuesto eso no era algo que pudiera decir.
Al final su madre le había hecho prometer que no les diría nada a sus amigas, luego de lo cual salió corriendo a llorar en la cama. Sin embargo, tal vez hubiera una forma de contarles, sin romper su promesa. Podría decirles que tenía que guardar un secreto, pero no decirles cuál era el secreto.
-¿Alice? ¿Me estás escuchando?
Carla la miraba inquisitivamente. Diablos, se había distraído demasiado.
Antes que pudiera responder, Carla cambió de tema súbitamente, otra cosa que solía hacer a menudo.
-¿Dónde está Vi? Más vale que se aparezca pronto. Quiero entrar de una vez. – Y como si de un conjuro se tratara, llegó ante ellas un carruaje muy elegante que llamó la atención de todos.
Carla la codeó.
-Qué te apuesto a que es Vi.
La puerta se abrió y todos quedaron con la mirada fija en la joven de largo cabello lacio y uniforme gris, mientras bajaba del carruaje, exhumando elegancia y buen porte. La joven sonrió al verlas y se adelantó a su encuentro, como si nadie la estuviese observando.
-Que estilo, como siempre Vi -dijo Carla.
-Oh, cállate, es de la embajada. Les gusta presumir.
Pero Alice no tenía tiempo para las riñas y bromas de sus amigas. Se tiró sobre Vi y la abrazó como si no hubiera mañana.
-Ali -dijo un poco sorprendida Vivian -. Tranquila, está recién planchado.
La broma le sacó una sonrisa, no porque le pareciera gracioso sino porque esa era el tipo de broma que solo Viv hacía. Los uniformes de la Academia no necesitan plancharse.
-Las extrañé mucho -les dijo y algo de su angustia debió verse en sus ojos, porque Carla se acercó también y las tres se abrazaron.