En 2007 salió El Nombre del Viento, primer libro del autor Patrick Rothfuss y que, a su vez, fue un gran éxito. La gente lo alababa y sigue alabando por ser una historia más original, oscura y realista que la mayoría de libros del género. No hay duendes, ni dragones, ni magos, ni ninguno de esos elementos que antes eran considerados para niños. Es una obra con los pies más puestos sobre la tierra.
En 2011 salía su sequela, El Temor de un Hombre Sabio, y también fue un éxito. A la gente le gusta tanto que incluso se está poniendo en marcha la realización de una serie de TV por parte de la Fox. La producción está ahora teniendo algunos problemas debido a que el guionista ha abandonado el proyecto (podeís leerlo aquí), y mientras esperamos a ver el piloto, lo cual posiblemente será bastante tiempo, me he planteado, ¿es realmente esta saga tan buena como la pintan?
Según afirmó el propio Ruthfuss, "Si algo está en televisión en apenas una hora puede llegar a cualquier persona que pase por delante, se siente y pasivamente reciba la historia. Pero los libros se propagan más lentamente en la conciencia cultural, porque tienes que coger el libro e involucrarte activamente en su consumo. No puedes entrar en una habitación y leer por accidente un libro sólo porque haya otra persona leyéndolo". Los libros tienden a ser más personales que las series o las películas, y en efecto, tienes que involucrarte más en su consumo. ¿Creeís que nos hemos involucrado lo suficiente para tildarla de obra maestre digna de ponerse a lado de Tolkien y Martin en la estantería, o quizás sea demasiado pronto para decirlo? Recuerdo cuando las sagas Crepúsculo y Los Juegos del Hambre eran consideradas grandes libros de romance y ciencia ficción correspondientemente. No fue hasta que salieron sus adaptaciones que la gente comenzó a mostrarse más excéptica sobre eso. ¿Será este el mismo caso de El Nombre del Viento?
Espero leer vuestras opiniones. Luego daré la mía.
Bueno llevo apenas unas horas en el foro y aquí os dejo mi primer relato. Es corto para que sea más fácil de leer y podáis juzgar. Realmente no se si mi manera de relatar es buena por eso he querido hacerlo corto. Espero que os guste. Si os llegara a gustar me pondré a trabajar para continuarlo. Saludos.
1
El extraño
El murmullo que dominaba la taberna era ensordecedor. Como cada tarde era costumbre que las gentes invadiesen las tabernas de la ciudad para así dar por finalizada la jornada agotadora de trabajo. Discutían, debatían, fumaban o simplemente se embriagaban con una de las mejores cervezas del Reino de Belthas. La tenue luz que desprendían las velas y antorchas que habían repartidas por toda la estancia, hacían que el ambiente fuese más calido, incitando al que entrara a disfrutar de una buena cerveza. Hombres de todo tipo pasaban a diario por la taberna. Mercaderes, soldados, mercenarios, labradores, ganaderos e infinidad de personajes variopintos. Todo para ahogar los problemas, las penas y cualquier sentimiento en el fondo de una buena pinta.
Al fondo de la taberna, a la derecha de la barra y en una zona en la que la luz apenas llegaba, un extraño hombre yacía sentado en un banco, con la espalda apoyada en la pared. Enfrente de él, una mesa con una pequeña vela apunto de extinguirse y una jarra con la famosa cerveza. El extraño ocultaba su rostro en la sombra que producía su capucha procedente de una túnica gris oscura. De la apertura de la capucha, el encapuchado lanzaba pequeñas exhalaciones de humo de la pipa que fumaba. Justo detrás de él, una ventana daba a una de las calles principales de la ciudad, salpicada por la intensa lluvia que caía.
Un hombre apoyado en la barra del que podía resaltarse su enorme panza y su barba oscura salpicada con alguna que otra cana, hablaba con otro más delgado. De rostro huesudo y de unos ojos que se le hundían en las cuencas. El hombre más entrado en carne, mientras hablaba con su acompañante dio con el misterioso que se ocultaba bajo su capucha. Dejando al hombre delgado en la barra mientras hablaba en mitad de una conversación, se acercó al misterioso encapuchado. Sus pasos resonaron en la madera de la taberna y esta crujió a pesar del murmullo que generaba la muchedumbre. Una vez frente al forastero, el gordinflón se paró en seco frente a la mesa. Mientras el extraño seguía emitiendo volutas de humo por la apertura de la capucha.
- Oye tú. ¿Quien demonios eres?- Quiso saber el panzudo, pero lo único que obtuvo fue el movimiento de cabeza del hombre, sabiendo que se dirigían a él.
-¿No me oyes o es que estas sordo? ¿Quien eres? imbecil- Dijo mientras apoyaba sus manos sobre la mesa y se inclinaba hacia el encapuchado. El extraño, sin ninguna prisa se quito la pipa de la boca.
-No quiero problemas. Solo he venido a descansar un rato y me marcho- Su voz sonó seria y firme, como un susurro. Tras contestar, volvió a darle otra calada a la pipa.
El hombre más delgado que observaba la escena, se acercó también a la mesa y se puso al lado del grandullón. Vacilante.
-Vamos zoquete. No hagas enfadar a La Mole. Dile quien eres y que has venido a hacer aquí y no compliques más las cosas- Su voz era ridícula, desafinada y casi provocaba dolor de oídos.
No obtuvieron más respuesta del encapuchado que una bocanada más de humo. Para él la conversación estaba zanjada, pero para los interrogadores no. La Mole miró al delgaducho e hizo un gesto de asentimiento. Apretó uno de sus puños y cargó en dirección al rostro de extraño que seguía oculto en la sombra de su capucha. El golpe había sido descargado pero no llegó ha impactar en su objetivo. Con una velocidad felina hizo un movimiento para esquivar el golpe que acabó impactando en la pared de madera. Este estuvo apunto de partir el cristal de la ventana. El encapuchado apartó a La Mole con una patada y tiró al suelo a la enorme masa que apunto estuvo de caerle encima. El tabernero se percato de lo que ocurría y se llevo las manos a la cabeza, esperando que no se complicara más la situación. El más delgado se echó mano al cinto que colgaba de su cinturón para sacar una pequeña daga, pero el extraño fue más rápido y sacó otra daga. A simple vista no podía verse por la poca luz que emitía la vela casi extinta en esa zona de la taberna, hacia que se fusionara con la oscuridad del recinto. Su acero era de color negro, muy distinto del acero plateado y resplandeciente del que estaban acostumbrados a verse en las forjas. Unas runas inscritas en plata, centelleaban a la luz tenue de la vela y una empuñadura también como el carbón, con un enorme engarce plateado que formaba el acabado de esa misteriosa arma.
Antes de que el hombre delgado pudiese sacar media daga, ya tenía la oscura hoja apoyada en su cuello. Una pequeña gota de sangre resbaló por el filo. La gente de la taberna ni se había dado cuenta de la escena a excepción del tabernero que seguía observando. La Mole trataba de ponerse en pie pero no podía, debido a su enorme envergadura.
-He dicho que no quiero problemas- Su voz esta vez fue amenazante al oído del enjuto hombre.
El extraño encapuchado guardó la daga y empujó al desnutrido contra La Mole, que aún luchaba para poder ponerse en pie y este cayó encima dejando una escena de lo más cómica. Dio un enorme trago a la cerveza, cogió su espada que guardaba bajo de la mesa y se la colgó a la espalda. Sacó unas monedas y las dejó en la barra mientras se dirigía a la puerta. El tabernero resopló aliviado. Ya se veía volviendo a recoger los destrozos que habitualmente las peleas causaban. Al salir ya no llovía intensamente, una ligera llovizna caía sobre las tierras de Vynar, capital del Reino de Belthas. Miró al cielo y su rostro se empapó de gotas que le refrescaron del ambiente cargado del local. Caminó hasta un grupo de caballos que habían amarrados frente a la puerta.
Los goznes de la puerta resonaron en la noche y la puerta se abrió. El extraño pudo deducir que serían esos dos hombres que volvían a querer zanjar el asunto. Hizo una mueca maldiciendo pero una voz dulce y armoniosa sonó en mitad de la húmeda noche. Era la voz de una mujer.
- Perdone - La voz fue tan musical para el extraño que apunto estuvo de darse la vuelta para ver el rostro de la mujer, pero éste siguió su camino. La muchacha apresuró el paso y se situó frente a él.
- Oye no se si conoces a esos tipos, pero te aconsejaría que huyeras. Lejos, lo mas lejos posible- Informó ella intentando verle el rostro que todavía ocultaba sus rasgos.
- No pienso huir de nadie. ¿Porque iba a hacerlo?- Dijo el extraño mientras retiraba su capucha dejando ver su melena castaña, ojos azules y una barba de apenas unos días.
- ¿No sabes quienes son?- El extraño hizo un gesto de negación. Mientras el murmullo de la gente en la taberna se sucedía. La dama vestía con una túnica verde oscura, ojos grises y melena rubia.
Esta aferró la mano del extraño y lo arrastró hacia un callejón oscuro que había a unos metros de distancia, ocultándolos de toda visión. Tras unos enromes barriles que les sirvió de escondite. La mujer se asomó con cuidado y pudo ver como la puerta volvía a abrirse y de ella salieron los dos personajes singulares seguidos de dos más. Uno de ellos doblaba en envergadura a La Mole. Sus enromes músculos, su altura y el enorme tatuaje de la cara dejaban ver que nadie querría hacerle enfadar. El cuarto de complexión atlética, pero más bajo. Todos miraban a ambos lados de la calle en busca del encapuchado.
-¿Donde se a metido ese cobarde? - Gritó el grueso hombre con rostro furioso y fuera de si. El extraño que estaba detrás de la chica, hizo ademán de salir del escondite para vérselas con los cuatro si era necesario pero la joven se giró hacia él y puso una mano en el pecho del forastero para evitar empeorar las cosas.
Mientras los perseguidores subieron calle arriba en busca del fugitivo. La dama volvió a asomarse y pudo ver que ya se habían ido. Se giró al encapuchado.
- Como te decía, deberías coger tu caballo y salir de aquí cuanto antes- La voz de la chica había tomado un tono serio.
- ¿Y porque debería huir?
- ¿A caso no sabes quienes son?
-¿Debería saber quien es cada persona que veo en una taberna?
-No, obviamente. Pero es que precisamente esos son miembros de la Guardia Gris.
-¿Y?- El rostro del extranjero mostraba indiferencia.
- La Guardia Gris pertenece al ejército del Rey Theron. Es la elite del ejército del reino de Belthas.
- ¿Esos dos? ¿Pero tú los has visto?
- No me refiero al grueso y al delgaducho. Me refiero a los otros dos. Vi toda la escena desde donde me sentaba. Te buscaran y te llevaran ante el rey- El rostro de la muchacha mostraba preocupación. Sus pupilas color miel hicieron que el extraño se sintiera atraído por esa mirada.
- ¿Ante el rey dices? Vaya que casualidad. Por que es con él con quien debo hablar.
Sé que en el foro la mayoría son españoles, por lo cual me gustaría preguntarles qué opinan acerca de sus doblajes. Acá en sudamérica hay muchas críticas y burlas, así que me ha entrado la duda ¿de verdad les gustan?
Les dejo algunos memes que recorren las redes sociales:
A continuación os dejo mi primer relato! Espero que lo disfrutéis todo lo que se deje, y por favor, comentad y criticad todo lo que queráis, sobretodo las partes negativas! Que así es como se aprende.
Para los ex-Fantasía Épica, aviso que ya lo colgué allí en su día, y que apenas he cambiado unas pocas palabras y el título...
Y finalmente, también aviso que es un relato breve, aunque lo colgaré en 3 partes, y es autoconclusivo. Hay gente que me animó a extenderlo a una novela más o menos ambiciosa, porque argumento, hay, pero de momento lo tengo en la recámara porque he empezado otro par de cosas que en breve también compartiré.
Nada más, gracias de antemano por entrar, leer, comentar. Espero que os guste!
Buenas a todos, les traigo una historia que algunos ya conocen, aunque esta muy retocada, veamos que les parece. Un saludo y las criticas, buenas o malas simpre son bien recibidas.
La unificación de los reinos cap1
En el interior de la taberna en una de las ciudades más concurridas del reino del sud, Ergerder, el buen beber de ese lugar llenaban las almas vacías de existencia: La música recorría la instancia con una suave y agradable melodía que alegraba los oídos y, los campesinos bailaban al ritmo del músico. Como en toda buena posada que se aprecie, no faltaban los quesos, carnes de cazas, frutas y los siempre solicitados guisos; el intenso aroma del estofado embriagaba la nariz del comensal que no podía más que pedir un plato y sucumbir el paladar.
—Ponme otra cerveza —dijo un anciano algo demacrado de voz ronca. El sonido del chocar de las cervezas resaltaba en una noche fría y oscura, el leve goteo de la lluvia caía minuciosamente y penetraba tristemente en las ventanas entre abiertas. En esas paredes desnudas y afligidas, un colorido rosetón resaltaba del conjunto, y que mostraba una triste luna, escondida entre nubes, pidiendo mostrar su bonita sonrisa. Varios de los residentes estaban borrachos, y montaban algún que otro altercado, asemejándose a un teatro de mal gusto; tampoco faltaban las mujeres de alegres piernas que ofrecían sus encantos por precios contenidos. Imponentes árboles rodeaban la entrada, aunque en esa latente oscuridad de la noche no mostraban toda la grandeza; calles sin llevar a a ninguna parte que parecían atrapar al caminante despistado.
—Primero debes pagarme las anteriores pintas —replicó el tabernero—. No va a salir ni una más si no hay dinero de antemano, ¿entendido?
—Sola una, solo una más por Doz*. (* Era considero por la mayoría de los reinos, tanto del sud como del norte, el único dios verdadero.)
—No y no —exclamó el dueño.
—¿Y si os explico una historia?
—Siempre explicando los mismos cuentos…que nadie quiere le interesa —espetó molesto, mientras preparaba varios tacos de queso para varios comensales.
—Esta vez no es una fábula mía —de repente, el viejo subió en una mesa y dijo—:
—Escuchadme atentamente. En breves instantes un servidor recitará una de las mejores batallas de este reino —en ese momento varias voces interrumpieron el discurso.
—¡Bájate viejo!
—Todavía vas a caerte y voy a tener que recogerte —rió un guardia de la metrópolis, al igual que las risas se expandieron en la sala.
—Podéis reíros las veces que os plazca, pero, si alguien desea escuchar una leyenda del gran cuentacuentos, Andrew —un “oh” de exclamación reinó en la mayoría; era el mejor cuentacuentos y sus historias eran solicitadas por los reyes en veladas de gran importancia.
—¿Seguro que no os lo inventáis?
—Ahora mismo, compañero, podrás comprobar in situ la certeza de leyenda. Solo pido un módico precio, siete cervezas para refrescar el gaznate y vuestras mentes viajaran en el año mil setecientos cincuenta, una época de grandes proezas y de héroes forjados en batalla épicas —volvieron a interrumpirle las palabras.
—Jaja —rieron la mayoría.
—Lo que eres capaz de hacer para seguir con tu borrachera —menospreció al viejo, el joven guardia de la ciudad.
—Yo pagaré las siete pintas —dijo un hombre de túnica larga, Nilhem el destructor. De rostro escondido en una capucha y que solo dejaban entrever sus ojos, cuales desprendían un leve fuego como el fuego de una vela a punto de desvanecerse.
—Aquí tenemos a un mago de corazón bondadoso —señalo al conjurador, viendo como bajaba el capuchón mostrando ausencia de pelo, extraño en los hechiceros—, denle las gracias, ya que serán testigos de una de las siempre aclamadas narraciones del gran Andrew.
—No quiero ninguna felicitación por vuestra parte, viejo —espetó el Destructor—. Solo quiero deleitarme de una buena historia y más te vale no engañarme, ¿entendido?
—Maestre del fuego —remarcó— No debéis preocuparos —terminó mirando la fina armadura del pecho del conjurador; varias llamaradas salían de costado de las costillas y entre esas llamaradas, una aterradora cabeza de un dragón emergía en un prominente y amenazante relieve. Múltiples aros de oro con inscripciones antiguas ornamentaban esos brazos, ilustrados con tatuajes tribales y símbolos de dioses del fuego. Terminaba sujetando un báculo en cuya cúspide emergía una cabeza de otro dragón, que siempre emanaba un fuego rojizo. En ese momento el tabernero le trajo una cerveza, y fue cuando el viejo dijo:
—Tengo el gusto y el placer de contarles esta historia, la unificación de los reinos del sud.
“Todo empezó en uno de los inviernos más largos y tempestuosos que se recuerde. Las poderosas tormentas no daban tregua la ciudad de Urskoy, anegando sin remedio los patios de la fortaleza del rey Cladius, hasta los lejanos campos de trigo en los territorios del norte. Parecía que el mismo Agrammonth hubiera abandonado el trono del inframundo, para comandar los vientos que azotaban sin piedad estas tierras y sus habitantes. Como si no lo tuvieran difícil de por sí, para sobrevivir en un mundo donde las espadas eran un bien necesario, las batallas se detonaban con tan solo mirarse a los ojos, y la magia inclinaba la balanza a favor de los seres malignos y sanguinarios que no se compadecían de los más puros de corazón. Sí, la vida en el norte del reino del sud era ardua, pero aun así, el ambicioso rey ansiaba ser el gobernante, para más tarde atacar a las tierras de los Donwers, pacíficos esa raza, pero de poder colosal —bebió un trago largo del vaso y siguió hablando, viendo que había llamado toda la atención de la gente—. Apodado por su arrogancia, Cladius el Arrogante. Mataba a todo el que levantara la voz en su contra. Sentando sobre sus rechonchas posaderas, mostraba sus asquerosos dientes amarillos, en una sonrisa torva y malvada. Pero una de las muchas rarezas de ese loco rey, era la de portar encima su venerada espada, que ni se quitaba en esas legendarias y depravadas orgias, donde se decía que menores de edad participaban. Como todos sabemos, era un monarca infame, impropio para una de las ciudades de mayor fervor religioso —remarcó dando otro sorbo a la cebaba, hasta que no quedó gota alguna—, ¿Por dónde íbamos?
—La bebida se está llevando la poca memoria que os queda anciano, y por el bien vuestro más vale que la recuperéis o mi pago será recuperado de alguna forma que no os gustará —frunció el mago de fuego y le acompañaron varias risas de los asistentes y algún que otra palabra grotesca sobre el viejo parlanchín.
—A sí, ya me acuerdo.
“Cladius se alió con el jovencísimo príncipe, Koppens de Forthor, una de las metrópolis con el mayor ejército, todo gracias a la extinta mina de plata. Dos territorios estaban unidos por distintas banderas, la de Urskoy con el águila imperial y, Forthor mostrando la cabeza de león rugiendo. Aunque el Arrogante lo que temía eran los venerados colegios de magia, al que en antaño no poseía el poder de hoy en día, pero eran una fuerza muy a temer. Nuestra apreciada ciudad estaba capitaneada por nuestros dos queridos reyes; Ewon y el joven Schulemberger que más de uno no recordaría, ya en esa época debería de tener algo menos de veinte años. Poco voy a decir de ellos: Ewon era muy respetado en todo el sud, gracias a su sabiduría. Comparte muchos rasgos de los elfos: Piel emblanquecida, melena dorada y esos ojos turbadores, cuales podías ver el alma fría e inmortal de esa raza. Su armadura fue forjada por los mejores artesanos elfos; era tal la maestría de esos herreros que se inspiraron en la misma naturaleza, creando una cota en formas de hojas, una belleza para los ojos. En esa creación destacaba el relieve del rostro de un caballo, justo en el centro del animal, brillaba la joya de Oryan, la prometida de Doz. Aunque como todos sabemos que su capa es posiblemente una de las artesanías más difíciles de igualar: Recubierta de escamas de dracónito, centellaba con la tenue luz y le proporcionaba protección por la retaguardia. En el centro la estrella de Mirlas descansaba con todo su resplandor; círculos y pinceladas entre sí, formaban esa creación del firmamento —en ese instante, un hombre de la guardia dijo:
—Me parece que todos sabemos quiénes o como visten nuestros reyes —argumentó.
—Lo sé y tienes toda la razón y pido perdón. Pero señores, damas la historia es contada en otras ciudades donde no conocen las vestimentas de los reyes —dijo el viejo moviendo los brazos— Ahora viene la parte buena, la que todos estáis esperando —hizo unos segundos de pausa— ¡Los acontecimientos y la desmesurada acción!
—¡Eso, eso! ¡Queremos oír espadas cortando cabezas!
—Todo en su momento, caballero, sigamos.
“El monarca de Urskoy hizo comparecer al numerable ejército de Koppens en su fortaleza, considerada una de las más dificultosas de asediar. Para llegar al castillo, uno tenía que recorrer un sendero estrecho, franqueado por un enorme precipicio para poder llegar a la puerta. Los dos reyes, mandaron varios cuervos para saber a los demás reinos sus peticiones, someterse a ellos o sucumbir a un asedio sin prisioneros: Al reino de Ergerder, los territorios de los barbaros del norte, a las tierras de los elfos de Elthor y los reinos de Theodric el Necio.
El primer papiro llegó a la región de Loghern, él soberano de los elfos: Nada más enterarse del escrito, el rey, contestó que su pueblo no atacaría si no eran atacados primero. Poco tiempo les quedaba en estas tierras; anhelaban los dominios de sus antepasados, las llanuras de Gorgot. El siguiente pájaro del ébano voló sobre el reino sin ley, los territorios de los bárbaros del norte, del temido rey Dova el Castrador: La respuesta de éste cruel tirano fue ignorarla, ni tan siquiera respondió (él solo ansiaba acabar con Ergerder, cuyos recuerdos de la gran batalla todavía le acompañaban en sus sueños). El consiguiente en recibir el pergamino, fue a parar a Theodric el Necio: Aunque quería ser el señor del sud, no compartiría jamás el reinado con ninguna de las otras casas reinantes, solo esperaba su momento.
Cladius, al ver que los del norte no le atacarían a no ser que él diera el primer paso, decidió mantenerse a la espera y defenderse en su propia fortaleza. Sabía que los reyes de Ergerder irían a la guerra, aun sin tener alianzas posibles. Él se veía señor de todo el sud y con obtener la victoria, podría atacar a los Donwers, ancianos pacíficos, de los que poseen objetos arcanos de poder inimaginable.
Ewon recibió la carta y clamó el cielo: A sabiendas de que el norte no le apoyaría, se encontraba en una decisión que podría cambiar el destino de todos. Sin alianzas posibles, atacar la fortaleza del tirano sería una tarea titánica, pero, si no actuaba, el rival podría pactar otra alianza, y eso era algo que no quería comprobar.
Los dos reyes fueron hacía Urskoy con todo su ejército, incluyendo a casi todo el colegio de magia. Era el ejército más grande jamás reunido.
Marcharon en un amanecer triste, grandes nubarrones se amontonaban en el cielo.
—¡Quietos! —Gritó Ewon—. Escuchad guerreros. Nuestra victoria pasa por entrar por la puerta del castillo, dejando atrás al peligroso sendero —miró el enorme precipicio que tenía debajo de él, asombrado por el río en su más bravura.
—Mi señor, trescientos mil soldados están dispuestos a morir por vos y la liberación de los reinos.
—Perfecto capitán, sois un hombre que nunca podré agradeceros vuestra lealtad. Es hora de pasar cuentas.
El rey de rasgos felinos era un general muy disciplinado con sus fieles tropas bien adiestradas. De esa fila interminable de guerreros se podía contemplar a los portaestandartes de la ciudad que ondeaban las banderas con orgullo y honor. Los músicos tocaban las trompetas en señal de veneración hacía Doz, en busca de encontrar la paz y la serenidad para luchar con mente libre. Un poco más rezagado de la batalla se encontraban varios cardenales, para infundir fe en los momentos más difíciles de la batalla. Al costado de los pastores de dios, asomaban varias manadas de lobos, adiestrados por Taboti, el único domador de estas fieras de los reinos.
La muralla de Urskoy era de grosor notable y de gran altura. Cladius partía en cierta ventaja, sus arqueros aprovecharían la altura para generar el máximo daño entre las filas enemigas.
—¡A mi señal, lanzad las flechas de fuego! —ordenó el señor de la fortaleza, levantando el brazo para indicar las correspondientes órdenes.
Ewon alzó levemente la mirada, fijándose en la muralla y vislumbró al rey Cladius junto al joven príncipe.
—Atacad magos, demostradles cómo se paga desafiar a los nuestros —dijo el Impecable, alzando su arma mientras levantaba el corcel con una bonita pose.
En ese instante un mago, el más anciano, levantó su báculo y lanzó un proyectil de fuego que impactó contra el muro de la fortaleza, destruyendo la roca, donde aguardaban algunos combatientes. La bola de magia calcinó varios guerreros. Del virulento impactó varios fragmentos rocosos salieron de la muralla en todas direcciones.
—¡Apartaros! —gritó un capitán— ¡Rocas ardientes caerán sobre vuestras cabezas!—. El estruendo de las rocas al chocar contra el suelo, estremecía a los guardias e intentaban buenamente esquivar esas enormes masas de piedras. Uno de esos pedruscos dio en el rostro del príncipe Koppens.
<<Perfecto. Ahora su ejército me pertenece>> pensó Cladius con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Curanderos, salvad a este joven! —espetó el capitán de los arqueros. Varios sanadores se acercaron rápidamente e intentaban salvarle la vida, pero, las caras de estos dejaban prever que las posibilidades de sobrevivir eran escasas.
—¡Mi rey! No responde…—comentó el sanador, mientras observaba horrorizado el rostro descompuesto del joven.
—Ha pagado un alto precio por la inexperiencia en batalla —dijo el Arrogante sin un ápice de compasión.
—Lo llevaremos aún lugar seguro, mi Lord —argumentó el médico sujetando los brazos del rey. Fue trasladado en la biblioteca.
—¡Lanzad una lluvia de flechas, ya!
El mismo hechicero que lanzó el conjuro, volvió a canalizar los flujos de magia para realizar uno de sus conjuros superiores. Al terminar la canalización, empezó a brotar de sus palmas un fuego candente y rojizo que por momentos crecía de tamaño. El hechicero lanzó otra bola de fuego pura, hacía la puerta de la fortaleza y esta fue destruida, sucumbiendo en llamaradas.
—¡Rápido, a por la ciudad! —exaltó el rey de orejas picudas.
—¡Wha! —gritaron los guerreros de Ergerder al ver la puerta abierta. Miles de luchadores corrían para adentrarse en la ciudad.
—¡Maldigo a toda esta calaña de asquerosos magos! —Injurió el rey de la ciudad asediada—. Guerreros de Forthor, no deben entrar —gritó— ¡Como pasen…probareis mi cólera!
Los ejércitos se acercaron en ese punto estratégico, para una cruenta batalla por controlar la exenta puerta. En ella, la congregación de los dos ejércitos era tal que por momentos parecía una alfombra humana de hombres. La lucha en el paso era terrible, se podía notar en los rostros de los guerreros, el fervor y la tenacidad, el sudor y la sangre; guerreros a por doquier caían al suelo y eran literalmente pisados por sus propios compañeros, ya que no se quería ceder ni un metro de terreno en ese instante decisivo de la batalla. Al largo rato de lucha, el grupo de Ewon se abrió camino, siendo estos mejores en el cuerpo a cuerpo. La hueste de Ergerder aprovechó para adentrarse en la ciudad y poder salir de esa trampa mortal, el temido acantilado.
El rey más longevo, intentaba acercarse a Cladius abatiendo a todo el que se ponía en su camino, acercándose para poner fin a la batalla. Los dos reyes, por fin se encontraban de frente.
—Acabemos con esto tú y yo. Deja que por lo menos la gente se valla y puedan ver un nuevo despertar —dijo Ewon mirando fijamente a su adversario.
—Morirán por mí. Sus vidas me pertenecen ¡Soy su rey!
En ese instante el silencio entre los dos se hizo latente, parecían observar cada movimiento que hacían, como si estuvieran estudiándose el uno al otro.
—Esto ha ido demasiado lejos —lamentó Ewon al ver de re ojo las muertes de los suyos—. Tu mente perturbada es la responsable de las muertes de esta batalla.
—¡Callaros de una vez! Escuchar vuestra voz me produce un intenso dolor de cabeza. La insensatez de veniros a mi fortaleza os costará la vida de inmortal.
—Tengo fe en mi gente —expresó mirando su apreciada hoja—. Puede que muera en este lugar si ese mi destino, pero mi existencia es llevar la paz a los reinos y hacer que los reyes cumplan las normas. Nadie está por encima de las leyes.
—Bla, bla, bla. ¿Leyes dices? Las leyes están para saltárselas, sino sería una vida muy aburrida, sin emociones, acaso ¿crees que no me divierto con esta guerra? —preguntó—. Deberos a los demás no es digno de nuestro estatus, hemos nacido con la suerte de ser dioses en la tierra, reyes que ansían el absoluto poder. Verás orejonas picudas, hace muy poco tuve un sueño donde contemplé como moríais ante un guerrero de naturaleza extraña —comentó Cladius con cierta sonrisa placentera en su rostro.
—Los sueños pueden ser errantes y ni los más sabios son capaces de entender el verdadero significado.
El combate entre los dos reyes empezó. Las hojas chocaban cómo relámpagos sin cesar. Las miradas eran intensas, en busca de delatar el siguiente ataque, algo que su maestría no mostraba ningún movimiento en falso. El rey tirano era el más fuerte y hacía uso de ello, con fuertes golpes de espada que su oponente contrarrestaba con rapidez, y cuerpo equilibrado de los elfos. En un rápido ataque llevado por Ewon, cambió el ángulo de ataque en busca de dar un golpe preciso y que su rival logró esquivar.
—¡Miserable! —espetó el Arrogante retirándose hacia atrás, mientras se tocaba la mejilla notando como la sangre se escurría entre sus fornidos dedos.
—Ríndete ahora antes de que sea demasiado tarde, Cladius.
—Antes prefiero morir —dijo Cladius con rabia y lanzó varios ataques que su oponente rechazo. Él sabía que cuanto más tiempo pasase en el duelo, más difícil lo tendría para vencer, ya que su oponente tenía una resistencia admirable. La intensidad en los golpes empezaba a decaer y las estocadas del tirano solo eran defensivas, ni tan siquiera era capaz de lanzar un ataque dado su notable cansancio. En ese instante, ante una posible derrota, silbó fuertemente como si llamara un perro. Entre los muros del final de la fortaleza, unos enormes tentáculos empezaron asomar y que procedían de la espeluznante criatura, el Ocho ojos.
—¿Qué os parece la historia? —interrumpió su discurso el viejo.
—Bravo —aplaudió—. Esta sí que es una buena leyenda, uno puede trasladarse en la misma batalla, anciano, en el nombre mío y creo que el de todos sigue por favor —dijo joven guarida de la ciudad.
—Ahora mismo sigo pero, la gola se me está secando —tocó la nuez—, ¿alguien bondadoso invita a otra birra a este pobre anciano?
—Yo, la pago —tiró varios peniques hacia el viejo.
—Gracias, Cardenal. Bueno sigamos —comentó viendo como el tabernero le traía la bebida.
“Esta criatura temida, era la última de su especie, la mayoría contraían enfermedades humanas hasta que morían agonizando. Este ser era un pulpo gigante con la peculiaridad de que vivían en la tierra. En esa leve distracción el rey de la ciudad aprovechó para escabullirse del duelo.
Esa bestia tenía la cabeza de un octópodo, pero con sus ochos ojos gigantes y de las cuales el del centro era el más grande; decían los ciudadanos encargados de dar de comer que ese ojo nunca parpadeaba, ni en los largos sueños. Sus dientes eran grandes y tajantes, como espadas forjadas por los mejores herreros. Debía tener al menos diez tentáculos largos terminados en puntas afiladas.
A pesar de sus dimensiones holgadas era bastante ágil. Su piel se asemejaba a la de un pulpo de mar, pero algo más oscura y recubierta por unos bultos endurecidos. El gigante, solo respondía a la llamada de su amo: De muy joven, Cladius, se encontró al animal mal herido en una cueva. El joven príncipe, se lo llevó para cuidarlo, protegerlo, logrando una lealtad entro los dos, algo extraño en esos seres de arduo temperamento.
La batalla parecía decantarse a favor de los reyes de Ergerder, sobre todo gracias a los magos del colegio. Los hechiceros con la magia lograban ejecutar conjuros de gran devastación, mermando enormemente las tropas enemigas.
—Parece mentira pero es verdad lo que se rumoreaba de la “mascota”… —En ese instante, Ewon, estaba impactado ante ese ser—. ¡Guardias, la criatura debe ser destruida!
—¡Picas al frente! —gritó un capitán de Ergerder—. Preparaos para la lucha.
La mascota entró en la batalla abriendo una enorme brecha en la muralla, cerca de la exenta puerta de la ciudad. Saltaron rocas enormes, como si fueran lanzados por los mismos dioses.
Atacó arrasando con tropas enteras de guerreros que salían volando hasta estrellarse contra el duro suelo o por el acantilado. La moral de los guardias empezaba a decaer, los rostros reflejaban la poca esperanza.
—Vuestras palabras divinas guiaran los corazones más débiles —gritaron varios cardenales, mientras recitaban versos de los libros sagrados de Doz—. Señor, tú que ves la luz en donde no es bienvenida, guía estas pobres almas para que encuentren la fe y la suficiente fuerza en su interior.
El pulpo seguía exterminando guerreros de forma alarmante, justo en el momento que entró en batalla el domador de lobos:
—Atacad, sin piedad mis pequeñas criaturas —dijo el adiestrador al ver que los magos estaban teniendo serios problemas con ese engendro—. Recuperad vuestras mentes, pueden servirnos más tarde —terminó mirando a esos magos fatigados y estos agradecieron su valor. Los lobos se lanzaron sobre la presa astutamente y bien organizados, algo característico de esa raza. Ese era uno de los motivos por los que es relativamente fácil adiestrar a un tigre, puma o similar, pero es sumamente difícil adiestrar a estos animales.
Los mamíferos atacaron con saña las múltiples patas de ese ser gigante, mientras varias fieras, aguardaban el turno de ataque como si fueran un ejército disciplinado y quisieran rodear a la bestia para desorientarla. Los canes hundían los penetrantes colmillos en esa carne gruesa. Estaban causando un cierto daño a esa criatura que se retorcía de dolor. La bestia intentaba agarrar a esos lobos para poder estrangularlos como si fuera una serpiente constrictora. El Ocho ojos atacó con sus múltiples brazos afilados como cuchillas, atravesando a varios de ellos como simples tallos de flor. Los lobos seguían con sus ataques incansables, propio de su naturaleza, la tenacidad. El pulpo gigante siguió con la eliminación de los animales salvajes, que aunque le hicieron un cierto daño no parecían ser rivales. Taboti vio que de las dos manadas, solo le quedaba una quinta parte, algo que le enfureció su corazón; quería esos mamíferos como si fueran hijos propios y sin pensárselo cargó contra el enemigo. El ataque fue en vano ya que atravesó a dos de ellos con esos largos apéndices y lanzó a los restantes por el pronunciado acantilado. El adiestrador también tuvo un fatal destino, fue literalmente barrido por uno de esas extremidades, impactando en la tosca muralla de la fortaleza y perdiendo en ello la vida.
La pérdida del señor de los lobos era importante para el combate, nadie sabía educar esos animales. Al no tener descendencia, nunca más se podría volver a adiestrar a un lobo para el uso en batalla.
—A ver cómo te sientan estos rayos, por Taboti —gritó un mago, mientras emergían rayos y chispas de las manos—. Maldita criatura del mal, agoniza ante mi dominio del elemento.
El gigante parecía padecer un fuerte dolor, pero de forma súbita y con una rapidez envidiable, lanzó dos de sus tentáculos hacía el conjurador, partiéndolo en dos sin apenas esfuerzo.
Otro anciano empezó a canalizar magia, recitando palabras de procedencia antigua. En ese instante empezó a brotar de las manos un intenso fuego que poco a poco iba creciendo. La bestia se percató del posible ataque llevado por el conjurador y velozmente se acercó. El hechicero al ver que el oponente no le permitiría terminar de concentrar la totalidad de su magia, empezó a lanzar otro conjuro sobre la primera invocación. Rápidamente acercó las palmas cerca de su cara, cuales llamaradas pasaban muy cerca de la nariz y sopló. Al soplar el fuego se partió en mil pedazos; parecía una lluvia candente que atravesó la gruesa piel del monstruo. El ocho ojos se retorcía de dolor, y los chillos se acentuaban y resonaban por las montañas. En un ataque de ira de la imponente criatura, cogió a un guardia que yacía muerto en el suelo y lo lanzó hacia el conjurador.
—¡Cuidado mago! —gritó el príncipe de Ergerder viendo como sus palabras se perdían en el aire, el conjurador recibió un golpe mortal. Los magos aunque intentaban lanzar varios conjuros, el pulpo con esa rapidez impropia de su envergadura, no dejaba que se centraran en la magia, produciendo ciertas lagunas en la canalización.
—Mi señor, no aguantaremos mucho este ritmo. Estamos teniendo demasiadas bajas, necesitamos un cambio urgente… majestad —finalizó uno de los capitanes de la guardia de Ergerder.
—¿Pero cómo podemos derrotar a esta criatura? —preguntó el Impecable
—Sois tan previsible… —dijo Schulemberger, como si de golpe, ese chiquillo hubiera madurado—. ¡Tenéis que guiaros más por el corazón… por Ergerder! —acabó gritando, aproximándose hacía esa criatura.
El gigante octópodo empezaba a notarse fatigado, sus movimientos eran algo más lentos y más toscos, debido a los múltiples y tajantes cortes que tenía por todo el cuerpo.
El joven soberano aprovechó que la bestia había bajado la guardia para atacar por detrás y seccionarle uno de los brazos. El pulpo gigante reaccionó con uno de sus largos apéndices, agarrando al joven. El príncipe era balanceado de un lado a otro, hasta que el animal prosiguió a levantarlo para poder comérselo, y deleitarse con su aperitivo preferido, la carne humana.
—¡Déjale en paz, maldita bestia! —gritó Ewon, mientras ágilmente atacó a la criatura con esa espada mágica—. ¡Sufre la hoja de los primeros elfos!
El acero penetró la gruesa piel y emanaba un fuego intenso.
El octópodo, debido al dolor, soltó al joven rey cayendo al suelo y provocándole el desmayo en el acto. El ser gigante empezaba a tambalearse de un lado al otro hasta que se derrumbó, como una piña es soltada por el árbol.
El rey de la ciudad asediada podía contemplar entre lágrimas, como la apreciada criatura había causado estragos entre las filas enemigas, pero su muerte fue un dolor en su corazón que jamás podría aliviar.
Ewon no se rindió y siguió luchando, aun sabiendo que la batalla parecía pérdida, el ejército de Ergerder había sido reducido de forma alarmante por la criatura gigante y por el desfiladero.
Un fuerte y estridente ruido se escuchó por todo el valle, hizo temblar hasta la gruesa muralla. El desconcierto se apoderó de los guerreros, no sabían que era pero algo estaba en este lugar, ocultó entre las sombras, esperando su turno.
La lucha era frenética y el fervor de los líderes por tener la moral alta de sus soldados era palpable. La sangre caía por el suelo formando ríos de color rojo, mientras los demás vivos, solo podían desear no estar en la misma situación.
—¡Todavía hay luz! ¡Podemos ganar la batalla! Por nuestra ciudad que si hoy perdemos, nuestros seres más queridos caerán con ella! —ensalzó Ewon en una señal de un último esfuerzo.
Al rato de seguir con la intensa batalla, Ergerder, parecía ganar terreno, y eso era gracias a los magos.
Otro chillido parecido al anterior volvió a sentir por todas las montañas; varias mandas de pájaros se alejaron del lugar y eso era señal de que algo pasaba en ese lugar.
—Worfer, ¿Qué crees qué puede ser este grito? —preguntó Ewon preocupado.
—Mucho me temo mi rey que es una criatura milenaria… —contestó el hechicero confundido y cuyo rostro parecía asustado.
Quedaban escasos magos en la batalla; Un anciano conjurador del colegio de fuego. Otro viejo del mismo colegio, y quedaba un niño aprendiz del colegio de los cielos, y que sus conocimientos por los vientos de la magia eran gratamente sorprendentes.
Cladius se veía amo y señor de los reinos hasta que se escuchó otra vez el chillido. Esta vez fue más estridente y agudo, tan agudo que hizo vibrar la tierra. En ese instante el silencio cortaba la tensión, mientras un intenso miedo se apoderaba de los corazones de los guerreros. Los combatientes de los dos bandos se giraron, pudiendo contemplar a Ineth, una criatura casi extinta en esta época.
La extraña bestia procedía de las primeras creaciones de Doz. Se decía en leyendas que salía de las profundidades de los ríos para destruir aquel que osara menguar las aguas o contaminara los cauces.
Este ser milenario era muy alto y a la vez delgado. Su extraño rostro destacaba de sus facciones muy estiradas. De más grosor en la parte superior de la cabeza, como una apreciada almendra; un haz de luz azul emergía del centro del rostro y no dejaba ver si poseía ojos o boca. El cuerpo estaba cubierto por una piel de color verdoso azulado y se asemejaban a las burbujas de agua, como si fuera un cuerpo gelatinoso y relleno de agua con pompas. Los brazos eran finos y largos, sobrepasaban las rodillas. Las manos eran algo más grande, resaltando del extraño cuerpo. Las piernas eran también acordes al cuerpo delgado, más holgado desde la cadera hasta ser más ancho en los pies. Aunque su aspecto no era terrorífico, sus dotes de destrucción eran legendarias.
Los dos bandos se retiraron hasta el final de la muralla ya que temían a esa criatura antigua.
—¡Cladius! Debemos apartar por un momento nuestras indiferencias y luchar juntos contra este ser —expuso Ewon mirando fijamente a su rival, que parecía indiferente—. Escúchame. Mi pueblo ha luchado desde tiempos pasados con estas criaturas, y su poder es aterrador.
—¡Maldita sea! —Gritó el rey la fortaleza—. Mis dioses me han abandonado justo en el momento de mi dulce victoria.
—¡No decaigas en este momento. Te necesitamos más que nunca. Podemos abatirle, si luchamos codo con codo. Si unimos fuerzas todavía podemos hacerle frente.
—Ewon, aceptó luchar contra esta criatura, pero solo sí yo dirijo el ataque. Este es mi castillo y nadie entra sin mí permiso y sufrir las consecuencias… veamos esta legendaria destrucción de este individuo —dijo Cladius. Aunque el rey de Ergerder no estaba del todo acorde, no se opuso a su petición.
—¡Escudadme guerreros de Ergerder. Ahora Cladius es quién dirige el ataque contra esta criatura, ¿entendido?!
—¡Arqueros en la retaguardia!—ordenó el Arrogante—. ¡Caballeros en primeras filas!
La criatura con sus manos, más concretamente de sus palmas, le brotaba unos chorros de agua caliente que levantaban la piel. En ese instante la criatura zigzagueó con sus brazos en el aire, con lo que se formó una cortina de agua saliendo de las extremidades. El tapiz de ese elemento acuoso fue hacía las tropas, introduciéndose entre los agujeros de las armaduras, dejando a los guerreros con quemaduras muy profundas. Los soldados gritaban de dolor por la piel levantada, con resultadas horribles y que diezmaba las tropas como si fueran cartas de naipes.
La bestia del agua al ver que destrozaba a los enemigos, soltó un fuerte chillido, siendo este rugido más fuerte y agudo que el anterior bramido, como si fuera una provocación sobre sus rivales.
—¡Hussmar enséñanos que eres capaz de hacer! —dijo el rey de orejas picudas, fijando una mirada de esperanza sobre ese joven mago.
Acto seguido y con algo de dificultad, lanzó varias palabras de poder en el aire, cuales parecían resonar en algún vacío que había creado ese joven y hábil conjurador. Del báculo del hechicero salió de repente una bocanada de viento mágico, siendo este de una celeridad pasmosa, llegando al instante sobre esa criatura, impactando fuertemente en el pecho. La corriente era tan rápida que se podía notar como cortaba, ya que brotaron varios flujos azules de la bestia. En ese instante el niño cayó en el suelo por su propio hechizo, fue tal esfuerzo, que agotó su mente hasta la extenuación.
Los guerreros de cada bando estaban siendo arrasados de forma pasmosa y ni los pocos magos que quedaban se veían capaces de eliminar esa terrible creación divina.
—¡Cargad contra esa criatura. Lanzad flechas miserables o probaréis mi cólera! —amenazó Cladius.
La criatura empezaba a decaer; no brotaba ni la mitad de esa agua candente y sus movimientos eran algo predecibles, debido a la acumulación de daño, cortes y demás. Los dos líderes atacaron con todas sus fuerzas, consiguiendo herir a al coloso rival. El rey de Ergerder empezaba a perder las fuerzas. Hizo un último ataque; atacó de frente y consiguió hundir el arma en el pie derecho de la criatura. La bestia de agua le atizó una ardua patada, arrojándolo contra una de las estatuas del rey tirano, hasta que cayó al suelo sin sentido.
Cladius en un acto de valentía cargó con todas sus fuerzas con su espada (un arma de uno de los hijos de Doz que tiene la facilidad de generar magia dañina). Atacó a la criatura con esa divina hoja, cortando primero una pierna y luego abrió una gran herida en la otra extremidad. De pronto, de ese pie entreabierto, empezó a brotar un líquido viscoso azul. Ineth agonizaba de dolor. Mientras la bestia rugía de dolor, golpeó con esos largos brazos en la cadera del Arrogante, dejándolo fuera de sí. Fue un golpe terrorífico. Se escuchó un ruido del interior del cuerpo, pareciéndose partir en mil pedazos la columna, como si se hubiera agitado un tarro de ricas avellanas.
El rey por momentos sacudía de su interior sangre espesa, notaba el fin de la vida.
El mago anciano que quedaba en pie sacó un objeto arcano y prosiguió a leerlo; al acabar de leer el escrito salió una bola de fuego que impactó contra el gigante, desintegrándose.
Las bajas fueron abrumadoras, pocos eran los afortunados que podían seguir vivos para ver un nuevo amanecer de esperanza entre los reinos.
Ewon junto al mago, se acercaron hacía el caído y dijo mientras el mago curaba como podía las heridas:
—Cladius tu valentía nos ha salvado de una muerte —pronunció con admiración.
—No quiero morir…—dijo el Arrogante bostezando sangre por la boca, y resbalando alguna lágrima que esta se mezclaba con la fina lluvia.
—Ni los dioses desean una muerte.
—Ewon… —agonizó el Arrogante mientras sujetaba fuertemente la corona de su reino que yacía en su costado—. Solo te pediré una petición antes de fallecer. Sé que sois hombre de palabra —fijó su mirada en esos ojos perturbadores—. Mi hijo es un gran príncipe y según los monjes es bendecido por los dioses. Nombra a mi heredero, rey de los reinos.
—Cladius, no es tan sencillo.
—Su corazón no cabe la maldad —tosió varias veces, junto con sangre negra—. Fui testigo de cómo la diosa Oryan sostenía a mi hijo entre sus brazos, mientras la diosa recitaba una nana celestial.
—Siento meterme entre majestades, pero desde los cardenales de Ergerder como la santidad de Urskoy, sabemos que este niño es especial, es un regalo de Doz y debemos usarlo a nuestro favor—expresó un grueso pastor de dios.
—Pero Cardenal, podría revelarse contra nosotros.
—Podría, pero al ser tan joven es muy manejable. Además la santa iglesia nos comprometemos en sacar el mayor potencial del joven, tanto espiritual, intelectual como que sea uno de los nuestros —argumentó el cardenal—. Tampoco tenéis que tener miedo. Cladius, sin el apoyo de Forthor, nunca hubiera resultado una seria amenaza
—Cierto, sin la alianza de Koppens jamás hubiera llegado tan lejos. Vuestras dotes de control no las negare. Confío en vuestras capacidades —finalizó.
El mago vio que la muerte del rey era inminente y llamaron a su jovencísimo hijo, Peter, para que se preparara para una ceremonia de fiesta en todos los reinos. Cada año en Urskoy, en el mismo día de invierno, justo la cuarta semana de cosecha de arroz.
En la larga celebridad vinieron todos los reyes de los reinos, exceptuando el rey Theodric. Este rito era para entregar la corona del rey de todos los reinos del sud y para recordar que batallas entre reinos solo crean muerte y dolor. Fue un acto de recordatorio a todos los valientes guerreros que lucharon por el bien de estas tierras. Desde la primera ceremonia Peter, fue renombrado Lord Peter.
En esa batalla que perduraba en las leyendas, se forjo los reinos nuevos, los nuevos pactos de lealtad entre los reinos y la ansiada paz de sus gentes” —concluyó el viejo algo alegre de las cervezas, pero, observando como la mayoría aplaudían.
Los tiempos han pasado, cincuenta años desde esa batalla y parece ser que los pactos empiezan a perderse entre las casas reales… pero no es todo, algo que ni el destino es capaz de controlar, una oscuridad acecha estas tierras.
¿Quién fue el primero en coronar el Everest? Oficialmente, Edmund Hillary se convirtió el 29 de mayo de 1953 en el primer hombre en coronar la cima del Everest. Sin embargo, 30 años antes, otro alpinista, el inglés George Mallory, había muerto a escasos metros de la cumbre. ¿Falleció durante el ascenso o durante el descenso?
Edmund Hillary nunca negó que al pisar la cima aquel 29 de mayo de 1953 lo primero que había hecho fue buscar alguna señal que indicase el paso de otros montañeros. En sus memorias Hillary relataba: “Antes de iniciar el descenso miramos una vez más a nuestro alrededor. ¿Llegaron Mallory e Irvine a la cima antes de morir? ¿Habría algún rastro de ellos? Escudriñamos detenidamente el lugar, pero no vimos nada”.
EL ORIGEN DE LA LEYENDA
En 1924, George Leigh Herben Mallory era un joven inglés de 37 años que estaba a punto de iniciar la mayor aventura de su vida. En aquel tiempo el Reino Unido contaba con algunos de los mejores montañeros del mundo y Mallory era el más sobresaliente. Su amigo el coronel E. F. Norton aseguraba que Mallory era el prototipo de montañero: “Se caracterizaba por ser ligero, ágil y activo, dotado de un paso excepcional ascendiendo y descendiendo y con insuperables equilibrio y habilidad en roca, nieve y hielo”. Con tales dotes resultaba imposible que su nombre no fuera uno de los que se incluyera en la expedición británica organizada en 1924 para asaltar definitivamente la cumbre del Everest. El primer intento había sido en 1921. En él se descubrió el camino hacia la montaña a través de un misterioso y desconocido valle del Tíbet que ascendía hasta los 7.000 metros de altura. La siguiente expedición se realizó en 1922. En aquella ocasión los integrantes se retiraron después de que una avalancha de hielo y nieve sepultara a siete de los porteadores o sherpas contratados.
Mallory había conseguido llegar a los 8.330 metros de los 8.850 con los que cuenta la montaña, por lo que se creía que la expedición de 1924 sería la definitiva. Tras unas semanas de aclimatación, los montañeros y los sherpas iniciaron los primeros ascensos. El 6 de junio prepararon los equipos para el asalto final. La responsabilidad recayó sobre Mallory y su joven amigo de 22 años Andrew Irvine.
A las 8.40 a.m. partieron en dirección a la cumbre, de la que apenas les separaban 1.000 metros. Cuatro horas más tarde, Odell, el fotógrafo oficial de la expedición, estaba captando instantáneas de la montaña cuando, según sus palabras, “se abrió de pronto un claro que dejó al descubierto toda la arista final y la cima del Everest”. “Clavé los ojos en un punto negro silueteado sobre una cresta de nieve al pie de un escalón rocoso de la arista: se movía –añade–. Un segundo punto negro se hizo visible y avanzó por la nieve hasta situarse junto al primero, que, a continuación, se acercó al gran escalón de roca para aparecer poco después en lo alto: el segundo hizo lo mismo. En aquel momento las nubes volvieron a ocultarme la fascinante escena.” Convencidos del éxito de Mallory e Irvine, el resto de sus compañeros esperó el regreso de ambos héroes en el campamento base, dispuestos a celebrarlo. Su ausencia prolongada y la posterior búsqueda infructuosa obligaron a declararlos oficialmente muertos dos días más tarde. Nunca más se supo de ellos. Hoy existen muchas dudas sobre si lo que realmente observó Odell fue a los dos montañeros o simplemente un par de rocas. Pero, de ser Mallory e Irvine, tan sólo les habrían quedado 150 metros para alcanzar la cumbre y con esa reducida distancia ningún obstáculo les habría impedido avanzar hasta ella, en parte porque, como dijo otro miembro de la expedición llamado Geoffrey W. Young,“Mallory era Mallory”.
El paso del tiempo sumió en el olvido la muerte de Mallory hasta que en 1999 un equipo de la BBC decidió desplazarse hasta el Everest para intentar localizar el cuerpo del montañero y averiguar si el fallecimiento le sobrevino durante el ascenso o durante el descenso de la cumbre. ¿Cómo podrían saberlo? Muy fácil: a través del análisis del cuerpo y de las posibles heridas que presentara. Los miembros de la BBC siguieron las huellas de las diversas expediciones que a lo largo del tiempo habían ido encontrando objetos pertenecientes a Irvine y a Mallory. En 1933 los montañeros Percy Wyn-Harris y Wager Watkins descubrieron el piolet de Irvine a 8.350 metros de altitud, lo que para ellos indicaba el punto en el que el escalador había caído, “porque es imposible que un montañero lo deje deliberadamente”.
En 1975 miembros de una expedición china afirmaron haberse topado con el cadáver “de un inglés” por encima de los 8.230 metros, pero este cuerpo nunca más volvió a ser visto. Asimismo, en 1991 se localizaron las botellas de oxígeno empleadas por los dos montañeros británicos. Se hallaban ocultas en un recoveco rocoso. Todo indicaba que algo anormal les había sucedido. Con estos precedentes, los periodistas buscaron en la zona sin éxito hasta que el 1 de mayo, durante un reconocimiento rutinario, Conrad Anker se percató de que de una mancha blanca sobresalía “un pie descalzo, con el talón hacia arriba y los dedos apuntando hacia abajo”. ¡Era el cadáver de George Mallory! Rápidamente el cuerpo fue sacado de la nieve junto con todas sus pertenencias y hoy, por fin, se conocen los datos que recomponen, con mayor o menor fiabilidad, lo que pudo suceder realmente en aquella trágica jornada de 1924.
Durante años se han analizado todos los elementos disponibles, lo que ha dado lugar a sorprendentes conclusiones. El cadáver de Mallory fue encontrado boca abajo, con los brazos estirados y las manos abiertas y sin guantes. Una posición extraña, ya que lo normal sería haberlo hallado retorcido y acurrucado, como suele ser habitual en los accidentados por caídas. Parecía como si Mallory se hubiese derrumbado en la nieve mientras caminaba y no hubiera sido capaz de volver a levantarse. Alrededor de la cintura y en bandolera llevaba atada una cuerda que estaba partida, lo que indica que Mallory cayó desde una altura considerable. Tal vez Irvine intentó detener la caída de su compañero con la soga, que, al recibir la sacudida, se partió, frenando, en parte, el descenso brusco de Mallory, que podría haber sobrevivido durante unas horas a los golpes. Sus heridas demostraban que había sufrido una fuerte caída. El hombro estaba dislocado y la tibia y el peroné derechos, rotos. Asimismo, presentaba una incisión profunda en la frente, una costilla rota y moratones a lo largo del tronco. Peor suerte debió de correr Irvine. Su cuerpo permanece todavía bajo las nieves del Everest. Ahora la pregunta es: ¿el accidente se produjo durante el ascenso o durante el descenso de la cumbre? Esta cuestión también ha podido ser contestada. Las pruebas indican que lo más probable es que Irvine y Mallory murieran durante el descenso, arrebatando a Hillary, de este modo, el honor de haber sido la primera persona en coronar el Everest. Pese a las heridas antes reseñadas, ninguna de ellas sugiere una caída desde gran altura, lo que apunta que la muerte seguramente se produjo durante el descenso. Ello se explica porque los alpinistas siempre tienen más cuidado al descender que durante la subida y por ello escogen caminos más largos pero más seguros. Asimismo, en el bolsillo del cadáver de Mallory estaban sus gafas de sol, lo cual indica que la muerte le sobrevino de noche. Como partieron al amanecer, tuvieron todo el día para alcanzar la cumbre y al llegar la oscuridad y no llevar linterna prefirieron dormir en el campamento base a hacerlo en cualquier grieta al resguardo del viento. Además, el hallazgo de las bombonas de oxígeno atestigua que ambos compañeros decidieron prescindir de ellas bien porque les faltaban muy pocos metros para alcanzar la cumbre o bien porque no las necesitaban durante el descenso. La segunda opción es la más probable, ya que Irvine necesitaba oxígeno para escalar debido a la faringitis que padecía en aquel momento. Tampoco Mallory se encontraba en condiciones de respirar el aire frío de las alturas al estar aquejado de terribles accesos de tos.
Por otro lado, el hecho de encontrar el cadáver sin guantes ni signos de congelación en los dedos atestigua que Mallory prefirió quitárselos para sentir el tacto de las rocas y poder escalar con mayor precisión. No es probable que lo hiciese durante el ascenso porque el riesgo de congelación era muy elevado. Lo más lógico es que se los guardara en la bajada: primero, porque el descenso siempre es más peligroso que el ascenso y, segundo, porque Mallory no se arriesgaría a perder la coronación del monte por una congelación de los dedos. Aunque algunos creen que Mallory se retiró quizá al descubrir algún obstáculo escondido o a causa del cansancio acumulado, sus defensores apelan a la lógica para refutar tal hipótesis. ¡Cómo iba a retirarse, faltándole tan sólo 300 metros para tocar cumbre! No lo consideran factible. Su compañero de expedición Young dijo lo siguiente al respecto: “Después de haber conocido a Mallory, puedo afirmar que, si para la mayoría de los alpinistas habría sido difícil retroceder cuando lo más duro estaba superado, para él sencillamente habría sido imposible. Mi hipótesis es que el accidente tuvo lugar durante el descenso, como sucede en la mayoría de los casos, y que, si fue así, la montaña fue coronada antes por la sencilla razón de que «Mallory era Mallory»”. Lo cierto es que desde el accidente la ruta de escalada que siguieron los dos montañeros británicos desaparecidos no volvió a ser retomada al ser considerada especialmente difícil. Esto hizo pensar que aquella pareja no logró el éxito. Sin embargo, en 1960 una expedición china con muy poca experiencia siguió esta misma ruta y llegó a la cumbre, no sin esfuerzo pero demostrando su factibilidad. También lo consiguió en solitario la alpinista británica Alison Hargreaves en 1995. Entonces ¿por qué no pudo haberlo hecho cuatro décadas antes Mallory, mucho más experimentado, motivado e ilusionado? Tanto la británica como los chinos afirman que existen las suficientes grietas, repisas y fisuras como para poder ascender con relativa seguridad.
LA CÁMARA KODAK
Junto a todas estas conjeturas, hay una prueba irrefutable: la fotografía que pudo haber tomado Mallory desde la cima del Everest. Justo antes de partir Mallory recibió de manos de su compañero Theodore Howard Somervell una cámara Kodak de bolsillo para inmortalizar la primera vista del hombre desde la cima del Everest. No resulta descabellado afirmar que su carrete aún puede ser revelado, ya que la sequedad del aire a esa altura es absoluta y la temperatura tan baja que la película podría haber quedado congelada y estaría, por tanto, posiblemente intacta.
Se trataba de una cámara de escaso volumen, semejante al de una lata de sardinas, que le cabía perfectamente en cualquier bolsillo de la camisa. Se sabe que la llevó consigo porque no se encontró en su tienda junto al resto de sus efectos personales. El único inconveniente es que para utilizarla era necesario abrirla para desplegar el fuelle. A la hora de encuadrar había que situar la cámara a la altura del pecho y mirar hacia abajo por un prisma minúsculo, que otorgaba una imagen invertida. A continuación se accionaba palanquita que liberaba el disparador. Era un proceso algo complejo que adquiría mayor dificultad a 8.850 metros de altitud, con el viento y la nieve azotando la cara, los ojos y la propia cámara, y con los dedos medio entumecidos por el frío incesante. Por ello, esa fotografía es hoy en día una de las imágenes más buscadas del mundo. Las expediciones organizadas al Everest hasta el momento no han conseguido localizar la cámara de Mallory. Entre sus ropas únicamente se han encontrado unas gafas de sol, un paquete de cartas envueltas en un pañuelo de seda, diversas notas y papeles, un altímetro estropeado, unas tijeras, una navaja plegable, una lata de carne en conserva y un reloj de pulsera… pero ni rastro de la cámara. Una frustración para el equipo de la BBC, que contaba con localizarla, y para el mundo del alpinismo y del misterio, que aún espera a que un montañero se tope por casualidad con esta diminuta cámara. Su interior podría albergar la respuesta final sobre si Mallory e Irvine consiguieron alcanzar o no la cumbre del Everest en aquel lejano 1924.
Alguien lo leyó? Yo me leí esta trilogía del tirón, está bastante copada. Es simple y está redactado con simpleza. pero no deja de tener excelentes descripción y muy buenos personajes. No sé si la historia de traspié continúa luego del final, pero a mí al menos, me dejó una sensación de inacabado que por más que haya repasado las ideas no pude hacer esfumar (lo cual no me gusta nada): ese es el único defecto que puedo adscribirle.
Los que no lo leyeron, busquen alguna reseña en internet, que para eso está, que a mí me da paja xd
Por cierto, tengo entendido que esta trilogía fue una GRAN influencia para dos de las más conocidas sagas de fantasía épica contemporánea: canción de hielo y fuego y la del asesino de reyes
Encontré este relato en una carpeta perdida en mi ordenador. Lo escribí hace años y me trajo buenos recuerdos, así que quise compartirlo. Da mucho mucho miedo.
El CD-ROM maldito de Aprende con los Lunnis
Hace unas semanas, como buen budista que soy, fui de viaje al Tíbet con unos compañeros. Escalamos aquellas gélidas y rocosas montañas hasta terminar encontrándonos con una especie de templo perdido entre las nevadas. Nos metimos dentro, ligeramente extrañados, pues dicho sitio no venía marcado en los mapas, y allí nos encontramos con lo que parecía un anciano ermitaño. Tenía el pelo y las uñas muy largos y vestía de forma humilde, pero nos hizo pasar igualmente y nos ofreció té. Nos habló largamente sobre la vida y sobre cuestiones existenciales y, de pronto, al observar las llamas de la chimenea, murmuró algo como “¡vais a morir todos de formas horribles y muy dolorosas! ¡AAAAH!” y comenzó a echar espuma por la boca mientras temblaba compulsivamente. Esto nos pareció un tanto extraño, pero no le dimos mayor importancia y nos fuimos a dormir.
A la mañana siguiente, nuestro anfitrión nos despidió con cortesía, aunque percibimos que por algún motivo estaba inquieto. Antes de que saliésemos por la puerta, me agarró del hombro y me tendió un CD. “Toma”, me dijo.”El destino te ha elegido para llevar esta carga contigo. No subestimes su contenido, pues no es un mero videojuego; tu alma y tu cordura son las que están en juego. Si tienes problemas con la instalación o con el crack, envíame un email a ermitaño_misterioso666@hotmail.com, o sino agrégame a facebook.”
Y dichas estas palabras, se perdió entre la penumbra del cuarto.
A los pocos días volví a casa y, agotado por el viaje, prendí el ordenador que tengo. Entonces me acordé del CD que el anciano me había dado y rápidamente lo recuperé de mi maleta de viaje, todo lleno de curiosidad por lo que contenía. Pronto pude observar que se trataba del videojuego “Aprende con los Lunnis” y, muy ilusionado por ser este uno de los protagonistas de mi feliz infancia, me puse a instalarlo.
Así como lo abrí me salió la ventana de instalación, y le di a siguiente a todo y todo fue normal hasta el momento en que empezó la instalación. Fue entonces cuando el comienzo de una terrible pesadilla dio lugar.
Se abrió una ventana que ponía algo así como “error. El archivo 2x0000013948328239fasfjasfsakfdjlask no ha sido encontrado”. Extrañado por esto, y ligeramente asustado, pues se trataba de un juego muy sencillo que apenas llegaba a los dos megas, volví a comenzar la instalación. Y una vez más, me salió la maldita ventana. Esta vez di un brinco en la silla y un perturbador escalofrío me recorrió la espalda.
Cerré rápidamente la ventana y abrí el Google Chrome, y una vez allí, me puse a hacer lo que cualquier persona haría de estar en mi lugar: buscar ayuda en Yahoo Answers.
Pronto di con alguien que se encontraba en la misma situación que yo. El tipo parecía estar muy asustado a juzgar por sus palabras, pues escribía sin usar ni comas, ni puntos, ni signos de interrogación; se comía casi todas las vocales, usaba tantas redundancias que resultaba ridículo leerlo y sus faltas ortográficas rayaban lo absurdo. Pero lo peor de todo era que escribía todo en mayúsculas. Noté como un sudor frío me bajaba por la frente. ¿Qué extraña maldición encerraba aquel videojuego? La pregunta me inquietaba.
Encontré a alguien que había respondido productivamente dando instrucciones de como arreglar el juego. Al parecer, había que descargar una serie de actualizaciones, archivos y programas para hacerlo funcionar. Así lo hice yo y, una vez todo preparado, y no sin falta de miedo, decidí volver a intentar abrirlo.
Grave error. Esta vez la pantalla se quedaba toda negra así como el juego iniciaba. Al principio no me pareció extraño, pero luego esperé, y esperé, y esperé, y estuve tanto tiempo ahí sentado, mirando a la pantalla, que incluso me percaté de lo sucia que la tenía y me dispuse a limpiarla. Y aún una vez que hice esto, el juego seguía sin arrancar. Se quedaba ahí, con esa profunda negrura, tenebrosa como un pozo siniestro, sin dar señal alguna de vida.
Terminé por entrar en pánico y, ya harto de aquello, me atreví incluso a darle a ALT+F4 para cerrar la ventana. Pude sentir como un nudo en la garganta cuando, después de hacer esto diez veces, el juego seguía sin responder, ahí anclado en aquella pantalla negra. Le di a la tecla de inicio, a ESC, a CTRL+ALT+SUPR; lo intenté todo, pero nada ocurría. Fue entonces cuando perdí los estribos y decidí apagar el ordenador.
Luego, temblando de pies a cabeza, me fui a la cama para pasar una noche llena de pesadillas e insomnio.
Así pasaron los días hasta que me volví a acordar del juego. Una vez más, busqué ayuda en Internet y, obviamente, la hallé. Al parecer necesitaba instalar un programa relacionado con los gráficos o algo así; total, que lo terminé haciendo y me metí a jugar, esta vez ya prevenido, aunque no por ello falto de temor.
Esta vez no hubo ventana de error ni pantalla negra; para mi sorpresa, el juego arrancó bien y funcionó como era de esperar. Pasaron unos minutos y pude disfrutar de este gran clásico. Fueron los últimos minutos de alegría en mi vida; lo que vino de ahí en adelante fue el infierno mismo.
El juego dio un pantallaza a windows. Así, sin más. Estaba jugando tranquilamente y, de un segundo para otro, me encontraba en el Escritorio, sin ningún tipo de explicación. Volví a arrancar el juego, y hasta en cinco ocasiones más, este me mandó de vuelta al Escritorio.
Recuerdo que grité, grité mucho y golpee el teclado, e incluso lloré sin darme cuenta; le di patadas al ordenador y maldije a todo lo que se puede maldecir. Pasaron horas y mis compañeros de piso me encontraron en ese estado, con un ataque de ansia muy fuerte. Me llevaron al hospital y tuve que estar ahí metido unos cuantos días para poder recuperarme.
Antes de volver a casa, el médico me aconsejó que, fuera lo que fuese lo que había hecho para terminar así, que evitara hacerlo de nuevo. Yo asentí y le di las gracias, pero lo cierto es que no tenía la más mínima intención de cumplir mi promesa. Ya no tenía forma de escapar de aquello. El anciano me lo había advertido en el templo, debí haberle hecho caso y abandonado aquella locura hacía mucho tiempo, pero ahora, aquel juego era algo personal.
Llegué a casa, dispuesto a terminar con todo, a hacer lo que hiciese falta; a enfrentarme mismamente a la muerte, o al demonio, o lo que fuese que era aquello. Encendí el ordenador e introduje el CD. Y, con un gran nudo en el corazón, sabiendo que quizás aquello fuese lo último que hiciese con vida, me puse a jugar.
Las consecuencias fueron nefastas, y todavía en este momento estoy dando gracias de no haber terminado peor que muerto ante los horrores que vinieron a continuación. Esta vez, al arrancar el juego y pasar unos minutos, el programa no saltó al Escritorio; esta vez dio un pantallaza azul en donde se veían letras y números escritos de color blanco. El panorama era atormentador.
Solo pude soportarlo unos momentos, y es por eso que sigo vivo, pero por lo que conseguí leer, windows tenía un error y tuvo que cerrarse. Ya sin fuerzas en el cuerpo, apagué rápidamente el ordenador y me tiré al suelo, acurrucado en posición fetal y llorando. Pedía perdón y piedad en voz alta, con la esperanza de que el monstruo, el demonio o cualquiera que fuera la ente que me estaba torturando, me pudiese oír y apiadarse de mí.
Ahora mismo estoy escribiendo esto desde un cíber y, ya para finalizar este horrible y trágico relato, diré cual fue la respuesta de este ente: ninguna. No recibiré ningún tipo de piedad. Mi único destino ahora es volver a mi casa, encender el ordenador, abrir el juego y… acarrear con las nefastas consecuencias.
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