En EE.UU. algunos papás celebran con sus hijas bailes en los que ambos se comprometen ante Dios a proteger la pureza física de ellas (evitando el contacto sexual y los besos) hasta que pisen el altar con su futuro esposo. “Espero que estas niñas se puedan llegar a casar, si no sería terrible”, dice una de las detractoras de este rito.
“El baile padre e hija de la Pureza es una ceremonia memorable para los padres para que firmen compromisos (…) para proteger a sus hijas en sus opciones con la castidad. Sus hijas, en silencio, se comprometen a vivir de forma pura ante Dios, y simbólicamente ponen una rosa blanca sobre una cruz”, así se explica en qué consiste una ceremonia que según sus creadores, ha sido todo un fenómeno en Estados Unidos. Tanto, que ya se practicaría en 48 de los 50 Estados que lo conforman.
Se trata del “Baile de la Pureza”, algo parecido a una masiva fiesta de matrimonio, solo que sus protagonistas son papás e hijas adolescentes o menores, quienes participan de un pacto en el que la virginidad se transforma en un bien que hay que proteger hasta que las menores se casen. Lleva 15 años practicándose casi anualmente, desde que el matrimonio conformado por Randy y Lisa Wilson, lo creó en Colorado Springs, para sus cinco hijas.
“Yo, como padre de ………, me comprometo ante Dios a abrigar a mi hija como su autoridad y protección en el área de la pureza. Seré puro en mi propia vida como hombre, esposo y padre. Seré un hombre íntegro y responsable de liderar, guiar y orar por mi hija y mi familia como sacerdote de mi hogar”, dice parte del contrato firmado por los papás –ahora guardianes de la virginidad de sus hijas y novios simbólicos de ellas-, en un rito que incluye la entrega de “anillos de pureza” y un baile entre ambos, informó ABC News. Por su parte, las menores prometen mantenerse castas, lo que prohíbe el contacto sexual y los besos, hasta el día en que lleguen al altar con su entonces esposo.
“(El padre) es quien firma el compromiso de que vivirá una vida pura y moral, lo que creemos que impactará en sus hijos e hijas. Pero para una hija, el estar de acuerdo con su papá, en cuanto a la pureza, establece un peso de culpa si es que ella va y se involucra en una relación, fuera del conocimiento de su padre”, comentó el año pasado Randy Wilson al New York Times, en momentos en que se celebraba la 13° versión de su “Baile de la Pureza”. Según el medio neoyorquino, toda la atención mediática que ha rodeado esta ceremonia, apareciendo incluso en documentales, y generando libros y ‘escuelas de gracia para la mujer pura’ –estos dos últimos creados por dos de las hijas de Wilson-, más la cuota de 93 dólares por persona para participar de sus bailes, han hecho del tema de la virginidad una verdadera industria. Sin embargo, se duda de la expansión territorial que han tenido estas ceremonias en Estados Unidos. “A pesar de toda la cobertura que han tenido los Wilson y sus imágenes sobrecogedoras de sus bailes (las niñas haciendo ballet, poniendo rosas ante una cruz, los bailes con sus padres), existe poca evidencia de que los ‘Bailes de la Pureza’ se hayan extendido más allá de Colorado Springs”, escribió en su nota el periodista Mark Oppenheimer.
Sexualizado e insólito: lo que dice el feminismo
“El mensaje es claro y directo: depende de los hombres el control de la sexualidad de las mujeres jóvenes”, aseguró en su libro de 2010, “The Purity Myth” (El mito de la pureza), la escritora feminista Jessica Valenti. Para ella, los bailes de Wilson incluso sexualizan a las menores, en estas especies de “citas” a las que acuden con vestidos de gala y penadas y maquilladas por profesionales, aunque tengan apenas 6 años. Como Valenti, hay otras voces de mujeres que se han hecho oír en contra de estas ceremonias. La editora asociada del sitio dedicado a las madres Mommyish, Maria Guido, se pregunta en una columna de hace unas semanas, cómo reaccionaría su hija de 12 años si le dijera que se tiene que poner un vestido que parece de novia, ponerse un “anillo de la pureza” y comprometerse a ser la “polola” de su papá hasta que llegara el hombre de su vida. “Nunca entenderé esa meta de que el beso del matrimonio sea el primer beso (que vaya a dar una mujer) (…) Espero que estas niñas se puedan llegar a casar, si no sería terrible. El que un padre no quiera que sus hijos sepan si son físicamente compatibles con la persona con la que se comprometen a pasar el resto de su vida, me supera”, escribió. “La idea de que la virginidad de una mujer sea entregada por un padre a su futuro yerno en el día de su boda, como si fuera un extraño tipo de dote, está más allá de mi comprensión. Cada parte de mi cuerpo feminista se resiste a la idea de que una niña de 12 años se ponga un vestido de novia y le prometa fidelidad a su dios y a su padre hasta el día de su matrimonio”, agregó.
Y uno se pregunta ¿Porque solo las hijas? ¿porque no son los chicos los que tambien se comprometen a continuar virgenes hasta el matrimonio? ¿que pasa si nunca se casan? ¿y que hran los padres si descubren que sus hijas "traicionaron" su voto y tuvieron relaciones? Por no mencionar la sospecha de que mas de una chica considerara que la virginidad solo involucra el himen, y cualquier otra actividad sexual esta perfetamente permitida mientras no haya penetracion, al menos no penetracion de la forma habitual.
Abro un nuevo hilo para no mezclarlo todo. Si alguien a quien le sobre tiempo quiere echarle un vistazo a este primer capítulo se lo agradeceré. Le he dado un repaso rápido al prólogo porque nunca lo había corregido. Sigue pendiente de revisión, pero he quitado palabras y acciones repetidas y tantas comas como he podido.
Lo cuelgo en dos mitades, porque es muy largo. Tengo dudas de que alguien llegue a leerlo todo, pero por si hay algún kamikaze ahí va completito.
Sobre todo me interesan dos puntos. Si se sigue la lógica de lo que ocurre y si genera interés como primer capítulo.
No está corregido del todo, pero se acerca bastante a la versión definitiva.
Nos leemos.
El mundo de Aar, rico en criaturas prodigiosas, fue una vez uno solo, hasta que un enfrentamiento entre dioses lo quebró, en el origen de los tiempos. El velo que ocultaba a los dioses que habían creado Aar, junto con su hogar y sus obras, de aquellos otros que deseaban destruirlos, se desgarró y el último de sus jirones fue el arma más aterradora jamás blandida.
Cuando el humo de la guerra se hubo aposentado, solo Aar quedaba y los vencedores partieron igual que habían llegado. Sin embargo, uno de ellos permaneció en aquel mundo tras la contienda para reparar el daño causado y de su voluntad nacieron las cuatro tejedoras. Ellas tomaron los restos del velo original, repararon los hilos y crearon nuevos velos según los deseos de su señor.
Y cada uno envolvió mundos separados que en realidad estaban enredados, pero eternamente ocultos de los demás por membranas invisibles que es imposible cruzar.
La primera, tras el velo más denso, apartó a las monstruosas maldiciones que ambas estirpes de dioses habían pronunciado para aniquilarse unos a otros. Y así quedaron encerradas en el Bestiario, un lugar sin retorno, enloquecido y devastado.
Otra tejió un velo para proteger a las pocas criaturas supervivientes, que las apartara de tanta muerte y tanta furia como se había alzado de la tierra. Así nació el Sagrario. Aunque quedaban tan pocos de los primeros nacidos, que el dios dio vida a nuevos seres en aquel refugio, entre ellos a los hombres, y los recién llegados se adueñaron del continente y le dieron nombre, Faro Are, a lo que ya lo tenía.
La tercera tejió para contener a las armas esclavas de los dioses en la batalla y que ahora vagaban desatadas, azotando el mundo. Habían sido creadas para intentar contener a las maldiciones, pero las envolvió tras un poderoso velo y al hacerlo creó el Grimorio, el arsenal divino, donde aún late un poder demasiado ardiente, avivado hasta el extremo en una guerra demasiado cruenta.
Y la última dio reposo a los huesos de los dioses muertos en el Osario, tras un velo helado que era imposible rozar sin consumirse. Allí depositó a los vencedores, pero de los cadáveres de sus enemigos únicamente se habían respetado siete y fueron enterrados en las entrañas de Aar, para evitar que su última obra se desvaneciera con ellos.
Dicen las leyendas que aquel dios se marchó, pero que antes tomó forma humana y que de ella y de su amor por una mujer, antes de perderse en las brumas del tiempo, nació una estirpe de celestiales que hizo del continente de Faro Are un lugar bendecido. Dicen también las leyendas que no todos los dioses enterrados en Aar estaban muertos y que uno surgió de la tierra eras más tarde, solo para ser asesinado. Las leyendas cuentan muchas cosas, ciertas o no. Y de otras, en cambio, nada dicen.
Lo único seguro es que ahora los velos se estremecen.
Faro Are, el continente bendecido, y todo el mundo de Aar con él, se ensombrece tras una guerra contra el linaje de celestiales que lo ha gobernado durante milenios. Los hombres se han alzado contra ellos borrando todo vestigio de su poder: los glifos tatuados que compartían sus dones con los mortales, sus inmemoriales y magníficas fortalezas. Sin embargo, nada puede sobrevivir sin la bendición de su presencia que alimenta la tierra y, por ello, algunos aún permanecen cautivos en las ciudades de los reyes que los traicionaron; en Anerhuin, los últimos vestigios de un continente antaño portentoso. Una ofensa imperdonable para los celestiales que todavía permanecen libres, padres, hermanos, exiliados más allá de las montañas, en los parajes donde se libró la Guerra de los Velos, donde nada crece y donde ni siquiera su poder puede revivirlos. El único lugar capaz de ocultar su presencia.
Parapetados tras el poder de un dios muerto, que guarda un viejo agravio contra los celestiales y cuya oscuridad ya ha devorado la mayor parte de Faro Are, los reyes de Anerhuin, reyes de hombres, empiezan a advertir que la tierra se muere y que las cuatro realidades de Aar se retuercen. Los velos se tensan. A veces incluso es posible entrever las sombras del otro lado a través de ellos. Los titanes enterrados que conforman las raíces de aquel mundo se agitan sin saber el motivo y los ojos de las tejedoras, ahora guardianas de los velos, de sus puertas y sus umbrales, se tiñen de oscuridad.
Y, en medio de este caos que se cierne, los celestiales aún luchan por liberar a los suyos, antes de enfrentarse a un dios asesinado, cuya titánica caída desgarró apenas el velo que envuelve el Bestiario, seiscientos Advenimientos atrás, atrayendo hasta los mortales horrores que los dioses nunca debieron alumbrar.
1 . La reina desvalida
El prisionero estaba de rodillas en medio de la sala, circundado de mesas y encadenado al suelo. La reina pubescente en cuyo honor se celebraba el banquete, ensordecida por las voces y las risas, no apartaba la mirada de él. Aquel hombre rubio llevaba una singular mordaza en la boca que le impedía hablar y tampoco apartaba los ojos de ella. Aquella mirada la estaba poniendo nerviosa. No había probado el jabalí de su plato ni el vino. Al notarlo, el temible anfitrión de su marido hizo un gesto y uno de los guardias abofeteó al prisionero. Lo golpeó varias veces hasta que este bajó el rostro. Ya no volvió a alzarlo. La ilustre invitada no comprendía por qué aquel hombre joven le prestaba tanta atención, no comprendía por qué estaba allí encadenado ni por qué lo golpeaban. Tampoco por qué lo sangraban cada mañana.
La estancia estaba casi desnuda, excepto por los amplios tapices que pendían de las paredes para ocultar la piedra, y no era, ni a los ojos del más necio, la estancia apropiada para un banquete. El suelo estaba cubierto de paja y no tenía ventanas de amplias vidrieras ni imponentes puertas dobles ni muebles torneados. En sus sólidos muros se abrían las elevadas aspilleras de un aposento fortificado y su puerta conducía a las armerías del castillo. Una llave enlazada en una cadena de oro colgaba a la espalda de la reina, diminuta, de una de las enormes lanzas cruzadas que adornaban el muro principal. El único aderezo dispuesto para el banquete junto con los tapices. Y la reina intuyó que la llave pertenecía a los grilletes cautivo.
Entonces su esposo la obligó levantarse, cogiéndole una mano y alzándosela por encima de la cabeza. La hizo girar como si fuera una dorada peonza, envuelta en brocado y perlas, jaleada por las cadenciosas voces de los comensales. Orgulloso de su belleza, la soltó en medio de la estancia y ella danzó envuelta de brisa. Con cada giro veía al prisionero que casi sin levantar la cabeza también la contemplaba. Y, en su expresión, la reina descubrió algo que no comprendió, pero que la hizo llorar mientras seguía bailando como un torbellino.
Su canoso esposo la atajó en medio de la estancia. La cogió por la cintura para inclinarla como a una flor y hundió el rostro en su incipiente escote, pero cuando se irguió no contemplaba a su pareja, sino al prisionero.
El hombre había intentado levantarse, aunque sus cadenas no se lo permitieron y los golpes que recibió lo derribaron de nuevo. La dama, en brazos de su rey, presenciaba la escena con sus ojos de niña muy abiertos. En apenas dos días se había convertido en esposa, reina y amante, pero solo había visto culminar trece Advenimientos y no entendía nada. El mundo era grande y extraño. Los hombres que manejaban sus entresijos eran tan poderosos como crueles y durante su viaje de nupcias no había encontrado bondad en ningún lugar ni en ningún rostro. En realidad, hubiera querido que se la tragara la tierra, pero siguió dócilmente a su rey hasta la cabecera de la mesa y ya no volvió a mirar al cautivo.
Sin embargo, aquella noche, después de satisfacer a su esposo y dejarlo dormido en el lecho, la reina regresó a oscuras por los desiertos corredores a la estancia donde se había celebrado el banquete. Se detuvo sin aliento en el último cruce, antes de llegar, al descubrir desde las sombras a los dos guerreros armados que custodiaban la puerta bajo la luz de las antorchas.
Sin hacer ruido, retrocedió y salió por la balaustrada, para tomar el aire, para pensar o, quizá, tan solo para no regresar a aquella cama que la aguardaba.
Y alzó los ojos para contemplar el muro exterior de la sala. Las aspilleras eran tan estrechas que ningún hombre podría haberse deslizado a través de ellas. Sin embargo, su cuerpo era aún el de una niña. Una niña que había trepado a menudo por los recintos amurallados de Nydgaal hasta alturas vertiginosas, solo para huir de los golpes de su rey. Tan escurridiza y rápida como una lagartija. Y ese sobrenombre le habían dado. Contempló las angostas hendiduras, insegura. Quizá ni tan siquiera ella pasaría, pero a pesar de decirse eso en voz baja, dejó caer el manto a sus pies, entregándose a la fría noche, a su único deseo, como hacía a menudo, sin pensar en nada más. A aquel fuego que sentía en su interior y que apenas conseguía controlar cuando se ofuscaba con una idea. Una obcecación que despreciaba cualquier consideración o consecuencia y que le había valido más de una paliza Advenimientos atrás. Pero era la única forma de sentirse libre que conocía y, así, que fuera lo que los velos ocultaran. Empezó a trepar.
El joven rubio se incorporó al oírla asomarse por la aspillera, mientras la menuda intrusa se esforzaba por pasar sus hombros. Finalmente, se agarró a uno de los tapices y se descolgó hasta el suelo. Una larga vela ardía aún en uno de los candelabros, pero no la tomó para avanzar entre las sombras de la estancia. Veía en la oscuridad desde que tenía memoria,
Se acercó al muro con el fino camisón ondeando y cogió la llave que pendía de la lanza. Luego se dirigió al centro de la sala y se arrodillo junta al cautivo, para abrirle los grilletes con ella, pero aquella llave tan pequeña no era para las cadenas. El prisionero hizo un gesto negativo y le señaló la mordaza. La reina se la quitó.
—¿Por qué has venido? —le preguntó él en voz baja y presurosa.
Pero la muchacha estaba absorta, contemplándolo.
—¿Cómo te llamas? —le preguntó como si no le hubiera oído.
—Férenwir. ¿Y tú?
—Briseyd.
—Briseyd es un nombre extraño para ti —dijo él—. Es un disfraz. Velos, lo he sabido en cuanto te he visto.
—¿El qué?
—Quién eres. Eres como yo. Ellos no me lo han dicho, pero sabían que yo lo presentiría. —Férenwir hizo un gesto de rabia—. Lo han hecho solo para hacer daño. Como todo lo que hacen.
La delicada reina no le comprendía. Permanecía silenciosa, como hechizada por su sola presencia. Férenwir le devolvió la mirada, pensativo. Parecía dudoso entre hablar o callarse.
—Eres tan joven... —murmuró él—. ¿Cómo ha podido Caens caer tan bajo?
—Solo se ha casado conmigo —suspiró Briseyd con melancolía, intentando asimilar ella misma lo que aquello significaba.
—No ha hecho solo eso. No debes confiar nunca en él ni debes perdonarle. —Aquellas palabras sonaron bajas y roncas, llenas de amargura—. A partir de ahora debes ser muy cuidadosa, Briseyd.
—¿Por qué?
Aunque quizá ya no volviera a tener la oportunidad de hablar con ella, Férenwir había decidido no revelárselo todo. Era aún demasiado joven. El mohín decidido que se adivinaba en sus labios casi infantiles revelaba un carácter demasiado ardiente y temía lo que pudiera ocurrirle.
—Porque eres una celestial. Como yo lo soy.
La reina había oído cuentos sobre ellos. Seres mitad humanos, mitad dioses, barridos de aquellas tierras por una guerra pavorosa. Meneó la cabeza, sorprendida. Y, sin embargo, sabía que era cierto. Deseaba acurrucarse entre los brazos de Férenwir y dormirse allí. Olvidarse de todo. Presentía lo que los unía y no podía explicar.
Entonces él alzó la mano y le rozó el cuello, con una expresión de pérdida que apagó toda luz en aquel rostro tan hermoso. Bryseid sabía lo que estaba intentando tocar, lo mismo que sus propios dedos nunca habían conseguido alcanzar desde que tenía memoria: la correa de cuero que le ceñía la garganta. Y solo en ese instante advirtió que Ferenwir llevaba también una igual en el cuello.
Las voces de los guardias se escucharon a través de la puerta. Férenwir retiró la mano de pronto.
—¡Debes irte! —siseó—. ¡De ninguna manera deben encontrarte aquí! No deben saber que te he dicho quién eres en realidad. Ponme la mordaza. Todo tiene que estar igual que cuando llegaste.
Se oyó un rumor tras la madera, como si alguien se apoyara sobre ella, y Briseyd se quedó sin aliento. Se apresuró a colocarle la mordaza de oro y cuero al prisionero. Al inclinarse para cerrar el candado en su nuca sintió su respiración como un soplo de brisa en su piel. Se estremeció. Era como si aquel leve roce borrara de golpe todas y cada una de las asquerosas caricias de su rey. Al recordarlo, se apretó contra aquel cuerpo tan cálido y cerró los ojos, buscando una protección que sabía imposible. Enseguida se irguió y le ajustó la mordaza, temerosa de la reacción del hombre. Férenwir había alzado las cejas y la miraba. Sonrió con tristeza, pero Briseyd no pudo advertirlo, porque aquella suave sonrisa quedó atrapada bajo la mordaza que le acababa de poner.
Sonrojada y con los ojos bajos la muchacha aún mantenía sus manos sobre los hombros de Férenwir. Él comprendía muy bien cómo se sentía. Intentó hablar, pero ya llevaba aquel dichoso artilugio. Apoyó la frente en el hombro de Briseyd. Ella hundió el rostro en aquellos cabellos tan rubios y sus quedos sollozos rompieron la pesada quietud del salón. Férenwir no sabía cómo consolarla y la abrazó con fuerza a pesar de las cadenas. Entonces oyeron un manojo de llaves tintinear al otro lado de la puerta. Haciendo un esfuerzo, Briseyd se deshizo de los brazos del cautivo y se levantó. Corrió a colgar la pequeña llave de la lanza y, al pasar junto al candelabro, apagó la única vela encendida con un gesto de su mano. Se giró un instante antes de aferrarse al tapiz y le pareció que los ojos de Férenwir, clavados en ella, brillaban como dos luciérnagas azules en la profunda oscuridad del salón. De inmediato, trepó hasta la aspillera y, antes de atravesarla, le dirigió una última y rápida mirada al cautivo desde las sombras que ocultaban el techo. Aún tenía las mejillas húmedas.
Férenwir apartó los ojos de ella, justo cuando se abría la puerta.
El banquete con que la agasajaban ahora le recordaba a aquel otro, casi borrado por el paso de cuatro Advenimientos, cuando había visto a Férenwir por primera y última vez. Nunca lo había olvidado.
Briseyd paseó distraídamente su mirada por la abarrotada mesa buscando alguna señal de sus parientes, aunque sin demasiadas esperanzas de encontrarlos allí. No era un secreto que el rey Nérdegar de Ofraëm tenía a dos celestiales en sus tierras, pero tampoco era muy probable que los hubieran invitado a un banquete real. Todo el mundo hablaba de ellos, pero nadie les había visto las caras ni se sabía quiénes eran en realidad ni en que parte del reino los ocultaban. Se sintió desalentada. El resto de su estancia en la fortaleza de Ifrost la pasaría en compañía de Giandhel y sus apocadas damas de compañía, lo que significaba aún menos probabilidades de conseguir información sobre aquellos legendarios reclusos. A su alrededor los hombres gritaban pidiendo toneles de cerveza y los criados cargaban con pesadas bandejas de guisos humeantes. El ambiente era pegajoso, cargado de olor a carne de cerdo y a cera quemada y los gruñidos apagados de los perros se escuchaban bajo las largas mesas, mientras se disputaban los huesos que les arrojaban los comensales. Briseyd sorprendía de vez en cuando las miradas lascivas de los hombres deslizándose de su rostro hasta el nacimiento de sus pechos. Aquellas miradas siempre habían provocado una insana satisfacción en su marido. Quizá por eso la había llevado con él aquella noche al banquete. No había ninguna otra mujer en el salón. A ella le molestaban sobremanera y se concentró en su plato de estofado, mientras a su lado Caens y Nérdegar trataban asuntos del gobierno de sus tierras. Recordó otra vez a Férenwir y sintió que perdía el apetito por completo. Su cuchara se deslizó por el borde del plato, hasta desaparecer en el guiso. Ni siquiera lo advirtió. Se esforzó por reconstruir aquella mirada que la había reconfortado tanto y el fugaz roce de sus labios. Sólo con recordar el tacto de su piel sintió que un estremecimiento ardiente le subía por las entrañas y le erizaba el vello. Pero apenas nada más. El tiempo transcurrido hacía que aquel breve encuentro le pareciera vago y lejano, como si sólo lo hubiera soñado y él nunca hubiera existido en realidad. Lo único que le quedaba ahora era la hiriente certeza de que muy lejos de ella, en el sur, Férenwir seguía siendo desangrado cada día. Ensimismada, levantó su copa y tomó un poco de vino, aunque tenía el estómago revuelto. Tropezó con unos ojos cristalinos que la observaban desde el fondo del salón. El joven que se hallaba sentado sobre el suelo cubierto de paja, en un rincón de la estancia, apartó la mirada al verse descubierto. Briseyd dejó la copa sobre la mesa y lo contempló con interés. Iba ataviado con ropajes hermosos, pero sucios y desgarrados y que, era evidente, no le habían pertenecido antes de alcanzar aquel estado depauperado. Se abrazaba las largas piernas y descansaba la cabeza sobre las rodillas dobladas, con la cara vuelta ahora hacia la pared, como si pudiera olvidarse de donde se encontraba sólo por el hecho de no mirar el bullicioso salón. Briseyd sintió al instante una incontenible curiosidad. Aquel joven parecía fuera de lugar en aquel banquete.
—Veo que habeis descubierto a mi bufón —le dijo Nérdegar interrumpiendo su conversación con Caens.
Al escucharle, su esposo se volvió hacia ella. La tensión reprimida que adivinó en aquel gesto puso en guardia a Briseyd.
—¿Tenéis bufón? —se asombró la joven. No era una costumbre muy extendida.
Nérdegar le sonrió.
—Digamos que al menos lo intento. —Desvió los ojos hacia el joven y Briseyd advirtió un brillo acerado en sus iris fríos y velados como la niebla gris.
—Nunca he conocido a ninguno. ¿Me permitís que hable con él?
Los dos reyes intercambiaron una rápida mirada.
—A mí no me importa —le respondió Nérdegar con gentileza—, pero es a vuestro esposo a quien debéis pedirle permiso.
Briseyd solo había visto culminar diecisiete Advenimientos. Cuando se lo proponía podía parecer aún muy niña. Le dedicó una sonrisa a su esposo y tomó su mano.
—Por favor... —suplicó con voz melosa.
Pero la mano de su esposo permanecía inerte en la suya y supo que Caens se hubiera negado de forma tajante de no ser por la presencia de Nérdegar.
—¿Por qué te interesa tanto hablar con él, dama mía? —le preguntó con una dureza que contradecía aquel apelativo.
—Me aburro —suspiró la muchacha sin faltar demasiado a la verdad.
Apartó el plato de guiso y tomó un trozo de torta de miel y nueces. Entonces oyó la risa de Nérdegar, a espaldas de su esposo.
—Lo siento. No quería ser descortés ni menospreciar vuestra hospitalidad —dijo Briseyd volviéndose hacia su anfitrión y enrojeciendo de pronto.
—No os disculpéis, señora. Es cierto que este es un festín de hombres. Me temo que no he sido demasiado considerado con vos. Por favor, Caens, permite a tu deliciosa esposa levantarse de la mesa y acercarse al bufón. Así repararé en parte mi falta de previsión para proporcionarle diversiones.
A pesar del tono irónico de Nérdegar, Briseyd presintió algo más en sus palabras. Su esposo le había dicho una vez que el rey de Ofräem nunca hacía nada sin una intención más profunda.
—Está bien. Ve —accedió su esposo, pero era evidente que se lo concedía de mala gana.
El joven había levantado la cabeza otra vez. No alcanzaba a oírles debido a la algarabía que reinaba en la estancia, pero había advertido sus miradas y presentía que hablaban sobre él. Los contemplaba con rostro tenso. Al advertir que la joven reina se dirigía al lugar donde se encontraba se quedó rígido, desagradablemente sorprendido. Briseyd comprendió que lo que más deseaba en este mundo era pasar desapercibido tanto tiempo como le fuera posible. Parecía de su misma edad, quizá uno o dos Advenimientos mayor que ella. Mostraba un aspecto cansado y, sin embargo, debajo de los restos de pinturas de colores y los moratones, tenía un rostro muy hermoso. Briseyd nunca había visto a nadie tan rubio y de ojos tan azules.
Se acuclilló junto a él y le sonrió, intentando tranquilizarle.
—¿Cómo te llamas? —al tiempo que le daba un bocado a la torta.
El joven la miraba a los ojos, pero no le respondió.
—¿Es que no tienes lengua, estúpido? —le gritó uno de los capitanes que estaban más cerca—. ¿Voy a tener que levantarme para sacarte las palabras a golpes?
—No lo sé —le respondió el joven a Briseyd de inmediato.
—¿Cómo que no lo sabes? —les llegó la voz de Nérdegar desde la mesa—. Di la verdad, muchacho.
Varios soldados celebraron por adelantado la respuesta con broncas risas.
—Mi nombre es bufón —respondió el joven, como si la palabra le supiera amarga.
—Pero bufón no es un nombre —le replicó la reina intentando mantener la calma, a pesar de que empezaba a sentir una extraña opresión en el pecho.
El joven se encogió de hombros, con desgana. Apartó la mirada con la esperanza de que aquello diera la conversación por concluida, pero Briseyd ignoró aquel gesto.
—¿Cuántos Advenimientos has visto?
—No-lo-sé —le respondió él, remarcando cada sílaba.
—¿Cómo se llamaban tus padres? ¿Quiénes eran?
—No lo sé —repitió el bufón aún con más énfasis y sin mirarla. Intentaba contenerse, pero era evidente que, de no ser por la situación en que se hallaba y el temor a los golpes, se hubiera mostrado mucho más impaciente. Se mordió los labios. Briseyd intuyó que en aquel momento el joven debía odiarla, pero ella necesitaba saber más.
—¿Tampoco tienes hermanos? —le preguntó más esperanzada. Pensó que quizá eso sí lo recordaría.
El joven se tragó la apagada maldición que brotaba de sus labios. No le respondió. Sólo sacudió la cabeza. Briseyd hizo un mohín resignado y se quedó sin saber que más decir. Sus ojos castaños recorrieron los miembros largos y flexibles del bufón. Aun sentado, Briseyd se dio cuenta de que era muy alto.
—¿No eres demasiado grande para ser un bufón? —preguntó un tanto irreflexivamente.
El joven se volvió en un impulso.
—¿Y vos no sois demasiado joven para ser reina? —le replicó con aspereza.
Aquellas palabras la hirieron, por todo lo que representaban de su propia historia. Caens le había pegado durante toda su niñez y aún no había visto culminar trece Advenimientos cuando, recién descubierto su primer sangrado, la desposó y la hizo suya. Al recordarlo sintió nacer en ella un inquietante sentimiento de afinidad con el joven.
Tras ellos, Nérdegar hizo un gesto y uno de los soldados se acercó al bufón. Lo abofeteó con extremada rudeza.
—¿Es qué no te he enseñado cómo se le debe hablar a una dama? —le dijo el rey.
El joven había encajado los dos bofetones sin moverse apenas. Daba la impresión de estar acostumbrado.
—Os pido disculpas si os he ofendido, mi señora —murmuró casi entre dientes y con los ojos clavados en el suelo.
—No me has ofendido —respondió Briseyd después de tragar saliva para poder hablar. Se resistía a irse. A pesar de saber que empeoraba la situación del bufón con cada momento que permanecía junto a él. Recordó el trozo de torta de miel y nueces que llevaba en la mano. Estaba mordida, pero había advertido que el joven la había mirado un par de veces. Se la alargó—. Toma. Para ti.
El bufón levantó la cabeza en un gesto de incredulidad. Las marcas rojas de la mano del guardia le resaltaban en ambas mejillas. Si estuviera un poco aseado, sería majestuoso, pensó Briseyd. Le recordaba a Férenwir y le sonrió de nuevo. El joven parecía indeciso. Recorrió pensativamente la abarrotada estancia con los ojos, pero el hambre pudo más que la prudencia y tomó la torta. Se abrió el jubón y la guardó entre sus ropajes.
—No soy digno de tanta atención, señora —le dijo con inquietud, mirando más allá de Briseyd donde se sentaban los dos reyes. Sus ojos volvieron a fijarse en ella, en un gesto que intentaba hacerle comprender que después iba a pagar muy cara aquella gentileza.
La joven recorrió con los ojos el cuerpo esbelto y delgado del bufón, cubierto por completo de heridas y cardenales. No podían tener más de dos días y contó decenas. Decenas en tan solo dos días. Comprendió que aquel joven no podía hacer nada sin recibir a cada momento un duro castigo. El rostro del bufón la contemplaba con una reserva no exenta de extrañeza, pero sin conseguir apartar sus ojos de ella. Del mismo modo que la había estado contemplando como hechizado desde el inicio del banquete, sin poderlo evitar y durante largo tiempo, antes de que la joven reina se percatara de su presencia. El peso del postre le había abierto la pechera del jubón y la reina contempló con el estómago encogido el largo rasguño le subía hasta la clavícula. De repente Briseyd descubrió que el joven llevaba alrededor del cuello una tira de cuero, como ella. Desde que tenía memoria recordaba llevarla puesta. También la había visto en la garganta de Férenwir. Eran iguales. La del joven llevaba un enlace de oro. Un adorno demasiado ostentoso para un bufón, por muchas habilidades que este pudiera llegar a poseer, y precisamente aquel joven no parecía poseer ninguna en absoluto para el ejercicio de su cometido. Su respiración se aceleró. Como había intuido, era el más joven de los dos celestiales que Nérdegar tenía en su reino. Lo miró con fijeza y se acarició con el índice el lugar donde suponía que el cuero rodeaba su cuello. En realidad, no podía tocarlo. Aunque podía verlo, era como si no existiera para ella. Después de un momento, el bufón se dio cuenta de que aquella cinta de cuero era igual a la suya, pero su expresión no cambió. En lugar de eso le señaló el salón con un gesto mudo y apremiante. Sin volverse, la reina advirtió que ya nadie hablaba.
—Tienes un nombre —le susurró al bufón en un suspiro, mientras se inclinaba sobre él al incorporarse—. Tus padres te llamaron Arjesen.
El joven frunció el ceño, sin comprender lo que le decía, pero enseguida se olvidó de eso, porque la sensación del aliento de la reina sobre su piel le recorrió el cuerpo como un súbito ramalazo de fuego. Tragó saliva, agitado.
Briseyd se volvió hacia la mesa de honor del salón. Un vago nerviosismo vibraba en el aire y tanto Caens como Nérdegar la observaban en silencio.
—Deberíamos tener un bufón en Nydgaal —exclamó con la mayor inocencia que pudo aparentar, dirigiéndose a su rey—. Pero debería ser mejor que este. Por los golpes que lleva encima no me parece que sea muy ingenioso.
Aquella observación hizo reír a Nérdegar una vez más, pero Briseyd empezaba a darse cuenta de que tras sus carcajadas sus ojos mantenían siempre la misma expresión fría y vigilante. Mientras tanto el rey Caens no había cambiado su semblante adusto.
—En efecto, es un desastre. ¿Os gustaría verle actuar, mi señora? —le ofreció Nérdegar.
Al instante Briseyd se arrepintió de lo que había dicho. No quería hacer nada más que pusiera en un aprieto al joven bufón. Le dedicó una encantadora sonrisa al rey de Ofräem.
—Si es tan aburrido como su conversación, no es una propuesta que me resulte muy tentadora, señor. No sabe nada, no recuerda nada. Parece un recién nacido.
Un coro de risas escandalosas acompañó sus palabras.
Nérdegar le dedicó una gentil inclinación, aunque la obsequió con otra de aquellas miradas que parecían atravesarla y que tanto la inquietaban. Sin embargo, parecía dispuesto a olvidar aquel tema, hasta que su señor esposo intervino en la conversación.
—Yo sí quiero ver qué trucos le has enseñado, Nérdegar —dijo sin dejar de mirar a Briseyd.
La joven sintió que el corazón le subía hasta la garganta.
—Tampoco creas que he conseguido gran cosa de él —le respondió Nérdegar con un suspiro.
Esperaron hasta que ella hubo tomado asiento.
—Señora, creo que no habéis tomado postre —se interesó el rey de Ofräem solícito.
Por un momento la joven tuvo la esperanza de que el tema del bufón hubiera quedado olvidado.
—He cogido un pedazo de torta.
—Sí, pero en realidad se lo habéis dado al bufón. ¿No es cierto?
Briseyd empezó a temer lo que iba a resultar de aquella conversación. Hizo un gesto de asentimiento.
—Pues me temo que tendrá que corresponder a vuestra amabilidad. No voy a permitir que os levantéis de esta mesa sin postre.
Los presentes estallaron en risas y empezaron a golpear la mesa con las jarras al escucharle.
Con aquel estallido de gritos la expresión del bufón se ensombreció definitivamente. El rey hizo un gesto y los pajes salieron corriendo. Regresaron al punto con un montón de palos de madera oscura que fueron dejando junto a cada uno de los comensales.
— Bufón —exclamó Nérdegar.
Cuando el rey lo llamó, el joven se puso en pie como si lo hubiera estado esperando. Briseyd observó que se movía con extrema facilidad. Al mismo tiempo un arquero entró en la estancia con un arco corto de tejo y un carcaj repleto de flechas extrañas, de formas diversas. Las puertas fueron cerradas tras él. Al ver al arquero Briseyd se temió lo peor y palideció. El bufón se detuvo al pie del estrado que sostenía la mesa principal, frente al rey.
—El rey Caens quiere ver lo que sabes hacer, aunque me temo que no es mucho. Quizá lo que mejor se te da es el juego del postre. ¿No crees? —Sin esperar respuesta, Nérdegar se volvió a sus invitados de honor—. Se lo llama así porque se juega sobre la mesa del banquete, cuando la comida ya ha finalizado. Y el postre que servimos, evidentemente, es el bufón. La finalidad del juego es que el bufón se suba a la mesa y la recorra empezando desde un extremo y terminando en el opuesto.
—¿Cómo se juega? —preguntó Caens, mientras tomaba intrigado la larga porra de madera que habían dejado junto a él.
—Que el bufón os explique las reglas. Estoy seguro de que él las recuerda mejor que nadie —dijo Nérdegar girándose hacia el joven con una sonrisa irónica.
De todos los crueles juegos ideados por Nérdegar en su honor aquél había sido el primero y era también el que el bufón más detestaba. Le obligaron a probarlo cuando aún no era consciente de lo mucho que había cambiado su situación en el castillo. Entonces era casi un niño y pensó que se trataba de una broma absurda. Aunque las flechas de espina clavadas en hombros y piernas, varias brechas en la cabeza, los pies destrozados y los dedos torcidos le abrieron brutalmente los ojos a la realidad. Aquel día tuvo que arrastrarse como un gusano para poder terminar, aferrándose a la mesa con todas las fuerzas que le quedaban y dejando a su paso un rastro de sangre. Fue la última vez que sollozó como un niño. De eso hacía ya cinco Advenimientos. Con el tiempo mejoró mucho, pero nunca le había perdido del todo el miedo al juego después de aquella paliza. Sin embargo, no iba a proporcionarle al rey la satisfacción de verle amedrentado. Le dedicó una leve reverencia al rey Caens.
—La porra que tenéis en la mano es para golpearme mientras recorro la mesa —le explicó sin vacilar, siguiendo obedientemente la orden de Nérdegar y con una sangre fría que a Briseyd se le antojaba increíble. Aunque quizá la extrema palidez de su rostro contradecía en parte esto último—. Sólo podéis hacerlo dos veces cuando estoy avanzando, pero si me detengo, retrocedo o caigo sobre la mesa podéis golpearme cuantas veces os guste. Pero no podéis tocarme ni intentar agarrarme con las manos en ningún caso. Tampoco podéis subiros a la mesa. Yo por mi parte no puedo devolver ningún golpe en ningún caso. Ocurra lo que ocurra —parecía repetir una lección bien aprendida y miró a su rey, pero enseguida se volvió de nuevo hacia Caens. A Briseyd no la había mirado ni una vez y el rey de Ofraëm no dejó de advertirlo, con cierta diversión—. Tampoco puedo correr. Ni abandonar la mesa hasta llegar al final. Si lo hago —la voz le tembló apenas—, el arquero me dispara hasta que consigo encaramarme de nuevo. Aunque podéis intentar impedírmelo, si os place.
—¿Es que pensáis ofrecerme un bufón muerto como postre? —se escandalizó Briseyd.
—Mi señora, os aseguro que el arquero nunca dispara a matar. —Nérdegar tomó una de las flechas emplumadas de rojo del carcaj del arquero y la observó atentamente—. Además, para el bufón utilizamos flechas de espina. Difícilmente mortales, pero las más dolorosas que conozco. No es posible sacarlas por donde han entrado y dejan unas heridas horrorosas. Sin embargo, eso le da mayor interés al juego, ¿no os parece? —Entonces se volvió al bufón, al tiempo que le devolví la fecha al arquero—. ¿No queda algo por decir todavía? Resulta increíble que olvides tan a la ligera las reglas de un juego creado con tanto cariño y dedicación para ti.
Por un momento el bufón no pudo dominarse y le dirigió una mirada venenosa al rey. Briseyd se preguntó qué impulsaba a Nérdegar a humillarlo de aquella manera.
—¿Quizá que sería de agradecer por mi parte romper los menos platos y copas posibles cuando avanzo sobre la mesa, mi señor? —le preguntó con sarcasmo.
El rey se rio.
—No, no es eso. Aunque podríamos incluirlo la próxima vez. La vajilla es excelente. —Se volvió a Caens—. El bufón ha olvidado señalar que las zancadillas con el bastón también están permitidas. Tantas como os apetezcan.
—Un error imperdonable por mi parte —dijo el bufón dirigiéndole una inclinación de disculpa a Caens.
El bufón ya no parecía el mismo joven que había hablado con Briseyd. Ahora su voz tenía un deje caustico, como si no le importara nada de lo que iba a ocurrir a continuación. Briseyd entendió por fin por qué había tanta gente aquella noche en el banquete. La larguísima mesa en forma de u estaba repleta de nobles, guerreros de rango y cortesanos. En algunos sitios se daban codo con codo. Se dio cuenta de repente de que aquel juego había estado previsto desde el principio.
—No pienso quedarme para ser testigo de esta barbaridad —casi jadeó y se levantó.
Su marido la cogió de la mano. Se la estrujó con tanta fuerza que la joven sintió que se le saltaban las lágrimas. Las falanges le crujieron y la piel empezó a ponerse blanca bajo la presión de los dedos de Caens.
—No podemos desairar de esta forma a nuestros anfitriones, mi preciosa niña.
Al bufón no se le escapó el férreo apretón. Levantó la cabeza hacia Briseyd.
—Tranquilizaos, señora. No es la primera vez que juego. Ni será la última —le dijo mirándola por fin.
Briseyd se sentó
—De acuerdo —le concedió con la voz ahogada por el dolor.
—Empieza ya —le ordenó Nérdegar al joven con inesperada brusquedad.
El bufón se dirigió hacia el extremo izquierdo de la mesa. Desde el principio había temido que lo llamarían para jugar al postre. Demasiada gente en el salón y las mesas juntas, como siempre que lo obligaban a recorrerlas. Sin embargo, al ver a la reina de Nydgaal presidiendo el banquete se había sentido aliviado. Creía que no se atreverían a practicar una diversión tan brutal con una mujer tan joven y de alta alcurnia presente. Aun ahora ese hecho lo sorprendía.
Se detuvo frente al inicio de la mesa. Los comensales se habían puesto ya en pie a lo largo de ella. Por un momento sintió náuseas. Odiaba aquel juego con toda su alma. Nérdegar lo sabía y por eso lo había elegido. Los dos golpes permitidos se convertían en cuatro o cinco o seis. Las zancadillas sin límite se transformaban en bastonazos encubiertos a sus piernas. Más de una vez lo hacían caer agarrándolo con las manos por los tobillos para poder zurrarle a placer cuando estaba tendido. Las reglas eran muy elásticas, pero sólo en un sentido. Él había aprendido en sus propias carnes que no podía saltarse ni una sola de las suyas. Intentó no pensar en la exquisita reina que le observaba, avergonzado en cierto modo por su presencia. Intento no fijarse en el largo pasillo de rostros ansiosos que le aguardaba y concentrarse tan solo en los bastones de madera. Se sobrepuso y subió a la mesa de un ágil salto.
Chicos algo raro me esta sucediendo ; ultimamente tengo sueños muy extraños y raros , dentro de ellos escribo y tengo tramas de relatos , leyendas no se como explicarles es como si tuviera el síndrome de giussepe tartini pero en esta ocasión no recuerdo mucho de lo que logre captar de esos sueños. ¿alguien sabe a que se debe eso ? , les explicare lo que soñe
el dia de hoy según recuerdo trato sobre los planetas , creo haber visto un eclipse mientras una niña que supuestamente hablaba conmigo me mostraba un mapa un pedazo de tierra dividida en 7 regiones Elba , Argentus, Cardinelan, shunkturu , Satella , Aldamth y murenius . La verdad no se si sean pedazo de tierras o nombres de que sea pero solo ercuerdo esto y en ese pedazo de mapa que estaba encima de una mesa o lo que sea, mi contexto era como si estuviera en una boda el centro en los costados escaleras que llevaban a los balcones , todo decorado de rosas rojas y un camino , no se a que se devió todo eso solo recuerdo lo importante, y según prestaba atención a ese mapa , en el cielo ocurría un eclipse un sol negro con nuestro sol y ahi me desperte . Se que fue algo ilógico compartirlo pero todavia recuerdo ese mapa lo voy a ilustrar y se los voy a pasar. Supuestamente el del medio es el equilíbrio de esas entidades o nombres o como se llame pero por ahora esto recuerdo. no se por que el amarillo estaba separado pero en total en el sueño no esta como la imágen , el mapa era de color marfíl , y parecía tener leyenda y características . una lastima que no recuerde mucho
Quote:Los Mitos de Cthulhu constituyen un ciclo literario de horror cósmico -y un universo compartido- consolidado entre 1921 y 1935 por el escritor estadounidense Howard Phillips Lovecraft y acrecentado por otros escritores pertenecientes al Círculo de Lovecraft. Aunque muy vinculado a la ciencia ficción, el género onírico y la fantasía pura, en rigor los Mitos de Cthulhu pertenecen a la tradición del cuento de terror anglosajón.
En él se renueva el desgastado horror gótico de fantasmas y seres inmateriales en un terror realista, de seres monstruosos y desconocidos que se esconden en los parajes más oscuros de la Tierra, el tiempo y el espacio. Influido por Arthur Machen y Lord Dunsany, los Mitos exploran a ciegas la perspectiva de que bajo el mundo cotidiano y conocido se esconde una realidad prodigiosa y aterradora que acecha a la humanidad desde las tinieblas y sume en el pánico o la locura a quien osa atisbar los abismos de aquella inaprensible dimensión.
Pese a las diferencias en los relatos, su principio fundamental fue establecido por el propio Lovecraft:
Antaño nuestro mundo fue poblado por otras razas que, por practicar la magia negra, perdieron sus conquistas y fueron expulsadas; pero viven aún en el Exterior, dispuestas en todo momento a volver a apoderarse de la Tierra.
¿Los conocen? ¿Los han leido? Lovecraft es uno de mis escritores favoritos, y para quienes no conozcan estas historias a continuacion les dejo una lista de los imprescindibles.
Leer, de ser posible, en orden:
-La llamada de Cthulhu
-La ciudad sin nombre
-Dagon
-El color que cayo del cielo
-El horror de Dunwich
-El que susurra en la oscuridad
-La cosa en el umbral
-La sombra sobre Innsmouth
-En las montañas de la locura
-Los sueños en la casa de la bruja
-En la noche de los tiempos
-El modelo de Pickman
Y relatos que son de otros autores, amigos de Lovecraft y que formaban parte de su circulo:
-Los perros de Tindalos
-La piedra negra de Robert E. Howard
-Hay un monton mas, ya se los dare a conocer, todos los mencionados estan facilmente disponibles en internet y gratis.
Ficha de la historia: Título Original: Esbozando lo Prohibido Género(s): Ciencia-ficción, Aventura y Acción Autor: Sonia de Arnau Inicio de publicación: 23 de septiembre 2013 a 14 de Mayo 2015 Capítulos: 34 + epílogo Versión: Dos*
*EloP es una historia que escribí hace vario tiempo, la que estaré publicando aquí será la versión dos (mejorada). Añadiré cosas y quitaré otras.
Estoy abierta a críticas constructivas y a ideas para mejorar.
Parte 1
Ciudad Del Comienzo
Capítulo 1
La iniciación
Transcurría el año 2172. Los problemas económicos no eran tan comunes. Los vehículos electrónicos voladores ya existían para cualquier persona que tuviera licencia de manejo. Los «Electri-Combu» eran los lugares que sustituyeron las gasolineras para ahora llenar las baterías de los carros. Esta es la ciudad Del Comienzo en donde los edificios eran altos, grandes y donde las vías al nivel del suelo eran exclusivas para peatones y bicicletas flotantes; nombradas «Calles Peatonales». Entre los edificios se encontraban las calles llamadas «calles del cielo» en donde se pueden visualizar detalladamente los trenes electrónicos, los que nunca dejaron de funcionar, recorriendo la ciudad de un extremo a otro mediante una delgada vía y los autos voladores.
Los automóviles iban y venían deteniéndose en los semáforos que estaban suspendidos en el aire, y algunos de ellos tenían la forma de una pelota u otros eran triangulares. La gente caminaba entre las calles de abajo despreocupadas u otras paseaban en sus bicicletas flotantes con forma aerodinámica, siendo levantadas e impulsadas por un pequeño motor; éstas a diferencia de las anteriores, no necesitaban llantas ya que solo tenían una rueda en forma ovalada que se extendía de un extremo al otro, era tan delgada que a simple vista no se puede distinguir, pero tan resistente como para cargar a una persona de peso completo.
En esa ciudad, como en muchas otras, cada persona poseía una IV (Identificación de vida) que es una tarjeta delgada de diez cm por cinco cm que contiene toda información del usuario, la que al colocarse en una máquina e introducir un código que solo el dueño se sabía; toda la información de esa persona podía encontrarse con facilidad. En la IV se encontraba la edad, el sexo, los estudios, la licencia de conducir, el currículum de trabajo, y también podía usarse como cuenta de banco, al igual que funcionaba como llave tanto del automóvil como de la casa, así pues, para todo se usaba esta tarjeta. Por consiguiente, toda persona debía obtenerla desde el momento de nacer.
Por las calles de la ciudad iba caminando una joven de diecinueve años de edad con destino a sus estudios. Ella tenía el cabello largo y en ese momento lo llevaba suelto, luciendo sedoso en su caída sobre la espalda, resaltando su color castaño. Sus ojos eran de un tono azul gris. Llevaba puesta una diadema roja que sostenía su flequillo. Su vestimenta consistía en una falda negra y unas mallas que combinaban con esta, una camisa de mangas largas color blanco y un gafete que portaba el nombre: Evarista Mohs. Se encontraba transitando por la segunda calle más famosa y recorrida Del Comienzo y la gente se podía ver usando sus teléfonos inalámbricos, hologramas o paseando a sus mascotas reales o virtuales.
Evarista se detuvo al quedar frente a un edificio en donde la enorme entrada en la parte superior tenía unas enormes letras que rezaban el nombre de Universidad ESER, la universidad más prestigiosa y famosa Del Comienzo. Eva se quedó viendo por unos momentos la entrada, pues comenzó a pensar en lo que haría cuando terminara sus estudios y esto era conseguir un trabajo decente. Por el momento ella vivía sola, desde hacía cuatro meses que dejo la casa de sus padres.
La ley en la ciudad era que una vez que se cumple los dieciséis años de edad, se puede crear una cuenta de banco mediante la IV y recibir M 1,000 (3,000 dólares) cada quincena y continuar recibiéndolo hasta que se consiga un trabajo, lo que era mejor ya que se puede ganar lo triple. Los pensamientos de Evarista fueron interrumpidos al escuchar la voz de alguien familiar.
—Hola, Eva, ¿lista para empezar? —un joven de su edad se acercó a ella llevando puesto un gorro de invierno de color crema que le cubría hasta las orejas, era extraño que alguien llevara uno de esos en tiempo de calor, además llevaba unas grandes gafas oscuras. Su gafete declaraba el nombre: Ruber Corindo.
—Oh, solo eres tú, Ruber —mencionó ella en tono de poco interés.
—Qué mala eres, ¿no te da gusto verme? —preguntó divertido, adivinando su respuesta pues no era la primera vez que se lo decía.
—Como todos los días te veo, la verdad no.
—Eres cruel —comunicó el joven con tono triste.
—Vamos, Ruber, no hagas pucheros, ya eres mayorcito como para eso.
—Sabes, odio este edificio —informó Ruber con un tono serio—, no necesitas trabajar cuando el gobierno te paga por no hacer nada.
—¿De qué hablas? —ella se molestó al escucharlo—. Aunque el gobierno te pague, no es lo suficiente para hacer nada. Por ejemplo, no puedes viajar.
Así era, cada vez que hablaba de ese tema, los ojos de ella brillaban de la emoción. El poder viajar y conocer otros paisajes, lugares, personas y cultura siempre fue el sueño de su vida. Era tanto su deseo de desplazarse que conocía la ciudad Del Comienzo mejor que la palma de su mano. No había rincón que no conociera de la enorme ciudad.
—Pero ese es tu sueño y meta de la vida, no el mio —le comunicó el joven despertándola de sus fantasías.
—¿Y tú no tienes uno? —indagó ella, ahora que lo meditaba, a pesar de conocer a Corindo por poco más de un año, no sabía mucho de él.
Por el otro lado, el joven pareció meditar a la pregunta de su compañera para al final responder con un corto y desinteresado «No». Ante la insatisfecha respuesta, el rostro de la castaña se tornó en uno sorprendido y al ver esto, Ruber no tardó en agregar, levantando los hombros.
—No soy codicioso.
—¿Me estas llamando codiciosa? —ella lo empujó en son de juego—. Debes tener uno, por mínimo que sea.
—Mmm... Tal vez. Quizá, no lo sé.
—¿Se puede saber cuál es? Se que tienes uno —para ese punto, a Eva ya le había entrado la curiosidad.
—Si te lo digo te reirás.
—Por supuesto que no —respondió inmediatamente, un tanto ofendida al tener el descaro de decirle que se burlaría. ¿Aun no le tenía confianza? ¿Es qué acaso mordía? Tal vez hubo ocasiones en la que se molestó y llegó a reprenderlo pero eso era normal por lo que no tardó en chantajearlo al decirle—. Pensé que me considerabas tu amiga. ¿Es que no lo soy?
—¿De qué hablas? ¡Claro que eres mi amiga! Bueno... te lo diré. Mi sueño es... —dudó por un instante, mas Eva lo miró atenta esperando ansiosa su respuesta, así que no tuvo remedio que continuar—. Mi sueño es tener una familia.
Eva no pudo evitar sonreír, divertida.
—¿Ves? Te lo dije, te burlarias y lo hiciste —Ruber apuntó su rostro. Ella negó con las manos para explicarle porqué de su reacción.
—No es por lo que piensas. Es que no puedo creer que creyeras que me iba a burlar de ti por eso. Cualquiera ha soñado con eso. Es natural, está en nuestro ADN.
—¿Tú también lo has pensado?
—Por supuesto, pero una vez que haya realizado mi sueño.
La sonrisa de Eva siempre calmaba a Ruber y llegaba a perderse en ella, a él le gustaba verla sonreír, verla feliz y hubiera seguido admirandola si no fuera porque ella le preguntó algo un tanto incomodo.
—¿Has pensado en alguien? Me refiero, ¿te gusta alguien en específico?
Ruber desvió rápidamente el rostro y negando le hizo saber:
—No... aún no. ¿Y tú?
A pesar de esperar esa pregunta, Eva movió sus labios como quien queriendo pensar en algo antes de responder y cuando estaba por hacerlo, recibió una llamada a su Pantalla, la campana la había salvado. Las Pantallas servían como teléfonos celulares y computadoras holográficas, sin embargo, éstas eran mucho más eficientes porque eran tan pequeños como una microSD, la activó para ver a una joven de cabellera corta y negra como la misma noche vía holográfica.
—Hola Blanca...
—Holissss, Eva, ¿ya estás en el colegio?
—Así es. Estoy aquí afuera. ¿Por qué?
—¿Puedes venir? Quiero pedirte un favor. Estoy en el salón. ¿Te molesto? —preguntó lo último al ver al reconocer a Corindo.
—Claro que no —contestó ella—, estaba a punto de ir para allá.
—Okay, te espero.
Las dos colgaron y entonces Eva miró por última vez a Ruber quien se llevaba la mano al gorro y se lo quitaba; la buena presentación era uno de los requisitos para poder entrar a las instalaciones de la universidad ESER. Evarista pudo ver el cabello tan característico de Ruber, su cabello era de dos colores diferente; un lado de castaño oscuro y el otro castaño claro casi en tonalidad rubio. Algo similar sucedió cuando se retiró las gafas y dejo ver sus ojos; uno de ellos era color azul y el otro verde. La fisonomía de Ruber era así de nacimiento, y aunque él constantemente decía lo mal que se veía porque ese era mayoritariamente uno de los motivo por la que recibía burlas constantes de algunos de sus compañeros. Y a pesar de que existan métodos para cambiárselo de un solo color, él decidió no cambiarse porque a Mosh le gustaba ese aspecto. Ella le decía que lo hacía verse único y diferente. Posteriormente, ambos se retiraron y cada quien se fue a su respectivo piso en donde se encontraba sus clases.
(***)
En las calles Del Comienzo andaban muchos robots fabricados por la empresa Fucus, algunos tenían la función de policía, otros estaban encargados de rondar por las calles del cielo para vigilar que los automóviles respetaran la velocidad asignada y si eran violadas —que rara vez sucedía eso —multaban a los conductores. Unos más estaban confiados para la protección de las calles y a pesar de que la ciudad era muy pacifica, nunca faltaba algún loco que se saliera de las normas o que molestara a los civiles y los robots les advertían sobre su conducta y si los transgresores no obedecían, los robots llamaban al cuartel de la policía para que fueran a arrestarlos. Siempre había gente que le gustaba fastidiar e irrumpir la paz.
En la calle Apagador se encontraba ubicada la sede de las empresas Fucus, la que se encargaba de la distribución de la tecnología ya fueran robots, máquinas, carros o demás. A su cargo estaba Belirio Fucus, un adulto joven de treinta y cinco años, sus cabellos eran rubios y sus ojos azules tal como una gema. Siendo hijo del señor Fucus, era sucesor y dueño de todas las fábricas y empresas que portaran ese apellido. Dos semanas después de que murió su padre, decidió tomar su cargo y relevarlo en el negocio.
La fábrica principal de la empresa Fucus se encontraba en las afueras Del Comienzo debido al enorme espacio que necesitaba, por ello era imposible que estuviera en la ciudad, además de que se pensó en la seguridad de los citadinos, pues se solía experimentar o crear cosas que tendían a salirse de control como el mal manejo de algún gas letal, o el mal funcionamiento de alguna máquina.
Belirio se encontraba frente la enorme ventana que se alzaba casi por toda la oficina, observando la belleza de la ciudad. Sonreía mientras visualizaba los carros y demás cosas fabricadas por la empresa. El anterior señor Fucus sí que había hecho un gran trabajo al proporcionarles a las personas tecnología y eso no solo en Del Comienzo, sino en varias ciudades alrededor del mundo, adquiriéndola considerablemente y por ello reinaban en tranquilidad, seguridad y habían desarrollado el mejor sistema para evitar contaminación innecesaria en el ambiente, así que no solo los seres humanos eran beneficiados, sino también evitaban la contaminación atmosférica.
El hombre dio media vuelta y se dirigió a su escritorio al escuchar el ruido del teléfono de la oficina de que su secretaria llamaba. Apretó un botón.
—Señor Fucus —se escuchó la voz de la joven secretaria por toda la habitación—. El señor Coleman lo está esperando junto con los demás administrativos. En un veinte minutos la junta dará apertura.
Juntas, se la vivía en juntas todos los días desde que comenzó a trabajar allí porque debían tener recuento de cada trabajo, sin contar que la empresa suministraba a las otras ciudades o países de la nueva tecnología. Era un trabajo agotador y se requería muchas horas de discusiones y reuniones.
—Ahora voy —el dueño soltó casi en modo de suspiro—. Solo dame un par de minutos más.
—Se lo comunicaré al señor Coleman.
Belirio se tuvo que acostumbrar a toda esa vida de empresario. Para que todo pudiera funcionar debía hacer su trabajo correctamente a pesar de lo tedioso que resultara ser. Se alejó del escritorio y caminó a un estante que quedaba no muy lejos de allí. En una máquina colocó un código y con eso las puertas se abrieron, dejando ver colgados algunos sacos, corbatas y abajo alineados, como diez pares de zapatos de diferente marca y colores para cualquier ocasión que se pudiera presentar.
Observó los sacos uno por uno hasta que descolgó el que le llenó la pupila, hizo lo mismo con las corbatas y mientras la estaba anudando, escuchó otra vez el teléfono, no obstante, esta vez no se trataba de una llamada de su secretaria o de algún jefe de sección, la llamada era directa de la fábrica; lo supo al reconocer el tono especial que le había puesto a ese contacto. Rápidamente se acercó al escritorio, desconectó las bocinas, tomó asiento en su sillón y se colocó los audífonos para tener más privacidad y respondió con voz seria, sin esperar a que el sujeto del otro lado hablara:
—Debe tratarse de algo muy importante porque sabes que está enteramente prohibido llamar aquí, ¿qué situación hay?
—Tenemos código Troya —respondió inmediatamente el del otro lado de la línea.
—Es imposible... —las palabras de Bel quedaron suspendidas—. Las redes de la fábrica tienen un ciento veinte por ciento de inmunidad. ¡Nadie puede ingresar a ellas! Dame un resumen de lo sucedido.
—La sabandija escurridiza de Neón nos ha traicionado —contestó el lacayo por nombre Norez—, es evidente que husmeó los archivos secretos de la computadora principal y se enteró del proyecto. Está intentando robarlos...
A pesar de que escuchar aquello le era un problema, Bel no perdió la paciencia, se mantuvo serio, sin embargo, no evitó llevarse los dedos de la mano a los ojos para masajearlos. La verdad es que no le importaba lo que ese muchacho hiciera con su vida, si deseaba largarse de la fábrica podía hacerlo, pero lo que sí le importaba y le preocupaba, era lo que podía llevarse; la evidencia de los planes que delataban sus verdaderas intenciones. Si la policial se hacia con estas, se vería en un aprieto muy grande.
—¿Y qué planeas hacer? —cuestionó Fucus a su interlocutor.
A la persona del otro lado de la línea le resultó desconcertante tal pregunta por lo que trató de responder, pues sabía que si no lo hacía Belirio se enojaría, así que respondió:
—Por ahora he enviado... —la llamada se cortó secamente, dejando en su lugar un infernal ruido obligando a Bel apartarse el comunicador de sus oídos. Eso solo le indico que el desertor desconecto las señal de comunicación.
Debia de admitir que el muchacho era muy astuto, Bel se recargó en el respaldo de la silla. No se preocuparía, esperaba que Norez estuviera preparado para lo que venía. Aunque estaba consciente que Neón no se iba a dejar vencer tan fácilmente pues conocía su determinación. Sonrió por ese hecho. No obstante, le resultó una verdadera lástima que Neón acortara su vida pues daba por sentado que éste no lograría pisar fuera de la fábrica. Por ahora no debía sentirse turbado, había solución y debía mantener la serenidad, una serenidad que desapareció al recordar que tenía una reunión con los del grupo de Consejo y eso sí que lo sacaba de quicio. Belirio se levantó, alistó su traje y caminó hacia la sala de junta.
Eso es, compañeros. Alguien se ha leído los dos primeros libros? El tercer será publicado en español pronto. Lamentablemente no puedo encontrar el link.
Yo lo empecé hace mucho pero lo dejé porque me parecía muy largo. Al inicio la historia no estaba mal. Llegué hasta el capítulo seis. Pero desde hace unos días lo he retomado y me encuentro en el capítulo diez. La verdad es que Las mentiras de locke Lamora por lo menos a mi se me ha convertido en un ladrillo infumable. Está escrito de manera muy débil. Sin embargo tengo esperanzas de que remite porque acaban de aparecer dos muertes de personajes de los que pensaba que permanecerían como intocables. Eso me ha gustado. También me gusta de a ratos Jean Tannen. Pero Locke no es memorable. Pero lo menos no para mi aunque tiene cierto carisma.
Qué piensan?
La han leído?
Eso sí. Falta mucho sobre la construcción del mundo. Creo que hay muy poco sobre él para tantas páginas.
Quote:Adara es una niña de nueve años que vive una pacífica vida en un lejano pueblo perdido en las montañas. Su día a día es como el de cualquier otra pequeña, tiene a sus padres y a su adorable hermana pequeña. Va a la escuela, saca buenas notas, tiene amigos y sobre todas las cosas le encanta el invierno.
Todo marchaba bien, hasta la llegada de una trágica noche que lo cambiará todo.
Era un día como cualquier otro, seguí la rutina de siempre, como cada mañana, me levante de la cama para desperezarme antes de bajar a desayunar. Corrí las cortinas para que entrara un poco de luz. Tanto los coches como casas y las calles estaban cubiertas por una fina capa de nieve. Estaba claro que el invierno ya había llegado al pueblo, aun cuando los grandes ventanales estaban cerrados, podías notar como una pequeña corriente de aire invadía hasta el último rincón del cuarto. Poca gente se podía ver por las blancas calles, preferían resguardarse en sus casas y los que podías observar caminando lentamente por las frías calles, eran aquellos que no les quedaba más remedio que ir a trabajar o a estudiar. Yo adoraba el invierno, adoraba la nieve, tan blanca y pura, era como si purificara las oscuras calles de este pueblo. Era de las pocas cosas que adoraba de este pequeño y aburrido lugar, las duraderas nevadas. Las yemas de los dedos se me habían helado de estar apoyada sobre el marco de la ventana, ya era época de abrigarse con varias capas para no congelarse. Suspire, sabía que iba a ser un día como los de siempre, nada cambiaba en la aburrida rutina que llevaba desde que nos mudamos aquí, desearía que algo cambiase, aunque fuese un pequeño detalle sin importancia. Cualquier cosa, el nombre de alguna calle, el profesor de clase de lengua, que cayese una hoja más del árbol del jardín. Solo pude reír ante tal absurdo pensamiento, sabía perfectamente que nada iba a cambiar, sabía que mi monótona vida seguiría así para siempre. Alejé estos pensamientos y fui a lavarme la cara con un poco de agua caliente, cepille la pequeña melena plateada que ya cubría mi espalda y bajé a desayunar. Mi padre leía el periódico que el cartero dejaba siempre en la puerta, mi hermana pequeña por otra parte aún se estaba desperezando. Ya estaban sentados en la mesa desayunando en silencio. Mi madre me dio un beso en la mejilla y el ya esperado "Buenos días". Me senté en una de las sillas a devorar lo que había sobre la mesa, un vaso de zumo de naranja y un bol de cereales. Una vez terminado el desayuno, mi hermana y yo fuimos a la habitación a cambiarnos, en nuestro colegio por suerte, no teníamos uniforme, por lo que podíamos elegir nuestra ropa. Ese día opté por una camiseta blanca, un jersey azul, unos tejanos negros y mis bambas preferidas, unas bambas blancas que a los lados llevaban unas pequeñas y blancas alas de ángel. Desde que leí sobre ellos en un libro, me ha emocionado la idea de que en algún lugar o incluso en algún planeta, existan ángeles, seres capaces de volar libremente allá donde les plazca, sin restricciones, sin tener que pagar peaje en un autobús. No podía faltar el típico abrigo que te hace parecer una pelota, no tenía otro así que no tenía más remedio que ponérmelo si no quería congelarme por el camino. Busqué la mochila y metí los libros necesarios para hoy, estamos a Martes y toca matemáticas, mitología griega, lengua inglesa, ciencias y música. Definitivamente el peor día de la semana, odiaba con todo mí ser esas asignaturas. Mitología griega era lo único interesante hoy. Se me paso por la cabeza fingir dolor de estómago, no sería la primera vez y más un martes, pero me apetecía salir, respirar aire fresco y caminar sobre la nieve. Mi hermana pequeña no tardó en quejarse —Date prisa o llegaremos tarde— El reloj sobre mi escritorio marcaba las 8:45, aún faltaba un largo cuarto de hora para que las puertas del colegio abriesen, pero a mi hermana le gustaba llegar un poco antes de la hora, sea cual sea el sitio.
Al salir se notaba mucho el cambio de temperatura. Cada paso que daba se hundía en la nieve, esa sensación me gustaba mucho, era como estar pisando nubes. Pero esa sensación desapareció enseguida en cuanto oí que me llamaban desde la otra calle, eran compañeros de clase. Tenía un par de amigos de confianza, no era popular pero tampoco la marginada de la clase. Mis notas no eran de matrícula de honor, de vez en cuando sacaba algún excelente, quizás un suficiente en matemáticas pero nada del otro mundo. No sobresalía en ninguna materia, pero no me importaba mucho. Prefería no ser el centro de atención o peor todavía, que me pidan ayuda para estudiar.
El camino a la escuela era corto, a paso normal tardábamos unos 10 minutos, íbamos bien de tiempo, en otros pueblos no nevaba mucho pero en este resulta muy abundante, hubo un verano en el que cayeron copos de nieve, fue el verano más fresco de todos los tiempos.
Antes de llegar al recinto se podían divisar las grandes puertas metálicas que ya estaban abiertas, todos iban entrando en silencio a excepción de los ya conocidos como grupo "Vip", siempre tan ruidosos. La escuela estaba dividida en dos secciones, la primera a la derecha para los niños de tres a seis años. La segunda a la izquierda para los de siete a doce años. Compartíamos patio, gimnasio y comedor. No era muy espacioso pero la decoración hacia que se asemejase a un cuartel militar, impresionaba bastante.
A primera hora teníamos "Mitología Griega", clase que adoraba, la profesora siempre ha sido muy simpática y alegre. Nunca ha perdido los nervios, aún recuerdo la clase en la que no paraban de volar aviones de papel y la profesora se unió a la competición, el que ganaba se llevaba un positivo en la asignatura. Se me pasó la hora volando y para cuando me di cuenta ya estaba el profesor de matemáticas apuntando fórmulas en el pizarrón, sin duda iba a ser un día muy largo.
Nada interesante a lo largo del día, muchos deberes, muchos sermones. Me despedí de mis amigos, sin darle tiempo a Sara de que se burlara de mí, me fui corriendo a la salida.
De vuelta a casa paré en la tienda de golosinas a comprar unos caramelos para después de cenar. Los de frambuesa eran mis favoritos, compré algunos de más para mi hermana pequeña. Hacía más frío que en la mañana, claro genio si estamos en pleno invierno y ya es prácticamente de noche, la temperatura ha bajado considerablemente.
El camino a casa es muy tranquilo, no había mucha gente, como en la mañana. Desde la acera vi las luces encendidas del comedor y la cocina, mis padres ya habían vuelto de trabajar y seguramente ya estarían preparando la cena. Abrí la puerta y me llegó un olor agradable, creo que hoy toca pizza para cenar. Espero que sea de 4 quesos, era mi favorita.
Durante la cena siempre hablábamos de cómo nos había ido el día, mi hermana había sacado un excelente en ciencias y un notable en educación física. Al compañero de trabajo mi padre le había tirado una grapadora a la cabeza, normal en su trabajo. Ellos dos se dedicaban a hacer informes psicológicos a la gente de la planta doce, la compañía para la que trabajan es bastante conocida, pequeña pero famosa. Y a veces a los trabajadores no les gustaba su informe, podían llegar a despedirlos dependiendo del resultado. Por otro lado mi madre dependienta de una tienda de antigüedades, durante invierno no tiene muchas ventas, es en verano cuando vienen muchos turistas y las ventas se disparan.
Al acabar, recogimos la mesa y pusimos una película. Nos acurrucamos en el sofá con unas mantas y los caramelos. A la mitad de la película, mi hermana se quedó dormida apoyada sobre mi hombro, iba a llevarla a la cama cuando oí unos golpes muy fuertes provenientes de la puerta. Sería el viento, quizá, no me moví del sofá. Se volvieron a escuchar golpes, esta vez como si quisieran echar la puerta abajo. Mis padres bajaron rápidamente por las escaleras, mi padre sostenía un bate de béisbol, pero de poco sirvió. Antes de llegar a la puerta, se vino abajo, golpeando a mi padre que quedó inconsciente en el suelo. El hombre que entró llevaba un pasamontañas y sostenía un cuchillo en su mano izquierda. Dio señales de que no gritáramos, Alicia refunfuñó y se levantó sin saber que estaba ocurriendo. Le tapé la boca para que no gritara.
Nos arrinconó en la cocina, mi padre aún no despertaba. Inutilizó la corriente eléctrica y los móviles. Si gritábamos para pedir ayuda sería peor... Acercó un portátil a mi madre —Tu cuenta del banco, ahora— su voz era aterradoramente grave.
No dudó ni un segundo, tecleo a gran velocidad lo que creo que era una cifra de dinero. Una vez terminado, el hombre cerró el portátil y lo guardó en su mochila. Se acabó, fue lo que pensé, ingenua de mí. Se acercó y me agarró por el cuello del jersey, levantándome del suelo, acercó su cara, podía notar su aliento. —¡No!— gritó desesperada mi madre, recibió una bofetada en la mejilla tan fuerte que acabó en el suelo. Mi hermana empezó a llorar, mi madre seguía gritando desde el suelo. Mi cuerpo temblaba, no podía deshacerme del agarre, intenté darle patadas pero de nada servía. Todo paso tan rápido, lo siguiente que note fue el metal frío en mi cuello, tiró mi cuerpo al suelo recibiendo un golpe en la cabeza. Notaba algo caliente salir de mi garganta, tarde en darme cuenta que era sangre. Salía a cantidades, todo se volvía borroso, sonó podía escuchar los desgarradores gritos de mi madre y en fuerte llanto de mi hermana. Su figura se volvía oscura, dolía respirar, sentía cada vez más frío. No podía moverme, las lágrimas caían por mis mejillas y un gran charco carmesí se formaba a mí alrededor. Mi madre intentaba parar la hemorragia, pero era inútil... ¿Todo iba a acabar así? Aún quería hacer muchas cosas, quizá pueda ir ahora a la tierra de los ángeles, ingenua de mi...
Desperté en un hospital, la luz me cegaba, sentía todo mi cuerpo entumecido, me dolía absolutamente todo del cuerpo, incluidas las pestañas. Intenté incorporarme un poco, estaba conectada a varias máquinas y tenía agujas metidas por los brazos. Paredes blancas, maquinas con cables, camillas, sin duda estaba en un hospital. Poco a poco fui recordando, llevé mi mano al cuello, vendado. Eso quiere decir que ¿Sobreviví? Perdí mucha sangre, ¿cómo han podido salvarme? Espera, ¿y mi madre? ¿Mi hermana? ¿Mi padre? No había nadie más en aquella sala, como pude me puse de pie, quité aquellas agujas que dolían como mil demonios. Caí al suelo, me mareé al salir de la camilla, seguramente sea por la pérdida de sangre.
Entraron varias personas vestidas de blanco, no alcance a escuchar lo que decían, estaban hablando entre ellos, volvieron a subirme a aquella fastidiosa camilla. Intenté quejarme pero me era imposible decir nada, mi garganta dolía horrores. Me colocaron de nuevo las agujas para poder seguir con lo que creo que era la transfusión de sangre.
—Has perdido mucha sangre, es mejor que descanses y no intentes levantarte— dijo una voz masculina.
Intenté hablar, pero era inútil, una de las enfermeras se percató —No podrás hablar hasta dentro de un par de semanas, tus cuerdas vocales fueron dañadas. Si necesitas algo solo pulsa este botón y una enfermera vendrá— Genial. ¿Y ahora como les pregunto dónde está mi familia?
Uno de ellos apuntaba algo en unas hojas y acto seguido se marcharon, desde la habitación podía oir murmurar a los enfermeros en el pasillo. —Ya se ha despertado, aun no puede hablar pero parece que está estable— era la voz de la enfermera de hace un momento. —¿Aún no le habéis dicho sobre su familia?— esta vez una voz masculina, supongo la del chico que estaba apuntando en las hojas. —Es mejor que esperemos un poco más, no sabemos lo que recuerda— ¿Esperar? ¿Esperar a qué? —Tarde o temprano se enterara que sus padres y su hermana están muertos, si no le decimos ya se puede hacer ideas equivocadas.— ¿Qué? No, no puede ser... Debe ser una broma, estaban vivos, ¿los mató aquel hombre? No puede ser verdad...
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No es la mejor ortografía del mundo, he intentado corregir lo que he podido. Es la primera novela más o menos larga que escribo, tengo otras historias pero son mucho más cortas. Los comentarios se agradecen y los consejos aún más ^^
me anime a empezar una serie de historias referentes a mi mundo interno , no es la gran cosa pero es como si estuviera descubriendo y explorando y escribiendo lo que encontre, mas bien es algo que ire ampliando y creando easter eggs referente a que si se hay posibilidad de crear algo entre nosotros; tengo pensado adaptar todo con imágenes e ilustrados para dar mas temática algo asi como manga o cómics , es un ensayo o ambiguedad soy un soñador y a lo que quiero llegar es a un conglomerado de literaturas unidas por parte de todos, acepto críticas
Capítulo 1
Ya surcó el cielo la estrella fugaz , un cometa que sin previo aviso y sin tiempo estimado se paseó por el firmamento . El camino se encuentra desolado y ni a lo lejos se puede escuchar señal de vida alguna , a paso lento un extraño avanza sin importarle el alrededor ni tampoco se inmuta a la oscuridad del alrededor , junto con el bosque y el fondo atemorizante para cualquier viajero con el miedo de los rumores que se cuentan sobre sombras , vampiros y hasta de animales asesinos . Obviamente todo es para alejar a los curiosos y causar gracia a los demás . Las estrellas alumbran desbordantes como nunca , la luna es el centro de ellas y envuelve con una tenue luz fusionada con la oscuridad que las montañas crean a lo largo y ancho del territorio . No es Donde alguien quisiera estar solo y menos sin montura , una figura humanoide se abria paso entre las tinieblas sin equino , siempre vigilando a su alrededor , con la vista ya fijada al frente fuera de peligro apresuró el paso para cerciorarse de que las leyendas no eran ciertas," al ver a dos canes enzarzados en una lucha salvaje por un trozo de res podrida" . Agarrando una piedra y con una fina visión y habilidad lo lanzo a los perros , estos a la vez huyendo con gruñidos dejando la carne muerta . El camino daba la impresión de tener una variación, Unos 10 metros adelante parecía haber un cartel al costado izquierdo. Dando unos pasos de marcha el cielo oscuro iba avisando que se acercaba un aguacero infernal de esos que no te dejan ni una pequeña parte del cuerpo a secas . Con una expresión de serenidad extrema se detuvo a observar aquel indicador que mostraba un desvío izquierdo hacia una posada con una taberna de esos de media calidad y que indicaban a lo lejos un pueblo , ciudad o alguna fortaleza cerca de ahí. Las primeras gotas de lluvia hacen su aparición desde el infinito estrellado poco a poco comienza a hacerse mas fuerte , el sin preocuparse se disponía a seguir adelante avanzando unos cinco pasos pareció recordar algo importante y sin mas que hacer hizo un giro a la izquierda con ritmo apresurando el paso poco a poco hasta hacerse una carrera , protegiendo su pecho en el que parecía llevar un pequeño morral. Por fin después de algunos segundos llega a la taberna empapado al pasar ve a unos cuantos tipos sentados bebiendo cerveza de barril , todos inmersos en su cháchara de grupo . Sintió una sensación hogareña de como si hubiera vuelto a su lugar de origen y tranquilamente se aproximó a la barra , solo unos pocos alcanzan a darle miradas de bienvenida . En las paredes hay antorchas que iluminan el lugar , pero a el parece atraerle de leve manera el candelabro del techo . Se apoyó a la barra y con la mano izquierda jalo un taburete para sentarse , lanzó un ¡Rémain¡ sonoro, al fondo de donde se encontraban las bebidas y demás chucherías propias de una taberna un viejo con un barril sobre el hombro derecho se acerca .
¿Hay un cuarto para pasar la noche? – pregunto el extraño esperando alguna respuesta positiva de parte del viejo.
-Jo pareces no tener sueño ¿Por qué no te quedas bebiendo todo lo que resta de la noche? .- No me interesa , pero sírvame una cerveza que no sea de cebada - le respondio fríamente. El ambiente se pone amigable , algo que no se encuentra fácilmente en lugares donde la noche es sacudida por una intensa lluvia que le da un toque fantasmagórico al recinto, con la vista perdida por un momento y bebiendo inmerso en sus pensamientos y un letargo de pocos segundos regresa en si sacando del morral un rollo envuelto en una funda para evitar que se estropee , el no esperaba que alguien se pueda inmiscuir en sus asuntos y tampoco el en los de otros , solo se limitó a cerciorarse de que se encuentre bien y lo volvió a guardar sin apuros . Da un vistazo a su alrededor , luego fijo su mirada a una mesa con ocupantes ebrios en su parloteo .
-viejo cuantas monedas le debo - preguntó.
Le voy a dejar unas 30 monedas de oro como garantía por lo que voy a cometer.
Acto seguido lanzo el taburete al grupo de la mesa , y ágilmente desenfundo la espada saltando sobre ellos sin darles tiempo para defenderse.
¡perros ladrones sin honor! - logro noquear a dos, en la confusión del momento , los dos sobrantes soltaron una mirada de ferocidad desenvainando sus armas cortantes , le lanzaron los jarros de cerveza para distraer .
El esquivando y maniobrando con velocidad y agilidad no dio tiempo de que los malhechores se prepararan , tumbándolos a ambos en el piso para luego noquearlos. -No se acerquen , estos dos son unos ladrones asesinos que llevo buscando y son peligrosos , los encontré saqueando a un cuerpo a la mitad del camino -
-Dime muchacho ese cuerpo que estaba en el camino fue asesinado por ellos o ya se encontraba así - pregunto un cliente pues este se cercioraba de que no este mintiendo .
- No estoy mintiendo compruebalo si deseas , el cuerpo se encuentra cerca pasando por el cartel -. A el no le importaba que tanto podían fiarse de su palabra. El cliente hizo una reverencia de saludo y le pregunto su identidad .
-No os responderé sobre mi nombre , solo te dire que vengo de ……………….
por un encargo de mas alla , por no decir tierras lejanas -.
La noche parecía hacerse larga , la lluvia continuaba sin cesar hasta el punto de convertirse en una tormenta con rayos y truenos paseándose lúgubremente por el cielo ,nadie se inmuto mas por la escena y los momentos pasan sin que le importe a los demás. El mismo cliente junto con tres de sus acompañantes se acercan a preguntar unos últimos detalles sobre el asesinato; y luego parten a la escena del crimen , por como se veían vestidos mas esas hombreras placas parece ser que pertenecían a un tipo de organización de ese reino.
Junto con los truenos se oía una voz cantar y un instrumento a cuerdas.
“Atesorare os guardare en los campos
los protegeré de las plegarias de maldición
no miraran jamas la penumbra que ellos dejan
y todos me amaran hasta que mueran
la mañana , la mañana nos espera libres
hoy son esclavos”.
Un juglar queriendo dar sazón al lugar se puso a cantar y a recitar poémas ; Parece ser que la canción del musico hizo un efecto mágico , uno por uno los clientes se iban en plena tormenta y otros pasaban a los cuartos para darse una siesta eterna por la embriaguez.
El viejo encargado de la taberna se preguntaba hasta que hora se iba a quedar el joven extraño, - ¿acaso planea dormir en la barra?-.
Por una sencilla razón el no parecía tener sueño y mas inmerso en sus pensamientos que a su alrededor , - la noche es solo una ilusión de la naturaleza que nos advierte lo oscuro y peligroso de la oscuridad -.
A veces se necesita un poco de oscuridad para reflexionar frente los problemas y cuando estemos en ella , somos libres de elegir a que lado pertenecer o nos redimimos o nos hundimos"ustedes no saben por que juzgan y solo ven lo evidénte"
No hay nadie , salvo el juglar que a sus anchas bebe también sin preocuparte nada . Los que se fueron a presenciar el incidente no volvieron.
El tabernero se encuentra aseando la barra , y solo los tres en aquel lugar sin dirigirse una palabra.
De pronto alguien llega a la puerta de entrada , parece ser un caballero con aires de importante.
El extraño recién llegado se acerca con un gesto de saludo hacia ambos.
-General hasta cuando piensa seguir en este negocio , lo extrañamos en la compañía-.' -oh pero si eres tu, mi aprendiz recién nombrado caballero.... ¿ese rango es fáctible? y ¿se te ofrece algo que no sea hablar de mi pasado?,¿Qué te trae por aquí?- el viejo mando una ola de pregúntas.
- asuntos relacionados con el ejercito , hay mareas de inconformidad entre los súbditos reales y la asociación de comerciantes unida del continente-.
- eso es muy típico de la política cada vea que cierto gremio interfiere con sus planes se ponen muy altaneros hasta que la realeza interviene, el comércio y sus carroñeros que lo propagan y se hacen de ella ..jaa , se tiene que ser muerto de hambre para aceptar sus condiciónes- .Por alguna razón estos dos tienen una charla fluida rompiendo el aura de soledad entre los presentes.
El caballero con una sincera expresión y por inercia voltea a su izquierda y ve al joven bebiendo tranquilamente sin mostrar aprecio por la conversación .
-Muchacho que te trae a la taberna y me pregunto si eres mayor de edad-
Viejo a cuantos mocosos ya vas sirviendo cerveza , sabes que si uno de esos perros del reino se entera no dudaran en hacer lo que les plazca , - como si les importara cerrar la única taberna de la frontera – el viejo atino a responder con tono de desprecio. -No se preocupe por mi , ya estaba de salida…
¡silencio! , muéstrame tu espada y tu nombre.
-muchacho será mejor que hagas caso , este hombre no se lleva bien con los jóvenes- el viejo añadió.
El joven sonrió maliciosamente, mostro su arma y en el acto desenvaino
Manteniendo el filo de la espada en el cuello del caballero.
-¡Por la misericordia divina muchacho acabas de ganarte un pase al otro mundo¡- el viejo grito.
El caballero retrocedió sin hacerse daño en la yugular , el también desenvaina y como si entre ellos se batiesen en duelo comenzó la riña.
El joven lleno de energía evadió los ataques , pero el caballero destrozaba todo a su paso. Choque de espadas y luego se cubren , los filos zumban al contraste con el sonido de las hojas vibrantes .
Segundo a segundo cuenta , el caballero no parece darse por vencido , el juglar observa regocijándose de la riña, y viejo esta mas preocupado de que no sigan destrozándolo todo que por la muerte de alguno.
Un movimiento en falso o un descuido uno de ambos caería , la lucha se intensifica el caballero recibe un puño en la cara y otro en el estomago.
El no se queda atrás al tercer intento de golpe este lo intercepta con la mano izquierda y con un solo brazo lo lanza en seco a un costado de la barra , el joven se reincorpora y se mantiene en guardia . El caballero es mas grande y mas hábil con su espada , el se mueve bruscamente pero logra desviar los ataques certeros .
En un descuido del adulto corpulento, un ataque suyo se desvía cerca de donde se encontraba el juglar, este se levanta y con expresión desesperada y con los ojos desorbitados se une a la lucha , el joven se sorprende por que este va en plan a enfrentarse a los dos , uno por iniciar y el otro por destrozar su instrumento de cuerda.
El tabernero presenciaba aquella escena con su risa malevolente y a la vez colérica , siguiendo con la mirada los movimientos de aquellos.
-peleas bien para ser un musico vagabundo - este se expreso bajo la presión del muchacho y del otro contrincante.
- ¡viejo usted acaba de sentenciarse a muerte! , lo que acaba de quebrar era un instumento extremadamente raro- , dicho esto con movimientos impredecibles desarmo al caballero. La situación estaba muy tensa, este logro hacerse del arma de hombre y con ambas espadas y gesto de burla se pavonéa.
-muy impresionante pero te toca soltarlo todo- el muchacho coloco su espada en la nuca del juglar.
- esto es una pelea de bar y estropean mi negócio y si no les importa ¡animales dejen de hacer el ridículo!- el dueño del lugar en un frenesí soltó lo que tenia dentro.
Pasaron unos breves momentos y todo se calmó, los cuatro sin nada que decir el muchacho levanto los taburetes el juglar hizo lo mismo y el caballero se acerco al viejo
-hoy me diverti de verdad y acepta mis 70 monedas de oro como compensación-, ja a comparación de la vez pasada hoy tuve suerte por que no murio nadie y mis barriles quedaron intactos . Ambos se echaron unas carcajadas contagiantes.