09/12/2020 08:26 AM
Prólogo
La noche era espesa, propia de una ciudad que nunca dormía, propia de un lugar iluminado tenuemente por una luz originada en un punto del espacio, que no lograbas definir de forma clara. No eran muchos los que recorrían sus calles a esas horas, pero, aun así, siempre encontrabas a alguien, a algún despistado, ignorante del tiempo y desobediente del hábito, de la práctica, de las costumbres. Si recorrías sus vías aún más de cerca hallabas a unos pocos fabricar un bullicio triunfante sobre un silencio delicado, a otros que bebían para olvidar que se habían encontrado, y si mirabas aún más de cerca, lo encontrabas a él. Un joven de cabellos oscuros y de corta edad, no superaba los diecisiete y sus movimientos parecían los de alguien que había vivido demasiado, si observabas sus gestos, si escuchabas sus palabras y si examinabas sus pensamientos aún más de cerca, podías saber sin atisbo de dudas que era diferente, diferente a todos los demás, dueño de una particularidad insólita que escondía de forma consciente, de la que huía como si fuera un cuchillo afilado encima de una mesa. Aquello no le importaba, reía y conversaba como los demás para sentirse semejante, pero su curiosidad atrapada y aprisionada en lo más profundo de su ser, pronto se alzará, como un gesto inevitable que cada una de aquellas personas llevaba dentro, como una fuerza inexorable que trata de librarse, imposible de detener como los primeros rayos de un amanecer o como la oscuridad creciente al final de un día. A pesar de todo seguía ahí, bebiendo, conversando, compartiendo un momento que pronto se volverá irreconocible.
Capítulo 1
Un comienzo
«¿Qué hora es?», me dije observando el juego de líneas iluminadas tenuemente en la pared de mi habitación. Al instante supe que iba a llegar tarde, no porque quisiera, no porque lo buscara, pero otro día tarde de nuevo.
No esperaba nada especial, ni estaba deseando que ocurriera algo fuera de lo común, sólo simple y predecible normalidad a la que estaba más que acostumbrado, pero era como si la irresponsabilidad me persiguiera y se abalanzara sobre mí en cada esquina. Así que sin perder un segundo comencé a vestirme, cogí los primeros pantalones que encontré en mi armario, una camiseta medio decente y el par de zapatillas menos desgastado que poseía. Saldría otro día precipitadamente de mi hospicio, con aspecto desaliñado y por supuesto sin desayunar. Menudo modelo de aprendiz aventajado había ganado el Atlas-Rosen conmigo.
Cinco años han pasado desde el primer día que pisé las instalaciones del Atlas, accedí con doce años y lo hice temblando de miedo, ya que aquel lugar representaba la cúspide de la educación en esta ciudad, y entrar a un lugar tan relevante, significaba que, si las cosas me iban bien, accedería a los puestos más prestigiosos y a las investigaciones más importantes, pero, si por el contrario fracasaba, lo haría a lo grande, destruyendo cualquier otra posibilidad de alcanzar un futuro medio decente y además, desprestigiando de forma colateral a los que en mí confiaron. Aunque con el tiempo, dejé de sufrir por ese detalle, porque me gané un hueco en el Atlas gracias a mi gran don o talento, todo este tiempo y sigo sin saber cómo llamarlo, hay pocas cosas que se me den mal y una de ellas es la dificultad que tengo para dar nombre a las cosas. Los nombres y yo, un gran conflicto que espero resolver algún día.
«Tu gran talento es tu futuro.» Es lo que suelen comentar muchos de los maestros que forman parte del Atlas, quiero pensar que no se trata de simple palabrería. «Juegas con ventaja.» Es lo que murmuran muchos de los aprendices a mis espaldas. Pero la realidad es que no se trata ni de un talento ni de una ventaja, más bien todo lo contrario. Es un peso que me aplasta poco a poco, un torrente de información que me deja extenuado cada vez que me asalta, cuando esa sensación recorre mi cuerpo, siento la necesidad de detenerla, pero nunca lo consigo. ¿De qué se trata? Soy capaz de percibir como están hechas las cosas, los mecanismos que las hacen funcionar, a nivel superficial y fundamental, como mi abuelo Sami solía decirme: «Comprendes las cosas sólo contemplando cuál es el resultado.» Y sí, da igual que el resultado sea fruta pelada y cortada en cubos perfectos, como si se trataba de un dispositivo de curvatura de ondas, me es tan familiar la física que hay detrás de un objeto, que la siento y la percibo como si formara parte de mi propio cuerpo, todo a cambio de unas nauseas devastadoras.
Cuando ya hube recopilado rápidamente todo lo que necesitaba para pasar el día completo fuera de mi hospicio, salí con paso firme dispuesto a recorrer lo más rápido que pudiera la distancia que me separaba de las instalaciones Atlas-Rosen. Saludé al guarda de la puerta del edificio, que siempre tenía buenas palabras y gestos para mí, creo que, si no fuera por él, más de una vez habría dormido a la intemperie, no es que sea despistado, lo llamaría más bien pensativo.
—Que tu tiempo sea fructífero, Laklar. ¿Tomándotelo con calma como de costumbre? —era Ramel, siempre me saludaba con simpatía.
—Ya sabes que sí, Ramel, me gusta disfrutar de cada segundo, sólo que mi tiempo no termina de ajustarse al del resto de las personas de esta ciudad —le dije sin dejar de sonreír.
—Lak, no te preocupes, ya cogerás el ritmo, quizá dentro de cincuenta años seas tan regular como el resto, hasta entonces disfruta. ¡Por cierto! ¿Por alguna casualidad has visto las noticias?
—¿Las noticias?, hace días que no veo la televisión —le respondí rápidamente, llevaba mucha prisa y no quisiera entretenerme más de lo necesario.
—Lo han dicho hace pocos minutos, a finales de semana tendrá lugar la presentación del proyecto del equipo de Ranshee, dicen que se trata de algo fuera de lo común, lo nunca visto, Melshan ha revolucionado a todas las ciudades con el anuncio, maldito loco, conseguirá que nos maten a todos —Ramel simuló con sus manos una explosión en miniatura, era un tipo con un gran sentido del humor, además de ser muy joven para ser guarda.
—Ramel, no sé todavía hasta qué punto puede ser importante una investigación hoy en día, está casi todo inventado, los físicos en la actualidad sólo saben hacer refritos, y retorcer las mismas ideas alternado alguna variable, en resumen, simple palabrería, publicidad, siento ser así de tajante, Ramel, a mi vuelta conversaremos sobre el asunto —no me entretuve más y salí disparado, perdería el próximo «Ariamet» al centro, estaba seguro de ello.
—¡Cuídate, Lak! —dijo Ramel cuando ya hube desaparecido por la puerta.
Mientras me dirigía a las instalaciones Atlas, no pude evitar darle vueltas al tema de la presentación que me había comentado Ramel, en un principio, me pareció extraño que tratándose de un equipo de investigación que se encuentra en Ranshee, a unos mil setecientos kilómetros de distancia, fuera noticia aquí, en Hízoren, eso quería decir que el evento sería mediático, y que se trata de un anuncio a nivel global, pero, ¿qué puede hoy en día ser tan importante, y atraer el interés de gran parte de la civilización de Raleen? A esa pregunta sólo cabía una respuesta, lo que más importa a los habitantes de Raleen es el tiempo, el conocimiento que teníamos sobre el tiempo, era como el simple gesto de respirar, nos era muy familiar y conocíamos todos sus límites desde bien pequeños. ¿Sobre qué trata la investigación para que esté en el foco mediático actual? Si mi suposición no iba desencaminada, lo que iba a presentar ese tal Melshan, no sería nada nuevo, quizá otra forma más simple de hacer algo que ya hacemos, una nueva teoría sin resultados concluyentes, en resumen, otra decepción más de la investigación de vanguardia. Hablando de decepciones, parece que llego justo a tiempo para que me suelten un buen sermón por haber descuidado mis obligaciones un día más, crucé la entrada del centro Atlas y me di de bruces con la persona menos indicada. No pude evitar sobresaltarme.