25/02/2022 03:59 AM
Como mi bosquejo del segundo capítulo estaba más precario de lo que creía, comparto un trozo más pequeño.
# 2
-Abre -dijo la enfermera. Lo dijo con tanta autoridad, que Alice no tuvo más remedio que abrir la boca. Luego la mujer hizo ese movimiento con la cuchara que se usa para alimentar a los bebés, y Alice se quedó con aquella cosa viscosa en la boca.
Era horrible. Sabía muy, muy raro.
-Traga -ordenó la mujer.
No supo cómo, pero lo hizo. Aquello le bajó por la garganta como un ciempiés. Pensó que iba a vomitar, pero solo terminó tosiendo un poco.
-Bueno, no es para tanto - protestó la mujer-. Ahora quédate acostada y no te muevas.
La mujer escribió algunas cosas en una carpeta y luego le preguntó:
-¿Comes pescado?
-¿Perdón?
-Si comes pescado.
-Sí, seguro.
-Bien, te voy a pedir algo para que comas.
Un par de minutos después, la mujer volvió con la comida.
-Come despacio, pero cómelo todo.
-De acuerdo.
Después de comer, permaneció un rato acostada. Cada tanto, la enfermera pasaba y la revisaba. De pronto alguien llamó a la puerta y asomó la cabeza, diciendo:
-Buenos días.
Una joven se asomó. Su uniforme tenía los tonos verdes de la Casa Ilusión.
-¡Isabella! -exclamó la enfermera con alegría.
Alice se sorprendió. La enfermera parecía otra persona. Se le iluminó el rostro.
-Señorita Havoc, buenas noches. Qué lindo verla. Me alegra que sea usted quien está de guardia.
-Alguien tiene que hacerlo. Pero no me esperaba tener pacientes tan temprano -dijo, señalándola a Alice-. Por lo general no se sienten mal sino hasta después de la cena.
-No todos tienen estómago para el ponche de cangrejo.
La muchacha miró a Alice y le guiñó un ojo.
Isabella era verdaderamente hermosa. Del tipo de chica que aparece en las películas o en la tapa de las novelas románticas. Tenía un aire de seguridad que resultaba magnético.
La enfermera le entregó una hoja de papel a Isabella y luego se volteó hacia Alice.
-Bueno, ya puedes marcharte. Isabella te llevará a los dormitorios. Y asegúrate de alimentarte bien en el desayuno.
Alice quiso darle las gracias y disculparse por las molestias, pero la mujer apenas si la escuchó, se despidió efusivamente de Isabella y regresó al despacho.
Una vez a solas, la muchacha se inclinó hacia ella y le susurró:
-¿Te hizo tragar algo horrible?
Su tono de complicidad la enganchó enseguida.
-¡Sí! -exclamó.
Isabella la tomó del brazo y comenzó a caminar con ella hacia la puerta.
-No sé que tienen los funcionarios de la salud - le dijo-, pero son los únicos que logran un grado de autoridad suficiente como para hacerle a uno, tragar esas cosas espantosas. ¿De qué color te tocó?
-Morado.
-Uy, morado es el peor. ¿Cómo es que sigues viva?
Además de hermosa, Isabella era muy agradable. Debía ser la chica más popular en toda la escuela.
# 2
-Abre -dijo la enfermera. Lo dijo con tanta autoridad, que Alice no tuvo más remedio que abrir la boca. Luego la mujer hizo ese movimiento con la cuchara que se usa para alimentar a los bebés, y Alice se quedó con aquella cosa viscosa en la boca.
Era horrible. Sabía muy, muy raro.
-Traga -ordenó la mujer.
No supo cómo, pero lo hizo. Aquello le bajó por la garganta como un ciempiés. Pensó que iba a vomitar, pero solo terminó tosiendo un poco.
-Bueno, no es para tanto - protestó la mujer-. Ahora quédate acostada y no te muevas.
La mujer escribió algunas cosas en una carpeta y luego le preguntó:
-¿Comes pescado?
-¿Perdón?
-Si comes pescado.
-Sí, seguro.
-Bien, te voy a pedir algo para que comas.
Un par de minutos después, la mujer volvió con la comida.
-Come despacio, pero cómelo todo.
-De acuerdo.
Después de comer, permaneció un rato acostada. Cada tanto, la enfermera pasaba y la revisaba. De pronto alguien llamó a la puerta y asomó la cabeza, diciendo:
-Buenos días.
Una joven se asomó. Su uniforme tenía los tonos verdes de la Casa Ilusión.
-¡Isabella! -exclamó la enfermera con alegría.
Alice se sorprendió. La enfermera parecía otra persona. Se le iluminó el rostro.
-Señorita Havoc, buenas noches. Qué lindo verla. Me alegra que sea usted quien está de guardia.
-Alguien tiene que hacerlo. Pero no me esperaba tener pacientes tan temprano -dijo, señalándola a Alice-. Por lo general no se sienten mal sino hasta después de la cena.
-No todos tienen estómago para el ponche de cangrejo.
La muchacha miró a Alice y le guiñó un ojo.
Isabella era verdaderamente hermosa. Del tipo de chica que aparece en las películas o en la tapa de las novelas románticas. Tenía un aire de seguridad que resultaba magnético.
La enfermera le entregó una hoja de papel a Isabella y luego se volteó hacia Alice.
-Bueno, ya puedes marcharte. Isabella te llevará a los dormitorios. Y asegúrate de alimentarte bien en el desayuno.
Alice quiso darle las gracias y disculparse por las molestias, pero la mujer apenas si la escuchó, se despidió efusivamente de Isabella y regresó al despacho.
Una vez a solas, la muchacha se inclinó hacia ella y le susurró:
-¿Te hizo tragar algo horrible?
Su tono de complicidad la enganchó enseguida.
-¡Sí! -exclamó.
Isabella la tomó del brazo y comenzó a caminar con ella hacia la puerta.
-No sé que tienen los funcionarios de la salud - le dijo-, pero son los únicos que logran un grado de autoridad suficiente como para hacerle a uno, tragar esas cosas espantosas. ¿De qué color te tocó?
-Morado.
-Uy, morado es el peor. ¿Cómo es que sigues viva?
Además de hermosa, Isabella era muy agradable. Debía ser la chica más popular en toda la escuela.