08/01/2016 07:24 PM
¡Hola a todos! Aquí dejo completo el prologo de mi novela que había subido recientemente. Esta dividido en tres partes. Agradezco criticas constructivas ¡Que disfruten!
Cuando era un niño pequeño, descubrí que mamá y papá poseían tatuajes muy particulares. Ella, un número de dos dígitos en el cuello, y papá, ese mismo número, además de un dragón rojo serpenteando a lo largo de su espalda.
Fue entonces cuando me enteré de que ellos habían nacido en un mundo, y una época diferente a la que yo vivía.
En aquel mundo las personas eran divididas en rangos del uno al diez, según qué tan perfectos eran considerados. Basándose en una escala, llamada "La Clasificación". Diez era el puesto más alto y considerado un ser perfecto. Todos creían que era un mito, pero estaban equivocados...
Y gobernaban el Mundo Unificado, utilizando las palabras para convencer a la gente. Bajo sus órdenes, trabajaba la policía internacional, o la Interpol, que era conformado por personas superdotadas. Y entre ellos había dos jóvenes muy especiales, con una historia bastante peculiar. El escenario de esta historia es Winchester, una ciudad amurallada que guardaba muchos secretos.
Con estos datos básicos, podemos comenzar esta historia.
Una historia sobre un niño y una niña.
Katrina Black y Light Amane nunca debieron haberse conocido, mucho menos haberse vuelto amigos. Ella era un Nueve, demasiado cerca de la perfección como para mezclarse con él, un simple número Dos. Sin embargo, no era esta la razón por la que el Sistema quería a Light muy lejos de ella.
Katrina y Light se conocían únicamente de vista. Light, como los otros Dos, era un futuro artista. Por lo general Katrina lo veía devorando libros gordos y enormes. Katrina por su lado, leía de todo un poco. Lite siempre notaba que le gustaba estudiar mucho, no era sorpresa que Katrina era la alumna más sobresaliente. Era un Nueve, y todos los Nueves son genios, por eso no tenían un campo de trabajo asignado como los demás rangos.
Sin embargo, todo se desató una noche de diciembre.
La madre de Katrina Black, Melinda Black, insistió en ir a ver la presentación que se hacía en la plaza... Ese día había solo Katrina y su madre asistirían, Alex su hermano no quiso ir.
Ese día fue la primera vez que le hablo.
La familia de Light organizaba el espectáculo, música, colores y actos. Light tenía su propio show de marionetas, con una historia completamente mezclada. Venia ser algo así sobre una caperucita roja motoquera que va a salvar a su abuelita de la mafia de Madagascar, pero de repente y tan naturalmente que no te dabas cuenta, aparecía un Shrek rojo con traje y un Godzilla rosa que usaba batamanta.
Quizá lo dejaban ver demasiadas películas.
Al finalizar, la madre de Kat se quedó hablando con la familia Amane. Tanto Kat como Light intentaban no sobresalir, les era difícil tratar con la gente. A ella le daba pena, y el simplemente era algo introvertido.
El viento soplaba con fuerza esa noche oscura. La laza del cabello de Kat se soltó, y luego quedo atorada en un árbol. La miro con tristeza, odiaba las alturas y no sería capaz de trepar.
Pero no fue necesario, un valiente niño japonés rubio escalo a por ella. La alcanzo, la rama se rompió, y se raspo la rodilla.
Kat lloro mientras curaban a Light, pero él no le permitió sentir culpa.
—No me he presentado como es debido, soy Light— Aguanto un quejido. Luego le tomo de la mano— Light Amane, y se lo que piensas. No, no soy bajo en grasas.
Esto le saco una sonrisa rota a Kat.
—Katrina, llámame Kat. Y no, no pensé que eras bajo en grasas.
Cuando Light se sintió mejor se fue. Ambos se despidieron con un gesto de la mano. A él le agradaba ella, y a ella él.
Más tarde, en una de las muchas veces que se frecuentaron, terminaron teniendo una conversación interesante sobre su futuro.
— ¿Y qué te gustaría hacer?—Pregunto Katrina, curiosa, más pensó que tal vez podría molestarle aquella pequeña interrogante de su parte.
El pareció vacilar si contestar o no, pero de igual forma lo hizo.
—Es un asunto algo complicado. Quizá… agente. —Las palabras venían con un tono de temor acido. — Pero mis papas dicen que "ellos…" no son buenos — Lo último lo dijo en voz muy baja, con miedo de ser oído. Su gesto parecía de repulsión u horror.
«Todos para un lugar, y un lugar para todos» Rezaba el lema del Sistema. Y el lugar de él no era el de un agente.
Light suspiro, la miro a los ojos volviendo a sonreír para romper la tensión.
—Lo mío no importa, Katrina. ¿Qué quieres tú?—
Lo había incomodado, así que decidió contestar lo que el indagaba y volteo a ver hacia donde se encontraba su padre.
—Yo quiero ser como papá... aquí entre nos te diré— Su rostro se ilumino un poco, contenta y orgullosa de lo que diría. —Papá es un agente de la Interpol, él ha estado en muchas investigaciones y le he ayudado con su labor de investigador. Yo seré como él, resolveré casos importantes...— Explico exagerando los gestos de tanta emoción.
Ante la mención de la Interpol el pareció algo incómodo, sin embargo puso una sonrisa de esas que decían «Quiero cambiar el tema, pero no quiero parecer grosero… o sospechoso».
—Es asombroso. Ojala yo pudiera hacer algo así de importante como tú—Manifestó entusiasmado, más de lo que debería.
—Sí, papá dice que en cuanto pase la Ceremonia de Asignación podré entrar a las pruebas para el Programa de Agentes Junior. Un día yo seré una de las mejores agentes. No importa cómo, soportaré el entrenamiento— Sentencio firmemente.
Después de un minuto de silencio fue cuando por fin la mente de ella cayo en cuenta de todo el tiempo en el que había mantenido una conversación con el pese a su timidez.
—Sabes... me agradas bastante.
— Ah... tú también me agradas.
Se sonrojaron, algo absurdo pero ambos vieron la sonrisa ensanchándose en el rostro del otro. Al finar lograron calmar la ligera tensión.
Esa noche fue quizás, el comienzo de algo único, una amistad entre un Dos y un Nueve. Sin embargo, eso solo era el comienzo de una aún más particular historia.
Esta es la historia de Él y Ella, dos niños de dos mundos completamente diferentes crearon una promesa fatídica, un vínculo que se había vuelto inquebrantable, que había sellado los destinos de todos para siempre.
...
31 de Diciembre.
Día de la Ceremonia de Asignación de Rango
El autobús daba tumbos al ritmo de la carretera, los niños en su interior ríen, los niños juegan, y Katrina Black… es parte de esos niños. La gente de las calles grita su excitación, miran los vehículos pasando por las calles. Los pequeños de diez años, van rumbo al Centro de Clasificación. Donde se decidiría su rango para siempre.
Katrina podía sentirse parte de ello, las manos le temblaban, la efervescente emoción crecía en su pecho más y más. El viento sopla, cierra los ojos. Deseaba tatuar aquel recuerdo en su mente. El sonido de la multitud animándolos, el tacto del viento como diciendo hola a una nueva vida. Había luchado toda su vida por ello, como todos los demás.
No volvería. Ella sería agente de la Interpol si su número era Nueve. Permanentemente. Y no podía hacer más que observar entonces el fluir de las cosas y recordar que por más que pasara el tiempo jamás dejaría de ser lo que alguna vez había sido.
Pero en ese momento ella era Katrina, la chica apunto de decidir su vida para siempre. Los números lo decidirían, que tan perfecta era. Y para ella eso estaba bien.
No podía esperar. De ninguna manera.
Soñaba con viajar y conocer, vivir la vida que solo se podía vivir en los libros. Conocer el mundo, submundos y sobremundos. Ella había leído sobre personas que quería ser y aventuras que quería tener. Tantos lugares por conocer, y tanta vida por vivir.
El autobús se detuvo enfrente de la cúpula blanca que era el Centro. Una vez más, la exaltación invadió a la multitud de niños. Una niña de piel oscura gritaba de la emoción, otra, castaña; admiraba la inmensidad del interior con la boca abierta en un perfecto círculo. Había otro al que le temblaban las manos y le lloraban los ojos, y no precisamente del frio.
Ese era Light Amane.
El pobre, desgracio infeliz de Light Amane.
Desde hacía tanto, se sentía, no, era; un manojo de nervios. Y tan solo con tirar ligeramente de uno se rompía en mil pedazos. De él ya no quedaba nada más que un triste recuerdo borroso.
Se sentía destruido y patético, como si su antiguo yo alegre y de espíritu libre hubiera muerto, y en su lugar estuviera esa persona que nadie conocía. Abandonado por su suerte, sin familia que le cuidase, sin futuro por delante. Sin Kat, su dulce Kat que le había prometido amistad eterna. Pobre, cuán iluso había sido.
Ya habían pasado seis meses, desde que literalmente su mundo había ardido en llamas. La policía decía, que una fuga de gas fue la responsable de la muerte de sus padres y sus abuelos. Sin contar las quemaduras de tercer grado, y las marcas que quedaron en su cuerpo. Katrina ignoraba todo eso. Como también le ignoraba a él, desde el misterioso momento en que esa persona desconocida le visitó en el hospital, advirtiéndole que ella no deseaba verlo nunca más. Por eso no podía estar feliz, jamás lo volvería a estar. Mucho menos en ese terrible día. En ese horrible, nefasto y aterrador día.
Dos maneras muy diferentes de ver uno de los días más importantes de sus vidas.
Fuese como fuese, ambos tenían mayores cosas de que preocuparse en ese momento.
Les dividieron en grupos de muchos niños, y cada tanto, los miembros del grupo entraban por las puertas a las salas de Clasificación. Light estaba en un grupo que entraría después. que el de Kat. No le alegraba ni le molestaba. No le cabía en la mente nada que no fuera su mayor preocupación, en ese momento: El test pre-Clasificación. Había sido un estúpido por no rechazar la Simulación y realizar el test consciente. Se normal, se decía, todo el mundo toma la simulación, se decía. No recordaba nada, como él resto. Nadie sabía que ocurría en el test. Ni para que servía.
Se veía sin escapatoria, en el peor de los casos la Clasificación arrojaría el número al que tanto le había rehuido. Sus hombros, sus manos, sus piernas, temblaban tanto como si fuese un álamo. Aunque se había sentado en la silla frente a la gran pantalla holográfica, sentía que estaba por caerse. Puso su mano en la pantalla, para confirmar su identidad. La computadora empezó a analizar los datos recogidos durante esos diez años de vida. Cruzó sus dedos sudorosos. Por favor, no. Por favor, todo menos eso, pensaba. Papá, mamá, ustedes me advirtieron. Su mundo entero dependía de Aaron River, que cambiaría clandestinamente el resultado.
Entonces la voz computarizada por fin habló.
—Haz sido clasificado con el número diez. — La silla empezó a moverse, un sello con el número de dos dígitos empezaba a acercarse a él.
Gritó, de horror, de puro incipiente e insano horror.
—¡NO! ¡NO! ¡NUNCA! ¡JAMÁS! ¡NO SERÉ SU RATA DE LABORATORIO!—Se movió como un verdadero demente. Estaba totalmente fuera de sí. Rompió el brazo robótico con el sello de un solo tirón. — ¡No me importa! ¡Que se jodan! ¡Que se jodan!
El brazo impactó contra la pantalla holográfica, que realmente era de cristal, lo vidrios lo llenaron de cortadas, pero a él no le importo.
Nada le importo más que huir. Y huyó, por el ducto de la ventilación.
No se quedó ahí lo suficiente como para saber que había alguien que antes que él había sido tatuado con el número diez en su cuello.
Su nombre era Katrina Black.
Prologo
Introducción por parte de nuestro narrador.
Cuando era un niño pequeño, descubrí que mamá y papá poseían tatuajes muy particulares. Ella, un número de dos dígitos en el cuello, y papá, ese mismo número, además de un dragón rojo serpenteando a lo largo de su espalda.
Fue entonces cuando me enteré de que ellos habían nacido en un mundo, y una época diferente a la que yo vivía.
En aquel mundo las personas eran divididas en rangos del uno al diez, según qué tan perfectos eran considerados. Basándose en una escala, llamada "La Clasificación". Diez era el puesto más alto y considerado un ser perfecto. Todos creían que era un mito, pero estaban equivocados...
Y gobernaban el Mundo Unificado, utilizando las palabras para convencer a la gente. Bajo sus órdenes, trabajaba la policía internacional, o la Interpol, que era conformado por personas superdotadas. Y entre ellos había dos jóvenes muy especiales, con una historia bastante peculiar. El escenario de esta historia es Winchester, una ciudad amurallada que guardaba muchos secretos.
Con estos datos básicos, podemos comenzar esta historia.
Una historia sobre un niño y una niña.
Historia sobre un niño y una niña
Yo era un niño y ella era una niña.
Edgar Allan Poe, Annabel Lee.
Katrina Black y Light Amane nunca debieron haberse conocido, mucho menos haberse vuelto amigos. Ella era un Nueve, demasiado cerca de la perfección como para mezclarse con él, un simple número Dos. Sin embargo, no era esta la razón por la que el Sistema quería a Light muy lejos de ella.
Katrina y Light se conocían únicamente de vista. Light, como los otros Dos, era un futuro artista. Por lo general Katrina lo veía devorando libros gordos y enormes. Katrina por su lado, leía de todo un poco. Lite siempre notaba que le gustaba estudiar mucho, no era sorpresa que Katrina era la alumna más sobresaliente. Era un Nueve, y todos los Nueves son genios, por eso no tenían un campo de trabajo asignado como los demás rangos.
Sin embargo, todo se desató una noche de diciembre.
La madre de Katrina Black, Melinda Black, insistió en ir a ver la presentación que se hacía en la plaza... Ese día había solo Katrina y su madre asistirían, Alex su hermano no quiso ir.
Ese día fue la primera vez que le hablo.
La familia de Light organizaba el espectáculo, música, colores y actos. Light tenía su propio show de marionetas, con una historia completamente mezclada. Venia ser algo así sobre una caperucita roja motoquera que va a salvar a su abuelita de la mafia de Madagascar, pero de repente y tan naturalmente que no te dabas cuenta, aparecía un Shrek rojo con traje y un Godzilla rosa que usaba batamanta.
Quizá lo dejaban ver demasiadas películas.
Al finalizar, la madre de Kat se quedó hablando con la familia Amane. Tanto Kat como Light intentaban no sobresalir, les era difícil tratar con la gente. A ella le daba pena, y el simplemente era algo introvertido.
El viento soplaba con fuerza esa noche oscura. La laza del cabello de Kat se soltó, y luego quedo atorada en un árbol. La miro con tristeza, odiaba las alturas y no sería capaz de trepar.
Pero no fue necesario, un valiente niño japonés rubio escalo a por ella. La alcanzo, la rama se rompió, y se raspo la rodilla.
Kat lloro mientras curaban a Light, pero él no le permitió sentir culpa.
—No me he presentado como es debido, soy Light— Aguanto un quejido. Luego le tomo de la mano— Light Amane, y se lo que piensas. No, no soy bajo en grasas.
Esto le saco una sonrisa rota a Kat.
—Katrina, llámame Kat. Y no, no pensé que eras bajo en grasas.
Cuando Light se sintió mejor se fue. Ambos se despidieron con un gesto de la mano. A él le agradaba ella, y a ella él.
Más tarde, en una de las muchas veces que se frecuentaron, terminaron teniendo una conversación interesante sobre su futuro.
— ¿Y qué te gustaría hacer?—Pregunto Katrina, curiosa, más pensó que tal vez podría molestarle aquella pequeña interrogante de su parte.
El pareció vacilar si contestar o no, pero de igual forma lo hizo.
—Es un asunto algo complicado. Quizá… agente. —Las palabras venían con un tono de temor acido. — Pero mis papas dicen que "ellos…" no son buenos — Lo último lo dijo en voz muy baja, con miedo de ser oído. Su gesto parecía de repulsión u horror.
«Todos para un lugar, y un lugar para todos» Rezaba el lema del Sistema. Y el lugar de él no era el de un agente.
Light suspiro, la miro a los ojos volviendo a sonreír para romper la tensión.
—Lo mío no importa, Katrina. ¿Qué quieres tú?—
Lo había incomodado, así que decidió contestar lo que el indagaba y volteo a ver hacia donde se encontraba su padre.
—Yo quiero ser como papá... aquí entre nos te diré— Su rostro se ilumino un poco, contenta y orgullosa de lo que diría. —Papá es un agente de la Interpol, él ha estado en muchas investigaciones y le he ayudado con su labor de investigador. Yo seré como él, resolveré casos importantes...— Explico exagerando los gestos de tanta emoción.
Ante la mención de la Interpol el pareció algo incómodo, sin embargo puso una sonrisa de esas que decían «Quiero cambiar el tema, pero no quiero parecer grosero… o sospechoso».
—Es asombroso. Ojala yo pudiera hacer algo así de importante como tú—Manifestó entusiasmado, más de lo que debería.
—Sí, papá dice que en cuanto pase la Ceremonia de Asignación podré entrar a las pruebas para el Programa de Agentes Junior. Un día yo seré una de las mejores agentes. No importa cómo, soportaré el entrenamiento— Sentencio firmemente.
Después de un minuto de silencio fue cuando por fin la mente de ella cayo en cuenta de todo el tiempo en el que había mantenido una conversación con el pese a su timidez.
—Sabes... me agradas bastante.
— Ah... tú también me agradas.
Se sonrojaron, algo absurdo pero ambos vieron la sonrisa ensanchándose en el rostro del otro. Al finar lograron calmar la ligera tensión.
Esa noche fue quizás, el comienzo de algo único, una amistad entre un Dos y un Nueve. Sin embargo, eso solo era el comienzo de una aún más particular historia.
Esta es la historia de Él y Ella, dos niños de dos mundos completamente diferentes crearon una promesa fatídica, un vínculo que se había vuelto inquebrantable, que había sellado los destinos de todos para siempre.
...
Ceremonia de Asignación
31 de Diciembre.
Día de la Ceremonia de Asignación de Rango
El autobús daba tumbos al ritmo de la carretera, los niños en su interior ríen, los niños juegan, y Katrina Black… es parte de esos niños. La gente de las calles grita su excitación, miran los vehículos pasando por las calles. Los pequeños de diez años, van rumbo al Centro de Clasificación. Donde se decidiría su rango para siempre.
Katrina podía sentirse parte de ello, las manos le temblaban, la efervescente emoción crecía en su pecho más y más. El viento sopla, cierra los ojos. Deseaba tatuar aquel recuerdo en su mente. El sonido de la multitud animándolos, el tacto del viento como diciendo hola a una nueva vida. Había luchado toda su vida por ello, como todos los demás.
No volvería. Ella sería agente de la Interpol si su número era Nueve. Permanentemente. Y no podía hacer más que observar entonces el fluir de las cosas y recordar que por más que pasara el tiempo jamás dejaría de ser lo que alguna vez había sido.
Pero en ese momento ella era Katrina, la chica apunto de decidir su vida para siempre. Los números lo decidirían, que tan perfecta era. Y para ella eso estaba bien.
No podía esperar. De ninguna manera.
Soñaba con viajar y conocer, vivir la vida que solo se podía vivir en los libros. Conocer el mundo, submundos y sobremundos. Ella había leído sobre personas que quería ser y aventuras que quería tener. Tantos lugares por conocer, y tanta vida por vivir.
El autobús se detuvo enfrente de la cúpula blanca que era el Centro. Una vez más, la exaltación invadió a la multitud de niños. Una niña de piel oscura gritaba de la emoción, otra, castaña; admiraba la inmensidad del interior con la boca abierta en un perfecto círculo. Había otro al que le temblaban las manos y le lloraban los ojos, y no precisamente del frio.
Ese era Light Amane.
El pobre, desgracio infeliz de Light Amane.
Desde hacía tanto, se sentía, no, era; un manojo de nervios. Y tan solo con tirar ligeramente de uno se rompía en mil pedazos. De él ya no quedaba nada más que un triste recuerdo borroso.
Se sentía destruido y patético, como si su antiguo yo alegre y de espíritu libre hubiera muerto, y en su lugar estuviera esa persona que nadie conocía. Abandonado por su suerte, sin familia que le cuidase, sin futuro por delante. Sin Kat, su dulce Kat que le había prometido amistad eterna. Pobre, cuán iluso había sido.
Ya habían pasado seis meses, desde que literalmente su mundo había ardido en llamas. La policía decía, que una fuga de gas fue la responsable de la muerte de sus padres y sus abuelos. Sin contar las quemaduras de tercer grado, y las marcas que quedaron en su cuerpo. Katrina ignoraba todo eso. Como también le ignoraba a él, desde el misterioso momento en que esa persona desconocida le visitó en el hospital, advirtiéndole que ella no deseaba verlo nunca más. Por eso no podía estar feliz, jamás lo volvería a estar. Mucho menos en ese terrible día. En ese horrible, nefasto y aterrador día.
Dos maneras muy diferentes de ver uno de los días más importantes de sus vidas.
Fuese como fuese, ambos tenían mayores cosas de que preocuparse en ese momento.
Les dividieron en grupos de muchos niños, y cada tanto, los miembros del grupo entraban por las puertas a las salas de Clasificación. Light estaba en un grupo que entraría después. que el de Kat. No le alegraba ni le molestaba. No le cabía en la mente nada que no fuera su mayor preocupación, en ese momento: El test pre-Clasificación. Había sido un estúpido por no rechazar la Simulación y realizar el test consciente. Se normal, se decía, todo el mundo toma la simulación, se decía. No recordaba nada, como él resto. Nadie sabía que ocurría en el test. Ni para que servía.
Se veía sin escapatoria, en el peor de los casos la Clasificación arrojaría el número al que tanto le había rehuido. Sus hombros, sus manos, sus piernas, temblaban tanto como si fuese un álamo. Aunque se había sentado en la silla frente a la gran pantalla holográfica, sentía que estaba por caerse. Puso su mano en la pantalla, para confirmar su identidad. La computadora empezó a analizar los datos recogidos durante esos diez años de vida. Cruzó sus dedos sudorosos. Por favor, no. Por favor, todo menos eso, pensaba. Papá, mamá, ustedes me advirtieron. Su mundo entero dependía de Aaron River, que cambiaría clandestinamente el resultado.
Entonces la voz computarizada por fin habló.
—Haz sido clasificado con el número diez. — La silla empezó a moverse, un sello con el número de dos dígitos empezaba a acercarse a él.
Gritó, de horror, de puro incipiente e insano horror.
—¡NO! ¡NO! ¡NUNCA! ¡JAMÁS! ¡NO SERÉ SU RATA DE LABORATORIO!—Se movió como un verdadero demente. Estaba totalmente fuera de sí. Rompió el brazo robótico con el sello de un solo tirón. — ¡No me importa! ¡Que se jodan! ¡Que se jodan!
El brazo impactó contra la pantalla holográfica, que realmente era de cristal, lo vidrios lo llenaron de cortadas, pero a él no le importo.
Nada le importo más que huir. Y huyó, por el ducto de la ventilación.
No se quedó ahí lo suficiente como para saber que había alguien que antes que él había sido tatuado con el número diez en su cuello.
Su nombre era Katrina Black.
Se despide,
Su servidora Gamma611.