(30/04/2018 08:15 PM)Válrrez Wrote: También estoy de acuerdo al cien por cien con Baquevory con respecto a Dragonlance (de los que mencionas los únicos que no he leído son La Nueva Generación). Añadiría también la tetralogía Forja de un Túnica Negro y el último relato del primer libro de los Cuentos de la Dragonlance, un relato llamado El Legado, escrito por Margaret Weis, que para los fans de Raistlin (como yo mismo) recomiendo encarecidamente leer. Para los que quieran leer algo de esta franquicia sin equivocarse, que elijan algo de Margaret Weis y Tracy Hickman, los autores originales de la saga, y no se equivocará jamás (eso sí, que se asegure de leerlos en el orden adecuado). He leído cinco o seis libros de otros autores y… nada que ver.
Es interesante lo que dices sobre La forja de un túnica negra: no he leído esos libros, pero tenía intención de hacerlo, porque Raistlin es un personaje que me encanta y su pasado me gusta mucho. No obstante, lo que no tengo claro es, ¿hasta qué punto aportan algo de interés a la saga? Es decir, el pasado de Raist se explica con harto detalle en la saga principal a base de analepsis, a pesar de esto, ¿me recomendarías leer esa precuela? Por mucho que sean acontecimientos que el lector ya conoce de antemano, creo que pueden estar narrados de tal forma que resulten interesantes aun así; me gustaría saber más sobre hasta qué punto ocurre esto en esos libros.
Y bueno, La segunda generación es el perfecto puente entre las Leyendas y el Ocaso de los dragones; aunque todos los acontecimientos que tienen lugar ahí el lector de los siguientes libros puede deducirlos fácilmente, me parece una novela muy interesante por lo mucho que se profundiza en Steel y en Gilthas. Aunque estos dos personajes se sigan desarrollando en obras posteriores, en La segunda generación se desarrollan bastante bien sus motivos iniciales que les llevan a ser lo que son; en otras palabras, en las novelas siguientes ya aparecen "evolucionados", mientras que en La segunda generación se detalla el proceso de esta evolución.
La verdad, eso que dices sobre que los de Weiss y Hickman son buenos, me lo creo; creo que esos dos son de los pocos escritores de los que no he leído ni una obra que me desagrade. Fuera de la Dragonlance me leí el primero de La espada de Joram y me pareció una pasada; si no he podido leer el resto es porque no los encuentro por ninguna parte
Pues eso, fui a ver la infiniti guor y me gustó bastante. Hay muchas bromas, colores chulos, momentos en que todo el mundo aplaudía en el cine (lo cual a veces me daba un poco de vergüenza ajena, pero bue), y algunos momentos inesperados. Por un momento, he sentido que el cadáver en putrefacción que hay dentro de mi casi vacía alma y que representa mi infancia empezó a latir de nuevo. La última vez que me sentí así fue... bueno, cuando fui a ver la anterior de los vengadores. Y antes de esa, la última vez que me sentí así fue cuando vi la primera de los vengadores. Y antes de eso era un niño de verdad, así que me sentía así todo el rato.
(26/04/2018 08:00 AM)Cabromagno Wrote: Claro que saldran. Recuerda que se venderan como churros en el mercado, las editoriales no se van a quedar sin la gallina de los huevos de oro. Asi que si no los termina Martin, contrataran a alguien que lo haga por el... por supuesto, en base a supuestos "esquemas y resumenes" que tuviera Martin
Normalmente suelo poner una pregunta en el título de mis hilos, pero en éste la posible respuesta me parecería tan obvia que no lo veo ni necesario.
Hay tres razones de peso por las que resulta totalmente impensable hablar de que los libros restantes van a salir. Son las siguientes:
1. Martin no sabe qué escribir. Si alguna vez nos dio la sensación de que Martin era un tío que tenía todo calculado y que estaba llevando milimétricamente su historia, esto quedó desmentido en sus dos últimos libros, donde toda la trama se le cae encima porque no sabe ni qué hacer para seguir manteniendo un interés que ya no mantiene. Escribió Festín de cuervos y Danza de dragones a duras penas y con un resultado paupérrimo; con ello, nos dejó claro que, por complejo que sea el mundo que ha creado, tanta complejidad se le ha ido de las manos porque no sabe ni qué hacer con ella. A la hora de escribir nuevos libros tiene ése problema, y a eso se le suma arreglar el desaguisado que ha formado con las dos últimas novelas, tarea prácticamente imposible para él. Si una historia desde el principio está mal construida y no tiene bases sólidas, no se puede rescatar más adelante. Podría hacer, sin embargo, otro libro a duras penas tan soporífero como Festín o Danza; sería malo, malísimo, pero se convertiría automáticamente en best-seller. Sin embargo, hay algo por lo que esto no puede pasar, y vamos a la razón número dos.
2. Martin no tiene necesidad de escribir. Tiene dinero de sobra y la vida resuleta. Es multimuchimillonario, ¿para qué quiere más? No tiene sentido esforzarse si le cae el dinero del cielo. Además de eso, los fans de la historia tienen la serie, que continúa tranquilamente más allá de los libros. De hecho, la serie es muchísimo más famosa que los libros. La gente, por lo general, tira más hacia lo audiovisual que hacia lo literario. Muchas veces prefieren irse al libro para ver cómo era el material original, pero en el caso de Canción de hielo y fuego, la serie ha adelantado a los libros. Los libros nuevos narrarían unos acontecimientos que más o menos ya estarían en la serie, ¿hasta qué punto serían necesarios? No tendrían tanto valor como antes. Serían una especie de novelización de ésas que hacen en muchas películas, como Star Wars. Sin embargo, como bien Cabromagno ha dicho, aunque no vendiesen tanto los libros serían best sellers, por lo que las editoriales tendrían que sacarlos como sea. No obstante...
3. Martin dijo que nadie más que él podría continuar con la saga. Ahora vosotros me diréis que las editoriales pueden pasarse por el forro de los cojones lo que ha dicho Martin, y yo me lo creo. Pero pongámonos en la situación. Pongamos que las editoriales contratan a un tío para que continúe el trabajo de Martin sin el permiso del autor. Pongámonos en que lo consigue y crea libros nuevos. Me creo perfectamente que pueda pasar. No obstante, ¿acaso eso no ha pasado ya? Apostaría un brazo a que Internet está lleno de fan-fics de gente que intenta continuar la saga de Canción de hielo y fuego por donde Martin la dejó. Si se publicasen secuelas no autorizadas por Martin, ¿en qué se diferenciarían de esos fan-fics? ¿No serían más bien fan-fics de pago que, por algún motivo, las editoriales han decidido considerar "oficiales"? ¿Pero oficiales por qué? En el momento en el que el autor no lo autoriza, deja de ser oficial, se mire por donde se mire. Y ahora podréis decirme, como ha señalado Cabromagno, que "no, es que estos nuevos fan-fics se hacen siguiendo los esquemas que tenía Martin". Mi pregunta es: ¿qué esquemas? Porque con el bodrio que hizo en los dos últimos libros el autor ha demostrado que iba todo el rato a ojo de buen cubero y no seguía esquemas de ningún tipo...
1. Cuando Aristóteles dijo que las mujeres son hombres defectuosos
"La mujer es una mujer en virtud de una cierta falta de cualidades; debemos considerar la naturaleza femenina como afligida con un defecto natural ".
2. Cuando Santo Tomás de Aquino dijo que las mujeres son los accidentes de esperma
"... Una mujer es deficiente y causada involuntariamente. Porque el poder activo del semen siempre busca producir algo completamente como sí mismo, algo masculino. Entonces, si se produce una hembra, esto debe ser porque el semen es débil o porque el material [proporcionado por la progenitora] no es adecuado, o debido a la acción de algún factor externo como los vientos del sur que hacen que la atmósfera sea húmeda. "
3. Cuando Napoleón dijo que las mujeres son solo esclavas
"La naturaleza pretendía que las mujeres fueran nuestras esclavas ... ellas son nuestra propiedad; no somos de ellos. Nos pertenecen, así como un árbol que da fruto pertenece a un jardinero ... Las mujeres no son más que máquinas para producir niños ".
4. Cuando Caton el viejo argumentó que todas las mujeres son animales salvajes
"La mujer es un animal violento e incontrolado, y es inútil soltar las riendas y luego esperar que no se dé cuenta de las huellas. Debes mantenerla apretada ... Las mujeres quieren libertad total o más bien, para llamar a las cosas por su nombre, licencia total. Si les permite alcanzar la igualdad completa con los hombres, ¿cree que será más fácil vivir con ellos? De ningún modo. Una vez que hayan logrado la igualdad, serán sus amos ".
5. Cuando Plinio el Anciano advirtió que la sangre menstrual es venenosa
"Al aproximarse una mujer en este estado, el mosto se volverá ácido, las semillas que tocó se volverán estériles, los injertos se marchitarán, las plantas de jardín se resecarán y la fruta caerá del árbol bajo el cual se sienta. Su propia mirada, incluso, atenuará el brillo de los espejos, embotará el borde del acero y quitará el esmalte del marfil. Un enjambre de abejas, si es visto por ella, morirá inmediatamente ".
6. Cuando Plutarco no aprobó a las emociones independientes en las mujeres
"Una esposa no debería tener sentimientos propios, sino compartir la seriedad y el deporte de su marido, su ansiedad y su risa".
7. Cuando Friedrich Nietzsche era básicamente solo Friedrich Nietzsche
"Finalmente, ¡mujer! La mitad de la humanidad es débil, típicamente enferma, cambiante, inconstante: la mujer necesita una religión de debilidad que glorifique ser débil, amorosa, ser humilde como divina ".
8. Cuando Jean-Jacques Rousseau dijo que solo las mujeres deben ser enseñadas acerca de los hombres
"Toda la educación de las mujeres debe ser relativa a los hombres. Para agradarles, para serles útiles, para hacerse amar y honrar por ellos, para educarlos cuando eran jóvenes, para cuidarlos cuando crezcan, para que los ayuden, los consuelen y les hagan la vida agradable y dulce. estos son los deberes de las mujeres en todo momento, y se les debe enseñar desde su infancia ".
9. Cuando Sigmund Freud se desmoralizó de la sexualidad de las mujeres crecidas
"La vida sexual de las mujeres adultas es un 'continente oscuro' para la psicología".
10. Cuando James Joyce era un poco idiota
"Los hombres están gobernados por líneas de intelecto, mujeres: por curvas de emoción".
Buah, lo tenía que subir... Aquí está la mayoría de asiduos al antiguo foro como personajes del relato que concursó en un reto. Creo que a los que siguen por aquí les hará gracia recordar. Y ya está, ya no subo más, no quiero pasarme.
Épico
Entraron, por fin, al cálido salón; salpicaron con la sangre de sus siervos las níveas paredes, arrastraron sus cuerpos hasta postrarlos a sus pies, dejaron mares de rojo sobre el mármol blanco. Ella se mantuvo sobria y arrogante en su trono, enterró muy adentro sus miedos y encaró al invasor con el rostro orgulloso y la cabeza alta.
Ludwig avanzó pisando la sangre sin ningún respeto y lanzó algo que rodó hasta los pies de la hechicera. Sólo entonces pareció, durante un segundo, perder el aplomo. Sólo entonces, cuando reconoció la cabeza de su hijo. Después, su mirada azul hielo se posó de nuevo en los ojos castaños del hombre. Él no era menos soberbio. Viéndola allí, desafiándole con la mirada aún en la derrota, sintió hervir sus vísceras. Sacó un afilado cuchillo de su cinto y se abalanzó sobre ella. Agarró sus largos cabellos del color de la Luna y la obligó a echar la cabeza hacia atrás, exponiendo su blanco cuello.
—¡No! —le gritó Theraxian, el chamán de su corte—. No lo hagáis, mi señor. Recordad la maldición hacia aquél que derrame una gota de su sangre.
—Déjala, Ludwig, ¿acaso no has oído? —dijo Kiefer a su hermano menor.
Ludwig se detuvo el tiempo que duraron sus palabras pero, tan pronto como cesaron, pasó el filo por la hermosa garganta de la bruja. Una línea roja se dibujó durante un segundo; luego la sangre brotó a raudales, resbalando, muy roja, por su pecho, encharcándose en su regazo. El cruel hombre la miraba agonizar con odio, esperando en vano un lamento de su boca. Ella no apartó su mirada de la del hombre y, justo antes de morir, le sonrió con desdén. Ludwig gritó con rabia, con la rabia del depredador burlado.
—¿Qué has hecho? —le increpó Kiefer cuando se recuperó de su estupefacción, blanco como el papel—. ¿Acaso estás loco, hermano? ¡Has lanzado sobre nosotros esa terrible maldición!
Ludwig avanzó dos pasos y le agarró bruscamente de la pechera.
—No era ella. Buscadla, no debe andar lejos —ordenó.
Melköra, vestida a la manera de los hombres para ir por el bosque, avanzaba a través de la foresta. No se atrevía a tomar el camino, sabía que Ludwig la perseguiría. Tenía que llegar a Kilgor, la tierra oscura de las brujas, para estar a salvo al amparo de sus hermanas. El bravo bárbaro no se atrevería a entrar allí.
No podía creer que su hijo hubiera caído. Su bien ganado castillo postrado ante esos bárbaros crueles e incivilizados… Chuy sería vengado. Pobre Chuy…
Ludwig subió a la más alta almena y silbó fuerte, introduciendo dos dedos en la boca. Esperó, impaciente y preocupado, hasta que vio a una pequeña paloma levantar el vuelo hacia él desde unos árboles cercanos al castillo. La paloma blanca voló directamente hasta su mano extendida y él la aproximó a sus labios y besó su pico. La estrechó con cuidado contra su pecho; la pequeña ave permaneció entre sus manos dócilmente.
—Eowyn, mi amor… La bruja ha huido del castillo. La atraparemos, te lo juro. Sé a dónde se dirige. Cree que no la seguiré, pero no hay lugar en este mundo donde pueda esconderse de mí. Todo volverá a ser como antes, tú volverás a ser como antes… Eowyn…
La paloma arrulló contra su pecho y al fiero guerrero le resbaló una lágrima cristalina que se estrelló en las níveas plumas de su compañera.
El patio del castillo era un hervidero. Los bárbaros saqueaban las despensas, los dragones devoraban el ganado y los dos magos discutían acaloradamente. Ludwig salió del castillo y buscó a Kiefer, que se hallaba escuchando los argumentos del chamán y su colega.
—Hermano, debemos partir sin demora. Acomoda a Eowyn en su jaula y protégela con tu vida si fuera necesario, pues yo montaré a Lanay en esta ocasión.
Kiefer asintió y tomó al avecilla, se alejó para buscar la jaula de oro de Eowyn. Al momento, los dos magos se abalanzaron hacia su líder, atropellándose mutuamente con sus verborreas.
—¡Uno a uno, por los Dioses! —se quejó el rey bárbaro.
—Mi señor, si estáis pensando en entrar en Kilgor necesitaremos ayuda —dijo Theraxian.
—Naturalmente que la necesitaremos, en eso estamos de acuerdo —recriminó Helkion a su colega—, pero no estoy de acuerdo con la naturaleza de esa ayuda.
—¿A qué demonios os referís? ¡Hablad claro! —se molestó Ludwig, a quien la prisa mordía las carnes.
—¡A esa ayuda! —exclamó Theraxian señalando a un extraño hombre de cabello blanco que se afanaba en ensillar una yegua. Las miradas del rey y del aludido se cruzaron durante un instante, y el bárbaro se sobrecogió al ver sus insólitos ojos.
—¿De dónde ha salido ese engendro?
—De las mazmorras de Melköra. Es un brujo, mi señor. Nos sería de gran ayuda en nuestra empresa —insistió Theraxian.
—¡Un brujo es lo que menos necesitamos! ¡No son de fiar! —se opuso Helkion.
—No suelo dejar que nadie decida por mí, deberíais saberlo. Pero bien es cierto que necesitamos toda ayuda posible para adentrarnos en Kilgor, así que hablaré con él y… decidiré— zanjó Ludwig—. Llamadle.
Theraxian se apresuró a allegarse al tal brujo. Habló brevemente con él y ambos desandaron camino hasta el rey.
—Majestad —dijo el brujo—, ¿deseaba Vuestra gracia parlamentar con mi persona?
—Sí, si es que es cierto que sois un brujo.
—Lo soy. Geralt de Rivia, para serviros.
—Nos vendría bien un brujo para entrar en Kilgor. ¿Estaríais dispuesto?
—Depende de la bolsa de oro que me ofrezca Vuestra merced.
—El oro no es problema. ¡Maurus! ¡Prepara dos bolsas con cuatro mil monedas!—ordenó el bárbaro a su contable, que se hallaba en la entrada del castillo contando una y otra vez el tesoro saqueado a la hechicera, como si no le cuadraran las cuentas — ¿Os conviene la tarifa?
—Contad con mi hierro… y mi plata—se avino el brujo haciendo alusión a su espada para monstruos, hecha de ese metal.
El rey se volvió hacia sus desordenadas huestes.
—¡Pher, Sham! ¿Dónde están mis generales?
Dos figuras imponentes se abrieron paso entre los guerreros. Sham entregó la barrica de vino que llevaba a uno de ellos antes de presentarse ante Ludwig.
—¡Aquí estamos!
—Montad a Nikto y a Yandrak, debemos encontrar a Melköra antes de llegue a Kilgor —luego se dirigió a su hermano, que volvía con Eowyn en la jaula—. Volaremos hasta el desfiladero que da entrada a la tierra oscura, allí patrullaremos para impedirle la entrada; vosotros, a los caballos. Batid el bosque para obligarla a avanzar hasta nosotros, y, con un poco de suerte, la rodearemos. Ordena a todo el mundo partir en cuanto alcemos el vuelo.
Los tres bárbaros se acercaron a los dragones despacio. Las fantásticas criaturas estaban satisfechas tras el festín y se doblegaron a los deseos de los guerreros sin dificultad. Ludwig montó a Lanay, una dragona roja joven y, dentro del mal carácter de esos seres, afable. Sham montó a Nikto, el dragón negro, fiero y malcarado donde los haya, cuya naturaleza sólo se doblegaba ante tal jinete porque poseía un carácter aún peor que el de la montura; Pher subió a la silla de Yandrak, el dragón verde, el más extravagante de los tres: afable en apariencia, pero tozudo como una mula e inamovible si se negaba a cumplir una orden que no le apeteciera. Sólo las palabras y paciencia de Pher conseguían vencer su resistencia en las ocasiones en que se empecinaba.
Tan pronto como las patas de los dragones dejaron el suelo, el resto de los bárbaros subieron a sus caballos y abandonaron el castillo, ahora muerto y silencioso, de la bruja Melköra.
El viento alborotaba su melena castaña, los árboles del bosque pasaban raudos bajo él, su ceño fruncido para evitar que los ojos le lagrimearan, él, Ludwigwolfgang, el bárbaro de corazón más implacable, se afanaba por descubrir algún rastro de la bruja que destrozó su vida. Maldito el día que conoció al ser más vil y manipulador que el mundo produjera jamás… Melköra.
Pretendió utilizarle para sus fines mezquinos, pero él no cayó en su trampa. Estuvo a punto de provocar un conflicto bélico con el reino vecino con sus mentiras y maquinaciones, todo por la desmedida ambición de la pérfida bruja. El rey guerrero ordenó su captura, pero consiguió huir, no sin antes maldecir a su prometida tan sólo por mortificarle: la transformó en una paloma, un ser frágil, blanco de cazadores y depredadores por igual. Ninguno de los magos, ni los propios ni los que ordenó traer, fue capaz de revertir el conjuro.
Mucho le había costado encontrar la guarida de la bruja como para dejar que esta escapara. Además, Eowyn parecía estar olvidando su propia identidad. Ludwig temía que, cuando consiguiera deshacer el hechizo, fuera demasiado tarde. Debía capturarla lo antes posible y obligarla a deshacer el mal. Él conocía métodos muy persuasivos.
Llegaron a la entrada del desfiladero un cuarto de hora después. Mientras Pher patrullaba desde el aire, Nikto y Lanay se posaron en el suelo. Ludwig bajó de su cabalgadura y extrajo un frasco que le diera Theraxian. Espolvoreó con él un semicírculo alrededor de la boca del desfiladero, a cien metros de la misma: si Melköra intentaba pasar transformada en cualquier cosa, los polvos mágicos revelarían su verdadera forma. Ya sólo quedaba esperar.
Los bateadores rastreaban la maleza con rapidez, pero eran los familiares de los chamanes quienes seguían el rastro. Ambos magos seguían de cerca a sus canes montados a caballo, en estado de alerta, puesto que sabían cómo las gastaba la bruja. En un momento dado, Elperroverde y Cordis Lupus se detuvieron al pie de un árbol, señalando hacia arriba.
—Vaya —exclamó Helkion—. Melköra ha decidido despistarnos.
—Seguro que se transformó en algo, probablemente en ardilla. Parece tener prisa por llegar a Kilgor—conjeturó Theraxian.
—El lobo y el perro ya no nos sirven. Dejémosles descansar de vuelta a su plano astral—recomendó el primero.
Los dos familiares se diluyeron por voluntad de sus magos.
—Avisemos a Kiefer y a Reb Copdo que aceleren la marcha —sugirió Theraxian, dando la vuelta al caballo—. El tiempo de jugar al escondite ha concluido.
Melköra se aproximó al extremo de la rama para otear el claro que conducía al desfiladero. Vio a los dos dragones y sus jinetes montando guardia en la explanada y al tercero describiendo círculos sobre su cabeza. Percibió con sus poderes el semicírculo de polvos mágicos. Mala cosa. Sólo quedaba una opción: pasar bajo tierra. El problema era que únicamente se podía acceder al desfiladero desde la propia boca del mismo, pues poderosa magia impedía entrar en Kilgor por aire o bajo tierra. Y allí, en la salida de la hondonada, esperaba el Guardián Ciego, centinela colosal de la puerta del país de las brujas.
La ardilla bajó rauda el tronco del roble hasta el suelo, calculó la distancia desde allí hasta el desfiladero y se transformó en topo. Ya oía las pisadas y relinchos de los caballos bárbaros en retaguardia, no demasiado lejos, así que empezó a excavar con premura un pequeño túnel y por él desapareció.
Kiefer y Reb Copdo, seguidos por los demás bárbaros, entraron en la explanada. Se reunieron con su rey y general en el centro de la misma.
—Ni rastro de ella, señor —informó Reb Copdo.
—¿Qué dicen los magos? —preguntó Ludwig.
—Atención, Helkion —dijo Theraxian—. Convoquemos a nuestros familiares de nuevo. Tiene que estar por aquí escondida. Señor, ha llegado transformada en ardilla seguramente, pues perdimos su pista en la base de un árbol. Una ardilla es difícil de rastrear, es rápida y ágil, el mejor método para atravesar un bosque. Un pájaro sería visible a los dragones, así que no tenemos duda.
—Haced como decís, y rápido —ordenó el rey.
Acto seguido, silbó con fuerza a Pher para que descendiera al suelo.
Los dos chamanes convocaron a Elperroverde y a Cordis Lupus de nuevo y les encargaron la misma tarea. Ambos cánidos comenzaron a olfatear en dirección al bosque, buscando un rastro, y no tardaron en encontrar el pequeño agujero en el suelo.
—¡Por los dioses! —exclamó Sham—. ¡Bajo tierra!, ¿cómo no lo pensamos?
—¡Vigilad la entrada al desfiladero! —gritó Helkion.
Varios hombres, incluido el propio Ludwig, se precipitaron hacia el lugar a la carrera. Pero en ese momento un topo emergió y se transformó en una liebre, la cual corrió a gran velocidad a través de la hondonada hasta la propia puerta de Kilgor, seguida por los bárbaros. La liebre se convirtió en la mujer, que pronunció rápidamente unas palabras arcanas y secretas, y pasó al coloso sin más problemas, perdiéndose tras las puertas mágicas. Los problemas los tuvieron los bárbaros, pues el Guardián Ciego se preparó para la lucha.
Los bravos generales y la soldadesca extrajeron sus espadas para hacerle frente, pero la voz de Sham, gritando a pleno pulmón, les increpó a apartarse. El guerrero avanzaba montado en Nikto, el feroz dragón negro a quien gustaba en extremo la camorra y el conflicto; tan pronto el Guardián Ciego estuvo a tiro, Nikto lanzó hacia él una terrible llamarada que dejó al titán confundido y chamuscado. Pronto los demás dragones unieron su aliento al primero, dejando un tocón negro en el lugar donde el coloso se erigiera.
Nada había ya que impidiera la entrada a Kilgor a los bravos guerreros. Helkion les detuvo antes de que emprendieran la marcha más allá de las puertas.
—Hay al menos tres ardides antes de arribar al castillo de las Cuatro Hermanas. Tened mucho cuidado, pues no es país este donde rija otra cosa que la malicia, el engaño y la confusión. No confiéis en vuestros sentidos, pues hasta lo más inocente puede resultar letal. Y no os apartéis del grupo bajo ningún concepto —les aconsejó Theraxian.
—Y no abandonéis el camino —concluyó Helkion.
En silencio y expectantes, con las armas prestas y los ojos bien abiertos, todos penetraron en Kilgor. No bien habían recorrido doscientos metros, una criatura les salió al paso. Una enorme criatura alada aterrizó frente a ellos con un estruendo, levantando tierra por la violencia de la colisión. Los bárbaros recularon ante su irrupción, prudentes y algo asustados: un dragón bicéfalo de gran envergadura. Además, hablaba.
—¿Quién osa entrar en Kilgor sin ser invitado? —preguntó una cabeza.
—Siiiiiiiiiiiiii, ¿quién habría de ser tan necio? —dijo la otra.
Theraxian y Helkion se adelantaron.
—Y ¿quién es tal criatura que pretende cerrarnos el paso? —interrogó Helkion al dragón.
—¡Somos Pafman-Wherter, el terror de Kilgor, bestia arcana y legendaria de quien mil relatos se escribieron! —se jactó la cabeza llamada Wherter.
—¿Qué queréis de las brujas? —quiso saber la cabeza llamada Pafman.
—Buscamos a Melköra. Tenemos un asunto con ella —explicó Theraxian—. Te pedimos humildemente, oh gran Pafman-Wherter, heroico dragón de mil y un romances, que nos dejes pasar. Por cierto, ¿qué hacéis aquí, en Kilgor?
—Ah, mago, terrible historia la nuestra… Atrapados y sometidos por aquella pérfida bruja a quien perseguís. Con gusto no uniríamos a la caza, mas no podemos quebrar la poderosa magia que nos subyuga… —dijo Pafman.
—Sin embargo… podemos hacer, gustosamente, la vista gorda… —sugirió Wherter—. Una única condición os impongo: no le hagáis daño a Gothic, el oso, ni a Krivus, el mono.
—Así será, oh grande entre los grandes —le halagó Helkion.
—Gracias —intervino Ludwig—. Cuando atrapemos a Melköra, te prometo que serás liberado.
El dragón bicéfalo agachó levemente las cabezas en señal de despedida y emprendió el vuelo, dejándoles el camino libre.
Ya vislumbraban el castillo cuando el oso y el mono les salieron al paso. Gothic se puso a dos manos, amenazando con sus zarpas y sus colmillos, tratando de intimidar a los guerreros para que retrocedieran. El mono Krivus, sin embargo, les saltó encima con la intención de molestarles y distraerles.
—¡No les hagáis daño! —gritó Helkion a los demás hombres—. Lo hemos prometido.
—¿Cómo sortearemos al oso? —preguntó Kiefer—. No es prudente salir del camino.
—¡Llamad a Hal! —pidió a voces Reb Copdo—. Es tan grande y tan peludo como Gothic, que lo distraiga para que podamos pasar.
El aludido apareció entre los guerreros, se adelantó y sobrepasó la posición de los de vanguardia, directo al oso. El hombre realmente asemejaba un pariente de Gothic disfrazado de Bárbaro. Sin más preámbulos, se lanzó contra el animal.
—¡Recuerda: no le hagas daño! —le repitió Theraxian mientras pasaban a la carrera.
—…Descuida… —respondió el hombretón mientras hacía lo que podía para inmovilizar las terribles zarpas.
No bien habían pasado todos, Kiefer se paró en seco.
—¡Eowyn! ¡El mono se lleva a Eowyn!
En efecto, el simio había desatado la jaula de la silla del caballo de Kiefer y huía con ventaja hacia el castillo, cargando con esta. Varios guerreros lanzaron sus caballos a la carrera en pos de Krivus, pero el mono saltó a un árbol y se perdió entre las copas. Ludwig no aminoró la marcha, siguió los movimientos de las ramas junto al camino, pero pronto fue evidente hacia dónde se dirigía el simio. Directo al castillo.
De repente, el caballo negro azabache de Ludwig se desplomó, alcanzado por una misteriosa flecha roja. El bárbaro cayó por encima de la montura, rodando varios metros por el suelo. Lanay bramó, los otros dragones se revolvieron, nerviosos, y Kiefer se detuvo en seco junto a su hermano, descabalgó y se agachó a su lado.
—¿Estás bien, Ludwig? —le preguntó al verle intentando levantarse.
—¿Qué son unos rasguños para un bárbaro, Kiefer? —respondió, resuelto a seguir tras el mono, ignorando las sangrantes heridas que se había producido al rodar por el suelo—. ¡Te cojo el caballo!
—¡Alto ahí! —le gritó un hombre que salió de la espesura—. No se te ocurra moverte…
En ese instante, Reb Copdo lanzó su hacha de mano al extraño, pero éste flexionó la cintura hacia atrás y la esquivó sin dificultad. En respuesta, disparó una flecha de su ballesta al bárbaro, que el brujo desvió con su espada anteponiéndose de improviso. Geralt de Rivia bajó su espada y se dirigió al hombre.
—¿Ahora usas ballesta, Geberth?
—¡Geralt! ¿Qué se te ha perdido en Kilgor? —se sorprendió el extraño personaje.
—Cuatro mil monedas de oro.
Geberth lanzó un silbido de admiración.
—No es mala cifra.
—¿Y tú? ¿Qué hace un brujo mercenario al servicio de las Cuatro Hermanas?
—Bueno, Geralt… ¿has estado alguna vez con cuatro hembras desenfrenadas?
—Demasiados problemas, Geberth. Una sola ya me lleva de cabeza. Supongo que no pondrás reparos en dejarnos pasar…
—En absoluto. No hay hembra capaz de hacerme levantar mi brazo contra un hermano brujo. A más ver, Geralt de Rivia —dijo poniendo la ballesta en su hombro antes de desaparecer tal como había aparecido.
El grupo llegó, por fin, al castillo de las brujas. Las hermanas no habían previsto que nadie lograra llegar hasta allí, por lo cual la puerta no estaba protegida ni cerrada con llave. Todos los hombres la franquearon, los dragones y los caballos se quedaron fuera.
En silencio y en guardia, los bárbaros penetraron en el castillo sin oposición alguna. Extrañados y desconfiados, llegaron al salón principal, donde cuatro mujeres se ofrecían al ocio de distintos modos. Una tocaba el arpa con delicadeza, la segunda escribía con una bella y vistosa pluma de faisán, la tercera sostenía un orbe de invocación entre sus manos, absorta con lo que había dentro, y la cuarta leía abstraída un voluminoso libro. La que escribía percibió movimiento y levantó la vista, descubriéndoles.
—Hermanas, tenemos visita… —advirtió Mifkhen—. Tigana, ¿quieres dejar de tocar el arpa, querida? Ivriniel, deja ya ese insoportable libro.
Tigana rompió la nota y dejó de tocar. Se levantó del taburete.
—Pero, ¿qué es esto? ¿Una invasión? ¡Sashka, deja el orbe! —habló Ivriniel.
—Está manejando un campeón en los Campos de Justicia. Es inútil, no va a hacerte caso… —dijo la primera.
—¿Qué queréis, osados guerreros, de las Cuatro Hermanas? —les preguntó Tigana.
—Queremos a Melköra. ¿Dónde está?
Una explosión resonó en el salón a la par que una nube de humo negro apareció junto a las mujeres, que exclamaron sobresaltadas.
—¡Aquí! ¿Cómo os atrevéis, cretinos, a entrar no sólo en Kilgor, sino en mi propio castillo? –gritó Melköra pareciendo entre el humo. La bruja sostenía a Eowyn entre sus manos.
—¡Hija del demonio, acabas de arruinarme el juego! —gritó Sashka, a punto de lanzarse contra la recién llegada.
—Tranquila, hermana, déjame hacer y te verás recompensada —la bruja centró entonces su atención en el líder de los bárbaros—. ¡Túuuuuuuuuuu! ¡Mataste a mi hijo y vas a pagar por ello!
—¡Devolvedle a mi prometida su apariencia! —gritó el rey bárbaro—. Hacedlo y no os mataremos, nos marcharemos de aquí en paz.
Las brujas se rieron de su magnanimidad. Las cinco.
—¡Que te has creído tú eso! ¡De aquí no va a salir nadie! —se rió Milfkhen —. Hermanas, preparaos.
Los bárbaros, ante la amenaza, enarbolaron las armas y cargaron. Las brujas lanzaron rápidamente un hechizo que los barrió hacia atrás, impidiendo que se acercaran. Todo voló por la sala, arrastrado por el vendaval desatado, golpeando a los hombres desprevenidos que, agachados intentando asirse al suelo, se arrastraban intentando llegar a las mujeres. Los chamanes, a trancas y barrancas, lanzaron un contraconjuro que paró en seco el viento huracanado.
—¡Los dragones, Sham! —ordenó Ludwig.
Sham silbó con fuerza e, inmediatamente, una gran vidriera estalló hacia adentro y la cabeza de Nikto asomó por el hueco del ventanal, seguida por las de los otros dos dragones.
—¡¡La vidriera de cristal emplomado de mamá!! ¡Se la han cargado! —exclamó Tigana indignada.
—Huy qué penaaaaaaaaaaa…—dijo Sashka con una sonrisilla apenas disimulada.
Los dragones aspiraron aire para soltar sus letales llamaradas, pero Ivriniel fue más rápida y lanzó un conjuro. Los dragones desaparecieron.
—¡Nooooooooooooooooooooooooooo! —gritó Pher, desesperado, enarbolando el hacha de guerra mientras corría, ciego de rabia, hacia Ivriniel—. ¡Les has matado!
—¡Qué va a matar ella a un dragón, con lo que le gustan!—intervino Tigana, mientras movía la mano para lanzarle un hechizo paralizante—. Sólo los ha encogido… un poco.
Ante la mirada atónita de Sham y los demás hombres, tres miniaturas de dragones que cabían de sobra en una mano, volaron hacia las brujas lanzando ridículas bocanadas de fuego.
—¡Qué bien, tres encendedores nuevos! —dijo Sashka, aficionada a fumar en pipa, cogiéndolos al vuelo.
—¡A los arcos! —ordenó Ludwig.
—Pfffff, no va a servir de nada… —murmuró Theraxian.
Las Cuatro hermanas levantaron una defensa mágica, pero Helkion logró disiparla mientras los arqueros cargaban las flechas.
—¡Deteneos, si no queréis que retuerza el pescuezo a la paloma! —amenazó Melköra, que agarraba a Eowyn con una mano y su cuello con la otra.
—¡Alto! —gritó Ludwing levantando una mano para enfatizar su palabra—. ¡No disparéis!
Los bárbaros bajaron los arcos, obedientes. La bruja sonreía triunfante.
—Bien, bien, bien, eso está mejor. Y ahora… ¡Proceded!
Las Cuatro hermanas realizaron un hechizo, ante la divertida mirada de Melköra. Todos los hombres se desvanecieron en humo, y este fue succionado por la esfera de invocación de Sashka, incluidos los dragones.
—¡Ah, la venganza! —susurró Melköra—. No hay mayor placer en el mundo…
Más tarde, esa misma noche, Tigana volvía a tocar el arpa y Melköra daba de comer grano a su nueva mascota, la paloma Eowiyn. Sashka, Ivriniel y Milfkhen estaban de pie en un círculo de cinco personas, cada uno de ellos con un orbe de invocación en las manos. Se preparaban para jugar en La Grieta del Invocador contra otro equipo de magos de un reino remoto. Vestían las capas moradas con capucha obligatorias para los participantes de élite.
—Bueeeeeeeeno, a ver si ganamos con las nuevas adquisiciones… —dijo Ivriniel.
—Celembor, ¿a quién escojes? ¿Mago, melee, support? —preguntó Sashka.
—¡Yo escojo a Ludwig, voy a top! —se adelantó pabcn, el invocador del extraño nombre.
—¡Maldita sea, pabcn! Pues no sé si escoger al brujo o a uno de los jinetes de dragón… —dudó Celembor.
—¡Eh! No, no, al brujo déjamelo a miiiiiiiiiiiii, muahahahahhahah! —dijo Milfkhen—. Me pido mid.
—Pues yo escojo al Hal, el bárbaro-oso como jungler —decidió Sashka.
—¡Entonces yo carry! Escojo a Pher y su dragón Yandrak —se apresuró Ivriniel.
—¡Otra vez support! —se quejó Celembor, el mago—. Está bien, me pido a uno de los chamanes de reciente adquisición… Por cierto, ¿cómo conseguisteis esa cantidad de campeones nuevos?
—Bah, fueron tan insensatos como para penetrar en Kilgor. Y ya sabes, Kilgor es reacio a cualquier tipo de introducciones y alimenta nuestra magia de un modo espectacular —le aclaró Milfkhen con una pícara sonrisa.
—¡Venga, menos cháchara, que ya empieza la partida! —se impacientó Sashka.
—¡Buena suerte, invocadores, a vencer!
Tenía guardados en un ordenador viejo varios relatos, los pasé a un pendrive antes de tirarlo y resulta que cuando los he ido a releer me he encontrado con que no están completos, no sé si quizá sea que los escribía en casa y en la pelu que tenía llevando y trayendo un pen, pero el caso es que tengo varios incompletos, al menos dos de ellos a los que tenía especial cariño. Os voy a poner uno para que veáis lo que jode el quedarte a medias con lo divertido que es.
El puto amo del Apocalipsis
—Va, no seas tonta, deja que te meta mano… ¿qué más te da?
—¡Que no, no seas pesado! Pero, ¿cómo estás tú aquí? ¿Cómo lograste entrar? No parece que des la talla…
—Bah, es un rollo muy largo… No me distraigas.
—¡Que te estés quieto te he dicho! Cuéntamelo. Tiempo tenemos, y no hay mucho que hacer por aquí.
El melenudo soltó un bufido, pero pronto adoptó una expresión traviesa.
—Si te lo largo, ¿dejarás que te eche un polvo?
Ella se lo pensó un poco.
—Mmmmm… vale.
—Pues atiendeeeeee, churri, que te lo cuento.
“Mi nombre de julai no importa, porque no lo uso. Mis colegas me llaman El Choni. Menos mi vieja, claro. Vivía en mi barrio to feliz, sin currar ni nada, el día entero que si internet, la calle, mis petas… de puta madre.
Cuando empezaron a pasar las cosas raras, las señales, yo me partía el culo cada vez que algún pureta mencionaba el apocalipsis. Sí, ya ves, no te rías. Pensaba que la peña estaba muy mal del tarro, con eso de la crisis y tal. Pero cuando estallaron las guerras, lo del virus ese, el eclipse, los terremotos y la lluvia de meteoritos ya me dije: chungooooo, Choni, ¿a que va a ser que los piraos esos tenían razón…?”
—Qué listo —se mofó la voluptuosa rubia.
—Pues ya ves, uno que fue a un colegio de monjas, churri. Y no me interrumpas, que pierdo los guarros.
—Perdona, sigue, sigue.
“Al poco vi por la tele a los siete angelitos tocando las trompetas y pensé: vaya peli cutre que están echando, siempre lo mismo por semana santa: que si Ben Hur, que si Moisés, ya sabes, las pelis esas del tío carca que le gustan los rifles. Pero qué va, era el telediario, tía. Ahí sí que ya me dije: ¡buaaah, fliiiiiiiiiiiipa, ahora sí que full a fichar arriba, colega! Y vaya. Me vi haciendo cola entre las nubes, qué alucine. Una cola to larga, nena, más larga que para el estreno del Avatar ese... No sé cuánto tiempo estuve de plantón, pero me rayé y me dije: yo me piro.”
—¿Y te fuiste? ¿Saliste de la cola?
—Mira que eres plasta, tía. Pues claro. Seguí a un friki que pensé que era un animador. Iba cola arriba, cola abajo hablando con la peña. Me pareció todo un detalle por parte de la organización.
—¿Un animador? ¿De qué hablas? ¿Por qué pensaste que era un animador?
—Evidente, tía, si iba disfrazado de diablo. Luego sospeché que era de verdad. Cuando me llevó al infierno.
La rubia comenzó a reír a carcajadas. El Choni se mosqueó.
—No te columpies, rubia, que te doy dos yoyas…
—¡Perdona! —dijo la chica intentando sofocar la risa—. Sigue, por favor.
—No te cantees o me las piro y te cuenta la historia tu padre, ¿estamos?
—Sí.
“El nota me llevó al infierno. No veas, tía, una macro-disco, la peña to fashion moviendo el esqueleto, to petao… Y va y me pregunta si me mola el infierno; mazo, le contesté. Pues firma este papelucho y te quedas pa los restos. Guay, le dije yo, pero antes deja que me dé un rulo. Dabuten, macho, y píllate algo de priva por la patilla, me contestó. Me agencié una birra y me las piré del diablo, que me estaba empezando a dar yuyu. No estaba tan colgado como para firmar el papelucho sin asegurarme antes de que no hubiera gato encerrado, que las monjitas siempre decían que el infierno era chungo, por mucho que lo hubieran tuneado. Así que, disimuladamente, me acerque a una pava que bailaba y, fingiendo querer rollo por si el diablo me vigilaba, le pregunté qué tal se estaba allí. Ella me arreó un beso de tornillo y luego me lamió la oreja, y mientras lo hacía me dijo en voz baja: sal de aquí por patas, colega. Estos cabrones saben de márketing la ostia, pero to trola. Estate al loro.
Después de echarme unos bailes, el diablo volvió con el papelucho. Fijo que me había tomado por un pringao, pero a mí no me vacila nadie. ¿Qué, te has decidido?, me largó. Pues va a ser que sí, colega: me abro, le contesté yo. Al nota le quedó una cara de colgao que acojonaba, pero a mí me la sudó. Piénsatelo bien, insistió el pavo con una voz como pa que me diera el bajón. No me taladres, que la has cagao conmigo, ¿te cuescas? Pues agur. ¿Adónde está la salida?, le solté yo to sobrao. Al momento todo se volvió cutre, ni macro-disco ni leches: aquello era un asco. Fuego, fuego y más fuego, allí donde mirabas había fuego. Y la peña que antes bailaba, achicharrándose entre alaridos que cortaban el rollo al más valiente. La boca chancla que me había advertido estaba atada a un hierro candente que giraba, la estaban asando como a un jabalí. Parece que el diablo no era tan pringao como pensaba y se había coscao de que la pava se había ido de la boca. Se abrió un túnel de humo blanco, y yo gambé como nunca en mi vida hacia éste. No paré hasta que volví a la cola de antes.
Estaba to rayao en la cola esa que era más lenta que el caballo del malo, cuando pasó un angelito. “
—¿Otro animador? —le interrumpió la rubia sin poder reprimirse. Se mordió los labios para evitar la risa.
—¿Me estás vacilando?
—Una pregunta tonta, perdona. Continúa.
“Pues eso, que pasó un angelito. Yo le llamé y le pregunté si había un bareto cerca. Me dijo que no, que ahí no había de eso. Joer, macho, esto es un peñazo, le largué, y esta cola, pa qué cojones es? Pal cielo, me contestó. Pues yo paso de rayarme, ¿no hay ningún otro sitio que no sea el infierno? Sí, está el purgatorio, ¿quieres que te lo enseñe? Vamos p´allá, le dije.
No veaaaaaaaaaas la movida del purgatorio. Atiende, que eso tiene tela. Tos colgaos, lo que yo te diga. Uuuuuuuuuah, ¿dónde está la farlopa? ¡Aquí se pilla fijo! Dije to contento. No están drogados, me cortó el rollo el angelito, están tristes. Aquí purgan sus pecados. Aaaaah, me cosqué yo, por eso se llama purgatorio. Yo pensaba que era porque habían purgas, ya sabes, esos bichos que pican. El angelito me miró de una forma mu rara. Igual ni sabía lo que eran las purgas…”
—Sí, sería por eso —ironizó la chica.
—Pos claro, no creo que tengan muchas por aquí.
“Entonces, ¿qué hacen todo el día la peña esta?, le pregunté. Son almas en pena, lloran y se arrepienten de sus pecados, me contestó. Uhg, qué chungo, no me va esta movida… ¿dónde está la cola? Dije yo. Y ¡pum!, allí me encontré otra vez. Antes de irse, el angelito me advirtió que ya no había más sitios donde ir, así que yo mismo. Y el Choni a tragar cola, tú verás.
Pero qué cola, la ostia, ¿dónde estaba toda esta gente buena escondida allá en la Tierra? Yo no me topé más que con cafres… aunque igual nunca los vi porque estaban ya en la cola. Va a ser eso.
(17/04/2018 06:22 PM)Eliron Wrote: Con respecto a la ambición de Erikson, es cierto que no sea del todo brillante los libros, puede por ser su tipo de escritura, los personajes como bien dices o por algún otro factor. Erikson es antropólogo y creo que eso es el punto más fuerte de Malaz, el mundo y la historia. Es en ese aspecto reo que ha cumplido. No concuerdo contigo sobre lo que dices de ambición y saber nuestros propios límites. Creo que Erikson hizo bien al ser ambicioso, si no lo hubiera sido Malaz no sería Malaz.
Pd: creo que puede salir algo muy interesante sobre un debate sobre la ambición a la hora de crear.
... ¡aquí estamos!
¿Qué pensáis, a más ambición en la obra, mayor la inspiración resultante?
Se trata de una pregunta muy de actualidad, además, con todo eso de aspirar a lo imposible, de perseguir los sueños y demás.
Personalmente, aprecio y respeto la ambición, si bien no la ambición por la ambición: de ahí saldrían, creo, obras enormes y huecas. ¿Conocéis alguna de ese estilo? A mí no se me ocurre ninguna... quizás mueran antes de emerger, incapaces de sostener su propio peso por su carencia de entraña mmm.
En cualquier caso, sí conozco obras tremendamente ambiciosas que gracias a dicho inmenso horizonte autoimpuesto lograron ofrecer algo completamente distinto, como dice Eliron de Malaz, así que a falta de pruebas de lo contrario, diría que la ambición es una prueba de fuego para la solidez de una historia: si es hueca, la destruirá antes de que salga; si tiene contenido, ofrecerá algo diferencial en el peor de los casos, y algo épico en el mejor.
(15/04/2018 05:33 PM)Baquevory Wrote: Sigo sin ver relación con lo que has dicho sobre lo típico y lo que he dicho sobre las TERF xD
Umm, intentaré explicarlo algo más, entonces
Dices que es absurdo hablar de mujeres oprimiendo a hombres en una sociedad machista.
Y que no es absurdo hablar de gente cis oprimiendo a gente trans en una sociedad transfoba.
Así que me surgen interrogantes:
O bien sugieres que el término "opresión" solo se aplica a conductas en línea con lo que la sociedad en general estipula...
O bien sugieres que no puede haber comportamientos individuales que se desmarquen de lo que la sociedad en general estipula: las mujeres no pueden oprimir, porque la sociedad es machista; los cis pueden oprimir, porque la sociedad es transfoba; ¿así que la gente solo puede hacer lo que la sociedad acepta?
La primera opción me parece interesante lingüísticamente.
La segunda opción me parece interesante filosóficamente.
¿Cuál de las dos proponías? ¿O eran ambas?
Intentaré explicarme mejor yo. Con "oprimir" me refiero a "oprimir por ser X". Hay grupos sociales que oprimen a otros solo por serlo. Los ricos oprimen a los pobres solo por ser ricos, los blancos oprimen a las otras razas solo por ser blancos, los hombres oprimen a las mujeres solo por ser hombres, los heterosexuales oprimen a los homosexuales solo por ser heterosexuales, y la gente cis oprime a la gente trans solo por serlo. Con "opresión" no me estoy refiriendo a una opresión activa, consciente y llena de malicia, sino a una opresión pasiva, basada no tanto en las intenciones individuales de cada persona sino en los privilegios que la sociedad le otorga a cada uno. Si una persona nace en X grupo social privilegiado, el tener esos privilegios implica que otras personas no los tengan, luego está oprimiendo pasivamente. Pero no quiero que se me malinterprete: no quiero decir con esto que una persona que oprima pasivamente se mala persona per se. Uno no elige dónde nacer ni qué privilegios tener. Una persona con privilegios puede decidir regodearse en ellos y usarlos para hacer daño a los demás y beneficiarse de ello, o bien puede intentar comportarse de la forma más justa posible. Lo que me parece absurdo es la idea de que una persona oprimida y sin privilegios pueda oprimir a alguien del bando opresor. Puede hacer daño a los opresores de muchas formas, pero en ningún caso los estaría "oprimiendo", porque para ello haría falta que la sociedad le conceda una serie de privilegios que no le ha concedido.