Perdí el tema del viejo foro que tenía una intro más épica que esta, así que ni modo...
Durante mucho tiempo fui amo del calabozo del D&D, y con mi grupo fuimos creando un mundo propio de aventuras y personajes. Dicho grupo murió y me quedé con las notas de las campañas que hicimos. Hace unos meses, las encontré y empecé el proceso para convertirlo en una saga de historias que conservaran el espíritu de los personajes y campañas que creamos pero a su vez fuesen algo desligado lo más posible a la mitología de D&D. Postee el primer cap en el anterior foro y... se cayó, no pude seguir publicando más ahí. Así que me conseguí un beta reader por otro lado, que tomó mi trabajo, lo desmembró parte por parte y luego me dijo: esto tiene potencial si lo haces bien.
Así que me di en la tarea de rehacer mi mundo una vez más, y así nació la tierra de Aret, originalmente llamada Vhalmar, pero como ese es un nombre un poco tolkieniano, se lo cambié a uno un tanto más original (Aret - Ter[r]a - Tierra).
Indice
Lore
Historias:
El Creador de Muñecas
El Despertar de los Dioses (Mito de la creación)
Fue en los tiempos antes del tiempo, cuando la Luz no había nacido y solo existía la oscuridad del Caos. De aquel nació Anzu, el gran primigenio, el colosal dragón negro de alas luminosas.
Cuando las montañas aún no existían, y los mares no podían ser vistos, y los dioses dormían en el seno del Caos, esperando al momento en que serían nombrados; cuando la sempiterna Rueda del Destino yacía inmóvil, pues la fatalidad aún no estaba escrita.
Fue en ese instante en que el Tiempo nació, con el primer batir de las alas de Anzu.
Del Tiempo nacieron los dioses, que despertaron del Caos, ganando así sus nombres. La primera de ellos fue Enuma, la hermosa, cuyas enormes raíces se enroscaron en la Rueda del Destino, forzándola por fin a moverse, creando así el sino de todo lo que vive. De sus hojas nació la Luz, y la vida al fin se puso en movimiento.
Antes de que las ramas de Enuma tocaran los cielos, fueron nombrados los demás dioses. Vorld, el más grande, que de los mares liberó las montañas. Fraiga la verde, que tomó posesión de la tierra seca, y en ella sembró las semillas de Enuma. Olthos, el viento, quien creó a los vientos de magia de las hojas de Enuma, para ayudar a sus hermanos a construir el nuevo mundo. Y bajo ellos Irkhalla, quien tomó posesión del mundo sin vida que descansa bajo la Rueda del Destino.
Y desde su pináculo en el Caos, Anzu maravillado observaba las creaciones de los dioses. Con un gran rugido voló sobre las ramas de la bella Enuma, y tan fuerte fue el batir de sus luminosas alas, que chispas brotaron de estas y cayeron en el nuevo mundo. Allí donde las chispas cayeron, dejaron enormes huevos, de los cuales nacerían los ancestros de los grandes dragones.
Pero mientras los dioses construían el mundo, en el Caos quedaron otros dioses, que no fueron nombrados. Y cuatro de ellos se despertaron molestos, envidiosos de no haber participado en tan hermosa creación. Y al no tener nombres eran débiles y pequeños, por lo que lloraron y maldijeron en la oscuridad. Y entonces, ansiando tener un nombre propio, mataron a sus hermanos, los dioses que aún dormían, y comieron de su carne y bebieron su icor, hasta que tuvieron el poder para nombrarse a sí mismos.
Ramiel el vengativo, Morog el decadente, Nirgal la extasiada y Pazureru el cambiante. Esos fueron sus nombres, que ellos mismos escogieron.
Pero su felicidad fue breve, pues Anzu, furioso por su acto de herejía, los exilió a lo más profundo del Caos, donde los cuatro usarían los restos de sus hermanos muertos para crear a los demonios que ahora plagan la oscuridad.
Y Anzu nombró a los pocos durmientes que no fueron comidos, y los envió al mundo que Enuma y los dioses más viejos habían creado. Y así nacieron Eol, el impasible sol; Lumina la amorosa, Nume la oscura y Basth la oculta, las hermanas-luna que danzan junto al sol; Muinares el cronista y Jiro el sanador; Nid, la danzarina, musa y poetiza; Lotán la sirena y Alara de cabellos nevados; Baral, el Señor del Trueno Sagrado, y su hermana Mervna, la Guerrera Incansable.
Serían ellos quienes protegerían el mundo de los dioses que ahora reinaban en el Caos.
Y cuando el mundo por fin estuvo terminado, de las raíces de Enuma despertaron los elfos, hermosos como su madre y bendecidos por Olthos, el viento de magia. Fueron ellos los que dieron su nombre al mundo, pues era lo único que aún carecía de uno.
Le llamaron Aret, que en la lengua de los dioses significa “Hogar”.
Traducción de un antiguo poema élfico hallado en Karnak en el año 300 del Imperio de Telos, traducido por el sabio Balzac en el año 948 del Imperio.
Licencia de Creative Commons
Ciclo del Sol Negro por Jonathan Armando Gómez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Durante mucho tiempo fui amo del calabozo del D&D, y con mi grupo fuimos creando un mundo propio de aventuras y personajes. Dicho grupo murió y me quedé con las notas de las campañas que hicimos. Hace unos meses, las encontré y empecé el proceso para convertirlo en una saga de historias que conservaran el espíritu de los personajes y campañas que creamos pero a su vez fuesen algo desligado lo más posible a la mitología de D&D. Postee el primer cap en el anterior foro y... se cayó, no pude seguir publicando más ahí. Así que me conseguí un beta reader por otro lado, que tomó mi trabajo, lo desmembró parte por parte y luego me dijo: esto tiene potencial si lo haces bien.
Así que me di en la tarea de rehacer mi mundo una vez más, y así nació la tierra de Aret, originalmente llamada Vhalmar, pero como ese es un nombre un poco tolkieniano, se lo cambié a uno un tanto más original (Aret - Ter[r]a - Tierra).
Indice
Lore
- -El Despertar de los Dioses (mito de la creación)
- -Las Tierras de Aret
- -Mapa de Aret
Historias:
El Creador de Muñecas
- -Prólogo: El elfo y la maga
- -I. Las tres reglas
- -II. La criatura de la niebla
- -III. Un alto en el camino
- -IV. El árbol maldito
- -V. El Sueño del Sol Negro
- -VI. Revelaciones
- -VII. El Creador de Muñecas
- -Epilogo: El final de un viaje y el inicio de otro
El Despertar de los Dioses (Mito de la creación)
Fue en los tiempos antes del tiempo, cuando la Luz no había nacido y solo existía la oscuridad del Caos. De aquel nació Anzu, el gran primigenio, el colosal dragón negro de alas luminosas.
Cuando las montañas aún no existían, y los mares no podían ser vistos, y los dioses dormían en el seno del Caos, esperando al momento en que serían nombrados; cuando la sempiterna Rueda del Destino yacía inmóvil, pues la fatalidad aún no estaba escrita.
Fue en ese instante en que el Tiempo nació, con el primer batir de las alas de Anzu.
Del Tiempo nacieron los dioses, que despertaron del Caos, ganando así sus nombres. La primera de ellos fue Enuma, la hermosa, cuyas enormes raíces se enroscaron en la Rueda del Destino, forzándola por fin a moverse, creando así el sino de todo lo que vive. De sus hojas nació la Luz, y la vida al fin se puso en movimiento.
Antes de que las ramas de Enuma tocaran los cielos, fueron nombrados los demás dioses. Vorld, el más grande, que de los mares liberó las montañas. Fraiga la verde, que tomó posesión de la tierra seca, y en ella sembró las semillas de Enuma. Olthos, el viento, quien creó a los vientos de magia de las hojas de Enuma, para ayudar a sus hermanos a construir el nuevo mundo. Y bajo ellos Irkhalla, quien tomó posesión del mundo sin vida que descansa bajo la Rueda del Destino.
Y desde su pináculo en el Caos, Anzu maravillado observaba las creaciones de los dioses. Con un gran rugido voló sobre las ramas de la bella Enuma, y tan fuerte fue el batir de sus luminosas alas, que chispas brotaron de estas y cayeron en el nuevo mundo. Allí donde las chispas cayeron, dejaron enormes huevos, de los cuales nacerían los ancestros de los grandes dragones.
Pero mientras los dioses construían el mundo, en el Caos quedaron otros dioses, que no fueron nombrados. Y cuatro de ellos se despertaron molestos, envidiosos de no haber participado en tan hermosa creación. Y al no tener nombres eran débiles y pequeños, por lo que lloraron y maldijeron en la oscuridad. Y entonces, ansiando tener un nombre propio, mataron a sus hermanos, los dioses que aún dormían, y comieron de su carne y bebieron su icor, hasta que tuvieron el poder para nombrarse a sí mismos.
Ramiel el vengativo, Morog el decadente, Nirgal la extasiada y Pazureru el cambiante. Esos fueron sus nombres, que ellos mismos escogieron.
Pero su felicidad fue breve, pues Anzu, furioso por su acto de herejía, los exilió a lo más profundo del Caos, donde los cuatro usarían los restos de sus hermanos muertos para crear a los demonios que ahora plagan la oscuridad.
Y Anzu nombró a los pocos durmientes que no fueron comidos, y los envió al mundo que Enuma y los dioses más viejos habían creado. Y así nacieron Eol, el impasible sol; Lumina la amorosa, Nume la oscura y Basth la oculta, las hermanas-luna que danzan junto al sol; Muinares el cronista y Jiro el sanador; Nid, la danzarina, musa y poetiza; Lotán la sirena y Alara de cabellos nevados; Baral, el Señor del Trueno Sagrado, y su hermana Mervna, la Guerrera Incansable.
Serían ellos quienes protegerían el mundo de los dioses que ahora reinaban en el Caos.
Y cuando el mundo por fin estuvo terminado, de las raíces de Enuma despertaron los elfos, hermosos como su madre y bendecidos por Olthos, el viento de magia. Fueron ellos los que dieron su nombre al mundo, pues era lo único que aún carecía de uno.
Le llamaron Aret, que en la lengua de los dioses significa “Hogar”.
Traducción de un antiguo poema élfico hallado en Karnak en el año 300 del Imperio de Telos, traducido por el sabio Balzac en el año 948 del Imperio.
Licencia de Creative Commons
Ciclo del Sol Negro por Jonathan Armando Gómez se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.
Great power can come from anger, but you may lose yourself in the process. Therefore, your mind must remain calm, and your spirit must be still.