La ciudad de ---------
La noche empezaba a menguar en estas tierras del sud; había sido una noche bastante gélida, algo extraño de ver en esas épocas del año. El sol salió mostrando todo el resplandor, dejando paso a un fuerte cambio de temperaturas, observando la multitud de lagartos que se prostraban en los peñascos del camino, como si esperasen el fino abrazo cálido de los rayos del astro. En ese mismo sendero, un carruaje avanzaba sin parar, mientras varios jinetes lo secundaban.
—Zacarías —dijo un joven.
—Decidme, hijo —respondió, el anciano que se encontraba de frente, en ese carruaje tan bien engalanado.
—¿Cuándo veré el colegio? —preguntó, impaciente el muchacho cuyo cabello largo parecía ondear la melodía del viento.
—Todo a su debido tiempo —contestó, apoyado en sus muñones, al mismo borde del pequeño ventanal—, primero debemos ir al palacio real, después os enseñare el colegio —se levantó del sillón y abrió un pequeño compartimiento—. Tomad —le tiró—, poneros está túnica, a partir de ahora representáis a nuestra sagrada estirpe de magos del fuego. El niño, se vistió rápidamente; el blanco hueso del atuendo destacaba de los amarrillos y rojos que decoraban el conjunto, al igual que las letras doradas en un acentuado relieve. Cuando terminó de colocarse la toga, vio uno de los objetos arcanos más poderosos, el anillo del segundo elemento.
—Guau —expresó emocionado—¿Es el legendario anillo?
—Lo es —afirmó, sin dejar de contemplarlo—, el único que permite la vulneración de las reglas —en ese instante, el joven le interrumpió:—¿La vulneración?
—Verás hijo, esta joya quien la posee puede ejecutar conjuros de otro elemento, sin estar en los monolitos de los Titanes, algo que como comprenderás, es algo magnifico —mientras hablaba, no dejaba de admirar ese anillo, casi parecía hipnotizado—. Pero no por poseer este objeto de los dioses, conlleva el mayor sacrificio de todos, dominar dos de los elementos, y cremé qué es una tarea al alcance de muy pocos —se alabó. De repente, el sonido de replicante de una trompeta sonó y era la señal de que el carruaje dejaba paso al camino, y se adentraba a menos de doscientos metros del puente de la ciudad ------.
—Maestro, maestro —exclamó, viendo que seguía embaucado del anillo —Zacarías —esta vez tiró de la ropa, al que consiguió quitar esa obsesión de ese objeto arcano.
—Casi hemos llegado —dijo el mago anciano—, habré bien los ojos Rohman, las maravillas de nuestra ciudad son el orgullo de todo el reino. Nada más decir esas palabras, el acólito apartó la cortina para poder observar a su alrededor. Fue cuando un fuerte ruido le abrumó y no era más que la imponente catarata que pasaba sobre el puente hacia la metrópolis: Tan solo diez metros separaban del viaducto de roca caliza, de esas aguas descontroladas; contempló como las enormes rocas y los diferentes desniveles, formaban un cauce más tranquilo, el río lento. Las pilastras que sujetaban le puente, se asemejaban a las formas de los titanes del mar. El espectacular salto de agua media algo más de cien varas, y cuya anchura no llegaba la vista, solo agua y más agua podías divisar a lo lejos. Los constantes reflejos del sol cerraban en cierta medida los ojos del joven aprendiz y el calor empezaba a envolver al chico como si fuera una manta de oveja. Sin darse cuenta, el carruaje llegó a la puerta de la ciudad de ------.
—Había escuchado bellezas sobre la ubicación de la metrópolis, pero uno hasta que no lo ve, no puede hacerse la idea de tal maravilla —dijo asombrado—, estoy deseando ver al Titán supremo, el primero de todos los hijos de los dioses. Ese Titán, se hallaba en la plaza del centro, donde se encontraba este islote. Por este mismo motivo, la ciudad fue construida a su alrededor. La urbe se localizaba en el borde de la catarata, en el medio de una mediana isla, del que habían ganado terreno al mismo mar, al mismo mar negro.
La puerta se abrió; la magnitud de la puerta iba en consonancia a la inmensa muralla. Varios guardias y dos caballos tiraban de un mecanismo de poleas, para solo mover ese pesado portón. Nada más pasar, lo primero que sorprendió al joven, fue las dos imponentes estatuas de los reyes, la del y la reina. << ¿Acaso se creen Titanes?>> se preguntó.
—Detened los carruajes —ordenó el maestro del colegio—, iremos a pie. El carro se detuvo y los dos hechiceros bajaron. El chico, mientras seguía al gran conjurador, no dejaba de observar a su alrededor.
—Mira —señalo eufórico—, una de las mejores tabernas de los reinos, la taberna del ocho, nombrada a sin, por tener ocho tipos de diferentes cervezas; de malta, de cebada —contaba con los dedos—de paja…bueno me dejo alguna, pero eso da igual, hijo. Sigamos, los reyes nos esperan y joven para el bien nuestro, no debemos hacerles esperar más. Siguieron andando un breve rato, hasta que el joven se detuvo, la cara de asombro del acólito no dejaba dudas, al que el maestro le dijo:
—¿Qué te pasa? —Le hacía gestos de seguir—¡Venga vamos!—Alzó la voz—. Ahh…ahora ya sé que os pasa…mi joven aprendiz, ¿Impresiona la primera vez de ver la parte flotante de la ciudad?
—Es…es…alucinante —todavía seguía embobado. Esa parte de la metrópolis estaba ganada el mar: Múltiples tablones de madera de pino y varias tablas de madera hechizada, visible gracias grabados mágicos. Para extraño que pareciera ese entramado de tablones, lograban crear calles, estrechas, pero suficiente para poder pasar tres personas sin apretujarse. Las moradas tenían también un sistema muy similar al de las pasaderas flotantes, aunque lógicamente eran mucho más trabajadas.
—Rápido, Zacarías —exclamó. El muchacho puso el primer pie en esas tablas flotantes y la primera sensación, fue la de caer al agua. Al poco rato, se acostumbró a esa singularidad, pasear encima del agua. Sin apenas percatarse, nuestro intrépido aprendiz de magia, dejó la parte flotante y volvió a entrar en la tierra, en la isla. Nada más tocar el duro pisar, una imponente plaza se encontraba delante de ellos, la plaza del Titán supremo. La veneración de los aldeanos sobre este Titán supremo, fue tal que los habitantes realizaron una enorme estatua en su honor y otorgándole forma, imaginando como deberían de ser —que nadie ha visto— , junto al monolito, característico de los Titanes. La vida en esa plaza era caótica: Puestos de vendedores gritaban a plenos pulmón las mejores ofertas, niños y niñas corrían sin mirar de frente; era una plaza de ajetreo.
—¿Queda mucho para el colegio? —preguntó.
—Dos calles y llegamos…impaciente —remarcó, Rohman.
CONTINUARA….O NO…xD
En lo del falo, da igual me hace gracia...monolito, monumento..xD
Apuntes:
1: Hay titanes; de fuego, de agua, cielo, de luz(de los elementos) y uno que es el superior, el que tiene mayor radio de alcance de magia, y el que mayor poder da para los magos.
2: hay colegios de magia, de firentes ramas, donde se aprende magia desde bien pequeños.
3: como bien nombraste, Haradrim, he puesto anillos magicos, el anillo legendario del titan supremo.
4: en esta breve historia, doy alguna normas(se peuden cambiar) de la magia: no hay un mago que pueda usar dos tipos de magia, si se dedica a el fuego, solo podra usar esa, a excepcion del poseedor del anillo del supremo que puede aplicarse en otra rama de magia(aunque mas limitada de conocimientos)
5: la ciudades creó que muchas tendría que crearse sobre los monolitos de poder, (como bien narro en esta ciudad del mar) ya que es una ventaja para los magos, tanto para el estudio y la proteccion.
6:Opino que deben haber reyes, pero que aunque tienen poder, estan muy "ligados" por los colegios, que casi tienen tanto poder como ellos o incluso a veces más.
7: no puse religion, pero si se pone la pondría sin ser demasiado importante, ya que creó que en un mundo de magos...la fe, por lo menos yo, estaria al lado de los magos que con alguna pocima pueden curarte,...no lo mismo que la iglesia...xD.
Beuno eso es todo
La noche empezaba a menguar en estas tierras del sud; había sido una noche bastante gélida, algo extraño de ver en esas épocas del año. El sol salió mostrando todo el resplandor, dejando paso a un fuerte cambio de temperaturas, observando la multitud de lagartos que se prostraban en los peñascos del camino, como si esperasen el fino abrazo cálido de los rayos del astro. En ese mismo sendero, un carruaje avanzaba sin parar, mientras varios jinetes lo secundaban.
—Zacarías —dijo un joven.
—Decidme, hijo —respondió, el anciano que se encontraba de frente, en ese carruaje tan bien engalanado.
—¿Cuándo veré el colegio? —preguntó, impaciente el muchacho cuyo cabello largo parecía ondear la melodía del viento.
—Todo a su debido tiempo —contestó, apoyado en sus muñones, al mismo borde del pequeño ventanal—, primero debemos ir al palacio real, después os enseñare el colegio —se levantó del sillón y abrió un pequeño compartimiento—. Tomad —le tiró—, poneros está túnica, a partir de ahora representáis a nuestra sagrada estirpe de magos del fuego. El niño, se vistió rápidamente; el blanco hueso del atuendo destacaba de los amarrillos y rojos que decoraban el conjunto, al igual que las letras doradas en un acentuado relieve. Cuando terminó de colocarse la toga, vio uno de los objetos arcanos más poderosos, el anillo del segundo elemento.
—Guau —expresó emocionado—¿Es el legendario anillo?
—Lo es —afirmó, sin dejar de contemplarlo—, el único que permite la vulneración de las reglas —en ese instante, el joven le interrumpió:—¿La vulneración?
—Verás hijo, esta joya quien la posee puede ejecutar conjuros de otro elemento, sin estar en los monolitos de los Titanes, algo que como comprenderás, es algo magnifico —mientras hablaba, no dejaba de admirar ese anillo, casi parecía hipnotizado—. Pero no por poseer este objeto de los dioses, conlleva el mayor sacrificio de todos, dominar dos de los elementos, y cremé qué es una tarea al alcance de muy pocos —se alabó. De repente, el sonido de replicante de una trompeta sonó y era la señal de que el carruaje dejaba paso al camino, y se adentraba a menos de doscientos metros del puente de la ciudad ------.
—Maestro, maestro —exclamó, viendo que seguía embaucado del anillo —Zacarías —esta vez tiró de la ropa, al que consiguió quitar esa obsesión de ese objeto arcano.
—Casi hemos llegado —dijo el mago anciano—, habré bien los ojos Rohman, las maravillas de nuestra ciudad son el orgullo de todo el reino. Nada más decir esas palabras, el acólito apartó la cortina para poder observar a su alrededor. Fue cuando un fuerte ruido le abrumó y no era más que la imponente catarata que pasaba sobre el puente hacia la metrópolis: Tan solo diez metros separaban del viaducto de roca caliza, de esas aguas descontroladas; contempló como las enormes rocas y los diferentes desniveles, formaban un cauce más tranquilo, el río lento. Las pilastras que sujetaban le puente, se asemejaban a las formas de los titanes del mar. El espectacular salto de agua media algo más de cien varas, y cuya anchura no llegaba la vista, solo agua y más agua podías divisar a lo lejos. Los constantes reflejos del sol cerraban en cierta medida los ojos del joven aprendiz y el calor empezaba a envolver al chico como si fuera una manta de oveja. Sin darse cuenta, el carruaje llegó a la puerta de la ciudad de ------.
—Había escuchado bellezas sobre la ubicación de la metrópolis, pero uno hasta que no lo ve, no puede hacerse la idea de tal maravilla —dijo asombrado—, estoy deseando ver al Titán supremo, el primero de todos los hijos de los dioses. Ese Titán, se hallaba en la plaza del centro, donde se encontraba este islote. Por este mismo motivo, la ciudad fue construida a su alrededor. La urbe se localizaba en el borde de la catarata, en el medio de una mediana isla, del que habían ganado terreno al mismo mar, al mismo mar negro.
La puerta se abrió; la magnitud de la puerta iba en consonancia a la inmensa muralla. Varios guardias y dos caballos tiraban de un mecanismo de poleas, para solo mover ese pesado portón. Nada más pasar, lo primero que sorprendió al joven, fue las dos imponentes estatuas de los reyes, la del y la reina. << ¿Acaso se creen Titanes?>> se preguntó.
—Detened los carruajes —ordenó el maestro del colegio—, iremos a pie. El carro se detuvo y los dos hechiceros bajaron. El chico, mientras seguía al gran conjurador, no dejaba de observar a su alrededor.
—Mira —señalo eufórico—, una de las mejores tabernas de los reinos, la taberna del ocho, nombrada a sin, por tener ocho tipos de diferentes cervezas; de malta, de cebada —contaba con los dedos—de paja…bueno me dejo alguna, pero eso da igual, hijo. Sigamos, los reyes nos esperan y joven para el bien nuestro, no debemos hacerles esperar más. Siguieron andando un breve rato, hasta que el joven se detuvo, la cara de asombro del acólito no dejaba dudas, al que el maestro le dijo:
—¿Qué te pasa? —Le hacía gestos de seguir—¡Venga vamos!—Alzó la voz—. Ahh…ahora ya sé que os pasa…mi joven aprendiz, ¿Impresiona la primera vez de ver la parte flotante de la ciudad?
—Es…es…alucinante —todavía seguía embobado. Esa parte de la metrópolis estaba ganada el mar: Múltiples tablones de madera de pino y varias tablas de madera hechizada, visible gracias grabados mágicos. Para extraño que pareciera ese entramado de tablones, lograban crear calles, estrechas, pero suficiente para poder pasar tres personas sin apretujarse. Las moradas tenían también un sistema muy similar al de las pasaderas flotantes, aunque lógicamente eran mucho más trabajadas.
—Rápido, Zacarías —exclamó. El muchacho puso el primer pie en esas tablas flotantes y la primera sensación, fue la de caer al agua. Al poco rato, se acostumbró a esa singularidad, pasear encima del agua. Sin apenas percatarse, nuestro intrépido aprendiz de magia, dejó la parte flotante y volvió a entrar en la tierra, en la isla. Nada más tocar el duro pisar, una imponente plaza se encontraba delante de ellos, la plaza del Titán supremo. La veneración de los aldeanos sobre este Titán supremo, fue tal que los habitantes realizaron una enorme estatua en su honor y otorgándole forma, imaginando como deberían de ser —que nadie ha visto— , junto al monolito, característico de los Titanes. La vida en esa plaza era caótica: Puestos de vendedores gritaban a plenos pulmón las mejores ofertas, niños y niñas corrían sin mirar de frente; era una plaza de ajetreo.
—¿Queda mucho para el colegio? —preguntó.
—Dos calles y llegamos…impaciente —remarcó, Rohman.
CONTINUARA….O NO…xD
En lo del falo, da igual me hace gracia...monolito, monumento..xD
Apuntes:
1: Hay titanes; de fuego, de agua, cielo, de luz(de los elementos) y uno que es el superior, el que tiene mayor radio de alcance de magia, y el que mayor poder da para los magos.
2: hay colegios de magia, de firentes ramas, donde se aprende magia desde bien pequeños.
3: como bien nombraste, Haradrim, he puesto anillos magicos, el anillo legendario del titan supremo.
4: en esta breve historia, doy alguna normas(se peuden cambiar) de la magia: no hay un mago que pueda usar dos tipos de magia, si se dedica a el fuego, solo podra usar esa, a excepcion del poseedor del anillo del supremo que puede aplicarse en otra rama de magia(aunque mas limitada de conocimientos)
5: la ciudades creó que muchas tendría que crearse sobre los monolitos de poder, (como bien narro en esta ciudad del mar) ya que es una ventaja para los magos, tanto para el estudio y la proteccion.
6:Opino que deben haber reyes, pero que aunque tienen poder, estan muy "ligados" por los colegios, que casi tienen tanto poder como ellos o incluso a veces más.
7: no puse religion, pero si se pone la pondría sin ser demasiado importante, ya que creó que en un mundo de magos...la fe, por lo menos yo, estaria al lado de los magos que con alguna pocima pueden curarte,...no lo mismo que la iglesia...xD.
Beuno eso es todo
Los Reinos Perdidos, mi libro, en fase de terminación; un sueño de un soñador
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