02/03/2022 03:36 AM
# 2.3
De los pocos recuerdos que Alice conservaba de su padre, los más bonitos tenían que ver con El Patriarca, el árbol más grande y antiguo de toda la isla. Recordaba a su padre contándole acerca del árbol mágico y las hadas que vivían en él. Eran sus historias favoritas para antes de dormir. No recordaba ninguna de las historias que le contó, solo recordaba que le encantaba escucharlas.
“Cuando llega la noche, las flores del gran árbol se abren y su bioluminosidad se activa, llamando a las hadas. Estas acuden a alimentarse, cantando tonadas que solo ellas comprenden, llenando el aire de magia y sueños por cumplir”.
Ahora estaba allí y realmente era tan grande como su padre le había dicho. Las hadas nocturnas revoloteaban por todas partes. Había cientos de ellas, yendo de flor en flor, de rama en rama.
Una lágrima se formó en sus ojos.
-Tómate tu tiempo -le dijo Isabella al verla tratar de recuperar la compostura-. Hay solo una oportunidad para verlo por primera vez.
-No, yo… -fue a decir algo, pero se detuvo. Un hada pasó cerca de ella y Alice pudo oír su canto. Fue muy breve, pero lo oyó. No fue nada como hubiera escuchado antes. Por un momento la puso mucho más triste y melancólica. Afortunadamente, no muchas hadas se acercaban al suelo y Alice pudo reponerse. Solo por las dudas, decidió alejarse un poco. Ya tenía demasiado en la mente como para lidiar con más cosas.
-Es muy hermoso -le dijo a Isabella, quien también se había detenido a observarlo y tenía una mirada perdida.
-¿Verdad que sí? -respondió, saliendo del trance.
Se dirigieron a las escaleras y subieron a la primer galería.
-Primer año está en el primer piso. Tu habitación es ésta, la 1C, y aquí tengo tu llave.
Le entregó una pequeña llave dorada.
-Anda, abre.
Alice abrió y ambas entraron.
-Tu equipaje ya está desempacado -le explicó -. Lo encontrarás bien ordenado dentro de tu cómoda y armario personal. Además, todas tienen un escritorio y una biblioteca. La llave es la misma que la de la habitación, pero son combinaciones diferentes, por supuesto.
Todo era muy hermoso y acogedor.
-Hasta tercer año compartirás habitación con otras tres compañeras. Aquí es vuestro tocador. Yo en tu lugar aprovecharía que las demás aún no llegan para darme un baño. Te recomiendo las sales violetas, dos cucharaditas.
Alice la verdad estaba un poco aturdida y no sabía qué decir. Sentía que necesitaba estar sola para poder asimilarlo todo, pero a la vez no quería que Isabella se marchara.
-Fue un placer conocerte, Alice - y se acercó a darle un abrazo.
-Igual -se apresuró a contestar -. Muchas gracias por todo. Lamento que tuvieras que encargarte de mí.
La muchacha le dedicó una amplia sonrisa.
-Me divertí -dijo desde la puerta y luego la dejó sola.
***
No quería seguir en el baño para cuando las demás llegaran, así que solo tomó una ducha rápida.
Se sentó en la cama y miró la habitación. Más parecía una habitación de hotel que de escuela. No tenía nada que ver con la habitación que había compartido con Carla y Vivian. Aquella había sido para veinte camas, sin armarios, sin espejos ni escritorios; sin siquiera almohadones, solo un baúl a los pies de una cama estrecha y estéril. Y cambiaría todo este lujo que tenía ahora por volver a estar con ellas.
¿Por qué? No quería nuevas compañeras. Después de tener la suerte de que las tres entraran a La Academia…
Escuchó ruidos afuera de la habitación. Sin pensarlo, apagó las luces y saltó a la cama. No estaba preparada para conocer a sus nuevas compañeras de cuarto.
Por un momento pensó que se había equivocado pero luego escuchó claramente las voces y los pasos de una multitud de estudiantes que volvían del banquete.
-Acá, es esta -dijeron del otro lado de la puerta.
La llave entró en la cerradura y la puerta se abrió.
Alice era muy buena fingiendo dormir. Había sido una habilidad indispensable en su antigua escuela.
-Shhh… está dormida -dijo la primera en entrar.
-¿En serio ya está dormida? -preguntó la segunda.
-La vas a despertar -protestó la tercera.
Alice cortó su respiración profunda y se movió un poco.
-¿Ves?
Era divirtiendo. Podía sentir a las tres chicas quedarse completamente quietas. Luego de un momento, volvió a hacer respiraciones profundas y las tres chicas suspiraron de alivio.
-¿Quién se duerme temprano el primer día?
-Tal vez le dieron algo para dormir en la enfermería.
De pronto una de ellas abrió la puerta del baño y exclamó en susurros.
-¡Guooou!
-¡Shhhh! ¿Qué parte de no hacer escándalo no estamos entendiendo?
-¡Hay una bañera!
-¡No! ¿En serio?
-¿Solo una?
-Hay que meternos.
-¿Juntas?
-Sí, ¿por qué no? Ay, vamos. Vamos a vivir juntas. Desde ahora somos como hermanas.
-¿Naty?
-No, creo que voy a tomar una ducha nomás.
-Yo sí. Con tres hermanos mayores, no me vendría mal un poco de tiempo de chicas.
Pocos minutos después las escuchó reír y cuchichear.
Alice sabía que no tenía sentido torturarse, pero no pudo evitar imaginar que eran Carla y Vivi que compartían la bañera con ella y se tiraban agua.
Cuando el sonido de la ducha se cortó, Alice se secó los ojos y volvió a fingir que dormía.
De los pocos recuerdos que Alice conservaba de su padre, los más bonitos tenían que ver con El Patriarca, el árbol más grande y antiguo de toda la isla. Recordaba a su padre contándole acerca del árbol mágico y las hadas que vivían en él. Eran sus historias favoritas para antes de dormir. No recordaba ninguna de las historias que le contó, solo recordaba que le encantaba escucharlas.
“Cuando llega la noche, las flores del gran árbol se abren y su bioluminosidad se activa, llamando a las hadas. Estas acuden a alimentarse, cantando tonadas que solo ellas comprenden, llenando el aire de magia y sueños por cumplir”.
Ahora estaba allí y realmente era tan grande como su padre le había dicho. Las hadas nocturnas revoloteaban por todas partes. Había cientos de ellas, yendo de flor en flor, de rama en rama.
Una lágrima se formó en sus ojos.
-Tómate tu tiempo -le dijo Isabella al verla tratar de recuperar la compostura-. Hay solo una oportunidad para verlo por primera vez.
-No, yo… -fue a decir algo, pero se detuvo. Un hada pasó cerca de ella y Alice pudo oír su canto. Fue muy breve, pero lo oyó. No fue nada como hubiera escuchado antes. Por un momento la puso mucho más triste y melancólica. Afortunadamente, no muchas hadas se acercaban al suelo y Alice pudo reponerse. Solo por las dudas, decidió alejarse un poco. Ya tenía demasiado en la mente como para lidiar con más cosas.
-Es muy hermoso -le dijo a Isabella, quien también se había detenido a observarlo y tenía una mirada perdida.
-¿Verdad que sí? -respondió, saliendo del trance.
Se dirigieron a las escaleras y subieron a la primer galería.
-Primer año está en el primer piso. Tu habitación es ésta, la 1C, y aquí tengo tu llave.
Le entregó una pequeña llave dorada.
-Anda, abre.
Alice abrió y ambas entraron.
-Tu equipaje ya está desempacado -le explicó -. Lo encontrarás bien ordenado dentro de tu cómoda y armario personal. Además, todas tienen un escritorio y una biblioteca. La llave es la misma que la de la habitación, pero son combinaciones diferentes, por supuesto.
Todo era muy hermoso y acogedor.
-Hasta tercer año compartirás habitación con otras tres compañeras. Aquí es vuestro tocador. Yo en tu lugar aprovecharía que las demás aún no llegan para darme un baño. Te recomiendo las sales violetas, dos cucharaditas.
Alice la verdad estaba un poco aturdida y no sabía qué decir. Sentía que necesitaba estar sola para poder asimilarlo todo, pero a la vez no quería que Isabella se marchara.
-Fue un placer conocerte, Alice - y se acercó a darle un abrazo.
-Igual -se apresuró a contestar -. Muchas gracias por todo. Lamento que tuvieras que encargarte de mí.
La muchacha le dedicó una amplia sonrisa.
-Me divertí -dijo desde la puerta y luego la dejó sola.
***
No quería seguir en el baño para cuando las demás llegaran, así que solo tomó una ducha rápida.
Se sentó en la cama y miró la habitación. Más parecía una habitación de hotel que de escuela. No tenía nada que ver con la habitación que había compartido con Carla y Vivian. Aquella había sido para veinte camas, sin armarios, sin espejos ni escritorios; sin siquiera almohadones, solo un baúl a los pies de una cama estrecha y estéril. Y cambiaría todo este lujo que tenía ahora por volver a estar con ellas.
¿Por qué? No quería nuevas compañeras. Después de tener la suerte de que las tres entraran a La Academia…
Escuchó ruidos afuera de la habitación. Sin pensarlo, apagó las luces y saltó a la cama. No estaba preparada para conocer a sus nuevas compañeras de cuarto.
Por un momento pensó que se había equivocado pero luego escuchó claramente las voces y los pasos de una multitud de estudiantes que volvían del banquete.
-Acá, es esta -dijeron del otro lado de la puerta.
La llave entró en la cerradura y la puerta se abrió.
Alice era muy buena fingiendo dormir. Había sido una habilidad indispensable en su antigua escuela.
-Shhh… está dormida -dijo la primera en entrar.
-¿En serio ya está dormida? -preguntó la segunda.
-La vas a despertar -protestó la tercera.
Alice cortó su respiración profunda y se movió un poco.
-¿Ves?
Era divirtiendo. Podía sentir a las tres chicas quedarse completamente quietas. Luego de un momento, volvió a hacer respiraciones profundas y las tres chicas suspiraron de alivio.
-¿Quién se duerme temprano el primer día?
-Tal vez le dieron algo para dormir en la enfermería.
De pronto una de ellas abrió la puerta del baño y exclamó en susurros.
-¡Guooou!
-¡Shhhh! ¿Qué parte de no hacer escándalo no estamos entendiendo?
-¡Hay una bañera!
-¡No! ¿En serio?
-¿Solo una?
-Hay que meternos.
-¿Juntas?
-Sí, ¿por qué no? Ay, vamos. Vamos a vivir juntas. Desde ahora somos como hermanas.
-¿Naty?
-No, creo que voy a tomar una ducha nomás.
-Yo sí. Con tres hermanos mayores, no me vendría mal un poco de tiempo de chicas.
Pocos minutos después las escuchó reír y cuchichear.
Alice sabía que no tenía sentido torturarse, pero no pudo evitar imaginar que eran Carla y Vivi que compartían la bañera con ella y se tiraban agua.
Cuando el sonido de la ducha se cortó, Alice se secó los ojos y volvió a fingir que dormía.