Saludos a todos, he decidido que empezaré por subir al foro los relatos que ya tengo en Wattpad; y como son relatos cortos lo haré en un solo tema.
Añado las fechas de las modificaciones que haga para que cualquiera pueda saber qué versión del relato ha leído.
La chica de ojos azules (13/11/17)
Era la segunda vez que la veía esa noche, y no fue hasta entonces que ella reparó en mí. Me devolvió la mirada con sus profundos ojos azules y me sonrió.
Una chica distinta; un estilo entre anarquista y gótico, con su pelo azabache medio rapado, excesivo maquillaje oscuro en esos profundos ojos azules, y una extraña mezcla de vestido recatado y botas militares. No era realmente guapa y su cuerpo era del montón, pero ese estilo extraño y sus profundos ojos azules me dejaron descolocado.
Empecé a dar vueltas por la calle intentando reencontrarla, de vez en cuando paraba en algún local a tomar algo y ver si estaba ahí. No tuve suerte hasta salir del tercer local. Para entonces estaba ya recordando el hambre que tenía; pensé en ir a comer algo, hasta que la volví a ver. Iba acompañada por una rubia, de la que ni siquiera me había percatado hasta entonces, iba con un estilo anarquista más típico (y en mi opinión aburrido), en comparación al de esa chica que me estaba dejando loco. Esa chica, que esta vez además de sonreírme me guiñó el ojo, ese profundo ojo azul.
El estómago me rugió pero no podía ponerme ahora a buscar comida. Tenía que encontrarla a ella.
Entonces me paré en seco. Con mi porte y mi estilo de vestir nadie diría que era tan tímido, pero eso era solo una faceta que había aprendido de mi familia. Ellos sabían guardar bien las apariencias y me lo inculcaron desde pequeño. ¿Qué haría cuando volviera a verla? ¿Le diría que me gustaba? Con suerte ella y su amiga no se reirían en mi cara...
Tuve que armarme de valor para volver a buscarla en lugar de ir a comer, si se había ido ya...
Por suerte no se había ido, y después de tantas copas creía haber cogido un puntillo suficiente para saludarla.
Empecé a acercarme y no, no tenía el puntillo suficiente. Era incapaz de llegar a su lado si ella estaba con una amiga; tuve que ir a tomar otra copa y entonces fue ella quien se acercó a mí en la barra.
—¿Vas a seguir mirándome toda la noche sin decirme nada? —Fue lo que me soltó nada más acercarse; sin saludos, sin presentaciones. Era completamente directa y sin embargo su voz sonaba extrañamente dulce y suave.
¿Qué respuesta le di? Perderme una vez más en ese océano profundo y azul que eran sus ojos...
¿Qué me estaba ocurriendo? ¿Qué clase de hechicería contenía su mirada que me había dejado sin habla y sin hambre?
—¿Eres tímido o eres mudo? —preguntó más divertida que molesta y, al ver que no decía nada, pidió una copa también.
Mientras ella esperaba la bebida miré de reojo a su amiga; parecía más interesada en divertirse a mi costa que en acercarse. De modo que era probable que no tuviera una oportunidad mejor para abrir la boca y decir:
—Ojos...
Ella estuvo a punto de atragantarse del ataque de risa que le dio al escucharme.
—¿Qué? ¿Cómo que «ojos»? —preguntó aun entre risas. Santa Sarah Ellen; si mi hermano me escuchara decir una tontería así, me daría un estacazo a ver si se me quita la tontería...
—Tus ojos... —respondí algo más calmado aunque también más colorado—. Son hermosos, tus ojos...
—Ah, ¿era eso? —soltó algo decepcionada; no sé qué clase de comentario esperaba, imagino que estaría cansada de recibir halagos sobre esos profundos ojos azules. Sin embargo, por cualquier motivo cambió de idea y me dio un beso en la mejilla, casi en la comisura de los labios—. Eres un encanto...
Yo no supe qué responder a eso y; aun sabiéndolo, me veía incapaz de decir nada ahora que estaba casi ahogándome en esa inmensidad azul, que me observaba curiosa.
Ella después de mirarme un rato miró alrededor, ¿se avergonzaría de estar junto a mí? Si era así tan solo tenía que irse con su amiga y... Ahora lo vi, su amiga se había ido, dejándola sola con un desconocido.
Ella empezó a acariciar mi mano, y cuando la miré (no a ese océano azul sino a sus labios) me sonrió, y antes de que ella hiciera algún comentario, o que yo me atragantara con otro comentario estúpido que era incapaz de expresar, me besó.
Un apasionado beso que duró poco, ella se separó mirándome con decepción y eso fue como intentar navegar en un embravecido océano que intentaba engullirme. Me sonrió con lástima y acarició mi rostro; lo entendía, era apuesto pero demasiado inexperto para saber besar bien.
—¿Quieres ir a dar una vuelta? —soltó más como un comentario que como una pregunta. Yo asentí, y después de terminar las copas nos marchamos del local.
—¿Cómo te llamas? —pregunté mientras caminábamos a solas. Al fin una frase coherente.
—Serena, ¿y tú?
—Bonito nombre, yo soy Peter.
Serena parecía cada vez más decepcionada de estar conmigo; su desinterés me hizo recordar que tenía hambre, podía marcharme a comer y dejarla buscar a su amiga, pero esos ojos azules no me permitían hacerlo.
Andamos varias calles sin un rumbo fijo, aunque ella parecía saber exactamente a dónde se dirigía. Al final, un cuarto de hora después, entramos en un callejón.
—Lo siento Peter, pareces un buen chico y besas bien, pero yo ya tengo novio... —No entendí porqué me dijo eso, hasta que de detrás de unos coches salieron un par de chavales con navajas. La amiga de Serena estaba con ellos aunque más apartada. A mis espaldas ella también sacó una navaja, con la que me «instó» a entrar en ese callejón oscuro.
¡Claro! Mis ropas caras, toda esta timidez, saliendo de fiesta solo...; debía parecer una presa fácil. Menudo error había sido todo esto.
Al final cuando estuve rodeado pasó lo inevitable. El hambre fue demasiada y tuve que devorar toda esa suculenta carne que me cercaba.
Había llegado a gustarle a Serena, además era una chica capaz de engañar a alguien casi sin atisbo de duda; habríamos hecho buena pareja...
Era una pena que esos profundos ojos azules que me habían enamorado, ya no pudieran ver. Me sentía mal por hacer que la última mirada que me lanzara fuera la del horror más absoluto. Pero algo me aliviaba; era saber que en cualquier otra noche de fiesta, podía volver a encontrar una chica de ojos azules.
La pelota
El traqueteo del tren no podía ensordecer mis pensamientos. Sin embargo esa pelota dentro de la bolsa sí lo estaba logrando. Había entrado en el tren distraído; probablemente no volvería a tener un día tan duro en mucho tiempo, empezó por la mañana con el fin de una relación de más de un lustro y culminó, con una reunión que se alargó hasta las tantas.
No llevaba mucho rato sentado en el vagón cuando empecé a escuchar el ruido de una bolsa de plástico, al principio la observé curioso. Pensaba en el niño que se había olvidado su balón en el tren, y que quizá ahora estaría rogando a su madre uno nuevo, si es que no estuviera en medio de una pataleta mientras sus padres pensaban que hacer.
Eso me distrajo un momento y, mientras reía en ese vagón solitario, olvidé como mi vida prácticamente se había ido a la mierda en tan poco tiempo; pero mientras volvía esa idea a mi mente la pelota salió de la bolsa. La miré extrañado y supuse que el movimiento del tren la había sacado poco a poco hasta que estuvo completamente fuera.
Mientras las paradas iban pasando, y la gente iba dejando el tren más y más vacío, la pelota empezaba un movimiento hipnótico por todo el vagón; casi siempre acabando entre mis pies, y no tardó en venir a mi mente una idea, ¿y si lo hacía a propósito?
Esa idea estúpida me hizo reír tan alto que, en el vagón adyacente una señora mayor me miró fijamente un rato. Yo por mi parte le di un pequeño puntapié a la pelota para alejarla de donde estaba, pero tarde o temprano volvía a rondarme.
Empezaba a estar más pendiente de esa molesta esfera que giraba frente a mí que de las paradas que iban pasando. Me ponía más y más nervioso que no dejara de acabar entre mis pies, y casi me daba miedo estar pateándola lejos, como si eso pudiera molestar a esa cosa de cuero viejo.
Cuando al fin llegó mi parada, apunto estuve de no darme cuenta, pero me levanté deprisa y salí disparado a la puerta. Una vez fuera respiré aliviado por no tener que ver más a esa estúpida pelota.
¡Ay, mi inocencia! No me había alejado del tren cuando un grupo de críos la sacó afuera a patadas y, al parecer seguían la misma dirección que tomaba yo para hacer el transbordo. Por supuesto, con la pelota pegada a sus pies.
No debía parecer asustado. Con la mayor naturalidad y aparentando una prisa que realmente no tenía —ya que al llegar a casa, lo mejor que me iba a encontrar es como había sido vaciada, dejando ese piso como un lugar frío y solitario—, bajé las escaleras deprisa. De dos en dos y de tres en tres, me tentó la idea de hacerlo también de cuatro en cuatro cuando me acercaba al final de las mismas, pero casi pierdo el equilibrio. Hubiera sido irónico, desnucarme por una pelota, por suerte ese último detalle nunca saldría en los periódicos en caso de que ocurriera.
Una vez más una idea absurda me provocó risa, pero ésta duró poco. Como el ente viviente que parecía, la pelota rebotó por la escalera solitaria como si nadie hubiera sido quien la pusiera en movimiento.
De pronto se detuvo pegada a una de las paredes, miré a mi alrededor y vi que estaba solo, al menos solo en lo que a gente se refería. Pero esa pelota estaba ahí, quieta, como un cazador expectante por atrapar a su presa. Con mucho temor, como si se tratara de algo peligroso crucé pegado a la pared contraria.
En cuanto la pasé fui consciente de que solo había una solución. Me di la vuelta y la pateé con fuerza, lejos, lo más lejos que pude y de alguna manera, mi torpeza o su poder la colocó frente a mí. Estaba quieta, acechante; así que haciendo un amago la esquivé, y ya no sabía si era cosa suya o de mi mente pero me pareció que se movía para seguir ese movimiento.
Fuera cual fuera el motivo, evité a ese engendro del mal y corrí aliviado al andén, pronto llegaría el otro tren que debía coger. Menos de un minuto me separaba de la salvación, y de pronto pisé algo y perdí el equilibrio.
Mientras caía la vi, esa maldita pelota, u otra igual. ¿A quien coño le importaba? Ahora el traqueteo del tren ensordecía mis pensamientos.
El genio de los deseos
Fue a los nueve años que, durante una lluvia de estrellas, rogué conseguir el poder de conceder deseos como si fuera un genio. No lo hice por cumplir deseos míos egoístas, sino porque mi familia estaba pasando malos momentos económicos. No sé qué pasó, pero funcionó, mi familia pasó de vivir con deudas a vivir holgadamente.
Nueve años más y, aun sin saber si aparecieron por arte de magia o no, ya dominaba esos poderes. Funcionaban solo si alguien me contaba su deseo (no valía simplemente escucharlo) y, por un motivo extraño, no funcionaba si alguien conocía mi poder. Lo descubrí cuando mi hermano se hizo mi confidente. Sus primeros deseos funcionaron, cuando empezó a preguntarse el porqué le conté la verdad. Después de eso ya no funcionaba con él, aunque mi hermano era astuto, hacía que sus amigos me contaran los deseos por él. No servía siempre, solo si los amigos deseaban realmente aquello que decían.
Había sin duda algo más importante que impedía el uso de mis poderes. A diferencia de mi hermano no podía pedir a otro que deseara algo por mí, incluso si también desearan eso. Lo más parecido a lograrlo, es que alguien deseara algo que yo deseaba, pero sin que yo supiera que iba a desearlo. Gracias a eso hice viajes y fui a varios conciertos.
Pero no todo era bueno. Mi poder, más allá de sus tres limitaciones, no tenía ningún otro límite. Eso me hizo vivir situaciones horribles. Como cuando con trece años, Tomás, mi mejor amigo, me dijo:
—Estoy harto de mi padre. Desearía que estuviera muerto —Lo que dijeron los doctores es que fue un parada cardíaca. Por supuesto nadie excepto yo supo que la hora de la muerte fue justo después de ese deseo. Esa vez ni siquiera se lo conté a mi hermano.
Tomás se sentía culpable por sus palabras. Si llegara a saber que de verdad su padre murió por su culpa, a saber qué habría hecho...
Sin embargo, en su desconocimiento, seguía sintiéndose culpable y nunca supe cuanto. Hasta que en su decimoquinto cumpleaños tras soplar las velas se puso a llorar.
—¿Qué te pasa? —preguntó Amanda, nuestra amiga de toda la vida, su futura novia y mi interés desde siempre.
—Dicen que hay que pedir un deseo al soplar las velas. Pero el mío nunca se va a cumplir —Creía que se refería a que deseaba que su padre no estuviera, pero él me sorprendió diciendo otra cosa—: Deseé que estuviera muerto, justo el día que falleció. Ojalá no hubiera ni pensado en eso.
Cuando su padre entró a continuación y todos se portaron como si no pasara nada, sentí pánico. En realidad no todos, vi que mi amigo notó que algo no cuadraba. Supongo que su subconsciente sabía que su padre estaba muerto hasta dos minutos antes. Por eso mismo sorprendió a todos abrazándole con fuerza, como si su padre se hubiera ido hace años, y no, hacía (por lo que entendí luego) tan solo media hora.
¿Qué clase de poder tenía? Si podía hacer que alguien volviera de la tumba, ¿qué otras cosas horribles podría hacer?
A partir de entonces, cuando alguien pretendía soltarme una especie de deseo, procuraba cambiar de tema. No siempre funcionaba esa táctica, y lo descubrí de la peor manera posible.
Amanda y Tomás empezaron a salir cuando ella cayó en una fuerte depresión, dos años después del regreso de la tumba del padre de él. No creía que fuera la manera más legal de empezar a tener una relación con alguien. Pero al menos no había sido un deseo que yo había cumplido.
La depresión fue debida a que su madre murió de cáncer. Un cáncer fulminante. Poco tiempo tuvo la familia para prepararse. Quería que ella, en los días que pasé a su lado en el hospital, deseara que su madre se pusiera bien; jamás lo hizo, aunque en su mirada veía que ansiaba poder hacerlo y que funcionara. No podía hacerla sacar a la luz su deseo, si así fuera no funcionaría, y ella solo sufriría más.
El problema vino casi una semana tras el fallecimiento de su madre. Hablábamos por teléfono y ella se desahogaba entre llantos, cuando soltó algo antes de que pudiera evitar escucharlo:
—¿Sabes? Echo mucho de menos a mi madre. Me encantaría que ella volviera a entrar por la puerta saludando como hacía siempre...
—¡No! —grité aunque supe que daba igual ya. Su frase era un deseo y como tal se iba a cumplir.
—Espera —comentó hipando—, parece que mi padre ha vuelto más pronto a casa. Voy a ver si se encuentra mal. Luego hablamos.
—¡No vayas! No vay... —Ya me había colgado.
Nadie supo nunca qué vio ese día, pero tuvo que ser internada un año en una clínica psiquiátrica. Todavía en la actualidad acudía dos veces a la semana a un especialista y debía medicarse.
Eso resintió su relación con Tomás, quien aprovechó la libertad de tener una novia encerrada en una institución mental, para dedicarse a tirarse cualquiera que se le pusiera al alcance. No supe qué hacer en esa época. Visitaba de vez en cuando a mi amiga, pero al ver su mirada de pánico si escuchaba un ruido fuerte; me sentía culpable. Me asqueaba lo que hacía mi amigo, pero recordaba todavía que había sido el brazo ejecutor en la (temporal) muerte de su padre; también me sentía culpable por eso.
Una tarde que Amanda estaba en una terapia, salí a tomar algo con Tomás. La camarera del bar era sexy y él siempre intentaba coquetear con ella. No sé si era por ser profesional, o porque le hacía gracia, ella le rechazaba siempre con amabilidad. Otra persona ya le habría mandado a la mierda.
—¡Ufff! ¿Pero la has visto? —me preguntó mirándole el culo a la camarera.
—Sí, está muy buena. Pero tienes novia...
—¿Seguro que no eres gay? No pasa nada eh, puedes decirlo —Se rió de su comentario. Al ver que no me reía me dio una colleja como hacía cuando éramos pequeños—. Tengo novia. Pero si pudiera tirarme a una tía así hoy mismo, me daría igual si me pillara o no.
¿Eso contaba como deseo? Ya estaba metido en otro lío. Por la noche un mensaje de Amanda me dejó claro que aquello fue un deseo. El mensaje era: Necesito quedar contigo ahora mismo. Es urgente.
Como era de esperar ella me dijo que había pillado a su novio con otra. Peor que eso, él le confesó que cuando ella estaba internada se dedicaba a follar con varias tías. Peor que lo anterior, esas veces él decía que tenía un compromiso familiar ineludible. Peor que todo lo demás, le dijo que yo sabía todo y le había encubierto.
—¡Eres un cabrón! —gritó antes de abofetearme.
—¡Espera! El que te ha puesto los cuernos es él...
—¿Y? Que tú seas un cabrón no significa que él no. ¡Sois un par de hijos de puta! —Me llevé otra bofetada. Y otra más. Y otra. Cuando se tranquilizó un poco siguió hablando—: ¿Recuerdas tu primer beso?
No sabía a qué venía eso. Pero claro que lo recordaba. Era imposible no hacerlo.
—Por supuesto que lo recuerdo. Fue contigo.
—¿Recuerdas por qué lo hicimos?
—Fue un pacto de amistad.
—Sí, nos besamos durante aquella lluvia de estrellas porque creímos que así nuestro deseo se cumpliría —¡Es cierto! El beso fue justo antes de que deseara conseguir este poder. ¿Acaso el primer deseo que cumplí fue ese?—. De hecho, siempre creí que seríamos más que amigos algún día. Durante mucho tiempo estuve enamorada de ti. Siempre que soplaba las velas lo deseaba en secreto...
No quería que deseara algo así y que nuestra relación se basara en esto. Tenía que confesarle la verdad y que sus deseos no tuvieran efecto.
—Pero ahora mi mayor deseo ha cambiado —Que dijera eso me impidió hacer mi confesión. Ojalá la hubiera hecho—. Lo que quiero es que los dos desaparezcáis.
Y así fue.
Sueños de libertad
Cuando empezaron los sueños me sentí genial. Me sentí feliz. Me sentí libre.
En estos sueños, a diferencia de los que solía tener desde pequeña, no había temor, al menos no para mí. Por lo que notaba, en ellos era una especie de bestia grande, andaba de madrugada por la ciudad. Cuando me cruzaba con alguien, esa persona huía despavorida; mi yo onírico sentía entonces el impulso de lanzarse a atrapar a su presa. «Su presa», cuando noté esa idea por primera vez, me grité para detenerme. Funcionó, aunque como cuando un dueño da una orden a su perro, mi yo onírico seguía deseando cazar. Pero aun con todo esto me sentía libre.
Después despertaba y dejaba de ser libre, me veía abocada a un instituto donde era una marginada que sufría bullying; al menos tenía a Mireia, mi única amiga, que había evitado que me suicidara casi tres meses atrás. Pero mientras ella me animaba a vivir; mi estúpida mente había decidido enamorarse de Marcos, un gilipollas que resultaba ser quien más me hacía sufrir y, ojalá pudiera decir que fuera solo eso. De día era una esclava.
Entonces los sueños cambiaron. Ocurrió cuando Oni (que es como empecé a llamar a mi yo onírico), decidió dar caza a un gato callejero; en parte la sensación me agradaba, lo sentía hambriento, pero no quería que le pasara nada a ese pobre gato, que por suerte escapó. A partir de ahí me veía incapaz de contenerlo; sí, lo «sujetaba» lo suficiente para que no alcanzara a ninguna presa, pero no lo suficiente para que no las persiguiera.
Y en esa época también cambió algo durante mi vida diurna. Aunque las noticias de ese tipo ya se habían publicado; no fue hasta cuando llevaba unas tres semanas siendo Oni en mis sueños, y una estúpida en mi día a día, que me di cuenta realmente de lo que decían. Al parecer había una especie de gran perro, buscado por las autoridades. Eso no me habría interesado, igual que no me interesaron las veces anteriores, si no fuera porque uno de los entrevistados era una de las «presas» de mis sueños. Tuve un ataque de ansiedad y no fui a clase.
Por la tarde Mire vino a visitarme para saber cómo estaba y le conté todo sobre mis sueños. Ella se rió, no con la risa que usaban los otros para burlarse de mí, sino como si me viera como una niña pequeña que tuviera que proteger y cuidar. Me acarició la cara y me soltó una explicación de porqué estaba equivocada:
—Tonta, ¿no ves que eso es cosa de tu subconsciente? Ese hombre del que hablas ya había salido en la tele hablando del tema.
—P-pero... Lo sueños empezaron antes de las noticias sobre ese animal y... —Empezaba a ponerme nerviosa y notaba como iba a sufrir un nuevo ataque.
—¡Paula, tranquilízate! Crees que los sueños empezaron antes, pero eso es solo porque tu cerebro ha tenido un fallo de memoria, como con los Déjà Vu. Piensa un poco y dime, ¿crees realmente que te dedicas a ver a través de un perro callejero? —Estaba segura de haber empezado a soñar eso antes, pero pensándolo un poco, meterme en la cabeza de un animal sonaba estúpido. Negué con la cabeza y ella volvió a acariciar mi rostro—. Por supuesto que no bobalicona. Ahora quiero que descanses que en dos días te llevaré a la fiesta de cumpleaños de Dani.
—Pero allí estarán todos los de clase... —No me apetecía estar en una fiesta con toda esa gente.
—No todos, además va a ir Marcos y fuera de clase no es tan capullo. Tampoco deja de serlo, pero hasta que esa tontería de estar enamorada de él se te pase, algo es algo —No me apetecía estar en una fiesta con Marcos después de lo que me hizo en la última. Pero en lugar de quejarme, sonreí y le di un abrazo a mi amiga.
Esa noche Oni estaba más excitado, más ansioso por cazar, tal vez era la luna llena de mis sueños —y de la vida real—, pero también parecía notar que no tenía ganas de estar vigilando que no persiguiera a nadie, y lo respetaba. Simplemente paseamos, bueno, yo veía las cosas a través de sus ojos, pero al mismo tiempo sentía que era como pasear al lado de mi perro.
Fuimos hasta la playa y allí mi yo onírico se dedicó a jugar con las olas para animarme. Pero no podía animarme; ya no me sentía libre aquí, y esto ya no compensaba mi otra vida.
Entonces un grupo de tres chicos que debían rondar los veinte se nos acercaron. Parecían borrachos, eso explica que decidieran tirarle una botella mientras reían; no fue tan doloroso como supuse que sería. Aun así él se enfureció, empezó a gruñirles y decidieron escapar corriendo. Oni no estaba satisfecho, quería cazarles y me lo hizo saber; no quería que lo hiciera, pero también sentía rabia, y esos segundos de duda fueron suficientes para que saliera a la carrera.
Ahora vi que lo de las otras veces fue un juego. Cazando en serio, Oni se movía de una forma increíble, las presas estarían a unos cien metros y él las alcanzó en unos tres segundos, ni siquiera me dio tiempo a ordenarle parar. Mordió el tendón al primero y en cuanto cayó, le mordió el cuello; fue a por el segundo y a este directamente le saltó encima derribandolo, su yugular también fue mordida. El último (que había sido el que tiró la botella) se había tropezado y miraba la escena llorando, también me llegó un fuerte olor a orina. Cerré los ojos para no ver como este también moría.
Oni entonces lamió la sangre que había quedado en su hocico, y mientras tanto yo...
Desperté empapada de sudor, estaba horrorizada por el sueño. Ahora Oni no era mejor que mis otros sueños; ni siquiera mejor que mi vida al despertar. Era una esclava siempre.
Las noticias no lo mejoraron. Tres chicos murieron la pasada noche y volví a faltar a clase otra vez. No quise ver a Mireia esa tarde, sus explicaciones no iban a ayudarme aunque tuviera razón. Tan solo quería estar encerrada llorando.
Al día siguiente, siendo sábado, no me libré de que mi amiga viniera pronto. Aunque intenté que mi madre no dejara que entrara no hizo caso. Así que tuve que aguantar otra charla.
—Ya va tocando que olvides lo de ese perro, te estás obsesionando y eso es peligroso. Venga ve a cambiarte —dijo antes de obligarme a ponerme de pie.
—No tengo ganas de ir.
—Claro que vas a ir. Y nada de discutirlo.
Y no hubo discusión. Al llegar a la fiesta vimos a Marcos; y eso me trajo toda una serie de recuerdos de lo que ocurrió hace ya más de dos meses en una fiesta parecida.
Aquella vez Mire se marchó pronto porque empezó a sentirse mal. Yo me quedé, porque soy una estúpida que creyó que Marcos estaba interesado en mí. Lo estaba, pero no como esperaba.
Aprovechando que estaba algo borracha me llevó a una calle solitaria. Contra una pared me empezó a besar con pasión, y entonces fui feliz después de tanto tiempo sufriendo. La felicidad duró poco; de pronto me agarró del cuello con una mano, la otra fue directa al interior de mi pantalón. En cuanto noté un dedo entrando a la fuerza en mí, empecé a llorar e intenté apartarme, al hacerlo apretó mi cuello dejándome sin aire. Solo se apartó cuando me oriné encima.
—¡Joder, menuda cerda estás hecha! —Restregó la mano sucia por mi cara antes de soltarme—. Venga quítate los pantalones.
—N-no —supliqué entre llantos. No le importó, limpió sus manos en mi camiseta y me los bajó él mismo. Quise gritar pero fui incapaz.
—Si te portas bien va a ir todo perfecto. Pero como hagas alguna tontería te rajaré el cuello; total, a nadie le va a importar que te mueras —Me quitó los pantalones y antes de que hiciera lo mismo con mis bragas, yo misma lo hice berreando. Como agradecimiento me llevé un bofetón que hizo que mi cabeza golpeara con fuerza contra la pared; en ese momento ni me enteré de que había llegado a hacerme sangre—. ¡He dicho que te portes bien, coño! Venga, si sé que estás pilladísima por mí, aprovecha que alguien como yo, vaya a follarse a una pringada como tú.
—S-s-soy virgen —Esperaba que eso le hiciera dejarme en paz, aunque en el fondo sabía que no iba a servir de nada.
—¿Eres virgen? Pues vas a llevarte el premio gordo —comentó riendo y acariciándose por fuera del pantalón. Miró alrededor para asegurarse de que no hubiera nadie cerca antes de seguir hablando—: Venga desnúdate del todo.
No intenté suplicar, solo quería desaparecer. Quería morir. Quería ser libre.
—¡Hostia! Nunca habría pensado que estás follable —comentó antes de sacar su miembro. Ese espantoso miembro, era lo más lejano a mis fantasías que se me podía ocurrir.
Se dispuso a penetrarme sin protección; y solo esa vez, necesité suplicar de nuevo:
—P-por favor... sin preservativo no... sin... —Antes de poder seguir, me metió a la fuerza mis bragas en la boca.
—A ver si tragando tus meados te tranquilizas... Sino... —Me rompió—. Al menos estarás calladita.
Estaba rota. Y le dio igual, siguió penetrándome hasta que terminó en mi interior. Duró tan poco, que en otras circunstancias me habría hecho gracia. En esa circunstancia se me hizo eterno.
No sé cómo llegué a casa. No sé cómo seguía viva. No sé porque nunca lo conté a nadie.
La regla no me bajó cuando tocaba, temí estar embarazada y entonces fue cuando decidí suicidarme. Quien me encontró y me salvó fue Mireia; pero igual que mis padres, ella nunca supo el verdadero motivo para esto. Para todos, la culpa fue el maltrato, y aunque quisieron llevar el caso a la justicia, conseguí que no lo hicieran. Gracias a que me acabó bajando la regla, me sentí mejor y olvidaron un poco todo.
Marcos se acercó con un cubata en la mano, parecía ir bebido ya. Nos saludó y aprovechó que Mire fue a hablar con Dani para susurrarme algo vomitivo al oído:
—Hace mucho que no te veo en una fiesta. Normal, no te suelen invitar. A ver si hoy podemos tener otra fiesta privada y puedo estrenar tu culito —Lo de vomitivo era literal, porque le llené la camiseta de vómitos—. ¡Joder! Que puta guarra estás hecha.
Mire y Dani se acercaron a ver qué ocurría. Él apartó a Marcos que pretendía golpearme, y ella me preguntó si quería ir a casa, cosa que acepté al instante.
De vuelta a casa, quiso saber qué había pasado; no se lo dije. Era una esclava.
Tuve un sueño recordando aquella noche, después volví a ser Oni; en ese momento me daba igual que alguien acabara muerto, y que eso pasara también en el mundo real. Quería ser libre.
Andando y andando, llegamos a la casa de Dani. Oni se tumbó, esperó, esperó, y esperó. Sabía lo que esperaba, pero no entendía cómo podía saber si él aún estaba allí. Entonces, en el momento en que ya estaba logrando que decidiera ir a otro lado, Marcos salió de la casa.
Iba solo, al menos eso creía él. Le seguimos de cerca y hasta tres manzanas después no se dio cuenta de nuestra presencia; y fue solo porque decidió orinar contra una pared. Al ver a Oni, se asustó tanto que se llenó las manos y los pantalones de orines; eso me hizo reír. Ahora se habían girado las tornas, él se sentía preso de un pánico ante esa bestia; yo era libre.
Oni esperaba que le diera la orden de atacar. No fue esa que le di, aunque se sintió más satisfecho con la otra: haz que sufra.
Mientras me acercaba como Oni olí que su vientre quedó suelto, y el olor a mierda me asqueó; pero el olor a terror que percibía de fondo me estaba excitando. Quise decirle que era un guarro, pero tan solo salió un ruido, que sonaba a algo a medio camino entre un gruñido y un ladrido.
Eso le hizo reaccionar e intentar huir. Le sirvió para acabar con ambos tendones destrozados, a pocos metros de donde se había percatado de nuestra presencia. Le hice girarse, quería que me mirara a los ojos, igual que me hizo mirarle cuando me llenaba con su esperma.
Intentó agarrar mi pelaje para apartarme, mientras me golpeaba con la otra mano. Como castigo mordí esa mano hasta dejarla hecha trizas, eso le hizo soltarme, pero no había piedad en mí, solo ansias de sangre. Le di un pisotón en el pecho que le dejó sin respiración.
—P-p-por favor... Vete perrito... —Era tan adorablemente patético. ¿De verdad creía que una bestia iba a apiadarse de él? Él no lo hizo conmigo. Aun así le lamí la cara, igual que él me hiciera a mí aquella horrible noche cuando me lleno con su semilla.
Me alejé de él y debió considerar que le dejaría en paz. Craso error. Fui directa a masticar sus pelotas, y el chillido que dio esta vez fue más agudo que los anteriores. No me gustó, así que aunque no había sufrido lo suficiente, le abrí la garganta.
Mientras Oni se marchaba trotando de allí, fui consciente de lo que acababa de hacer, y en algún momento el sueño cambió. Era la noche de la violación, pero esta vez era al revés; era yo quien violaba a Marcos. Aunque, excepto por tener su cara, realmente era yo, mi cuerpo, mis ropas; pero ahora no era la víctima, y esto me hizo sentir culpable. Me había rebajado a un nivel de crueldad mucho peor que el suyo. Era libre, pero el coste era ser un monstruo.
Deseé que Oni desapareciera. Entonces volví a ver a través de él, y sentí pánico. Estaba andando por el pasillo de mi casa, subiendo las escaleras, andando hasta la puerta de mi cuarto y abriéndola. Desperté de cara a la pared, las lágrimas corrían por mi rostro, porque temía girarme, temía lo que iba a encontrar frente a mí. Me armé de valor y me giré; al ver lo que había ante la puerta de mi cuarto, mis mayores temores se tornaron realidad.
Nada.
Slasher
Desde pequeño adoré las películas del género slasher; aunque mi madre me prohibía verlas lo hacía de todos modos. Más de una vez fantaseé con estar frente a frente con uno de esos asesinos y enfrentarme a él, para a continuación salir victorioso y llevarme a la chica (aunque en esa época mi idea de llevarme a la chica era mucho más inocente).
Años después estaba ante uno de esos monstruos humanos propios de la ficción. Me observaba con una ira antediluviana, bañado en la sangre de las víctimas que estaban esparcidos por el suelo de toda la casa y portando ese enorme cuchillo de carnicero. Supe que cualquiera se hubiera sentido tan perplejo como yo ante esa visión; ¿podía asustarme de mi propio reflejo?
Os dejo dos capítulos de lo que estoy escribiendo actualmente. Ya subí un capitulo en el otro foro,pero aprovecho que volvemos a este para publicar el primero y el segundo.
Pd: si el segundo veis demasiadas faltas,es porque casi no lo he revisado,eso lom dejo para más adelante.
Capitulo 1:
En un país muy muy lejano,un joven caballero cabalga su rápido y fuerte corcel para poder rescatar a una princesa de las garras de un malvado dragón ya que el joven caballero que no se conformaba con ganar todos los años el popular certamen de sonrisa perfecta que se celebraba en su feudo. Era muy fácil ganar cuando todo hombre o animal del feudo le faltaban algunos dientas( había siempre menos que más) o en los dientes que quedaban había algún que otro agujero donde podías pasar toda la mano por esos "diminutos" agujeritos de nada(parecía que este tipo de dentadura era la nueva moda entre los siervos). Tampoco se conformaba con ser uno de los jóvenes más cotizados del reino,era joven y con dinero y ya lo decía su abuela<<joven y con dinero p'aqui te quiero que te voy a dar un buen meneo>>.
-¡Claro,claro !Vete a por tu princesa,no tienes otra cosa que hacer. No tienes que cuidar de tus tierras por ejemplo,que más dará...- le decía su madre, el noble aún recordaba la bronca.
-Pero mama...- replicó el joven.
-Ni peros ni peras. Ya sabes lo que pasó a tu padre,todo el día de farra con su amigote el rey<<es trabajo cariño ...>> y un carajo que es trabajo,que politiqueo por aquí que complot por allá..-
-Peroo...-
-Chitón he dicho- A lo dicho le acompañó con una buena zurra a la cabeza,una bien conocida como educativa;que según ella nunca venía mal de vez en cuando. - Y un día tiene el valor de decir que se va a la guerra,el decía que era por el honor,para defender a la humanidad que yo que se rey hechicero malvado que desea hacer cosas malvadas y arcanas. ¡ Y una porra ! El lo que tenía era cargo de conciencia por no trabajar,que era un gandul. Y mira lo que le ha servido la guerra,pa estar en el hoyo.-
-Mama era por el honor de nuestra casa,para no ser el hazme reír del reino,murió siendo un héroe -
-¿Un héroe? Dime tu pa que ha servido ,eh ¿ pa que ha servido ? A Parte de pa morir... Ay dioses me tendría que haber casado con El Emilio botas el del banco,ese si que era trabajador y ahora es el banquero más rico del reino, pero noooooo me tenía que casar con otro noble como si mi familia no tuviera suficientes de ellos.-
-¡Mama!- iba a defender el honor de su difunto padre ,no permitiría que su honor fuera mancillado. La tontería se le fue a la vigésimo primera educativa que recibió.
Aún cabalgando el joven caballero,intentó rascarse la nuca,aún le dolía las educativas,pero era difícil aliviar el dolor con su portentosa armadura de guerra.
Continuo recordando...
-Todos mis amigos han hecho algo heroico para cortejar a una dama de buena familia,yo voy a ser el único que se quede de brazo cruzados.-
- ¿Y si todos tus amigos se tiraran de una fosa, tu te tirarías ,eh guapito de cara?- odiaba cuando su madre usaba su frase más filosófica ,era difícil superarla cuando usaba ese argumento,mayor era la dificultad cuando usaba su filosofía educativa aplicada de enseñanza de respeto:"LAS EDUCATIVAS".
-Además,¿no te puedes conformar con la Jeny? Es de buena familia y en mi opinión es muy mona-
-¡Mama! Ya sabes que no quiero a la Jeny, además si salvó a una princesa de un dragón me casare con ella, me haré de la realeza,podría llegar a ser rey,hay que tener ambición madre y no conformarse con cualquier mindungüi.- -Me estas diciendo que no tengo ambición,¿qué soy corta de miras? ¿Qué tu padre era un mindungüi?(bueno era un poco corto de mollera y en el catre no era de lo mejorcito ,eso nadie se lo quita) pero era muy buena persona ( bueno asfixiaba un poco a los plebeyos con los impuestos,eso tampoco nadie se lo quita...) - entonces el noble reunió valor e interrumpió a su madre de sus divagaciones filosóficas de la vida de su marido. El caballero no sabía aún como se estaba enredando todo el asunto,el sólo quería matar a un dragón y salvar a una princesa tampoco era pedir tanto.
-¡ Madre soy un noble,el señor del castillo,un conde nada menos, y soy a mi juicio lo suficiente mente mayorcito para decidir si ir a matar a una criatura mil veces mas fuerte que un ser humano promedio,que escupe un fuego de mil demonios,que vive tan Pancho y tan tranquilo en una fortaleza,para poder salvar a una princesa que el mismo dragón ha raptado a un pobre cruel rey de algún reino olvidado de las manos de los dioses,para poder casarme con esa princesa y de esa manera heredar el trono y comer perdices y vivir feliz,bueno hasta la llegada de la democracia,claro;en mi opinión la democracia es una tontería ,una moda pasajera inventada por unos pogres de tres al cuarto,que quede claro.-
-¡venga y veté ya ingradecido!- dijo la madre, acompañando lo dicho con unas educativas,este fue un argumento crucial para correr a la búsqueda de la princesa y no decirle a su madre que la palabra ingradecido no existía, haber quien se atrevía a responder a esta mujer.
Tras el recuerdo tan vivido que el joven caballero conocido como Lord Lancerin había tenido,decidió continuar cabalgando por desgracia no llegó muy lejos,el caballo se cansó y decidió que por esta noche no iba a cabalgar más,que ya estaba cansado, parece ser que cabalgar durante toda una noche por unos cominos nada cómodos ,al galope ,no era el sueño de todo caballo. La parada del animal fue tan repentina que Lord lancerin se cayó hacia delante realizando una voltereta área de lo más épico-epiléptica ( sí extraña forma de describir una voltereta) que se haya realizado en toda la existencia. Caído ,Manchado y con un dolor por todo el cuerpo,sobretodo en el cuello,decidio también parar ahí ,ya podría continuar otro día. Esta decisión no fue por la parada brusca del caballo,¡NOOOO! Jamas permitiría que un animal le dominará ,pero se había hecho muy de noche y para matar a un dragón se necesitaba estar descansado y a tope de energía ,no fuera a que se durmiera en medio de la batalla,los dioses no quieran .... Dicho y hecho ,acampó en medio del bosque,sin poder quitarse la armadura claro ,eso era trabajo de mucha gente y aún no se había inventado el abre fácil para armaduras,se tendría que haber llevado a su Escudero....-¡MALDITAS EDUCATIVAS! - gritó el joven noble.
Lancerin continuo al día siguiente su trepidante aventura ,cabalgaba a un ritmo moderado,en esta carretera real(todas las carreteras eran reales no fuera que el pequeño ego de la realeza se viera afectado)sólo se podía ir al trote alto,no vaya ser que le pongan otra multa por ir demasiado rápido-ya le habían puesto cuatro.
En un punto de la muy original carretera real(era como todas las carreteras reales,rodeada de árboles y mal asfaltada) había un desvío con un cartel en el medio.Decía así:
Cartel de la derecha: Villaseguro,a 2km,peligro inexistente,bellas mujeres y bellos hombres,trabajo para todos y ciudad-estado democrática.UGHHH DEMOCRACIA,pensó Lancerin. El tema de la democracia ya fue suficiente para disuadir al noble de pensar que Villaseguro fuera un lugar agradable.
Cartel de la izquierda:Torre del dragón rapta princesas,hay princesa y un dragón gigante que escupe un fuego mortífero de primera calidad,si no muere le devolvemos su dinero,peligro:muerte asegurada.
A pesar que el camino de la derecha parecía que estaba mejor asfaltado y era un camino con mucha luz ,el caballero le repugnaba la idea de la democracia(como ya he comentado antes),ya que para el era un sistema que hacia caso a la chusma inculta y revolucionaria,además había venido a pegar el braquetazo,matando a un dragón y salvando a su princesa. Ni las advertencias del cartel ni que no había pagado nada para ir a matar a un dragón le hizo titubear al dirigirse por el camino de la izquierda. La democracia era demasiado repugnante.
Puede ser que el joven Lancerin al dirigirse por primera vez por el camino de la izquierda no titubeara y fuera al trote rápido rápido,el camino cada vez más oscuro,tenebroso y con mayor a olor a ceniza le hizo reflexionar si lo que hacia tenía sentido,¡bendita juventud! Sólo fue más tarde cuando vio como el castillo completamente oscuro estaba encima de una colina.Un rayo había acabado de caer ,casualmente,detrás de la torre cuando por primera vez la había visto,también un dragón gigantesco de color rojo apareció rugiendo y soltando una breve pero potente llamarada. En ese momento paró al caballo, se permitió unos segundos de reflexión ,no quería ser maleducado y se veía al dragón muy ocupado,además no parecía que había ninguna princesa,no iba a arriesgar su vida por nada al fin y al cabo. Pero recordó el dolor de las EDUCATIVAS y se imaginó a su madre cuando llegará sin ninguna princesa:-¡ mira que te lo dije! No hagas el tonto,si es que a sí sois los hombres unos monos hasta el culo de hormonas.- no permitiría que su madre se llevará la razón ,no señor.
El casco lo había perdido por el camino,no podría quitárselo momentos antes de la batalla de manera épica,como todo el mundo sabía sólo servían de decoración,una pena su pérdida . Se dirigió al trote hacia el dragón. El dragón se dirigía a una velocidad vertiginosa hacia el caballero,en ese momento Lancerin sacó un silbato y soplo con todas sus fuerzas,el dragón cayó al suelo confundido y con un dolor de cabeza de mil demonios,el joven sacó una cerbatana cargada de una dardo que poseía un veneno mortal para dragones y se lo lanzó al ojo derecho. La criatura,ahora con un dardo en el ojo derecho,se movía por un lado al otro,se revolvía como un perro por el campo,como un perro asesino gigante,al poco tiempo cerró los ojos y escupió una pequeña nube de humo negro,hecho fundamental de la muerte de un dragón.
Había sido muy fácil matar al dragón,si lo de la princesa no funcionará se podría dedicar al negocio de mata dragones,un mercado que estaba en auge. Lancerin se paró un momento delante del dragón busco entre las alforjas de su caballo una bandera pequeña y se la clavo en una grieta que había entre sus escamas de la frente. Era el escudo de su casa,de esta manera marcaba que el había matado a la criatura. Una pena que no se hubieran inventado aún los selfies ni las fotos ,no podría inmortalizar el gran momento.Una vez clavado la imponente bandera(edición de alforja) cerró los ojos y se concentró,busco por su mente una señal y la intentó amplificar,tras unos momentos de concentración en su cabeza sonó una vocecita con acento extranjero. -HOLA MUY BUENOS DÍAS,ESTA HABLANDO CON SU HADA MADRINA(todas las hadas se llamaban su hada madrina)DE SERVICIO DE RECOGIDA DE CRIATURAS MÁGICAS MUERTAS,de administraciones de criaturas muertas S.A,¿EN QUÉ PUEDO AYUDARLE?-QUE TAL SI LE HACÍA UN MASAJE CON FINAL FELIZ pensó Lancerin,pero debido a que la conversación era mental sus pensamientos fueron transmitidos al hada madrina. -Señor solo ofrecemos recogida DE CRIATURAS MÁGICAS MUERTAS,NO OFRECEMOS "MASAJES CON FINAL FELIZ",para eso si quiere saber mi opinión....-¡NO QUIERO,JODER!(El hada hizo mentes sordas con el pensamiento del caballero) como continuaba tele-hablando el hada en una conversación que parecía más un monólogo,el joven Noble pensó para sus adentros:¡MIERDA!,mientras que fue interrumpido por el hada-¡ Que asco señor!,creo que si ya es usted lo suficientemente mayorcito para matar a una criatura mágica lo será para no hacer sus necesidades encima.-Genial,ahora todas las hadas madrinas(en otras palabras:todas las hadas,incluyendo a las hadas macho) pensarían que se hace hace aun caca encima y creerán que es un viejo verde . -Bueno,¿tengo un conejo saltarín muerto, me lo recogéis ? -MALDITO CORRECTOR PENSÓ LANCERIN.- ¿ un conejo señor? ¿ será un conejo saltarín mágico ,no? Sino no podemos recogerlo,para conejos saltarines muertos tiene que llamar a recogida de conejos saltarines ,de administraciones de criaturas muertas S.A. Pero que sepa que si una tal su hada madrina,(tal vez le suene el nombre)le atiende es importante que sepa que le puso los cuernos a su novio( también llamado su hada madrina,¡qué casualidad!),no es buena gente,no señor.- Lancerin en es mismo instante se corrigió y dijo que tenía un dragón muerto y rezó a todos los dioses que conocía que el hada no le siguiera hablando sobre tonterías y en como ahora sí que podían recoger al dragón . -pero eso señor-continuó el hada madrina - es una cristiano,digo criatura mamífera,digo mágica?(maldito corrector)Creía que la última reunión del cónclave mágico había cambiado la clasificación de los dragones,al menos de los dragones muertos.Tiene que ser atendido por la sección -recogida de criaturas no-mágicas pero no-no-mágicas al cien por cien muertas de recogida y administración de criaturas muertas SA. Por cierto le atenderá una tal su hada madrina que....... ¡Noooooooooooo! Grito con toda sus fuerzas Lancerin.
Una vez recogido el cadáver del dragón,por un lento y tortuoso grupo de burócratas dirigidos por hadas madrinas(que siempre tenían chismorreos que contar),el caballero decidió continuar su empresa. Paso por la puerta y contempló en el interior de la torre como una escalera en forma de Caracol gigante subía hasta la cima y en este mismo instante Lancerin sabía que su princesa estaría esperándolo en la cima,estaría ansiosa de su llegada. El noble comenzó a subir a las escaleras raudo y Veloz(que viene a ser lo mismo),subía las escaleras sin pausa,cada vez con mayor energía cada vez con más emoción con el pensamiento que en la cima estaría su princesa esperándole,subía con una voluntad de hierro,hasta lo que cálculo que era la mitad del trayecto,estaba agotado.POR LOS DIOSES QUIEN DISEÑO ESTA MALDITA ESCALERA,YA PODRÍAN PONER UN ELEVADOR pensó Lancerín,después se dio cuenta que el dragón había muerto que ya sería difícil dejar peticiones al señor de la fortaleza y además no creía que el dragón fuera usar las escaleras,eran más bien de uso protocolario,por si un intrépido caballero consiguiera reunir el valor suficiente para retarle y arrebatarle le vida, el tema de las escaleras era lo último para las fortalezas de dragones. Tras hacer acopió de fuerzas consiguió su ínter primo viaje (sólo tuvo que parar un par de veces más para que se le pasará el mareo de la escalera,como ya he comentado antes las escaleras estaban por protocolo más que por utilidad). Al final de una dicicil subida Lancerin consiguió subir a la cima de la torre contemplaba como una puerta de madera gigante se interponía entre él y su princesa,cogió aire y se dirigió en pos de su objetivo.
Capitulo 2:
Cuando Lancerin cruzó el portón se encontró con la típica habitación de una princesa encerrada en una torre, en el centro estaba la cama con una tela que cubría la cama. Una luz azulada se filtraba de detrás de la tela. ¿DE DONDRE SALDRÁ LA LUZ AZULADA,NO TIENE SENTIDO ,SI HACE UN MOMENTO HACIA UNA TORMENTA DE TRES PARES DE GNOMOS pensó el intrépido caballero. A pesar de la perfecta ambientación para el rescate de su princesa,algo no cuadraba porque en la cama había dos mujeres que gemían,que estaba pasando,Lancerin,nervioso por lo que podía pasar a su futura esposa decidió seguir hacia delante y ver que estaba pasando.
Cuando movió la tela para un lado,Lancerin se quedo atónito,no sabía que hacer ni que decir. Se veía a una dama rubia,que estaba gimiendo y una cabeza que estaba debajo de las sábanas de la cama ,encima de la mujer.
-¡Oh siiiiiii sigue!- era demasiado para Lancerin.
-Ejem ejem-El caballero intentó interrumpir y así conseguir captar la atención de la gente de la sala. Fue inútil.
-¡Oh siiiii!- esta vez la mujer grito más alto.
En el reto de :EJEM ,EJEM VS GEMIDOS DE MUJER POSEÍDA no hubo un claro vencedor. Tardaron un tiempo indefinido hasta que la cabeza decidió salir de debajo de las sábanas para poder respirar un poco( se debería de estar ahogando ahí dentro,con el calor que hace en esta época del año,¡pobre alma!). En el momento que la cabeza salió, Lancerin empezó a tener un mal presentimiento. La cabeza que salió de debajo de las sábanas era otra mujer,¡Alguna de ellas tendría que ser su princesa! No era muy común que en las Torres mágicas de dragones hubiera mucha población y más si eran del mismo género.
Al final las dos mujeres se quedaron mirando al caballero,una era rubia y otra morena,una lista y otra tonta( ¡Pero que estaba pensando Lancerin no era momento de pensar sobre chistes de rubias! Tampoco eran apropiados esos chistes) las dos mujeres comentaron al mismo tiempo -¡Que quieres!- lo dijeron con un tono de pocos amigos,el noble se estremeció con tanto grado de malandrismo-El cuenta cuentos de esta historia era bien conocido que se inventaba vocablos de vez en cuando,por conveniencias de guión, Algunos de estas palabras tuvieron tal efecto en la lengua de su nación que en la universidad universal se decidió dar un premio de literatura,por su excelente contribución a la "destrucción creativa" del lenguaje(bonito eufemismo).
-Soy Sir Lancerin (o Lord -como prefiráis bellas damas) asesino de dragones,héroe de héroes ,paladín de los dioses ,caballero del rey Asterión III y ¿vuestro Salvador?- El honorable héroe dudo un momento pero continuo. -Disculparme,por mi vergonzosa ignorancia pero ¿ quién es la princesa? Las damas no reaccionaron como esperaba.
-Este tipo es imbécil- comento de manera despreocupada la morena.
-Que manía con ir matando dragones,memos mal que hay de sobra. Malditos nobles de hoy en día, ojalá que la democracia se los carguen a todos con sus estúpidos códigos de honor.- comento la rubia. Pero Lancerin sólo con la mera mención de la democracia enloqueció.
-¡LA DEMOCRACIA ES UNA FARSA!-Dijo de manera enfadada el hombre,como si estuviera en una manifestación en contra de la democracia- Eso es lo bueno de la libertad de expresión que incluso se puede manifestarse en contra de esa misma libertad de expresión.
A pesar del enfado del noble,las mujeres le miraron y le gritaron a la vez-¡CALLATE!- Lancerin trago saliva e intentó mantener la compostura,que carácter tenían actualmente las damiselas en apuros.
- Sí que es imbécil,mira que cara que tiene.-
-Y las pinta que lleva,si los caballeros ya están pasados de moda- Lancerin quería replicar que dos personas encerradas en una torre,no eran las mejores personas para comentar sobre moda,el uso de escaleras de Caracol gigantes si que estaba pasado de moda pero Lancerin no reunió el valor suficiente para hacerles frente.
-seguro que no sabe ni deletrear su nombre.-siguieron comentando las dos mujeres mientras que Lancerin estaba enzarzado en sus pensamientos-L,A( o ¿la H iba antes?),N ,Z,E,R,R,I,N si que sabía deletrear su nombre. Pero las dos señoritas ya habían continuado con su critica constructiva de Lancerin.
- Los hombres de hoy en día escuchan un rumor sobre alguna princesa siendo prisionera en una torre vigilada por un dragón y van como polillas a la luz,es que son retrasados.- dijo la rubia.
- Y lo difícil que es conseguir un dragón menor ya amaestrado,además el cartel parece que no tiene ningún efecto,parece que avisar de un peligro mortal no es una mundial lo suficiente mente disuadiría,con la pasta que nos costó.-
Lancerin o según él:Lhanzerrin hizo acopio del poco honor que le quedaba y dijo en voz alta y firme- ¡Basta de sandeces! ¿Se puede saber por los dioses quien es la princesa?-.
-Confirmado,este individuo es imbécil- Dijo la rubia.
-Imbécil,imbécil.- dijo la morena. Las dos mujeres se le quedaron mirando fijamente.
El noble empezó a temblar,a lo mejor tendría que volver más tarde,en otro momento del mes-Lancerin,no es momento de hacer bromas machistas y de mal gusto dirigidas para ti mismo.
Las dos mujeres,la rubia y morena dijeron al mismo tiempo una respuesta que hizo inquietarse al Joven caballero.
-¡Las dos somos princesas,imbécil!-
-¡ Las dos somos princesas,tontico!- a veces se fallaba en hablar y contestar lo mismo a la vez,era difícil y más cuando se intentaba innovar en el uso del bello,pero complicado,arte del insulto caballeresco.
¡Genial!,bueno Lancerin no sabía como clasificar la situación que tenía delante,no sabía si era bueno o malo. Por una parte ahora tenía delante a dos princesas pero había un pequeño inconveniente,eran lesbianas. Para Lancerin esto no suponía un problema pero el hecho de que eran homosexuales sí que lo podía suponer. Aún así Lancerin aún quería rescatar a su damisela en apuros,no había matado aún dragón para nada,bueno para el título de el "mata dragones"( un título muy chulo y que acompañaba muy bien a cualquier nombre,por feo que fuera) y por una considerable fortuna,el cadáver de un dragón era muy bien recibido siempre en los mercados. El caballero no comprendía todas las implicaciones de la declaración de las dos princesas,Lancerin como buen noble no destacaba por su intelecto,no era ningún pusilánime demócrata.
-Creo que no se entera de nada,no me hagas mucho caso. - Dijo la rubia,la morena asintió con la cabeza.
-Entonces señoritas, ¿ quién desea convertirse en mi prometida? Bueno mejor preguntado ¿Quien es la heredera del reino más rico,poderoso(con poca competencia política preferiblemente) y grande de las dos?- Lancerin habló con tono heroico,como si les estuviera haciendo un favor.
-Este tipo es imbécil de verdad - dijo la morena. La rubia añadió a la afirmación de su compañera -imbécil ,imbécil- Lancerin ya estaba cansado de que le insultaran con el mismo insulto,reunió fuerzas y dijo:
-Señoritas,basta ya de este continuo ataque a mi honor- Lancerin en ese mismo instante iba a sacar su espada para darle más peso a su argumento,una Peña que se quedo atascada en la vaina. Lancerin luchó notar su propia espada,Luchó con todas sus fuerzas para poder sacar su arma( como bien dice el dicho más vale fuerza que maña) pero como no podía desenvainar su espada,decido cesar en su empeño e intentó disimular su vergüenza con un resople muy macho.
-Exijo una respuesta de inmediato,estoy harto de juegos-
-Mire ,señor...- Dijo la rubia.
-Imbécillll,imbécilllll- estaba cantando la rubia, a Lancerin le estaba gustando la canción,tenía ritmo,eran muy originales los cantautores de la época.
-Estamos muy tranquilas aquí,sin ser rescatadas sabes.. - Puso énfasis en el "sin ser rescatadas"
-Pero...- El caballero no pudo acabar su réplica.
-Ni peros ni peras.- A Lancerin el cuello le comenzó a doler,la morena le estaba recordando a su madre y a sus temibles EDUCATIVAS.
- Nosotras pusimos al dragón,dioses ya es el tercero,los hombres no sabéis hacer otra cosa. Pero que os pasa con los torreones mágicos custodiados por dragones ,creéis que todas las princesas son damiselas en apuros,patético, en esta torre no tenemos que preocuparnos por vuestro machismo y podemos ser LIBRES,repito LIBRES,LIBRES,LIBRES,LIBRES- La otra mujer afirmaba con mucha fuerza el discurso de su pareja.
- Al final tendremos que dejar de usar dragones ,¿que tal si contratamos a hadas madrinas asesinas?-
-¡Noooooo!- El grito de Lancerin se escucho por todo el mundo,estaba harto de hadas madrinas y más si eran asesinas,no podía imaginar un enemigo peor que un grupo de esas odiosas/ odiosos(había mucha polémica en el uso de lenguaje en la sociedad ferica) y cotillas seres .
Con todo lo vivido en el torreón ,Lancerin se dio cuenta que no todo era tan fácil como lo pintaban las historias. A pesar de lo sucedido Lancerin no se rindió en su empeño de ser un héroe,no imaginaba las EDUCATIVAS que le aguardarían en su casa si llegaba con las manos vacías. Por eso se dirigió a la ciudad de Nueva Alteria,ciudad donde la enfermedad de la democracia no había arremetido y la mayor cuna de héroes del mundo.
Dragones lectores,si alguien lee esto,no es lo que publicaré en mi turno,para eso tengo otra cosa en mente xd .
¿Qué es arte y qué no? ¿Dónde está la línea que separa a una obra de una tomadura de pelo? A tenor por lo ocurrido hace unos días en Escocia, habría que dejar las cosas más claras. La gente confundía una piña comprada en un supermercado con una obra vanguardista. Efímera, eso sí.
La historia comenzó cuando dos estudiantes de 22 años de la Universidad Robert Gordon en Escocia, Ruairi Gray y Lloyd Jack, idearon una broma. Querían intentar hacer pasar una piña de 1 euro como una obra de arte. Los jóvenes dejaron la fruta en la exposición Look Again que tenía lugar en una de las salas de la Universidad.
Cuatro días más tarde regresaron y no podían creérselo. No sólo habían tomado aquella piña como una obra de arte, la habían pasado a su propia vitrina como si fuera un tesoro que había que asegurar ante un posible robo. Según explicaba estos días Gray a varios medios:
Había un stand de arte vacío y decidimos ver cuánto tiempo permanecería allí o si la gente creería que la piña era arte. Cuando regresamos más tarde la habían metido en una vitrina. Creo que es lo más divertido que ha pasado en todo el año, de hecho mi supervisor lo vio y preguntó a un profesor de arte si era real porque no podía creerlo.
Según explica al diario Independent Natalie Kerr, asistente cultural para el festival que organizó la exposición en el centro, ella no pudo ser la que puso la piña en la vitrina porque “soy alérgica a esa fruta”:
Recuerdo que nosotros estábamos moviendo cosas para la exposición y en un momento dado cuando regresamos alguien había puesto la piña en una vitrina. Es un poco misterioso porque la vitrina era pesada y se necesitan varias personas para moverla. En cualquier caso decidimos mantenerlo para mantener el espíritu juguetón del autor.
Sin entrar a valorar si es verdad o no lo que dice la asistente, lo cierto es que este caso se suma a otros muchos similares donde se ha puesto en liza el dudoso concepto que existe sobre lo que es o no arte. Sin ir más lejos el año pasado un joven de 17 años colocó un par de gafas en el suelo del Museo de Arte Moderno en San Francisco.
El resultado fue que la gente lo interpretó en clave de arriesgado elemento vanguardista. El público asistente acudía a ver las gafas en el suelo para tomar fotos mientras otros esperaban en la cola para poder admirar ese oscuro objeto que rompía con todo.
Que se lo digan al gran Pierre Brassau, el enigmático artista que pintaba con “la delicadeza de una bailarina en su pinceladas”, y que finalmente resultó ser un mono
Saludos una vez más compañeros del foro. He decido abrir este post para poder compartir con vosotros algunas cosas de mi primera novela.
En primer lugar, y aunque ya esta acabada, el hecho es que se encuentra en pre-venta como auto-publicación en Amazon( El lanzamiento esta marcado para el 23 de Junio de este mismo año por supuesto), y por tanto, he creido que era mejor abrir este tema en esta parte del foro por el momento.
Y bien, ¿ de que se trata ?.
La historia se desarrolla en un mundo llamado ARYAM( que en sanscrito significa algo asi como la tierra en el centro del universo), un mundo en el que, por sucesos más allá de el tiempo medible fue alcanzado por '' la primera gran noche''. En este mundo la noche trae consigo algo que se conoce como la mente impura lo que provoca que los seres vivos vean su espíritu corrompido. Su esencia misma y bondadosa.
El mundo en general esta plagado por criaturas nacidas de esa corrupción del origen de ese mal y a su vez, tambien existen seres que aun mantienen sus esencias puras ( estas razas en general, mas allá de sus peculiaridades son todas consideras como hijos del amanecer).
Como aclaración, os comentare cuales son las razas pertenecientes a el lado del amanecer:
Devanos: Criaturas humanoides que viven en Vimala, la ciudad sagrada protegida por los pilares del horizonte que impiden que jamás les alcance la noche.
Terranos: Criaturas humanoides de las que poco se sabe, son sabios y sus tierras son lejanas, bordean el continente.
Ukanos: Criaturas humanoides, viven en las montañas al otro extremo del continente, su fuerza y bondad son un equilibrio perfecto. Su tiempo de existencia es el mas corto y mas intenso de todas las razas existentes.
Como detalle de partida de la obra, también cabe destacar que sucede veintitres años después de la ultima y mas dolorosa gran noche que se recuerda.
Si os parece, y espero no estar extendiendome demasiado, os dejo la sipnosis que publique en amazon, para que opineis de la misma con lo que os he dicho, y aporteis vuestro granito de arena ( Si os apatece por supuesto, sería todo un honor).
''En un mundo donde la noche corrompe las esencias de los seres vivos, la ciudad donde el día jamás declina es la cuna donde nacen los grandes héroes. Han pasado veintitrés años desde que la última Gran Noche fue erradicada por el Guerrero del Amanecer, y la existencia de los devanos parecía encaminada a un idilio eterno. Sin embargo, la paz es algo efímero y una nueva sombra se ha erguido para extender sus límites.
Esta vez el amparo del día podría no ser suficiente.''
Nota: Así mismo y para respetar la politica de este foro, os dejo aquí el prologo:
Veintitrés años atrás.
'' En el mismo instante en que se adentró en aquellas tierras, quedó olvidado para él aquel antiguo dicho devano, sobre que los dominios de Vimala eran los más agradecidos, los más bellos y que, por tanto, era innecesario ver nada más allá de sus colinas.
Aquel lejano y hermoso valle evocaba la naturaleza, la Fundación en su estado más próspero. La armonía reinaba por doquier; la flora convergía en un festival de colores perfectamente alineados, dando la bienvenida a esas tierras; la fauna se apoyaba entre sí, sin crear ningún tipo de divergencia.
Ahora que lo pensaba, ¿por qué un lugar como ese debía llamarse Bosque del Perdón?
Él había sido llamado allí sin saber lo que le esperaría; ningún guía le podía abrir el camino, ni podía resolver las dudas que le acechaban desde que fue convocado.
Lo único que podía agradecer, por ahora, era que la visión de esa maravillosa plaza conseguía esconder, aunque fuera por un tiempo breve, los recuerdos que le atormentaban más allá de esa burbuja paradisíaca. La guerra.
La primera guerra en la que los Oradores de la Orden de Maljut tenían un emblema en el campo de batalla. Y todo era gracias a él.
¿Sería por eso que Melkaius fue elegido para presenciar aquel lugar primoroso y recóndito?
Pero eso era imposible. Por más méritos que acumulase en su vida, jamás podría ser tan digno como el Príncipe Devdas o el Señor de las Cuatro Sentencias.
Bajo aquel manto de ramas y flores que sólo dejaba algunos recovecos para que se filtrara la luz de las estrellas, la cual resplandecía allí como en ninguna otra parte, el prometedor Hati se sentía como una criatura insignificante, irrisoria.
Incluso si poseyese todavía el báculo cargado por la luz intensa que se escondía tras los muros de su Aamin, su sensación de pequeñez seguiría siendo igual de profunda.
La naturaleza sin límites frente a él comenzó a apartarse con cada paso que daba, denotando que se estaba acercando a su destino.
Cuando vio aquella extraña ave de ojos grandes y plumaje verdoso observándole desde la copa de uno de los árboles, supo que alguien le estaba esperando.
El animal ululó, como si le estuviese dando la bienvenida. En silencio, traspasó la barrera invisible que separaba el núcleo de aquel bosque del resto de su vasta extensión. Allí, coronando aquel paraíso, se encontraba un único árbol. Era gigantesco.
Al escudriñarlo, el Hati, o Anshu, como algunos empezaban a llamarle, entendió que el resto de la vegetación parecía profesar un respeto reverencial por ese árbol; las plantas, las ramas, incluso las flores se apartaban en pos de no ser deslucidas. Su presencia no podía ser comparada con ninguna otra creación que pudiera ser hallada en la Fundación.
Era como si un terrano hubiese quedado congelado allí para siempre, alcanzando la unión definitiva con la Fundación, con la tierra.
Sus hojas y las hendeduras que había en su corteza emitían, a intervalos, destellos de color verde. Antes de que Melkaius pudiese dedicar ningún tipo de reverencia, el tronco del árbol se abrió como si se tratase de una entrada a algún lugar inescrutable.
Aquella abertura no tenía el objeto de dejar entrar a Melkaius; al instante, una figura emergió desde las entrañas del árbol.
De inmediato, aquella nueva presencia impregnó el aire con un toque ancestral, antiguo.
A diferencia del resto de terranos, que bien podían parecer mucho más ancianos de lo que en realidad eran, este sí parecía ser tan antiguo como indicaban las marcas en su faz.
La brisa se apaciguó, y la naturaleza calló. Ese era el preludio de unas palabras que Melkaius no entendería, al menos, hasta que pasasen muchos años.
—Voziovmu odsa, fonvumav mo pu piñ… —Comenzó a decir entonces aquel sabio de ojos esmeralda—. Fioy do moxeyo zaja iy zuñumav, do ciopco hvodu mo pu zuvyo. Ufiop fio uju, zujeyuv-lam oysvo pu yazto zay sup mo volvoduv u zudu. Ziemuso mop ujav hiod, hova ya pa apcemod.
Melkaius, que aún desconocía los entresijos de aquel idioma que usaban los Reflejos de Yesod, y que ni siquiera podía afirmar que esas palabras fueran dichas por aquel terrano ancestral, en la parte más recóndita de su alma, podía intuir que se le había dicho que debía estar en alerta.
Sí. Melkaius estaba convencido de que aquello que se le había dicho se trataba de una advertencia. Sin embargo, si algo había aprendido, era que el tiempo era algo muy relativo bajo el prisma de los Reflejos de Yesod. No podía saber si aquello era un vaticinio de un suceso inmediato, o si por el contrario tendría que esperar años para atestiguarlo.
Sin importar que estuviese inmerso en una guerra que podía llevarle a la muerte, Melkaius estaba seguro de que gracias a la esperanza que habían hallado en aquel que ya todos aclamaban como el Guerrero del Amanecer, conseguiría vivir suficiente como para descifrar el significado de aquella premonición. ''
Hola forer@s!
Aquí les dejo el prólogo de mi libro Ariantes: El hijo del Dragón.
En la sección de presentación podrán encontrar más datos. http://v2.fantasitura.com/thread-1228.html
PRÓLOGO
Llovía copiosamente en la zona montañosa del sudoeste del continente; muchos de los presentes nunca habían visto caer tanta agua, pues provenían del norte, de la zona desértica. La lluvia caía con gran fuerza, proveniente desde el sur, con un viento frío que calaría en los huesos de cualquier humano o elfo, aunque no lograba traspasar la piel dura y verde de los orcos. Tales tormentas eran comunes en estas regiones, puesto que la costa estaba despejada y no se asomaban las montañas.
Los ejércitos se encontraban inquietos y se respiraba un aire de muerte, haciendo que la tensión escalara a gran velocidad. Los orcos no estaban acostumbrados a estar frente a sus enemigos de manera ordenada y sin atacar. Toda disputa se resolvía con las armas; todo combate, por más tonto que fuera, a muerte. El lodo que se formaba bajo los pies de los soldados más nerviosos salpicaba hasta las rodillas a quienes tenían a su lado. Solamente Ulog Gro-Bash, conocido como El Dragón del Ocaso, el Dragón del Poniente (o simplemente como El Dragón), se encontraba tranquilo. Era un orco como cualquier otro, pero había ganado su nombre debido a que era el primero de su clase en adorar a un dios extranjero, lo cual le había ganado muchos rivales, y lo había llevado al auto-exilio.
Su padre había sido el orgulloso y fuerte líder Kirri Gro-Bash, de una tribu hoy en día extinta. Había muerto cuando él sólo tenía cuatro años y no lo recordaba, ni quería hacerlo. Era el símbolo de la derrota, el estigma del fracaso. Un fracaso que él no quería sentir propio. Los asesinos de su padre lo habían perseguido y penetrado con una lanza, pero por alguna razón no había muerto. Cuando despertó, una figura alta, cubierta con una gran capa y capucha, le acercaba un cuenco con un brebaje hediondo y asqueroso, mientras reposaba sobre una cama. Desde ese día, aquella figura se había convertido en su mentor. Dé él había aprendido el arte de la guerra y a qué dioses adorar, incluso había aprendido un poco de magia, aunque no era algo que le interesara demasiado. Vagaron por el mundo, conociendo lenguas, armas y armaduras de las demás regiones del continente. A los veintitrés años volvió a tierras orcas con una mentalidad completamente diferente, pero con un objetivo que se había mantenido: venganza.
Cuando entró por primera vez en una de las fortificaciones orcas, los demás se rieron de él. Llevaba una armadura de cuero elfo endurecido y un Kopesh de mayor tamaño y grosor que el que se suele usar a una mano, todo hecho a medida. Era todo lo opuesto al tradicional atuendo de guerra orco, que consistía en un pantalón con botas de piel, sin armadura y mandobles o hachas rústicas.
Ulog, sin sentir molestia por las risas, retó al líder Tero Gro-Kash a un duelo singular. Era sabido que los orcos no rehusaban un combate mano a mano, era una cuestión de honor. Tero tomó su gran hacha de doble filo, y los demás orcos de la tribu se pusieron a su alrededor, formando un amplio campo de batalla. El Dragón, sabiendo que nunca le respetarían mientras tuviera ese atuendo, se despojó de sus ropas, dejando el torso al desnudo. Allí donde la lanza le había atravesado de niño, la cicatriz había dejado una figura similar a la cabeza de un dragón, que él había terminado de dibujar en su cuerpo con una daga, como ofrenda a su dios. No era extraño que los líderes perdieran los combates, lo extraño fue la manera en que El Dragón había conseguido la victoria, pues bastó un único golpe, con el cual cortó la cabeza de su oponente.
Tero Gro-Kash comenzó la pelea con un arrebato de ira. Salió corriendo al encuentro de su oponente, con el hacha de doble filo en el aire. Lanzó un golpe, dos golpes, tres golpes. Ulog esquivó todos y cada uno de ellos sin ningún esfuerzo, haciendo que los orcos comenzaran a llamarle cobarde por esta actitud. Ante los siguientes golpes de Tero, Ulog los desvió con simples movimientos con su espada; por último, Tero lanzó un mandoble con toda su fuerza, pero Ulog se puso firme y con su espada levantada trabaron las armas. Ulog era más joven, ágil y fuerte. Además no había lanzado ningún golpe inútil con el que pudiera cansarse. Con un impulso avasallante, obligó a Tero a retroceder, primero un paso, luego dos, tres. En el último empujón, le hizo trastabillar y mientras intentaba recomponerse, un solo golpe de su espada separó la cabeza del resto del cuerpo. Así cayó Tero Gro-Kash, en un mar de sangre ante la mirada atónita de su tribu. El hijo de Tero, Sero Gro-Kash se levantó y lo retó, en venganza de su padre. Ulog le observó y retó a todos los descendientes de Tero Gro-Kash a un combate: todos contra él.
Sero, el mayor, y sus dos hermanos, Kero y Rezt, se colocaron en el centro del círculo. Todos eran jóvenes, más o menos de la edad de Ulog, quien les dedicó una sonrisa burlona. Se acercó hasta la cabeza de Tero y la tomó por el pelo, se acercó a uno de los orcos y le quitó la lanza. Clavó la cabeza en la punta. Tomó luego tres lanzas más y las clavó a su lado. Finalmente, se dio vuelta mirando a los hermanos y comenzó a acercarse.
Los tres muchachos salieron al ataque con un alarido de guerra ensordecedor. Eran mucho más rápidos que su padre, pero igual de impacientes. El Dragón se dedicó a esquivar los golpes de las grandes y pesadas armas, cada vez con menos dificultad, pues de a poco eran más lentos y espaciados. Cuando tuvo la oportunidad, asestó un corte en la pierna de Sero, el más fuerte de los tres, y luego dio una patada a Rezt, haciéndolo trastabillar y caer lejos del foco del combate. Rápidamente levantó su arma para bloquear un intento de Kero, desviando el golpe gracias a la curvatura de su espada. Con un salto al costado tomó la distancia necesaria y lanzó un potente golpe al ya cansado guerrero, cortando ambos brazos. Sero ya se había levantado y se le abalanzaba a toda velocidad con el hacha en alto. Ulog se colocó de costado y se agachó para tomar fuerza y asestar una estocada con toda su furia, atravesándolo a la altura del estómago. Rezt se levantó con dificultad, y al ver a sus hermanos vencidos, se puso de rodillas, reconociendo a Ulog como vencedor, quien lentamente se acercó, pero no sin antes rematar a un Sero en pleno dolor. Se paró frente a Rezt, y lentamente se colocó a su costado. Levantó su espada y le cortó la cabeza con un golpe veloz. En su séquito, no había lugar para débiles ni cobardes.
Habían pasado catorce meses desde aquella batalla, en la cual Ulog Gro-Bash había conseguido sus primeros mil soldados. Durante aquellos meses, realizó una campaña militar en la que, con casi ninguna baja, había conseguido unir a diez de las doce tribus orcas. Las dos restantes, lideradas por Kurra Gro-Jung y Larca Gro-Robbi, se habían aliado para defenderse del avance del Dragón del Poniente. Las tribus del sur, gracias a sus tierras, que eran más fértiles que las del norte, y al comercio con el reino de Yielandia, disponían de una mejor situación para alimentar tribus más numerosas. De hecho, entre ambas sumaban aproximadamente cinco mil orcos listos para la lucha, además de unos dos mil goblins esclavos que darían su vida por mantener sus aldeas. Estos números casi igualaban a los seis mil guerreros de Ulog Gro-Bash.
Tras una larga marcha, las tropas al fin habían quedado cara a cara a las tres de la tarde. Ulog Gro-Bash se adelantó, y al alzar su mano derecha, los gritos de sus soldados cesaron casi al instante. Kurra y Larca acallaron a los suyos y se acercaron con las armas bajas. En el centro de lo que sería el campo de batalla, los tres líderes se acercaron. Ulog vestía la armadura completa de cuero endurecido, excepto por el yelmo, que tenía colgado del cinturón, su Kopesh enfundado en su espalda. Parecía más alto que cualquier orco, joven y fuerte, sin miedo y con una tranquilidad que ponía nerviosos a todos los demás.
-He aquí, frente a mí, a los grandes líderes Kurra Gro-Jung y Larca Gro-Robbi. Señores de las tribus del sur, grandes líderes y mejores guerreros – dijo con un tono casi solemne.
-Bienvenido seas a nuestras tierras, Ulog Gro-Bash, Dragón del Poniente, gran líder y mejor guerrero – contestó Larca - ¿Qué haces en nuestras tierras, liderando tan gran ejército?
-Ustedes saben muy bien lo que hago – contestó – vengo aquí a demandarles su sumisión. Arrodíllense y besen la punta de mi espada, Fuego, y les perdonaré sus vidas. Podrán seguir a mi lado, y disfrutar de mis victorias.
-¿Quieres que nos arrodillemos? – espetó Kurra – Un verdadero guerrero no abdica nunca. Sal de nuestras tierras y te perdonaremos nosotros la vida.
-Nunca nos arrodillaremos, Ulog. Pero eso ya lo sabías…
-Uno nunca puede saber cómo responderá un hombre muerto – dijo el Dragón con una gran sonrisa.
-Eres un idiota, tenemos un ejército que supera al tuyo en número, estamos descansados y bien comidos. No hay manera de que nos ganen – dijo Kurra.
-Es verdad – respondió Ulog. Luego, alzando la voz para que los presentes oyeran dijo – Los reto a ambos a un combate singular. Yo estoy dispuesto a perder mi vida para evitar la masacre de mi pueblo. ¿Pueden ustedes decir lo mismo?
-No caeremos en la misma trampa que los demás jefes. Nuestros soldados pelearán por nosotros. Saben que es su deber – dijo con total confianza Kurra.
Ulog hizo una seña, y diez de sus hombres se hicieron paso entre las tropas. Portaban unas largas picas con los estandartes de los diez clanes sobre los que habían triunfado. En la parte superior figuraban las cabezas descompuestas de sus anteriores líderes, algunas más que otras.
-¡Esto es lo que pasa a los que se enfrentan a Ulog Gro-Bash, el Dragón del Poniente! – gritó con fuerza – Todos aquellos que se cruzan en mi camino caen ante la fuerza de mi brazo, esos estandartes lo demuestran – los gritos se habían detenido – Durante siglos peleamos entre nosotros, regando nuestras tierras con la sangre orgullosa de nuestro pueblo. ¿Y todo para qué? ¡Para que mientras nosotros seguimos peleando, los demás reinos piensen que somos unos salvajes que no sirven para nada! Somos los guerreros más poderosos, fuertes y orgullosos… pero no podemos salir de nuestras tierras porque tenemos miedo. Miedo de comprobar que no podemos derrotar a un ejército de humanos, miedo de perder la mínima fracción de poder. ¡Pero yo digo que no más! ¡Tomemos lo que es nuestro! ¡Quememos sus villas, masacremos sus ejércitos, violemos sus mujeres! El pueblo orgulloso del poniente. ¡Un pueblo! ¡Un reino! ¡Un estandarte! ¡Una sola sangre!
Los gritos de los orcos se elevaron desde ambos bandos. Amigos y enemigos coreaban al unísono “¡Dragón! ¡Dragón!”. Kurra y Larca se quedaron sin palabras, ningún orco había nunca hablado así, y la respuesta entre su propio grupo los alarmó. Eran un pueblo guerrero, pero no muy diplomático, las alianzas eran algo raro, muy raro en su mundo. Se miraron y se arrodillaron frente a Ulog Gro-Bash, pusieron sus armas con la punta hacia el suelo en signo de sumisión. El Dragón desenvainó su Kopesh, Fuego, y tendió su punta hacia ellos. Levantó su mano izquierda y los gritos se acallaron.
-Kurra Gro-Jung, Larca Gro-Robbi. ¿Renuncian a su estandarte y a su tribu? ¿Renuncian a cualquier pretensión de liderar hombres? – preguntó Ulog Gro-Bash.
-¡Sí! – respondieron al unísono, mientras besaban la punta de la espada.
-Según las viejas tradiciones, lo que hacéis es una deshonra. Pero yo digo, aquí, en este momento, que las viejas costumbres ya no son las nuestras. El Dios Dragón me ha hablado, y he abrazado su fe. Él nos guiará a la victoria. Levántense – cuando ambos estaban de pie prosiguió – El día de hoy tomarán un nuevo nombre: Kurra Gro-Orshi y Larca Gro-Orshi. Síganme, y traigan sus estandartes.
Se detuvieron ante un fuego que habían armado las tropas de Ulog Gro-Bash. Tomó uno de los estandartes con la cabeza de los jefes derrotados y acercó su punta a la llama.
-Hoy, las viejas tradiciones, las viejas rivalidades, mueren ante la llama del Gran Dios Dragón. Hoy, todos abandonamos nuestros clanes, aquellos que definían nuestros nombres – dijo a medida que iba tirando los distintos estandartes al fuego – Hoy todos renacemos a un nuevo mundo, a uno que arrasará al anterior. Así como un pichón se convierte en águila, hoy, las tribus orcas damos lugar a un nuevo tiempo, a un nuevo reino: El Reino del Poniente, que se eleva desde el oeste, trayendo la noche y la destrucción a los reinos humanos. – la respuesta fue un grito de guerra ensordecedor.
Unas horas más tarde, el Gorlak (un recientemente acuñado término que se creó para determinar al jefe) Ulog Gro-Bash se encontraba en el antiguo salón que pertenecía a Larca. Sentado en un sillón, miraba el fuego de un brasero a unos pocos metros. Apuró el fondo de su jarra de cerveza, con rostro taciturno y pensativo. La primera parte de su plan había resultado como lo había planeado. Ahora contaba con un ejército de once mil soldados orcos, además de unos cinco mil auxiliares goblins, a los cuales había otorgado su libertad, a cambio de que formaran parte de sus tropas. Una figura ingresó al salón casi sin hacer ruido. Ulog Gro-Bash se puso de pie inmediatamente, estaba a punto de realizar una reverencia cuando un gesto de su visitante lo detuvo.
-Los reyes no se inclinan ante nadie. Será mejor que recuerdes eso – dijo a la vez que hacía una reverencia ante él – Bien hecho, muchacho. Ese fue el discurso de un rey.
-Maestro… gracias – dijo a la par que se sentaba – todo está saliendo como lo planeábamos. ¿Vas a partir, Maestro?
-Así parece. Debo volver al bosque de Colra, debo hablar con el Alergüs Kineth Vol-Guin. Hemos cumplido con nuestra parte, pero para la guerra necesitamos su ayuda. Ellos odian a los humanos casi tanto como nosotros.
-Sí, lo sé. Debemos actuar en conjunto para erradicarlos de una vez por todas. Mientras tanto, yo prepararé las cosas aquí. Forjaremos nuevas armas y armaduras, entrenaré a estos imbéciles para lograr el mejor ejército que este continente haya visto.
La sombra asintió, hizo una reverencia y dio media vuelta para salir por la puerta. Ulog se quedó nuevamente solo en aquella instancia, mirando el fuego que crepitaba con fuerza.
Aclaración: este therad es hecho en base a un post de mi autoría de mi blog (lamazmorradelmaster.blogspot.com) Si bien se refiere al ámbito de los juegos de rol, es perfectamente aplicable a la literatura fantástico-medieval.
Comparto el criterio del gran escritor George Martin cuando se refiere a que hay que tener cuidado con el uso indiscriminado de la magia. Es como un condimento, lo justo y lo necesario agrada, lo contrario satura a quién lo prueba.
Nunca me llevé bien dirigiendo magos, quizá porque tengo una visión de que lo mágico debe ser algo casi secreto, oscilando entre el mito y el milagro, algo que no suele ocurrir con habitualidad. Aunque parezca tonto hace poco me dí cuenta de ello, fue hace un mes aproximadamente dirigiendo una aventura de mi creación. El equilibrio de la magia era perfecto ya que me había basado en reglas de D&D pero algo me hacía ruido; el hecho de que alguien salga por ahí tirando rayos o haciendo cosas "inhumanas" de manera tan natural como sacarse la cera de los oídos.
Al principio pensé que nuevamente había desbalanceado el juego (como sucede a menudo cuando recién se crea un nuevo juego de rol), pero al revisar todo el material descubrí que no, y en ese momento me percaté que odio la magia.
Estaba acostumbrado a jugar "La llamada de Cthulhu" y que poseer un libro mágico sea lo mas extraño, inusual y sobre todo peligroso. Todos conocíamos las consecuencias de manejar tales elementos en el juego, algunos como mi amigo Rodrigo lo pudieron emplear muy bien al punto de dominar hechizos que envolvían en llamas al oponente o que transportaban a la compañía a un lugar cercano. Otros, como quien les escribe en esta mazmorra, siempre que intentaba aprender magia algo malo ocurría -en realidad los dados me odian- y en vez de incorporar el hechizo perdía cordura. Claro, en su momento me desesperaba, tenía en mis manos algo de gran poder que no solamente no podía usar sino que estaba dañando a mi personaje.
Hoy en día como master recuerdo esas épocas y pienso "Mierda, que bien hecho estaba ese juego". Nos daba la posibilidad de ser poderosos, pero no era gratis ni tan libre como en juegos de contexto fantástico medieval como D&D y Pathfinder. En la llamada la magia es algo que existe verdaderamente pero que muy pocos lo pueden usar y a un elevadísimo precio. Mi amigo no se la pasaba lanzando hechizos una vez al día, y el hecho de hacer uso de sus dotes mágicas siempre generaban un debate en el grupo, ya que siempre existía la posibilidad de que nuestro compañero perdiera más cordura y enloqueciera.En otras palabras, el empleo de la magia era algo casi único, excepcional, y sobre todo estratégico.
Quizá podrían contradecirme sosteniendo que la magia es algo típico del género fantástico-medieval, a lo que yo respondo: no necesariamente. Hace unos meses dirigí la Canción de Hielo Fuego y fué algo espectacular. Mis compañeros -seguidores de la serie/libro- antes de empezar se imaginaban haciendo uso de la magia de Melissandre, reviviendo muertos, pariendo sombras asesinas y haciendo vaya R´hllor a saber que otras locuras. ¡Qué desilusión cuando se toparon con la dura realidad! En este juego de rol la magia prácticamente no existe. No hay tal cosa como lanzar bolas de fuego. Lo más parecido es la especialidad de "Cambia pieles" y el juego no la pone tan fácil. Para adquirirla hay que cumplir una serie de requisitos tan riguros que generalmente un personaje debe esperar a subir de nivel para obtenerla.
Lo que al principio fue desilusión luego se transformó en diversión. La aventura tenía de todo, combate y justas, política y traiciones, romances y asesinatos.Lo pasaron muy bien y sin necesidad de andar lanzando hechizos por ahí.
Si recurrimos a clásicas obras de la literatura fantástica, la trilogía del anillo por ejemplo, podremos apreciar mi punto. Gandalf utiliza la magia de manera excepcional (y eso que es un Maiar). De lo que en este momento puedo recordar, hace uso de ella en el libro primero contra el corrompido Bilbo Bolsón, luego en el libro segundo durante la especie de "batalla mágica" contra Saruman y posteriormente durante la lucha contra el Balrog con el clásico hechizo "no pasarás".
A pesar que este personaje dista bastante de los magos de otros libros y de los juegos de rol, ¿quién dudaría del poder de Gandalf? ¿Quién pondría en tela de sospecha sus poderes mágicos?
Creo que mi nueva actitud de "antimagia", o mejor dicho, "magia coherente y limitada" llegó para quedarse. Obviamente, deberé revisar el juego que realicé (que todavía se encuentra en fase BETA) como también replantearme el dirigir otro tipo de juegos donde los hechizos no sean los protagonistas. Espero pronto informar sobre mis resultados.
Una buena mañana los administradores de este foro despiertan, algunos tardan unos momentos en desperezarse, otros mueven torpemente sus manos intentando apagar la alarma del celular.
Algunos más rápido, otros mas lento, se incorporan en sus respectivos lechos. Algunos se cambian a ritmo ágil, otros lo hacen a cámara lenta intentando no dormirse en el proceso, en fín, una vez listos y dispuestos a dar comienzo a sus rutinas, reparan que en sus habitaciones algo no anda bien, algo cambió desde la última noche antes que apagaran la luz...contra la puerta, un pergamino cuelga clavado por una daga.
El pergamino reza lo siguiente.
"A todos los nobles y ricos mercaderes que gobiernan este foro...
luego de recorrer sus callejuelas y mercados, quedé extasiado por la belleza de tan magnífico lugar; sus habitantes son cordiales y el tráfico de productos es bueno. Sin embargo, con gran estupor descubro que no existe un barrio destinado a los juegos de rol de tablero (léase D&D, Pathfinder, etc). Esta situación desagradaría bastante al gremio de asesinos que de manera muy gentil me enviaron a conocer este nuevo sitio, y como sé que ustedes son gentes de bien que no querrán tener problemas con mi hermandad, estoy convencido que tomarán una expedita decisión al respecto.
Sinceramente vuestro, un amigo, Kalmahad."
P/D: No recomiendo que ingresen al sistema de alcantarillas, a partir de ahora con el gremio realizaremos nuestras actividades allí...no queremos que nadie sepa la receta secreta de nuestros "cupcakes" o "magdalenas"
En el interior de la taberna el buen beber llenaba las almas vacías de existencia. La música recorría la instancia con una suave y agradable melodía y los campesinos bailaban al ritmo que imponía el instrumento del músico. La posada era considerada una de las mejores de toda Ergerder, en el reino del sur, y un intenso aroma a estofado embriagaba las narices de los comensales, cuyos paladares sucumbían ante los sabrosos guisos, los quesos, las frutas y las carnes de caza.
—Ponme otra cerveza —dijo un anciano, algo demacrado, con voz ronca. La lluvia caía en un leve goteo que penetraba por las ventanas entreabiertas del local y el sonido de las jarras de cebada hacía olvidar lo fría y oscura que era la noche. Una luna acunada asomaba entre los nubarrones con el único deseo de mostrar su bonita sonrisa, y adentro, en el interior de la taberna, la escena había adquirido un tinte de teatro obsceno y de mal gusto. Varios de los parroquianos se encontraban borrachos y armaban continuos altercados, mientras las mujeres de alegres piernas ofrecían sus sórdidos encantos a precios módicos.
—Primero debes pagarme las anteriores pintas —replicó el tabernero—. No va a salir ni una más si no hay dinero de antemano, ¿entendido? —Nada más terminar la frase, un hombre entró en la posada, interrumpiendo la música y las risas de los taberneros. Todos miraban y temían a la vez a ese individuo que acababa de entrar. La cerveza que hacía escasos momentos era derramada por las mesas, ahora se encontraba dentro los recipientes, en silencio.
—Una absenta con limón —dijo el individuo que imponía respeto a los asistentes. Su rostro estaba escondido en una capucha, que solo dejaba entrever sus ojos, los cuales desprendían un leve fuego parecido a la llama de una vela a punto de desvanecerse.
—Enseguida, Nilhem —contestó algo temeroso, mientras dejaba varios tacos de queso que había cortado para otro comensal.
—¿Qué está pasando aquí? ¿Viene él y le sirves una cerveza a las de primera? —se balanceó sobre la barra el viejo—. Y yo que llevo un buen rato pidiendo una…
—Vigila tus palabras —le remarcó el tabernero al anciano, haciéndole señas de quién tenía a su lado.
—¿Sabes? —giró la cabeza el borracho y miró a ese individuo, viendo la esbelta cota, extraña de ver entre los magos; varias llamaradas refulgían en ese acero delicado, y mostraba un dragón en un fino relieve. Sus brazos recubiertos de tatuajes negros simbolizaban los dioses de fuego en formas majestuosas, al igual que sus anillas de oro en los antebrazos descubiertos—. Los hechiceros en estos tiempos de paz son un gasto innecesario para esta ciudad.
—No le tengas en cuenta —se apresuró a decir el tabernero, asustado y temiendo lo peor para su negocio: un altercado. El conjurador no se inmutó, tenía la mirada lejana; cogió la jarra y la notó fría, al mismo tiempo, movía el vaso percibió la buena cebada, cuyos aromas inundaban sus sentidos, y por momentos le hacia olvidar sus pesares.
—Otra —dijo levantando la voz. El anciano se acercó sobre el conjurador.
—Nilhem —pausó sus palabras— el Destructor…, el mago más temido de Ergerder, solo superado por Hussmar.
Ese último nombre hizo cambiar la expresión melancólica del hechicero.
—¡Ni se os ocurra volver a nombrarlo! «Hussmar, te maldigo por marcharte» —Sus ojos que hacía unos momentos emanaban un fuego apagado, cambiaron a un intenso vigor.
—No era mi intención ofenderos, maestre de las artes del fuego —le costó decir “maestre” dado el estado en que se encontraba—. Lo siento de verás haberos ofendido, y sé cómo podría compensaros.
—Dejadme tranquilo o vuestra insolencia será recordada entre estas paredes de madera, viejo, que apastáis a estiércol y meados de gato… —tiró la jarra al suelo, rompiéndose en mil pedazos, algo que hizo parar al instante la seductora melodía; las miradas se posaron sobre los dos, aunque era tal el temor sobre el mago que muchos disimulaban.
—Perdonadme… —no terminó la frase que el hechicero le interrumpió
—Escoria, desecho de la sociedad.—Escupió al suelo y del báculo brotó un fuego más intenso. Esta vez se le notaba molesto.
—Me parece que se cómo compensaros este mal entendimiento de una forma que a los dos puede satisfacer.—Se sentó a su lado, acercando la silla hacia él—. Tengo el honor de narraros una de mis historias favoritas que gracias a mis ganas de viajar, y mis contactos, me proporcionaron el encuentro con el famoso Cuentacuentos Andrew, al que tuve el honor de escuchar una de sus fabulas y que muchos pagarían por escucharla, pero para vos será gratis.
—A mí no me mientas.—empezó a salir de su palma de mano unas leves llamaradas—. ¡Qué miráis! —gritó para todos los taberneros; estaba harto de ser el centro de atención por su condición de hechicero.
—Os lo aseguro... un borracho nunca miente —dijo contemplando la magia amenazadora que brotaba de la palma. Por momentos el anciano podía oler el aroma de las cenizas del fuego que había creado el hábil conjurador.
—Deléitame con una buena historia y el incidente de antes será solo un mero recuerdo —Las llamaradas de fuego se apagaron en un atajo de palabras de poder. Nilhem, dejó su espléndido báculo al lado del taburete, del que en la cúspide un dragón destacaba y que de sus fauces brotaba un fuego rojo que nunca se apagaba.
—Mago —se posó en una silla, al frente de él—, esta es la leyenda de nuestra ciudad, una época de proezas y de grandes héroes forjados en batalla, la Unificación de los Reinos del sud.
“Todo empezó en uno de los días más largos y tempestuosos que se recuerda. Las poderosas tormentas no daban tregua a la ciudad de Urskoy, anegando sin remedio los patios de la fortaleza del rey Cladius, hasta los lejanos campos de trigo, en los territorios del norte. Parecía que el mismo Agrammonth hubiera abandonado el trono del inframundo para comandar los vientos que azotaban sin piedad a estas tierras y sus habitantes. Como si no fuera difícil de por sí sobrevivir en un mundo donde las espadas eran un bien necesario, la magia inclinaba la balanza a favor de los seres malignos y sanguinarios que no se compadecían de los más puros de corazón. Pero entre toda esa dureza, el ambicioso monarca ansiaba ser el gobernante de todos los Reinos del sur.—Bebió un largo trago del vaso y prosiguió con la historia, observando que había conseguido llamar toda la atención de la gente allí reunida, gracias sobre todo al tener al mago a su lado—. Poseía una arrogancia tan desmesurada que le valió el apodo de Cladius el Arrogante. Mataba a todo el que osara contradecirle. Era un rey sin escrúpulos. Pero también era reconocido por su afán de placeres prohibidos; montaba depravadas orgías donde los menores de edad participaban en ese acto degradante, en una de las ciudades de mayor creencia religiosa —remarcó dando otro sorbo a la cebada, hasta que no quedo gota alguna—. ¿Por dónde íbamos?
—Si había algún vestigio de vuestro razonamiento, viejo, la bebida se esta llevando lo poco que os queda... y por el bien de vuestra miserable vida, más os vale recuperar esa memoria —frunció las cejas el conjurador de fuego, le acompañaron varias risas de los asistentes, y alguna que otra palabras grotesca sobre el anciano parlanchín.
—¡Ah, si, ya me acuerdo! —dijo aliviado.
“El malvado, en un acto impropio de él se alió con el jovencísimo príncipe de Forthor, Koppens. Era la casa real con el mayor ejército en esa época, gracias a la extinta mina de plata, de la que todos hemos soñado. Dos tierras unidas por distintas banderas. Urskoy mostraba el resplandor del águila imperial, y Forthor la cabeza del león rugiendo —tosió varias veces y siguió— Aunque Cladius lo que en verdad temía eran los colegios de magia, no había otra casa real entre sus filas hechiceros y eso daba una gran ventaja a su archienemigo, la ciudad de Ergerder. Dos reyes gobernaban esa metrópolis, Ewon y el joven Schulemberger. Poco voy a decir de ellos: la piel pálida y la melena dorada de Ewon eran rasgos que compartían muchos de los elfos. Tenía, además, unos grandes ojos almendrados, y cualquiera que hubiera cometido el error de asomarse a ellos se habría sentido agobiado por el alma fría e inmortal de su raza. El monarca era muy respetado en todo el sur, gracias a su infinita sabiduría. Portaba una de las mejores armaduras que habían salido de las forjas élficas. La cota era una auténtica artesanía, y podía percibirse la inspiración de la naturaleza en las delicadas hojas de acero que conformaban el peto. En esta creación destacaba también la figura de la cabeza de un caballo entallado en relieve, y en el centro de dicho animal brillaba, con un ardor inigualable, la joya de Oryan, la prometida de Doz. Su capa, por otra parte, era una obra de arte imposible de igualar, y estaba recubierta de escamas de dracónito que centellaban con una tenue luz. En el centro del manto se alzaba la estrella de Mirlas con todo su resplandor, entre círculos y pincelas de plata que pretendían igualar el pálido fulgor del firmamento—. En ese instante, Nilhem le interrumpió el discurso.
—Todavía sé cómo visten los reyes.
—Cierto y tenéis toda la razón, y pido perdón. Pero esta historia es contada en otros reinos y no conocen tan bien las vestimentas. Y ahora, la mejor parte de todas, la acción, pero antes… una cerveza ayudaría a refrescar el gaznate de este pobre anciano.
—Tabernero, traed una cerveza para él «quién diría que este viejo es capaz de contar y recordar historias con todo lo que bebe…»
Mientras el cantinero traía la jarra, la noche en la alborotada taberna parecía volver al transcurso de la normalidad. La música volvía a recorrer toda la sala.
“ Los dos malvados reyes, Cladius y koppens mandaron enviar los cuervos con una carta. El mismo Ewon el Impecable recibió el pergamino y, enfurecido por lo que acababa de leer, clamó al cielo. A sabiendas de que el norte nunca le apoyaría, se encontraba solo. Sin alianzas, atacar la fortaleza de ese tirano sería una tarea titánica, pero si no actuaba, el rival podría pactar otra alianza, y eso era algo que no quería ni ver.
Los dos reyes fueron hacía el castillo de Urskoy con todo su hueste, incluyendo a casi todo el colegio de magia. Era el ejército más grande jamás reunido.
Marcharon en un amanecer triste donde grandes nubarrones se amontonaban en el cielo.
—Mi rey, ¿es verdad lo que se cuenta del monstruo? —preguntó el general, mano derecha de Ewon, mientras sus ojos se posaban en el principio del sendero del castillo de Forthor, donde les esperaba el rey Cladius.
—Si nuestros espías no se equivocan, la batalla contra esa abominación puede cambiar el destino de todos.—Giró la cabeza—. Tzarth, tened preparados los conjuros superiores por si aparece ese engendro.—La mirada le delataba la fe puesta en los hechiceros; no en vano, muchas veces le habían sido determinantes en otros combates.
—No temáis —contestó el mago, uno de los conjuradores de mayor conocimiento del colegio—, estamos listos para la lucha, mi Lord.
Al lado del rey Ewon el Impecable se encontraba el otro monarca, Schulemberger, al que la temprana edad le dejaba en un segundo plano; además el era un apasionado de las artes de combate y pocos le igualaban a tan precoz edad.
—Cardenal —nombró Ewon, al mismo tiempo el viento acompañaba esas palabras—. Acordaos de su hijo, debe salir indemne, él es el elegido por nuestra diosa e incluso es más importante que ganar la batalla.
—No se preocupe, dos hombres a mi cargo se encargarán de ello y le encontrarán, aunque les cuesta la vida.
—Perfecto.—Se adelantó del resto del grupo, señal de que la batalla estaba a punto de comenzar—. ¡Escuchad guerreros! Nuestra victoria pasa por entrar a través de la puerta del castillo, dejando atrás al peligroso sendero que nos acecha.—miró el enorme precipicio que tenía debajo de él, asombrado por la bravura que mostraba.
—Mi señor, trescientos mil soldados están dispuestos a morir por vos y la liberación de los reinos.
—Capitán, nunca podré agradeceros vuestra lealtad. Es hora de pasar cuentas.
El rey era un general muy disciplinado con sus fieles tropas bien adiestradas. De esa fila interminable de guerreros se podía contemplar a los portaestandartes de la ciudad, que ondeaban las banderas con orgullo y honor. Los músicos tocaban las trompetas en señal de veneración hacía Doz, en busca de encontrar la paz y la serenidad para luchar con mente libre y serena. Un poco más rezagado de la batalla se encontraban a varios cardenales, para infundir fe en los momentos más difíciles de la batalla. Al lado de los predicadores, varias manadas de lobos estaban dominadas por un hombre, Taboti.
Mientras en el interior de las murallas de la fortaleza, la tensión de la inminente batalla se palpaba entre los soldados.
—Estad preparados —indicó Cladius mientras se acercó a un guardia que portaba la ornamenta algo más decorada que el resto—. Comandante, antes de que empiece la sangre, debéis de poner a salvo a mi hijo «Ewon el Impecable, veamos si eres digno de llevar ese apodo. Sé que buscan derrotarme y apoderarse de mi preciado hijo», es todo lo que me queda en esta miserable vida. Que nadie le ponga un solo dedo encima, ¿entendido?
—Pero seré mucho más útil en la batalla, soy el guerrero más diestro —justo en ese momento, el monarca le cortó las palabras.
—Sé que no hay nadie que iguale vuestra destreza, pero sois de confianza, y es por ese motivo os mando la tarea de salvaguardar a mi hijo, capitán, no confío en nadie más que en vos.—Buscó la mirada del cardenal.
» Si no fuera porque en los momentos de mayor dificultad, vuestras palabras llena de vigor a los soldados.—Miró al cardenal con una mirada que ardía, y que tenía muy cerca de él—.!En la fosa de perros sarnosos dormiríais! «Malditos predicadores divinos, menudos idiotas». Haced memoria, recordad el destino del otro cardenal «Murió entre terrible dolor, como el traidor que era». ¡Engañarme a mí!—Hizo una breve pausa, se le notaba enrabietado.—Mi hijo Peter, sé que es especial pero a nadie le importa si es bendecidos por los dioses.—Contempló al cardenal, que estaba paralizado—. Esta vez tengo un regalo de los mismos dioses para acabar con el miserable elfo —terminó posando su mirada en su espada, hipnotizado por su belleza, y de la que nunca se separaba. Mientras el capitán de la guardia de Urskoy se alejaba a salvaguardar al hijo de Cladius el Arrogante, con un notable enfado; sabía que había mejores para realizar tal tarea y que él debería estar en la batalla.
—¡A mi señal, lanzad las flechas de fuego! —ordenó el señor de la fortaleza, levantando el brazo para indicar las correspondientes órdenes. «Huelo en el aire el temor del enemigo, y falta por llegar a mi bestia»
Ewon alzó levemente la mirada, fijándose en la muralla, y vislumbró al rey Cladius el Arrogante junto al joven príncipe.
—Atacad, magos. Demostradles cómo se paga desafiar a los nuestros —dijo el Impecable, alzando su arma mientras el corcel levanto las patas en una bonita estampa.
En ese instante de tensión, un mago, el más anciano, levantó su báculo y lanzó un proyectil de fuego que impactó contra el muro de la fortaleza, destruyendo la roca, donde aguardaban algunos combatientes. La bola de magia calcinó a varios guerreros. Del virulento impactó varios fragmentos rocosos salieron de la muralla en todas direcciones.
—¡Apartad! —gritó un capitán—. ¡Rocas ardientes caerán sobre vuestras cabezas!—El estruendo de las rocas al chocar contra el suelo estremecía a los guardias que intentaban buenamente esquivar esas enormes masas de piedras. Uno de esos pedruscos dio en el rostro del príncipe Koppens.
«Perfecto. Ahora su ejército me pertenece», pensó Cladius, mostrando sin disimulo una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Curanderos, salvad a este joven! —espetó el comandante de los arqueros. Varios sanadores se acercaron rápidamente e intentaron salvarle la vida, pero las caras de estos dejaban prever que sus posibilidades de sobrevivir eran escasas.
—¡Mi rey! No responde… —comentó el sanador, mientras observó horrorizado el rostro descompuesto del joven.
—Ha pagado un alto precio por la inexperiencia en batalla —dijo el Arrogante sin un ápice de compasión.
—Lo llevaremos aún lugar seguro, mi Lord —argumentó el médico sujetando los brazos del rey. Fue trasladado a la biblioteca.
—¡Lanzad una lluvia de flechas! ¡Ya!
El mismo hechicero que lanzó el conjuro volvió a canalizar los flujos de magia para realizar uno de sus hechizos superiores. Al terminar la canalización, empezó a brotar de sus palmas un fuego candente y rojizo que por momentos crecía de tamaño. El hechicero lanzó otra bola de fuego pura hacia la puerta de la fortaleza y esta fue destruida a causa de las llamaradas.
—¡Rápido, a por la ciudad! —ordenó Ewon.
—¡Wha! —gritaron los guerreros de Ergerder al ver la puerta abierta. Miles de luchadores corrían para adentrarse en la ciudad.
—¡Maldigo a toda esta calaña de asquerosos magos! —injurió el rey de la ciudad asediada—. Guerreros de Forthor, no deben entrar —gritó— ¡Como pasen…, probareis mi cólera!
Los ejércitos se acercaron en ese punto estratégico para una cruenta batalla por controlar la exenta puerta. En ella, la congregación de los dos ejércitos era tal que por momentos parecía una alfombra humana de hombres. La lucha en el paso era terrible, se podía notar en los rostros de los guerreros, el fervor y la tenacidad, el sudor y la sangre que recorría ese paso estrecho en un reflejo de la tensión; soldados a por doquier caían al suelo y eran literalmente pisados por sus propios compañeros, ya que no se quería ceder ni un metro de terreno en ese instante decisivo de la batalla. Al largo rato de lucha, el grupo de Ewon se abrió camino, siendo estos mejores en el cuerpo a cuerpo. La hueste de Ergerder aprovechó para adentrarse en la ciudad y poder salir de esa trampa mortal, el temido acantilado.
El rey más longevo intentaba acercarse a Cladius abatiendo a todo el que se ponía en su camino, acercándose para poner fin a la batalla. Los dos reyes por fin se encontraban frente a frente.
—Acabemos con esto. Deja que por lo menos la gente se vaya y pueda ver un nuevo amanecer —dijo Ewon mirando fijamente a su adversario.
—Morirán por mí. Sus vidas me pertenecen. ¡Soy su rey!
—Esto ha ido demasiado lejos —lamentó Ewon el Impecable al ver de reojo los caídos—. Tu mente perturbada es la única responsable de tanta muerte y sufrimiento en vano.
—¡Callaros de una vez! Escuchar vuestra voz me produce un intenso dolor de cabeza. Venir a mi fortaleza os costará la vida de inmortal. !Insensato!
—Puede que muera en este lugar, si ese es mi destino, pero mi existencia es llevar la paz a los reinos y hacer que los reyes cumplan las normas. Nadie está por encima de las leyes.
—Bla, bla, bla. ¿Leyes dices? Las leyes están para saltárselas, si no sería una vida muy aburrida, sin emociones, acaso. ¿Crees que no me divierto con esta guerra? —preguntó—. Debernos a los demás no es digno de nuestro estatus, hemos nacido con el don de ser dioses en la tierra, para ver como los demás se postran ante mí.—Hizo una pausa— Cuando por fin allá acabado con los bastardos de Ergerder, luego iré para los Bárbaros del Norte, mataré a al rey Dova; y al final solo me quedará lo que siempre estoy deseando poseer; los objetos arcanos de los Donwers.
—No esperaba menos de ti, siempre has querido más poder —le respondió Ewon, mientras recordaba la visita de ese lugar celestial.
—Verás, Ewon, cuando visité a ese seres místicos ellos me enseñaron cómo moríais ante un guerrero de naturaleza extraña —le replicó Cladius, como si intentará leer en sus ojos—. Sé que también estuvisteis.
—Los sueños pueden ser confusos y ni los más sabios son capaces de entender el verdadero significado.
—Ellos nunca se equivocan.
El combate entre los dos reyes empezó. Las hojas chocaban como relámpagos sin cesar. Los dos mostraban una técnica en la lucha admirable, parecían ser la prolongación de la espada. Justo en ese momento fue cuando se escuchó el gritó de alguna bestia gigante.
—Por fin se despierta… Estará hambrienta.
—No puede ser… —No llegó a terminar la frase Ewon y un pequeño terremoto sacudió la tierra.
Ewon se temía lo peor.
Alzó la visto y vio asomar, entre los ventanales, los tentáculos de la bestia. Pero pensar en aquel pensamiento de tener que luchar contra ella, le dejó paralizado. No podía moverse. Se sobre puso a al miedo y por fin pudo reaccionar. Fue justo en ese momento, cuando el rey Cladius, aprovechó esa distracción para atacar al rival desprevenido. La espada divina de señor de la fortaleza entró en el hombro, pero que gracias a la exquisita cota de malla de Ewon solo produjo una herida superficial. Volvió a reanudarse el combate entre los monarcas. Entonces, Ewon cambió de ángulo en uno de los ataques, en búsqueda de un golpe mortal al que el oponente esquivó.
—¡Miserable! —espetó Cladius, retirándose hacia atrás, mientras se tocaba la mejilla notando cómo la sangre se escurría entre sus fornidos dedos. El áspero sabor le enfureció todavía más.
—Ríndete Cladius, antes de que sea demasiado tarde.
—¿Ahora? Si todavía queda lo mejor por ver, mi bestia —le respondió, de repente con una gelidez amenazadora—. Pronto el miedo será el único que reinará entre estas paredes.
—Morirás —jadeó Ewon. Retrocedió, mientras presionaba la herida. «No ha llegado a tocarme ninguna parte muscular».
—No tengas tanta prisa de que muera, disfrutemos de este momento. —Mostró una risa turbia. Se acercó un poco más. La seguridad en él hacía que estuviera tan cerca que podía recibir una estocada, pero a su vez, él también tenía al rival a golpe letal. —Sois débil, vuestro corazón es demasiado tierno.
—¿Cómo vuestra mujer? —le preguntó, en un tono sarcástico.
—¡Maldito inmortal! ¡Ni se te ocurra nombrarla! ¡Maldigo a todos los de tu especie! —rugió Cladius, y atacó al enemigo en una lluvia de golpes, en los que su rival rechazó cada uno. A medida que la batalla transcurría la intensidad de estocadas de Cladius menguaba, a diferencia de Ewon. Y a diferencia de Cladius, Ewon, sus rasgos élficos le retrasaban la fatiga. Los dos llegaron a una escalera, y no dudaban en aprovechar el terreno a su favor: figuras caían sobre el oponente y demás jarrones eran usados; toda valía para salvar la vida. Entonces, de repente, un estruendo se escuchó en la bóveda y la estructura esférica sucumbió: rocas salían en todas direcciones, aplastando a quienes estuvieran en camino.
—Contempla a mi mascota —le dijo mostrando una mirada venenosa—. Ha llegado tu hora.
« Nunca ha probado la carne de elfos. ¿Le gustará? Seguro que sí» se dijo en su interior, Cladius.
—No puede ser… Estamos perdidos —Ewon estaba abatido, mientras contemplaba a la bestia salir de entre las ruinas que acaba de crear—. Se volvió a Cladius—. Espero que los dioses sean correspondientes al mal que has causado.
El pulpo gigante, llamado el Ocho ojos, y era debido a los ocho ojos que poseía, en especial mención al del medio, el más grande de todos.
—¿Qué os parece la historia? —interrumpió su discurso el viejo borracho.
—Excelente —masculló con indiferencia.
Él era un mago considerado, dado su edad, uno de los más grandes de todos los tiempos. Su único problema radicaba en que no se aplicaba en entrenar los conocimientos de la magia, y que solo ansiaba poder sin mirar las consecuencias.
El anciano dio un último sorbo a la garra hasta no dejar gota alguna, y prosiguió con la leyenda.
“Cuando por fin había aparecido la temida criatura, el muy cobarde, Cladius, aprovechó para zafarse del duelo —hizo unos gestos con las manos intentando crear atmosfera aterrador, para el siguiente acto—. El pulpo gigante, pocos son quienes se encuentran con ellos y sobreviven para contarlo. Pero por suerte hoy en día están extintos; las enfermedades de los humanos son mortales para los de su especie.
Sus dientes eran tan grandes como un espada y cortaban los huesos con solo rosarlos. Aunque lo que uno debía de temer, no era sus colmillos que partían rocas sin apenas esfuerzo, si no, sus innumerables tentáculos; duros como el acero, terminaban en forma punzante —volvió hacer una pausa—. Volvamos a la batalla.
La sangrienta batalla empezaba a decantarse a favor de los reyes de Ergerder, gracias a los magos que con su magia devastadora, causaban estragos entre las filas enemigas, pero, estaba nueva criatura, cambiaría el rumbo de nuestros queridos reyes.
—No mentían con su tamaño… —No llegó a terminar la frase; estaba paralizado: las voces de los gritos de los suyos padeciendo le nublaban su razón.
—¡Reacciona! —le zarandeó el capitán de la guardia—. Te necesitamos más que nunca —La mirada puesta en el rey lo decía todo; él como líder y habitual de batallas con Ewon, nunca lo había visto tan aterrado.
Sin pensárselo más cogió las riendas del liderazgo.
—¡Picas al frente! ¡Jinetes al flanco derecho! —ordenó.
Con una gran disciplina, y entre el caos de la bestia, lograron formar la formación, a la espera de recibir a la bestia.
Entró la criatura en la batalla abriendo una enrome brecha en la muralla: enormes rocas salían lanzadas como si fueran soltadas por los mismos dioses. Barría guardias a centenares, y la renovada esperanza se esfumaba en cada segundo.
El olor de la sangre áspera de los caídos se mezclaba en el aire con el sudor de la batalla; los rostros reflejaban el miedo.
Fue entonces cuando todo parecía perdido, las plegarias de cardenales entraron para reconfortar la fe.
—Vuestras palabras divinas, guiarán a los corazones más débiles —gritaron a lo sumo, varios predicadores de Doz, al tiempo que las trompetas y tambores acompasaban el tono—. Señor, tú qué vez la luz dónde no es bienvenida, guía estás almas para que encuentren la fe y la suficiente fuerza en su interior.
La bestia seguía destrozando muros enteros, y en los pasillos interiores el aire empezaba a mezclarse el hedor a sangre. Parecía que la muerte contemplará desde su trono.
Los soldados de Ergerder, caían como naipes y era solo cuestión de tiempo de perder la batalla.
Pero cuando parecía que no había esperanza alguna, la criatura empezó a eliminar a los propios soldados de Cladius. Algo hizo cambiar al pulpo gigante, pues no diferenciaba de los suyos.
—Mi rey —dijo el capitán de los espaderos de Cladius—, esta descontrolada.
—Era un riesgo asumible —le replicó.
« Tanta sangre, tanta hambre… que ya no conoce el olor de los nuestros».
—Pero moriremos todos —le advirtió, mientras miró a los ojos de su rey, al que parecía enloquecido.
—Me da igual —afirmó Cladius, casi como si estuviera delirando—. Sólo ver morir al mal nacido del elfo me reconfortaría.
«Aunque no lo llegues a entender, hijo mío, todo esto lo hago por ti: dejarte el mejor legado».
La bestia seguí exterminado guerreros, de cada bando, de forma alarmante, pero es que además, la lucha se había tornado una especie de juego: los guerreros debían de vigilar al rival y a la bestia, y lo que proporcionaba ataques traicioneros. Entre el caos del fervor, un hombre, entró en la lucha. Era el domador de lobos, Taboti.
—¡Atacad, mis pequeñas criaturas! —ordenó Taboti, al ver que los conjuradores estaban en serios problemas—. Recuperad vuestras mentes, pueden servirnos más tarde —les dijo mirando los rostros fatigados, a la que estos agradecieron.
Los lobos se acercaron a la bestia. Rodearon al gigante astutamente, y era esa una de las características de por qué es tan difícil adiestrarlos. Varios lobos de los flancos lanzaron aullidos, para distraer al gigante, mientras otros canidos atacaban por la retaguardia. Los colmillos se hundieron en la dura piel del pulpo, y por primera vez, se le veía sufrir.
El Ocho ojos lanzó un chillido desgarrador, y atacó con gran habilidad. Los tentáculos de la bestia atravesaron a varios lobos, como si fueran simples tallos de flor. Y aunque los mamíferos habían sorprendido a la criatura colosal, no eran rival para ella.
Taboti, había perdido la mitad de su manada, algo que reflejaba en su rostro: para él eran como uno más de la familia. Y fue entonces, sin pensárselo, lanzó un ataque junto con el restante de lobos. El domador de lobos, tuvo el mismo destino aciago que muchos de sus camaradas: fue barrido literalmente por una de las extremidades, e impactó contra la muralla, perdiendo la vida.”
—Cómo todos vemos cada día en la entrada nuestra preciada ciudad, Ergerder, una estatua de Taboti nos recuerda su valentía —dijo el borracho. Se sacó una especie de barretina, algo sucia, y la dejó en la barra—. Siempre debemos de recordar a los valientes.
—Viejo —le dijo Nilhem—, debo felicitarte por la buena historia, y por lo menos no me has hecho perder el tiempo—. Tomaros la última.
—Gracias Nilhem, Maestre del fuego —le agradeció. Sus ojos, de un intenso negro, se le abrieron como platos de ver la jarra. —Sigamos.
“ Un mago se preparó para atacar al pulpo colosal, en honor a Taboti.
—Por Taboti —exclamó el conjurador, mientras emergían rayos y chispas de la mano del creador.
Nada más tocaron los relámpagos a la bestia, el aire se inundó de carne quemada, y un chillido horripilante acompaño el humo negro. Y aun todo el dolor de la criatura colosal, clavó uno de sus tentáculos en el torso del hábil hechicero.
Otro anciano conjurador, empezó a canalizar magia, mientras recitó palabras de poder de procedencia antigua. En ese instante comenzó a brotar de las manos, un intenso fuego que poco a poco crecía de intensidad. La bestia se percató, y sin perder tiempo, se acercó al mago. El anciano hechicero al ver que no podría finalizar el conjuro, cambio de táctica: lanzó otro conjuro sobre el anterior creado; rápidamente, acercó sus palmas en la cara, y sopló. Al soplar el fuego se partió en mil pedazos como si fuera gotas de lluvia, y cayeron sobre la bestia.
El pulpo gritó de dolor y los chillidos resonaban por las montañas; las gotas de fuego le habían penetrado la gruesa piel. Justo en ese momento que padecía la bestia, agarró a un guardia que yacía muerto y lo lanzó al conjurador.
—Cuidado, mago —Vio como sus palabras se perdían en el aire. El conjurador murió al acto.
Para los hechiceros, el pulpo se movía demasiado rápido y no los dejaba concentrar la mente, y les ocasionaba lagunas en la magia creada.
—Mi rey —le dijo a Ewon—, no aguantaremos mucho a este ritmo.—La sangre caía por el suelo formando pequeños ríos, y muchos de los combatientes deseaban no estar entre ellos.
—¿Pero cómo podemos eliminarla? —dijo Ewon, abatido y perdiendo toda esperanza. A su lado se encontraba el joven príncipe, Schulemberger, algo cansado, pero se preguntaba como a su edad tan temprana —sin llegar a tener doce años—, era capaz de seguir vivo; le sorprendía.
—Sois tan previsible… —le increpó, Schulemberger, sin dejar de apartar su mirada—. Los elfos tan calculadores, tan fríos —murmuro y le sonrió—. Por Ergerder —Nada más terminar la frase atacó al pulpo gigante.
Aprovechó que la bestia estaba entretenida y lanzó el ataque por la retaguardia. Con su espada cortó uno de los tentáculos. El gigante coloso, no tardo en coger al joven rey; suspendido en el aire, la criatura se disponía a devorarlo.
—¡Déjale en paz! —dijo Ewon, que se encontraba a escasos metros. La hoja refulgía con la intensidad del fuego.—Sufre las espada de los primeros elfos.
El arma se hundió en el torso del rival, mientras soltaba a Schulemberger. Cayó al suelo, y pudo ver como brotó un hilo de sangre de la boca. La vida del joven estaba en peligro y necesitaba a los médicos de batalla para burlar la muerte.
«Piensa, piensa» se dijo Ewon, sin apartar la mirada sobre el otro monarca.
Fue entonces cuando Ewon recibió un golpe de un tentáculo, y que lo tiró al suelo.
Se levantó.
Estaba aturdido, confuso, y tardo unos segundos en recuperar la compostura.
—Cladius —le nombró, Ewon, pues no estaba lejos. —Debemos apartar nuestras diferencias y luchar codo con codo —le miró a los ojos, cuya mirada era fuego en ella.
—Tengo la victoria a mi alcance —dijo indiferente—. ¿Por qué iba hacer tal acto de benevolencia? Tú me conoces bien. La vida de los demás no me importa —Cladius arrugó el ceño—. Nadie me quitará el placer de verte morir.
—Escúchame —Se acercó. La bestia seguía exterminado a los soldados. —Piensa en tu hijo.
—Está en buen recaudo, ¡idiota!
—¿Seguro? Pensad que el mejor mago rastreador tienes ordenes de encontrarlo —le dijo sin vacilar—, y lo encontrará hasta en el fin del mundo.
—Maldita calaña de hechiceros —Apretó el puño con rabia. Sabía que no había mejor rastreador que esa panda de conjuradores. «Mi hijo, si lo capturan todo el esfuerzo será en vano…». —Muy bien Ewon, aceptó vuestra miserable propuesta. «Lo mataré cuando la bestia muera». Pero solo te pido una cosa.
—Dime.
—Comandaré el ataque contra la bestia.—Lo pensó unos segundos y se detuvo al frente de él. Su mirada era desafiante—. No acepto órdenes de nadie, y nadie está por encima de mí, pues este es mi reino.
Ewon estaba callado. Su mirada parecía descifrar los pros y los contras de lo que acaba de escuchar de su rival. Pocas opciones le quedaban; o sucumbir a la bestia o luchar junto. Pero comandar el ataque… era eso lo que le tenía preocupado.
—De acuerdo, Cladius, desde ahora en adelante sois el único comandante. —Se giró y miró a un mago que estaba cerca—. Vigílalo, no le quites ojos.—Dio varios pasos y exclamó para los suyos—. Escuchadme bien atentamente guerreros de Forthor, entre las dos casa reales, hay una tregua para derrotar a la criatura. No quiero ninguna jugada extraña, son por momentos, nuestro rival, nuestro aliado —terminó buscando la mirada de Cladius.
—Lo mismo va para el resto de mis soldados —levantó la voz—. Cómo alguien haga una tontería, probará mi cólera.
Los soldados, aunque recelaban de luchar juntos con quien hace unos instantes deseaban verlos morir, no les quedaba opción, debían acatar las decisiones.
La batalla volvía a reanudarse. Cladius hizo gala de su holgada experiencia bélica, y montó un ataque en diferentes destacamentos: unos de rapidez y otros de contingencia; esperaba poder distraer la bestia lo suficiente, mientras lo magos ejecutaban conjuros.
Un joven conjurador, balbuceó, en el aire, unas palabras de gran poder, cuales resonaban en algún vacío creado por ese acólito hechicero. De repente, del báculo salieron varias bocanadas de viento mágico que, impactaron en el torso del pulpo colosal. Brotaba sangre espesa del gigante, ese ataque había causado un gran daño. El joven conjurador, cayó al suelo, el esfuerzo que había sometido su mente era superior a sus propios conocimientos. Y por primera vez en toda la batalla, la bestia se le veía superada; lanzaba los tentáculos en un acto de ira descontrolada como un animal acorralado. Aun todo, seguía exterminando soldados de cada bando, y eran tan solo un grupo reducido de combatientes.
Los dos monarcas atacaron juntos con todas sus fuerzas. Cualquiera podía morir. Fue entonces cuando Ewon, recibió una envestida de unos de los apéndices; la punta le había alcanzado. Pero gracias a la artesanía de su cota, no llegó a ser mortal.
Se tocó el pecho. Y notó la sangre resbalaba entre esos dedos delgados y alargados. Sus ojos empezaban a perder ese vigor y profundidad de los elfos, y se encontraba en un estado frágil como el vidrio a punto de quebrarse.
Cladius podía matarle, era su momento. Pero no lo hizo, tenía el honor de la palabras, matar primero la criatura.
Cladius atacó a la bestia. La espada —regalo de la prometida de Doz—, brillaba con el mismo fulgor de las estrellas, y ese era el verdadero poder de esa arma: luchar para los demás. Cladius logró cortar dos tentáculos y clavar la hoja en un costado, pero, recibió un destino aciago: el gigante le hundió varias puntas en el cuerpo.
La bestia chilló con más énfasis, mientras se tambaleaba, hasta que cayó al suelo.
Las bajas eran abrumadoras. Las miradas reflejaban el agotamiento y el dolor de ver muertos a los propios compañeros; un par de treinta soldados y algún que otro mago quedaba en pie. Eran afortunados para ver un nuevo amanecer de esperanza entre los reinos.
Ewon, cuyo estado había sido mejorado por los hechiceros, se acercó hasta Cladius.
—Vuestra valentía nos ha salvado de una muerte segura —pronunció en una admiración, todavía no se creía que él, el tirano, le hubiera salvado.
—No quiero morir —tosió sangre por la boca, y dejó escurrir alguna lágrima que se mezcló con la fina lluvia.
—Ni los dioses desean morir, Cladius —dijo apagadamente, y sintiendo un cierto afecto sobre él. «Nunca olvidaré lo de hoy, nunca».
—Ewon —le agarró del brazo, fuertemente—. Júrame que cuidaras de mi hijo, júramelo.—fijó la mirada, agotada de dolor, en esos ojos turbadores de Ewon, mientras giró la cabeza, y cogió su corona—. Mi hijo, Peter, es lo más importante de mi vida.
—Pero Cladius —No llegó a terminar la frase que le interrumpió Cladius.
—Sé que es especial —dijo recordando—. Desde pequeño, tanto Doz como Oryan le acunan al dormir. Tiene un futuro por venir entre sus manos.
—Ser protegido por los dioses, según los cardenales y los magos, es que tarde o temprano algo terrible acontecerá. Siempre hemos pensado que está en el sitio equivocado. —terminó Ewon.
—Peter, mi querido hijo... —le dijo, apresando su mirada como si intentara adivinar sus pensamientos—. Mi intento de dejarle el legado de todo los reinos ha fracasado —La voz era quebrada y por momentos perdía intensidad en ella—. Nombrarlo rey de los reinos y os juro que no tendréis nadie mejor para eso. En sus venas no corre maldad alguna.
—Pero no es tan fácil, podría traicionarnos por tu muerte —le contestó sin tapujos.
—Si os ganáis su corazón, él jamás haría semejante acto; aprecia ante todo la amistad —volvió a toser, pero esta vez brotó más sangre.
Y aunque estaban curando los hechiceros a Cladius, las caras de estos es que no tardaría muchos en morir.
—¿Qué opináis, cardenal? —le preguntó Ewon.
—Desde la santa sede, tanto Ergerder como Urskoy, llevamos hablando desde hace tiempo de este tema —hizo un parón—. Este joven es una bendición, y como tal es obligación tenerlo a nuestro favor. Las sombras y tinieblas últimamente están recobrando más fuerzas que nunca, y eso es algo que nos preocupa,
—Al grano, cardenal.
—Con nuestra rectitud en la enseñanza, y si como bien dices nuestros hermanos de Urskoy, de que su bondad, me cuesta mucho imaginar una traición por su parte. Cabe —pensó unos instantes—, la posibilidad de que siempre estará bien vigilado, y en todo caso solo representaría, entro nosotros, un mero título, pues todo el peso político radicaría a Ergerder. Pero es que además, le dotaremos de conocimientos astrales y matemáticos. Pero debe de recordar, mi rey, que Cladius nunca hubiera sido una verdadera amenaza, sin la alianza de Forthor —agregó.
—Cierto. —dijo por fin Ewon.—Vuestras palabras, como siempre cardenal, son certeras.
«Desaprovechar este don sería de estúpidos» se dijo Ewon.
»Cladius le daremos una oportunidad y cuando conozco de verdad su corazón, y solo entonces será como un hermano —le comentó, y le apretó la mano. Los ojos de Cladius cada vez perdían más viveza.
—Gracias —contestó con voz apagada.
El mago llamó que trajeran al joven hijo de Cladius, antes de que muriera.
—Hijo mío —dijo aguantado el dolor, aunque su voz le delataba—, reinarás como un verdadero rey.
—¡Padre! —rompió a llorar.
—No llores.—Le expresó, abrazándolo fuertemente. —Te afea el rostro, hijo —tosió varias veces, y con ello casi se atragantó con su propia sangre—. Tomad —le dio la corona—. Ahora pasa a ser tuya.
—Llevaros al joven con delicadeza —remarcó el cardenal—. No tiene por qué ver más.
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Desde entonces, cada año, en la semana de la cuarta cosecha de arroz, en Urskoy se celebra la conmemoración del nuevo rey de los reinos, Lord Peter, para recordar que la guerra solo trae dolor y muerte.
Todos los reyes fueron invitados, siendo el único ausente el rey Theodric.
La celebración fue por todo lo alto y se extendió más de una semana de festividad, donde las casas reales pagaron con todos los gastos
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—Majestades, señores, magos, caballeros y demás asistentes, hoy es un día que será recordado para los anales de la historia, tanto por el recuerdo de los valientes que lucharon por una razón, como por la libertad de los reinos. Los pactos de los reyes de todos las casas reales, las leyes de lealtad entre reinos y territorios, y lo que todo ciudadano desea, la ansiada paz —dijo un cardenal en el palacio de Urskoy. La multitud de los presentes se levantó sus sillas y aplaudieron a todos los monarcas.
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Los tiempos han pasado desde la primera celebración: Cincuenta años desde aquella batalla y parece ser que los pactos empiezan a perderse entre los reyes que solo ansían ser los únicos gobernantes de estas tierras… pero no es todo; algo ha interrumpido en las tensas diplomacias de las casas reales, una nueva oscuridad acecha estos parajes que escapa al mismo destino de los dioses.