Dentro de los autores clásicos supone una nueva ola de fantasía, junto con Ursula KLeguin, más relacionada con la forma de pensar de los años 60 y 70.
Si bien en la fantasía de posguerra de los Tolikien, Anderson o Lewis, los conceptos de bien y mal son más rígidos, en la obra de Moorcock, es más relativa.
En principio Melniboné es el 'Mordor' de su Lore. El reino que atemoriza a todos los demás y que todos quieren destruir.
Pero poco a poco vamos viendo que en este caso el mal y el bien no son conceptos absolutos como en la obra del profesor de Oxford.
Si en la obra de Howard sus Conan es fuerte y musculoso en la obra de Moorcock el personaje es débil, enfermizo, que sobrevive gracias a la magia.
En esta saga más que una lucha de bien y mal, o de héroes y antihéroes, es una lucha de orden y caos.
Las aventuras de Elric, Emperador de Melniboné, son narradas en seis (más dos) libros que se dedican a contar las aventuras de un emperador, guerrero y hechicero melnibonés, una antigua raza. Albino y de naturaleza débil, necesita tomar unas pociones que él mismo puede preparar para aumentar sus energías hasta las de un melnibonés medio, o bien puede usar el poder de su arma, la llamada Espada Negra, que es una de las dos espadas rúnicas gemelas: Stormbringer («Tormentosa» o «Portadora de Tormentas»), y Mournblade («Enlutada» u «Hoja de la Lamentación»). Como poseedor de Stormbringer, tiene el poder de absorber las almas de aquellos que mueren con ella, y usar su energía vital para reforzar su débil constitución. La espada, inscrita con runas y emitiendo una malvada radiación negra, es consciente y malévola. También es capaz de actuar de forma ligeramente independiente (ligeramente, al menos), a menudo contra la propia voluntad de Elric. A causa de esto, en muchas ocasiones, el precio de desenvainar la 'ladrona de almas' es la muerte de un inocente o amigo.
La saga clásica ordenada cronologicamente
1 Elric de Melniboné (1972)
3 Marinero de los mares del destino (1976)
4 El misterio del lobo blanco (1977)
5 La torre evanescente (1970)
7 La maldición de la Espada Negra (1977)
8 Portadora de Tormentas (1965)
La saga ampliada con dos obras posteriores cronologicamente
2 La Fortaleza de la Perla (1989)
6 La venganza de la Rosa (1991)
Esta es mi humilde opinión. La dos obras posteriores están mejor escritas que las primeras obras, y probablemente como novelas son mejores.
Pero el cambio de estilo, ritmo, y la relación con el resto del lore tan cogida con pinzas, que dejo a cada cual la decisión de leerlas juntas o no.
Para mi no aportan nada a la trama principal. Y se pueden leer tanto conjunta como separadamente.
Si tenéis las versiones en 4 tomos ya están incluidas en orden cronológico.
Antes de comenzar, quiero inicial con una indtroducción para esta nueva sección muy personal, y su proposito al ser iniciada.
Siendo breve en Colección Privada, pretendo poner aquellos libros que considero especiales y que por alguna otra razón no puedo críticar de malos o de poseer fallos, aunque con esto no quiero decir que no los tengan, quizá bajo mi humilde percepción de las cosas no son notorias, y sin profundizar mas vamos al tema.
Para abrir con esta sección inicio con un libro al que le guardo mucho respeto por muchas razones, y es que El Día de los Trífidos.
Si ya lo conocen estaran mojando sus entrepiernas porque libros como estos son únicos y no se encuentran muchos en estos días con las montañas de basuras literarias que circulan en le mercado.
Es una de esas obras que son poco conocidas pero son sublimes, a pesar de ya tener sus años, te va a erizar partes de tu cuerpo que no sabías que tenías.
Desmenusando parte por parte, la historia gira sobre el tema post-apocaliptico, que Jhon Wyndham maneja de una forma excepcional y no hace uso de los ya gastados zombies o guerras nucleares ni todos los cartuchos quemados que se han utilizado para estas historias.
Ahora situemonos en la historia, la humanidad contempla una hermosa escena de luces hermosas en el cielo alrededor de todo el mundo, nadie sabe que son con exactitud pero la mayoría tiene sus ojos en el bello espectaculo visual que inunda el firmamento nocturno, pero al día siguiente todas las personas que fueron espectadores del evento han quedado ciegos...
Una propuesta que ver a obras como Guerra Mundial Z, The Walking Dead y las miles y miles series y películas de Zombies con el pene pequeño.
Y es que eso es solo la punta del... iceberg, pues por otra lado tenemos a los trífidos, plantas geneticamente modificadas que poseen cualidades un tanto peculiares que... bueno no tine caso que les arruine la lectura.
Solo sepan que es una obra que no los va a decepcionar y en el que van a pensar mucho tiempo y que los va a llevar a la cama...
Por otra parte entiendo que por algunos oscuros rincones se puede encontrar peliculas, series e incluso una secuela de un escritorsete mediocre que carece de ideas nuevas e intenta colgarse de la perfección de esta pieza invaluable. Solo no lo arruinen y mantenganse fieles ante la relación que van a desarrollar con El Día de los Trífidos.
Este libro lo leí hace ya muchos años, y aunque a mi me pareció perfecto quizá si lo releyera hoy encontraría con algunos aspectos de la historía que no me pareceran tan buenos, pero mi memoria lo tiene en un pedestal y pretendo que se quede así, si decides leerlo, comentame que te pareció.
Los bardos de Aguas Profundas recuerdan el pasado... o eso creen. Porque cuando cantan sus baladas, un misterioso sortilegio cambia sus recuerdos. Danilo Thann, arpista y candidato a bardo, tiene que resolver ese enigma. En su misión, su principal aliado es su peor enemigo, el elfo canalla Elaith Craulnober. Lo que está en juego no es sólo el futuro de Faerûn, sino su pasado.
Crítica
Pues así de breve como es la reseña es lo que tengo que decir del libro, primeramente que no es un trabajo destacable, tampoco es un libro enorme y mucho menos una historia sorprendente. Es mas bien un libro modesto sencillo y bastante basico.
Las cualides principales es que posee una narrativa muy fluida y fácil de leer, es breve y directo sin rodeos innecesarios, lo que lo convierte en una lectura rápida y amena, con sus altibajos pues tiene momentos que son ampliamente disfrutables. Pero no se emocionen que si bien es una lectura suave y comoda tampoco van a experimentar un orgasmo literario como uno espera.
Esta es una segunda parte de la saga de Los Arpistas pero no es necesario leer la primera parte si se quiere leer este libro, y haciendo una comparación con el libro anterior este libro es mejor por una razón de gran importancia y es que en esta entrega no tenemos que tolerar a la pesada de Arylin, la semielfa tan engreída del primer libro por fortuna no acompaña en esta aventura a Dan y podemos disfrutar de una historia mas amena. Y por supuesto algunos personajes destacables pero bueno eso descubranlo ustedes para no spoilear. Así que de mi parte este libro recibe un 3 de 5.
No todos los libros poseen la cualidad de tener algo rescatable pero cuando sucede me gusta archivarlo cuando sucede, aquí les dejo algunas citas y fragmentos del libro que me parecierón buenas de recordar. No son muchas pero pueden añadirlas a su biblioteca de conocimientos.
Disfruten
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Quote:El poder se adquiere con más facilidad que la sabiduría.
Quote:Acertijo
El principio de la eternidad. Y también de la edad y el espacio. El inicio de todas las eras Y el final de siempre.
Quote:—En mi tierra natal se cuenta una antigua historia sobre un hombre adinerado que recibió la bendición de tener dos hijos —empezó Vartain con voz profunda, rica y bien modulada—. Como todos, el hombre se hizo mayor y supo que le quedaba poco tiempo, así que hizo llamar a sus hijos para decirles que no se veía capaz de decidir quién iba a ser el heredero y que había resuelto que participaran en una carrera. Los hijos tenían que partir al día siguiente con destino a Kaddisht, una ciudad situada a treinta y dos kilómetros de distancia. El hijo cuyo camello fuera el último en llegar, sería el heredero. »Cuando salió el sol, encontró a los dos hombres listos para iniciar la carrera, vestidos con ropa de viaje y montados sobre sus mejores camellos. Su padre les dio la bendición y les deseó lo mejor, antes de que iniciaran la competición. Cada uno de los hijos utilizó todos los métodos que se le ocurrieron para quedarse el último, mientras las bestias se inquietaban cada vez más, hasta que el sol se puso tras el desierto. Al final del día, ¡los dos hombres apenas habían avanzado un centenar de pasos! »Muy preocupados, los dos hermanos se detuvieron en busca de cobijo en una posada, y compartieron vino y preocupaciones en la barra. Cada uno de ellos disfrutaba de una vida cómoda gracias a su trabajo, y ambos tenían ocupaciones y una familia que atender. La tarea que les había encomendado el padre parecía no tener fin y, deslumbradospor la herencia, corrían el riesgo de perder todo lo que tenían en el desierto que se desplegaba entre la posada y la ciudad de Kaddisht. Al final, contaron al posadero su dilema y, tras meditar un instante, éste les dijo tres palabras a modo de consejo. »A la mañana siguiente, los hermanos volvieron a poner rumbo a Kaddisht, pero esta vez cabalgaron tan rápido como pudieron. Decidme, pues, ¿qué consejo les había dado el posadero? Se sucedió un prolongado silencio en el campamento mientras los aventureros meditaban. Uno tras otro, fueron encogiéndose de hombros a modo de rendición. —Las tres palabras fueron éstas: «cambiad los camellos» —explicó Vartain al fin—. El padre había especificado que el hijo cuyo camello llegara el último se convertiría en el heredero. Así, quien ganara la carrera ganaría también la fortuna.
Qué tristeza, qué perdida tan grande. Una de las plumas más lindas de latinoamérica. Si bien la Saga de los Confines no me apasionó tanto en la historia, sí lo hizo el estilo narrativo de ella.
@Nikto fuiste un afortunado de participar de sus talleres.
Lo siento mucho, una pérdida para Argentina y para el mundo. Se me estruja el corazón :'(
Durante la Segunda Gran Guerra, los elfos lucharon junto a los humanos contra el gran mal que azotaba Gaia, teniendo como su más grande enemigo a uno de los cuatro demonios elementales, el Caos del Fuego.
Tras incontables pérdidas, el valiente pueblo se alzó con la victoria, sin embargo, con su último aliento, el demonio maldijo sus existencias, negándoles a partir de ese momento el don de dar vida; ningún otro elfo nacería y la raza conocería la extinción inminente.
Con amargura en su corazón por el destino que le deparaba a su gente, el rey Arathel Orchalben juró que los elfos no participarían en ningún conflicto nunca más y rompió la alianza con los humanos, cerrando las puertas de su reino para siempre.
A diferencia de los hombres, los elfos no poseen una afinidad única hacia un elemento, la naturaleza es su fuente de poder, aire, agua, tierra y fuego por igual. Sin embargo a partir de ese día abandonarían toda enseñanza y práctica de la magia de fuego.
Durante dos mil años, vacía fue la existencia del rey al cargar con el destino funesto de su pueblo, pero la luz en sus ojos volvería a brillar el día en que llegara su esposa corriendo y llorando de felicidad a decirle que estaba embarazada.
La noticia se propagó de casa en casa y la alegría volvió al reino, la gente celebraba y todos ya pensaban en el regalo que llevarían al ser que se había convertido en su esperanza. Finalmente, la maldición se había roto.
Cuando llegó el día del nacimiento, el reino enteró se encontraba fuera del castillo, expectante de noticias.
El rey acompañó a su esposa durante el parto, presenciando el nacimiento de su hija y posteriormente la muerte de su amada. Durante sus momentos finales, la reina sonrió al ver a su recién nacida, y con su último aliento la llamó Luth’Ninarel, “Luz de Esperanza”.
Con gran tristeza en su corazón, el rey lloró a su amada mientras tomaba en brazos a su hija, y al verla notó su cabellera roja y sus ojos como dos flamas ardientes. Su tristeza se convirtió en confusión y pocos segundos después en amargura. La niña pareció sentir esto, y comenzó a llorar y la manta que la cubría ardió en llamas.
Lo acontecido paralizó a todos en la habitación, entonces el rey dejó a la niña sobre su cuna, para posteriormente desenvainar su espada y con locura en el rostro apuntarla hacia la recién nacida. Fue su hijo quien lo detuvo, y gritando de odio, el rey se alejó del lugar.
Negándose a reconocer lo que consideraba la última burla del destino, el rey mandó a informar al pueblo que tanto su esposa como su hija habían fallecido durante el parto, y la tristeza de apoderó del reino nuevamente.
Solo las personas que estuvieron ese día en la habitación conocían de la existencia de la princesa, y el rey prohibió que se dijera algo sobre ella, confinándola al castillo para siempre.
Pasaron los años, y Luth’ninarel creció teniendo interacción únicamente con su nana y su hermano, quienes muy a su pesar descubrieron que la princesa era incapaz de manejar cualquier magia ajena al fuego. El odio hacia su hija incrementaba a diario en el corazón del rey, quien solo la visitaba en silencio una vez al año durante su cumpleaños.
Nina, como sería llamada por sus amigos más adelante, se preguntó siempre porque su padre la odiaba tanto, y llegó a la conclusión que su magia era la razón, creándole un complejo de inferioridad y arraigando el miedo a su poder, rechazándolo por completo.
Acaparando tristeza por su vida de encierro, Nina vivía deprimida, por lo que su hermano al no soportar verla así, decidió ayudarla a escapar del reino, para que así pudiera vivir con libertad.
De carácter tranquilo y gran lealtad hacia sus amigos; a sus 20 años, Nina inicia un viaje para entender la razón de su poder.
No es de blogspot, pero es un blog xD Os dejo el enlace, donde voy publicando mis historias. Se agradece cualquier tipo de comentario/sugerencia! Ir al blog
Es un gusto que podamos disfrutar de un mundo donde muchos escritores participan, principalmente por la variedad y riqueza que cada uno aporta. Si alguno de vosotros habeis leido alguna vez algo sobre estos mundos tan particulares entenderan de que voy, y si no pues es que se han saltado una lectura importante. Pero no se culpen con la de libros que hay hoy en día, uno apenas se da abasto.
Pero para aquellos que entiendan de que voy, diganme que opinan? Cual universo es mejor y porque? En lo personal me encanta Warhammer, pero es verdad que es de quien mas he leído, por otro lado los Reinos Olvidados tambien tiene lo suyo pero quizá no engancha mi mente todavia. Y tritemente la Dragonlance no la he tocado pero espero porder ponerme al corriente.
A tres kilómetros del suelo, la chica piensa: «Si no hubiese hablado con él». A dos kilómetros del suelo, piensa: «Si no hubiese sido tan estúpida». A un kilómetro del suelo, piensa: «Si hubiese contado la verdad». Después ya no piensa nada. Sus secretos caen al vacío con ella, pero su historia no acabará con su muerte.
Año 2118. Una súper torre de 1000 plantas se alza sobre Manhattan. Una sociedad en sí misma, cuyas plantas superiores están habitadas por familias inmensamente ricas, mientras que en las plantas inferiores subsisten las familias de clase trabajadora. La caída de una joven desde la planta mil, desatará la controversia y desvelará las escandalosas vidas tanto de los habitantes más ricos de las zonas altas como las de las zonas bajas.
Primero llegó Crepúsculo. Después, Los Juegos del Hambre. Más tarde, Divergente. Ahora, La Quinta Ola. Prepárate para el nuevo fenómeno.... ¡El piso mil!
Crítica
La verdad ni se emocionen tanto con la reseña, este es un libro bastante sencillo, aunque no malo del todo así que vamos por partes.
Cuando leí la reseña lo primero que vino a mi mente fue, ciencia ficción pues al imaginarme una mega-estructura en un futuro cien años distante solo me trate de imaginar como sería, si tomamos en cuenta que el edificio mas grande del mundo actualmente no supera ni los cientocincuenta pisos imaginar algo ocho veces mas grande me hizo querer saber más. Era practicamente un mundo dentro de una construcción.
Sin embargo el destino me tenía preparado algo muy distinto a lo que yo esperaba, pues resulta que lo que tenía ante mi era otra de esas historias romanticonas de adolecentes desubicados en busca de amor, y eso se nota en las primeras páginas, fue entonces cuando mi mundo se vino abajo. Y lamentablemente es algo que me pasa muy seguido porque suelo ser muy confinazudo en cuanto a libros nuevos se refiere.
Y es que a pesar de todo continue con la lectura, principalmente porque a pesar de todo tenía la esperanza de que en algun momento la escritora comenzara a describir el complejo en el que se desarrola la historia, cosa que sucedio de manera muy precaria y poco ilustativa. Tenía la idea de que este libro involucraría un poco de desarrollo científico o tecnológico pero la verdad es que eso no sucede en ningún momento.
Y pasa que ya adentrado en el libro y como la narrativa no era tan pesada ni la historia del todo mala (ojo con esos detalles, NO DEL TODO) me anime a concluirlo.
Algunos personajes me agradaron, la historia fluye pero para alguien que ya tiene algunos cuantos libros de experiencia, muchas de las cosas ya son evidentes y poco sorprendentes, y es que en general todo es amor. amor por aquí y por acá. Frendzoneados y bateados, correspondidos y engañados, el cliche de la rica que se vuelve pobre y la pobre que se enamora del rico, y es que es una torre donde pareciera que en todos sus pisos reparten amor y fiestas, oh si muchas fiesta.
Tomen amor de mi parte
Por otro lado poco a poco me fui involucrando en la historia, cosa que fue mala porque el final de este libro es bastante deprimente, y es que eso se veía venír desde la reseña pero no creí que me fuera a dejar tan vacio y con una sabor amargo en la boca.
No es que sea un libro que te valla a hacer llorar precisamente, pero tiene un ligero toque de decepción en su cierre que te baja la moral. Ante esto tengo dos preguntas a las que espero me den su opinión.
Si un libro te hace odiarlo por la forma en como se desarrolaron los eventos ¿Significa que es un buen libro porque provoco algo en ti? ¿O es como un una chica que tiene un novio con pene pequeño que simplemente no le gusta como se desarrollan los eventos?
No es que me enorgullesca de hacer una crítica sobre este tipo de libros, porque vamos, este es el tipo de libros que leen las chicas y los amanerados pero es lo que hay y juro que fue un accidente. Espero redimir mis pecados muy pronto. Hasta entonces...
Hola foreros! Aquí les dejo lo que prometí, la primera parte de un capítulo del primer libro de la trilogía que aun estoy escribiendo. No es el primer capítulo ni el último, así que puede que haya cosas que no se comprendan, pero es uno de los capítulos que más me gustan. Espero lo lean y me cuenten que les parece. La segunda mitad esta en las respuesta como me aconsejo JP
6 Las brujas fétidas
Alguien llamaba a la puerta. Uno trás otro, tres golpes fuertes y enérgicos. Wardric llevaba despierto un tiempo pero se había quedado acostado en la cama, pensando en Herstein, en el dragón, en la suerte que tenía de seguir con vida. –Te espero abajo –le dijo quien llamaba a la puerta, ningún otro que Gardar, su voz era inconfundible–. Ya pedí el desayuno. El zegriense se deshizo de las sabanas y apoyó ambos pies en el suelo. No era muy adepto a las supersticiones, pero primero apoyó el pie derecho, luego el izquierdo. Se colocó las botas y descolgó el cinturón de la pata de la cama. Se lo ajustó bien fuerte, dejando a Harmrid al lado izquierdo de su cadera. Se puso la camisa y el manto sobre ésta. Por último, cargó al hombro el escudo de la Forja de Haanvakal. Gardar lo estaba esperando junto a la puerta de la posada. El nórdico vestía ahora una cota de malla de anillas de hierro que le protegía desde el cuello hasta los muslos, y también los brazos, hasta la zona del codo, mediante dos mangas holgadas. Además, contaba con una cofia del mismo material unida a un yelmo redondeado de hierro. Éste le protegía los ojos y la nariz de posibles ataques gracias a una mascarilla similar a un antifaz. Ajustada al cinturón llevaba un hacha y sobre la espalda un gran escudo circular. Gardar, al verlo bajar, revisó entre sus bolsillos y sacó una verde y reluciente manzana. –Aquí tienes el desayuno –le dijo arrojándosela–. Ja ja ja Disfrútala. Su risa retumbo en toda la sala. Wardric hizo una mueca de decepción. Las palabras del Forjado le habían hecho imaginar que habría un gran desayuno esperándolo sobre la mesa. –Veo que conseguiste el escudo. –Sí. –¿Qué mensaje te dio Ernmund para mí? –Dijo que la próxima vez que le mandes a alguien como yo a hablar con él, te sacaría los dientes y haría un collar con ellos. –Ja ja ja, ese viejo desgraciado, siempre se le ocurre algo. Imagino que no le has caído muy bien. –No creo que haya alguien que le caiga bien –repuso él totalmente convencido. –Ja, puede que tengas razón, extranjero. Los guardias apostados en la puerta de la ciudad le dirigieron un amigable saludo a Gardar. Al parecer lo conocían muy bien. Wardric y el Forjado pasaron por debajo de la muralla exterior y continuaron por el camino delante del establo. –Tenemos que seguir este camino al norte –indicó el nórdico una vez llegaron al Cruce del Río Magno, menos de una hora después. Así lo hicieron por una treintena de kilómetros, dejando atrás la corriente de agua que continuaba al este. Lo que no dejaron de ver por largo tiempo fueron las granjas, extensos territorios cultivados, las astas de sus molinos moviéndose, triturando dentro de ellos lo cosechado. Gardar le contó a Wardric a que familia pertenecía cada una de esas granjas. Los Asmund, Los Eldgrim, los Steingrim y Las Tierras Reales del Jarl. Luego las llanuras dieron paso a un estático paisaje forestal de pinos mullidos, nunca dejando una gran porción de terreno abierto a los lados del camino. –Esas montañas de allá marcan el final del territorio perteneciente al Jarl Degras, y también el de nuestro viaje por hoy –dijo Gardar abandonando la carretera-. No es necesario cansarnos por demás. Wardric se puso tenso por ese hecho, por alejarse de la aparente seguridad del camino, pero no dijo nada al respecto; si había alguien que debía conocer la zona, ese era su compañero. Sin embargo, con cada metro que se adentraban la oscuridad se cernía con rapidez sobre el cielo de Fasnarím. El zegriense no tardó en preguntarse dónde pasarían la noche. –¿Trajiste contigo una tienda de acampar? –¿Para qué? –Pues para acampar ¿O quieres dormir en el suelo helado? –¿En el suelo? ¿No creerás en serio que haré algo así contigo, extranjero? –preguntó Gardar riendo otra vez de manera estruendosa. Su risa era muy contagiosa, la verdad–. Pasaremos la noche al abrigo de las ruinas de El Pino Vigilante, la antigua torre de vigilancia construida por nuestros antepasados –explicó orgulloso el nórdico–. Tiene un buen punto de observación del Cruce Pálido y las tierras circundantes. –¿Ruinas? ¿Fue atacada? –No, hace tiempo fue abandonada. Aun no entiendo por qué los Imperiales o los Hachas Resurgidas no la utilizan como punto estratégico para sus tropas. –¿Queda cerca? No la veo por ningún lado. –Porque ya está oscuro, a plena luz del día podrías verla incluso desde el balcón trasero de La Estrella Dorada. Ya estuve ahí antes, hará un año, y sé cómo llegar. Está en la cima de una colina. –Wardric arqueó las cejas, eso no parecía sencillo–. Ja ja, descuida, hay escalones. El zegriense suspiró, ansioso pero a la vez satisfecho con saber lo que le esperaba. Gardar lo guio a través de un grupo de pinos y por fin llegaron a la base de la colina. Una vez allí, sí pudo deslumbrar la silueta cilíndrica de una construcción que se elevaba varios metros del suelo, ayudada no sólo por su propia altura, sino también por el sitio escogido para erigirla. Los escalones que los llevaron hasta la entrada estaban excavados profundamente en la roca y aunque en su tiempo debían de ser prolijos y rectos, ahora estaban surcados por el agua y se habían vuelto desiguales. Ni bien llegaron arriba, y ya bajo la luz de la luna, pudo ver que las paredes de piedra de El Pino Vigilante estaban tapadas de musgo y de enredaderas que crecían del suelo. –Entremos –dijo Gardar–. Encenderemos fuego para iluminar mejor la estancia. La puerta de dos hojas chirrió al ser empujada por las manos pesadas del nórdico. Wardric entró detrás y amagó a cerrar la puerta, pero el Forjado le sujetó el brazo y dijo con voz seria y firme: –Aun no, no sabemos si nos quedaremos todavía. Wardric pensó, que en otras palabras, Gardar quiso decir que no cierre la puerta porque no sabía si había algún peligro ahí dentro con ellos. No había que tapar su posible única vía de escape. Sí antes de entrar creía que afuera estaba oscuro, no tuvo palabras para describir la casi total oscuridad de ahí dentro. Precisamente, ese casi era gracias a la luz que entraba por la puerta que acababan de abrir. –Allí hay una mesa –el nórdico señaló hacia un rincón–, deja tus cosas sobre ella si quieres. No encontró la mesa, así que sólo apoyo su equipaje contra la pared. Por su parte, Gardar conservó su equipamiento y caminó a oscuras hasta una habitación contigua, blandiendo su hacha. Al poco tiempo regresó, con el hacha de nuevo en la cintura, cargando un manojo de ramas secas y pequeños troncos, lo arrojó a un costado y recién después se quitó el yelmo, apoyó su escudo y en el suelo, todo de forma ordenada, y se sentó sobre la fría piedra. –Ahora sí, cierra la puerta. Obedeció, dejando el interior de la torre en absoluta oscuridad. Gardar se agachó junto al puñado de ramas y arrimó su yelmo hacia él. Enseguida se oyeron tres chasquidos, acompañados por un resplandor anaranjado que inundó el recinto, y después una chispa cayó sobre la yesca, encendiéndola poco a poco, primero produciendo humo, luego brazas pequeñas y por último unas brillantes y cálidas llamas. –¿Cómo hiciste eso? –Golpeando este cristal de cuarzo contra el hierro de mi yelmo, por supuesto –le dijo mostrándole con cinismo una piedra plana transparente–. No me mires así, no soy ningún mago. No me vas a decir que ustedes en Zegridor no saben eso, si se creen los más inteligentes de Ralzenn. Aunque ahora que lo pienso… no me los imagino usando esta técnica para encender el fuego en sus elegantes chimeneas ja ja ja. –Yo no conocía este método, y nunca había visto a nadie usarlo. –Antes yo lo encendía a la vieja usanza, como un tarado, haciendo girar rápidamente una ramita sobre la yesca, pero desde que vi a un herbolario encender una hoguera con esta cosa –le mostró el cristal de cuarzo–, decidí usarlo yo también, y la verdad es que funciona muy bien. El fuego cumplió con su cometido. Bajo su luz, pudieron visualizar un tanto mejor su entorno. El lugar donde estaban, la planta baja, tenía pocas cosas para distinguir de cualquier manera. Sólo había una mesa, la que había mencionado Gardar, tres sillas alrededor de ésta, y un anaquel de armas vacío. También había una escalera y una puerta, o lo que quedaba de ella en realidad, que daba a la habitación donde el nórdico había conseguido la leña. –¿Qué es esa habitación? –preguntó Wardric. –Que era querrás decir. Creo que la despensa, o la cocina quizás. No hay más que cajas desordenadas, y la mayoría deben estar vacías. –Iré a ver. –Hazlo, y cuando regreses comeremos algo. Si encuentras una olla o sartén, o aunque sea un tarro de acero, no dudes en traerla. Asintió y sacó un leño de la hoguera para utilizarlo como antorcha. Resultó menos efectiva de lo que imaginaba, pero sirvió mínimamente para no llevarse nada por delante. No había, o no pudo ver, algún indicio de que se tratara de la cocina, pues no había mesa, ni horno, ni materiales propios de una habitación destinada a ello. Quizás los soldados se lo habían llevado todo antes de abandonarla por completo, pero era más probable que se tratara de la despensa. Decenas de cajas, comunes y corrientes, cubiertas completamente por una gruesa capa de polvo y mugre variada, así lo señalaban. Sin duda todas estaban vacías, los ratones no acostumbran a desaprovechar algo así. Además de las cajas, dos repisas grandes descansaban en el fondo de la habitación; una destartalada e inclinada hacia la izquierda, y la otra caída hacia adelante, al parecer sana. Se abrió paso hasta ellas e inspeccionó el contenido de sus estantes: sólo encontró heces de rata en los objetos caídos del mueble sano… oh, y varios tarros y sartenes también. Sin embargo no fue una buena noticia, ya que el fondo de todos estos estaba (o mejor dicho ya no estaba) carcomido por el óxido y la humedad. Regresó a la hoguera con la curiosidad saciada, negando con la cabeza ante la mirada interrogante de Gardar. –Podremos comer de todas maneras –comentó el nórdico mostrando tranquilidad–, aunque no tendré ocasión de preparar algo más elaborado. –¿Puedo saber que vamos a comer? –preguntó Wardric realmente interesado. No se olvidaba que apenas había comido una manzana en todo el día. –La cocinera de Haanvakal se ocupó de prepararme las provisiones… mmm veamos… Bollos de canela, un pastel de manzana y… la mitad de una orma de Queso Viejo. ¡Le dije que este queso no me gusta! ¡Para qué rayos me molesto en decirle las cosas a esa mujer, siempre hace lo contrario! –A mí sí me gusta el queso, sea cual sea. Con gusto me lo comeré. –Muy bien, ten, atáscate. Yo me comeré algunos bollos de canela antes de que se echen a perder. –Déjame probar uno antes –pidió el zegriense estirando la mano para tomar uno. –Ni lo pienses –lo retó golpeándole la mano extendida–. Tú cómete el queso oloroso ese, los bollos son míos. Wardric miró el rostro de su compañero esperando ver alguna sonrisa que revelara que estaba bromeando, pero el gesto de Gardar era totalmente adusto. Estaba hablando muy en serio. <<Está desquiciado>> pensó con un sonrisa. –Lo siento si mis modales no te gustan, pero yo me eduqué así. Nos educaron así, a mi hermano y a mí. Siempre estuvimos rodeados de guerreros y mercenarios y ellos no se andan con vueltas. –¿Sus padres son Forjados también? –No, no lo eran. Eran, o son, no lo sé, granjeros. Ellos nos dieron a Ralnir cuando éramos unos críos, a cambio de un trabajo muy costoso que los Forjados realizaron para ellos –dijo Gardar despreocupado. –¿Pagaron con sus hijos? –Sí, es raro ¿no? Ja ja pero Ralnir nos aceptó. Si, para enseñarnos las tradiciones de los Forjados y asegurarse que perduraran. Aun hoy hay cosas que todavía nos enseña el viejo. –¿Recuerdas el nombre de tus padres? –Si –¿Y nunca has intentado averiguar donde viven, si es que es así? –Nunca –afirmó tragando un bollo entero–. Ya tengo un padre, y varios hermanos de escudo, además de uno de sangre, no necesito de esas trivialidades de la familia tradicional. –La familia no es algo trivial, Gardar. Es lo más importante que tiene uno en la vida. –¿Y dónde está tu familia entonces, eh, extranjero? ¿Por qué deambulas por ahí dejándolos solos en casa? ¿Dónde están tus tan amados padres? –Están muertos –dijo y bajó la mirada, dolido por el recuerdo. Esas fueron las últimas palabras de aquel 23 de marzo. Wardric no pudo seguir hablando. Gardar comió en silencio y luego se acostó sobre un manto que arrojo al cálido piso de piedra. Ninguno siquiera dijo “buenas noches”. El amanecer de un nuevo día llegó a las tierras frías de Fasnarím, y con él, una llovizna ligera. A pesar de esto, la temperatura dentro de la vieja torre, lejos de ser perfecta, era bastante agradable. Gardar se había encargado de poner la leña suficiente en la hoguera para que durara toda la noche, y lo había conseguido. Ya no tenía llamas, pero las brasas todavía emitían un calor que se reflejaba en las rocas del suelo y las paredes a su alrededor, caldeando el ambiente. Wardric fue el primero en levantarse. Ya vestido, y con el cuidado de no despertar a su compañero, subió lentamente la escalera de caracol hasta la cima de la torre. Allí arriba había una silla, y acomodándose en ella oteó el horizonte, con el manto sobre la cabeza cayendo a uno y otro lado de su rostro para protegerse de la lluvia. Vio con claridad la inmensa ciudad de Viloras, con los techos dorados de sus casas recibiendo un reflejo blanco por el rocío. También observó el camino que habían tomado desde que salieran de la ciudad, y lo siguió con la mirada para ver hacia donde continuaba. La carretera avanzaba al norte y creaba la sensación de que se fundía a la distancia con una cadena de colinas que parecía no tener fin, una sombra negruzca que se extendía todo a lo ancho en el horizonte. En ese momento oyó pasos subiendo la escalera y poco después el rechinido de la puerta por la que había llegado al mirador. Ataviado de la misma forma que él, y cargando una silla, apareció Gardar. El nórdico la apoyó cerca de la suya y se acomodó suspirando. –Buenos días, compañero –dijo el Forjado. –Buen día. –¿Admirando la belleza de esta tierra? Wardric asintió desganado con la cabeza. –Sigues molesto por lo de anoche ¿eh? Mira, lo siento si te herí de alguna manera con lo que dije. Muchas veces hablo sin pensar. Wardric giró su cabeza y lo miró. –No es tu culpa, no tenías manera de saber lo de mis padres. Sólo estoy pensando en ellos, intentando recordarlos. Antes de venir aquí tenía un relicario con su imagen, pero lo he perdido en la... lo perdí. Y ahora tengo miedo de… –se detuvo de pronto. –¿De qué? ¿A que le tienes miedo? –De olvidarme de sus rostros. Podrás opinar que eso es una estupidez, pero es importante para mí. –No tienes que preocuparte por tu memoria, extranjero –le dijo apoyándole una pesada mano en el hombro–. El recuerdo de nuestros antepasados no se aloja allí, sino en nuestros corazones. Ahí siempre estarán a resguardo. Wardric suspiró largamente. –Espero que sea así. Que Ellos no permitan que suceda lo contrario. –Créeme, lo es. Cambiando de tema, ¿quieres desayunar? –La verdad que no tengo hambre. –¿Ni siquiera si te convido algunos bollos? –Gardar sacó un palito de su abrigo, en él había clavado varios bollos. Se echó a reír. –Eso cambia mi opinión –Wardric rio también. Sentados bajo la lluvia, comiendo deliciosos bollos de canela, miraron juntos al horizonte. –¿Aquel es el Cruce Pálido? –preguntó el zegriense señalando el lugar donde la carretera se fundía con las montañas. –Sí, cerca de las Colinas Jorobadas. Allí el camino se abre hacia el oeste y el este, es ahí adonde debemos llegar. Serán otros veinte kilómetros más. –Y luego tendremos que encontrar a las Brujas. –No sólo encontrarlas –repuso Gardar–. Tendremos que eliminarlas. Poco más tarde regresaron a la planta baja. El nórdico salió al exterior con su hacha, Wardric se quedó preparando las cosas para salir. Por si acaso, se aseguró de apagar la hoguera que aún permanecía encendida. Gardar regresó trayendo consigo otra pila de leña recién recogida. –Es la costumbre aquí dejar leña en un refugio antes de salir, el próximo que venga la aprovechara sin duda. Sin tardar más, luego de cerrar la puerta tras ellos, recibieron otra vez el frio abrazo de la llovizna matutina. Llegaron al Cruce Pálido varias horas más tarde, con la ropa húmeda a pesar de que la lluvia ya se había detenido. El sol no salió en ningún momento de su escondite tras las nubes, así que la ropa se secaba a ritmo de tortuga. –¿Hacia dónde queda el viejo templo? –No lo sé concretamente. –¿Cómo que no lo sabes? –Sé que está cerca de aquí, pero nunca lo vi. No soy muy devoto de la Diosa de la Esperanza. Wardric se restregó la cara. Había varios posibles lugares donde podría estar el templo y tenían que investigarlos antes de que llegara la noche. Las colinas del norte, las montañas al oeste y el bosque al sureste, todo debía ser inspeccionado. –¿Por dónde quieres empezar, extranjero? –Mmm… no estoy al tanto de qué clase de lugar prefieren estas criaturas. –Y yo nunca me encargué de la tarea de andar pensando donde anidan las criaturas que hay que matar. Para eso traigo a Gudrik justamente, él es el que piensa. –Pero estuviste antes en una de sus guaridas ¿o no? –Claro que sí. –Entonces tienes que recordar en qué clase de lugar fue. –Lo recuerdo, fue en una cueva húmeda y apestosa. Aj –se asqueó al acordarse–, nunca antes había sentido un olor tan putrefacto como ese. –Pensemos –dijo Wardric rascándose la barba del mentón, que ya había alcanzado una longitud considerable– ¿Dónde puede haber un lugar húmedo por aquí? –Hay un pequeño lago al este, no muy lejos, del otro lado de esos árboles, el Lago Terest. –Puede ser ese lugar. –Esperas encontrar el templo debajo del agua ¿no? –¿Debajo del agua? –preguntó sonriendo, por un momento creyendo que era una broma. La cara de Gardar, otra vez, le dijo que no era así. Sin duda los Creadores no habían sido generosos cuando les tocó dotar de inteligencia al nórdico–. No, Gardar, no debajo del agua, sino en la orilla, contra la pared de la montaña. –Ahh, claro, claro, tiene sentido –respondió Gardar, aunque se lo notaba confundido–. Ja ja ja, me gusta tu estilo, extranjero, inmiscuyéndote en cada detalle para sacar una… ¿Cómo se dice? –Conclusión. –¡Eso!, una conclusión. ¿Entonces vamos al este, hasta el lago? –Eso haría yo –dijo con verdadera modestia. Tan pronto como terminaron de hablar comenzaron a caminar al este siguiendo el Rizo de las tres Urbes, ya que según Gardar pasaba junto al lago. Apenas les llevó una hora ver la superficie plana e imperturbable del Lago Terest. El agua era cristalina y seguramente muy fría. Lo rodearon hasta llegar a la orilla sur, la que daba contra la base de las montañas. El borde de ese lado estaba plagado de árboles, a diferencia de la otra –debido a la tala para construir la carretera–, y la hierba les llegaba hasta las rodillas, verde y mullida. La bruma se volvió densa. Los grillos y sapos croaban desde algún lugar cercano al agua, y desde los árboles los petirrojos los acompañaban con su chip-chip metálico y seco. De vez en cuando también se oía una urraca. Entonces Gardar señaló hacia un costado. –Allí está. Un edificio sin techo se asomaba entre la bruma. Avanzaron. En el camino se encontraron con la estatua que seguramente alguna vez estuvo en lo alto del edificio y que ahora estaba acumulando hongos y moho parcialmente enterrada en la hierba. Ya más de cerca pudieron apreciar los vitrales resquebrajados en las paredes de piedra y la puerta fuera de sus goznes. Gardar asomó la cabeza hacia dentro. Por algunos segundos no se movió. –Parece despejado, pero está oscuro –dijo–. Encendamos un par de antorchas y miremos más de cerca. ¿Tienes afilada esa espada, extranjero? –preguntó examinando a su vez el hacha que acababa de desenfundar–. Vamos a necesitarla. ¿Tienes una daga también? –Wardric negó con la cabeza–. Ten, toma esta, por si acaso. Te la regalo, tengo muchas. No, espera que haces, las dagas no van en la cintura, sino agarradas a la pantorrilla, allí nadie las ve. Bien, así está bien. Recuerda, en cuanto veas a una de ellas, arroja la antorcha al piso y sostén el escudo. Sabes que las Brujas usan hechizos ¿no? –Supuse que por eso las llaman brujas –repuso Wardric. –Y lo de Fétidas va por el olor que desprenden. Saben mucho sobre magia, no querrás que las llamas o el hielo que sale de sus manos te alcance –dijo haciendo un gesto exagerado con sus manos, que aunque tontos, Wardric entendió a qué se refería. Había oído hablar mucho de los magos de la corte del Rey Harold Dinkeld, el soberano de Zegridor. Prendieron las teas y entraron. Avanzaron por entre los bancos, algunos quebrados por el tiempo, otros sanos pero cubiertos de polvo. No había bustos ni nada parecido a los lados, quizá se los habían llevado al abandonar el templo. Cuando llegaron al final de las filas de asientos, se encontraron con el altar de piedra, partido al medio. Junto a él, en el piso, había un libro abierto. El zegriense lo levantó y una gran cantidad de insectos salió de debajo de él en todas direcciones. Luego del susto, examinó las amarillentas páginas. La tinta estaba borroneada y no pudo leer más que algunas palabras sueltas. –Aquí hay una puerta –dijo Gardar–. Fíjate si encuentras otra. Wardric dejó el libro sobre el altar y se concentró en seguir la indicación del nórdico. No había otra. Lo único que halló fueron telarañas uniendo las paredes de piedra enmohecida y cuencos y flores secas desparramadas por el suelo. Le sorprendió no ver ninguna rata ni ninguna otra alimaña que aprovechara el abandono. Pasaron bajo el arco que el Forjado había encontrado. Los depositó al comienzo de un largo pasillo, desde donde alcanzaron a divisar muchas aberturas que daban a otras habitaciones. –Un buen lugar para una emboscada –indicó Gardar, frunciendo los labios–. Confiemos en que no nos estén esperando. Las puertas están enfrentadas unas a otras. Tú te encargas de las de la izquierda, yo de las de la derecha. Asintieron sellando el acuerdo. El pasillo era lo bastante ancho para permitirle ir a la par, con un brazo elevando la antorcha por un lado y el arma estirada por el otro, además de los escudos que agrandaban su espalda. El ligero tintineo metálico de la armadura del nórdico al ritmo de sus pasos se multiplicaba por culpa del silencio de ultratumba del templo. Sería difícil sorprender a las criaturas de ese modo. Una a una, fueron recorriendo las habitaciones. Cuartos pequeños, sin ventanas ni rejillas de ventilación, que encerraban dentro varios años de soledad y abandono. Muchas de las sabanas no eran más que retazos desteñidos, pobres cubiertas para colchones flacos, hogar de cientos de chinches y escarabajos. –¿Cuánto lleva abandonado este lugar? –pensó Wardric en voz alta. –Menos de lo que te imaginas –murmuró Gardar–, pero todo en este reino envejece rápido. De pronto ambos se detuvieron en medio del pasillo. Cada antorcha iluminaba una pared distinta, pero los dos vieron lo mismo en cada una, al mismo tiempo. Estiraron una mano hacia las paredes y arrastraron los dedos a lo largo de tres surcos que las recorrían paralelamente hasta el final. Entonces giraron las cabezas y sus miradas se encontraron. El nórdico asintió concluyentemente, Wardric tragó saliva. Marcas de garras.